La “anaconda verde del norte”, la nueva especie de anaconda que viviría en Colombia
La especie que conocíamos como anaconda verde (Eunectes murinus) resulta ser en realidad dos especies genéticamente distintas. Tras casi 20 años de investigación en América del Sur, los científicos identificaron una nueva especie, Eunectes akayima o “anaconda verde del norte”, que coexiste con la ya conocida “anaconda verde del sur”.
A pesar de que de ellas se han hecho películas, desconocemos mucho de Eunectes, un género de serpientes acuáticas no venenosas conocidas como anacondas. Son animales de un gran tamaño y con capacidad para vivir en hábitats acuáticos, como ríos y pantanos. Son constrictoras, lo que significa que matan a sus presas enrollándose alrededor de ellas y apretándolas hasta que mueren por asfixia.
Las anacondas son nativas de América del Sur y se pueden encontrar en varias regiones de la cuenca del Amazonas y otras áreas húmedas de la región. Hay cuatro especies reconocidas: la anaconda verde (Eunectes murinus), la anaconda amarilla (Eunectes notaeus), la anaconda de De Schauensee (Eunectes deschauenseei) y la anaconda de Beni (Eunectes beniensis). Eso, al menos, hasta ahora. Un grupo de científicos acaba de hacer un descubrimiento muy interesante.
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Sucede que los patrones de divergencia morfológica y genética dentro del género aún no están claros. Una nueva investigación publicada recientemente sugiere que la anaconda verde (Eunectes murinus), que antes se creía que era una sola especie, en realidad es dos especies genéticamente distintas. El proyecto de investigación duró casi 20 años e incluyó muestras, visitas y entrevistas a lo largo del área de distribución de este animal en América del Sur. Los científicos recopilaron datos como el tipo y ubicación del hábitat, los patrones de lluvia, tejido y/o sangre de cada muestra.
Los investigadores creen que la primera es la especie conocida, Eunectes murinus, que vive en Perú, Bolivia, Guayana Francesa y Brasil, nombrada ahora como “anaconda verde del sur”. La segunda especie, la que ha sido identificada en este estudio, es Eunectes akayima o “anaconda verde del norte”, que se encuentra en Ecuador, Colombia, Venezuela, Trinidad, Guyana, Surinam y Guayana Francesa.
Las dos especies parecen casi idénticas, pero, dicen los científicos, su nivel de divergencia genética es asombroso. ¿Qué quiere decir eso? La divergencia genética se refiere a la acumulación de diferencias en las secuencias de ADN entre las poblaciones o especies a lo largo del tiempo. Incluso cuando dos especies parecen muy similares a los ojos de cualquiera de nosotros, las diferencias genéticas pueden ser sustanciales y, a menudo, indican caminos evolutivos distintos.
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Eso estaría pasando con esas dos especies de anaconda verde. Para entenderlo mejor, los científicos dicen que ambas tienen una divergencia genética del 5,5%. En comparación, la diferencia genética entre humanos y simios es aproximadamente del 2%. “Este descubrimiento tiene implicaciones importantes para la conservación de estas especies, en particular para la anaconda verde del norte recientemente identificada”, escribe en una columna en The Conversation Bryan G. Fry, uno de los autores del estudio.
Hasta ahora, continúa Fry, “las dos especies han sido gestionadas como una única entidad. Pero cada uno puede tener diferentes nichos y áreas de distribución ecológicos y enfrentar diferentes amenazas”. Es decir, podría ser necesario diseñar estrategias de conservación diferentes para protegerlas a ambas.
“Nuestra investigación también es un recordatorio de las complejidades involucradas en la conservación de la biodiversidad. Cuando las especies no se reconocen, pueden pasar desapercibidas en los programas de conservación. Al incorporar la taxonomía genética en la planificación de la conservación, podemos preservar mejor la intrincada red de vida de la Tierra, tanto las especies que conocemos hoy como las que aún están por descubrir”, finaliza Fry.
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A pesar de que de ellas se han hecho películas, desconocemos mucho de Eunectes, un género de serpientes acuáticas no venenosas conocidas como anacondas. Son animales de un gran tamaño y con capacidad para vivir en hábitats acuáticos, como ríos y pantanos. Son constrictoras, lo que significa que matan a sus presas enrollándose alrededor de ellas y apretándolas hasta que mueren por asfixia.
Las anacondas son nativas de América del Sur y se pueden encontrar en varias regiones de la cuenca del Amazonas y otras áreas húmedas de la región. Hay cuatro especies reconocidas: la anaconda verde (Eunectes murinus), la anaconda amarilla (Eunectes notaeus), la anaconda de De Schauensee (Eunectes deschauenseei) y la anaconda de Beni (Eunectes beniensis). Eso, al menos, hasta ahora. Un grupo de científicos acaba de hacer un descubrimiento muy interesante.
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Sucede que los patrones de divergencia morfológica y genética dentro del género aún no están claros. Una nueva investigación publicada recientemente sugiere que la anaconda verde (Eunectes murinus), que antes se creía que era una sola especie, en realidad es dos especies genéticamente distintas. El proyecto de investigación duró casi 20 años e incluyó muestras, visitas y entrevistas a lo largo del área de distribución de este animal en América del Sur. Los científicos recopilaron datos como el tipo y ubicación del hábitat, los patrones de lluvia, tejido y/o sangre de cada muestra.
Los investigadores creen que la primera es la especie conocida, Eunectes murinus, que vive en Perú, Bolivia, Guayana Francesa y Brasil, nombrada ahora como “anaconda verde del sur”. La segunda especie, la que ha sido identificada en este estudio, es Eunectes akayima o “anaconda verde del norte”, que se encuentra en Ecuador, Colombia, Venezuela, Trinidad, Guyana, Surinam y Guayana Francesa.
Las dos especies parecen casi idénticas, pero, dicen los científicos, su nivel de divergencia genética es asombroso. ¿Qué quiere decir eso? La divergencia genética se refiere a la acumulación de diferencias en las secuencias de ADN entre las poblaciones o especies a lo largo del tiempo. Incluso cuando dos especies parecen muy similares a los ojos de cualquiera de nosotros, las diferencias genéticas pueden ser sustanciales y, a menudo, indican caminos evolutivos distintos.
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Hasta ahora, continúa Fry, “las dos especies han sido gestionadas como una única entidad. Pero cada uno puede tener diferentes nichos y áreas de distribución ecológicos y enfrentar diferentes amenazas”. Es decir, podría ser necesario diseñar estrategias de conservación diferentes para protegerlas a ambas.
“Nuestra investigación también es un recordatorio de las complejidades involucradas en la conservación de la biodiversidad. Cuando las especies no se reconocen, pueden pasar desapercibidas en los programas de conservación. Al incorporar la taxonomía genética en la planificación de la conservación, podemos preservar mejor la intrincada red de vida de la Tierra, tanto las especies que conocemos hoy como las que aún están por descubrir”, finaliza Fry.
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