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En Puerto Triunfo, Antioquia, se dio inicio esta semana al primer piloto experimental con el que se busca controlar el crecimiento de la población de hipopótamos en el Magdalena Medio.
Este ejercicio de inmunocastración, que nunca ha sido probado en hipopótamos, se realizará con el medicamento GonaCon, que fue donado por Estados Unidos a la Corporación Autónoma de las cuencas de los ríos Negro y Nare, Cornare. El GonaCon es un medicamento veterinario anticonceptivo que solo es producido por la agencia norteamericana USDA APHIS (Animal and Plant Health Inspection Service) y, como contamos en este artículo, aún se encuentra en estudios para especies silvestres de megafauna.
Para esta primera etapa, señalaron desde Cornare, la USDA APHIS donó 70 dosis de GonaCon que fueron aplicadas a 24 individuos en el transcurso de una semana. Se emplearon dos estrategias: la aplicación a través de dardos a los individuos cebados y capturados todos los días en un corral, y la aplicación a través de rifles de dardos a individuos en los lagos.
Aunque todavía no se sabe si el GonaCon pueda funcionar en los hipopótamos, los funcionarios de Cornare sugieren suministrar tres dosis del medicamento, “basados en estudios y comparaciones realizadas en otros animales de gran tamaño, como caballos”, informaron.
La inmunocastración ha sido fuertemente criticada por expertos nacionales e internacionales para controlar la población de hipopótamos. ¿Los motivos? Advierten que es una alternativa altamente costosa y poco eficiente.
En marzo una comisión de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) envió una carta al ministro de Ambiente, Carlos Correa, recomendando empezar urgentemente con un programa enfocado en eliminar la población de hipopótamos, insistiendo en que era muy poco probable que las alternativas como la esterilización funcionaran a largo plazo, y que no reducen los impactos de los animales que ya existen en el ecosistema (que además viven por más de 40 años).
De igual forma, varios investigadores de la Universidad Nacional de Colombia, la U. Nacional Autónoma de México, la U. Javeriana, la U. del Norte y el Instituto Humboldt presentaron un estudio en el que, además estiman que hoy hay entre 90 y 100 individuos y que, hacia el 2039, podrían existir casi 1.500 hipopótamos en Colombia, estudiaron todas las medidas de control para ver cuáles eran las más efectivas.
“Desafortunadamente ninguna de las estrategias de castración será suficiente para controlar la población de acuerdo con nuestros modelos. Lo único que logra la castración es retrasar el momento en el que la población alcanza la capacidad de carga, es decir, el año al cual se llega al número máximo de hipopótamos. Esto se debe a que el porcentaje de animales que se puede castrar por año es muy bajo, y los animales reproductores que permanecen en el sistema están procreando precozmente, a tasas rápidas y con baja mortalidad neonatal”, explicaba la bióloga Nataly Castelblanco a este diario.
En Cornare reconocen que esta no podría ser la única medida de control. “El GonaCon puede ser una alternativa para evitar que se sigan reproduciendo, si bien no es la solución definitiva, sí ayuda a mantener la población estable”, aseguraron en un comunicado. “Es la primera vez que estamos implementando este procedimiento, vamos a hacerle seguimiento y monitoreo para saber qué tan exitoso puede ser”, expresó David Echeverri López, Coordinador del Grupo Bosques y Biodiversidad de la corporación.
La presencia de estos animales en nuestro país trae consecuencias como “desplazamiento de la fauna local y modificación de los ecosistemas”, explicó Echeverry. “Además, al estar ocupando espacios en los que los pescadores desarrollan su actividad productiva, pueden presentarse ataques. Así mismo, al no tener control, depredadores o encierro, el crecimiento de la población está descontrolado”.
Los hipopótamos son la especie invasora más grande del mundo. Al no tener depredadores naturales en Colombia y haberse adaptado a un ecosistema que les da más beneficios incluso que en África, andan a sus anchas por el río Magdalena. Pero sus pasos dejan detrás toneladas de consecuencias: ponen en vilo la seguridad alimentaria de las poblaciones cercanas y compiten directamente por recursos con chigüiros y manatíes.