Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Entre los episodios climáticos más extremos, sequías, inundaciones, deslizamientos y desplazamientos que vemos día a día como consecuencia del cambio climático, hay una imagen que se repite con frecuencia: la del deshielo de la Antártida. Su colapso, han advertido los científicos, puede causar pérdida de biodiversidad marina y la posible emisión de gases capturados en el hielo durante muchos años.
Para Jessica O’Reilly, antropóloga medioambiental, profesora asociada de la Universidad de Indiana en Estados Unidos, el trabajo que se ha hecho en esa región es el mejor ejemplo de cómo se puede unir la ciencia con la política; dos caminos que no suelen ir de la mano. Ella lleva cerca de dos décadas estudiando esa relación y analizando las relaciones humanas con el medio ambiente.
Su trabajo ha estado enfocado en acompañar las salidas de campo de quienes analizan lo que ocurre en la Antártida, escuchar la forma en la que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) reporta sus resultados y en qué punto los políticos desechan la ciencia al tomar decisiones.
“Durante las últimas dos décadas, los escépticos de la realidad y la importancia del cambio climático antropogénico han acusado con frecuencia a los científicos del clima de ‘alarmismo’: de sobreinterpretar o reaccionar de forma exagerada a la evidencia de los impactos humanos en el sistema climático. Sin embargo, la evidencia disponible sugiere que los científicos, de hecho, han sido conservadores en sus proyecciones de los impactos del cambio climático”, sentencia uno de los artículos más recientes de O’Reilly.
La Antártida es un continente extraño para muchos de nosotros. ¿Qué hay allí que la intriga?
Lo que me encanta es que se siente como un lugar aislado, salvaje, parece completamente vacío y deshabitado, aunque no es así. Esa sensación de aislamiento me parece carismática. Mis hallazgos se han centrado en las fallas de los científicos para llevar sus resultados a la política. Eso es algo esperable y lógico, porque la mayoría de nuestros tomadores de decisión no hacen ciencia sino diplomacia, lo que hace que las investigaciones no encajen tan particularmente bien en las leyes y normas. Pero, en la Antártida, un continente preservado para la ciencia, es en donde se hace el mejor trabajo del mundo al unir lo que hacen los científicos con la política. Es un gran ejemplo de la toma de decisiones basadas en la ciencia que ha llevado a la protección de los ecosistemas.
Usted se centra en estudiar los procesos sociales de los científicos. ¿No hay una sensación de impotencia al ver que, a pesar de todo su trabajo, la Antártida sigue derritiéndose?
Eso depende mucho de sus personalidades, si son pesimistas u optimistas, pero creo que la mayoría de científicos climáticos ven el futuro positivamente. En los veinte años que llevo estudiando a los científicos climáticos he visto cómo han mejorado su comunicación, ahora es clara y los gobiernos también han aprendido a escucharlos. Se han dado cuenta de que si los tomadores de decisión no se acercan a ellos, pues entonces ellos irán adonde están los políticos.
Me impresiona que no tienen problema para calibrar y explicar su ciencia una y otra vez y siempre están dispuestos a hablar sobre sus resultados las veces que sea necesario. También es increíble que a pesar de que sabemos que si los hubiéramos escuchado antes, cuando ya había consensos, en 1978 o en 1992, el cambio climático no sería un problema tan costoso y tendría a tanta gente sufriendo, pero estos científicos tienen una habilidad grande para seguir. Son muy pragmáticos en ese sentido.
Su trabajo tiene un acercamiento social. ¿Cómo lo hace?
Como antropóloga, hago observación participante. He estado en diferentes procesos investigativos. Desde el trabajo de campo hasta cuando entra la diplomacia y la política a usar esos resultados. He hecho parte de investigaciones medioambientales en la Antártida con científicos de Nueva Zelanda, he hablado con los investigadores del IPCC e intento entender en qué punto los tomadores de decisión usan esa ciencia y cuándo la excluyen y por qué.
¿Los científicos se han dado cuenta de que necesitan hacer diplomacia?
Totalmente, hay algunos científicos que lideran y se han convertido en representantes de las discusiones en política, otros se han convertido en políticos, pero usualmente quienes deciden trabajar en la ciencia no tienen la disposición de participar en los espacios de toma de decisión.
Lo que sí es claro es que ha habido un aumento y una defensa para acercarse a quienes hacen las políticas y de traer grupos diversos de investigadores a las reuniones políticas, entonces ya no es solo un grupo de hombres blancos con traje, sino que hay una variedad de miradas y perspectivas sobre los temas que sirven para convencer a los tomadores de decisiones para que escuchen.
Ver a los científicos en acción es emocionante, ¿qué los ha visto hacer?
Es muy divertido porque es un pequeño microcosmos, es como estar en la Estación Espacial Internacional. Hay mucho colegaje, generalmente hay equidad entre los géneros, pero lo que más me llama la atención es lo dispuestos que están a cuidar ese espacio que estudian, hacen lo que sea por proteger ese ambiente. Los he visto tomando cabellos del hielo para guardarlos, llevan absolutamente todos los desechos, incluso los del baño desde el lugar de la investigación de campo hasta la base y de ahí de nuevo a su país de origen. Tratan de que su impacto sea mínimo. Es inspirador. La Antártica es muy importante para la salud del planeta.
¿Cómo cree que los científicos deben comunicar lo que hacen?
En mi opinión, el gobierno antártico es el Tratado Antártico y este no hace parte de las Naciones Unidas; eso es un error, porque hace que este tema se aborde poco. Hay que tratar de presentarse más en estos espacios, porque el potencial que tiene Antártida de aumentar los niveles de los océanos es gigante, es un tesoro natural, pero hay muy poca interacción. Los científicos climáticos hablan de la desintegración de los glaciares, más que todo de lo que ocurre en la parte oeste y las dificultades que tienen para estimar cuándo va a terminar ese proceso y cuánto va a aumentar el nivel del mar. Hacen un llamado a que la sociedad se prepare. Estos investigadores trabajan en predicciones para el peor de los escenarios, están pensando en lo peor que pueda ocurrir para planear nuestro futuro.
*Docente de la Universidad de Manizales, enviado especial del proyecto GROW Colombia, financiado por el Global Challenges Research Fund como parte del año UKCOL 2020-2021.