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La colombiana que asesorará a la ONU para solucionar el problema de las basuras

Laura Reyes, directora del Compromiso Empresarial para el Reciclaje, fue escogida como la única mujer latinoamericana que hará parte del Consejo Asesor de las Naciones Unidas sobre Basura Cero. En entrevista con El Espectador, habló sobre su nuevo rol y qué significa la ambiciosa meta de que el mundo produzca cero residuos.

María Camila Bonilla
26 de junio de 2023 - 11:59 a. m.
Laura Reyes es directora del Compromiso Empresarial para el Reciclaje.
Laura Reyes es directora del Compromiso Empresarial para el Reciclaje.
Foto: cortesía
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En la película Wall-E, un robot solitario pasa sus días en 2085 limpiando la tierra, que se ha convertido en un gigante vertedero de basura. Su rutina consiste en comprimir basura y rescatar objetos interesantes de entre los residuos. Aunque esa premisa claramente hace parte de una película de fantasía, el mundo hoy enfrenta un serio problema con la basura. (Lea Colapso de ecosistemas clave como la Amazonía podría llegar antes de lo esperado)

Se calcula que actualmente se generan 2.240 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos; el 45 % se gestiona mal. Para 2050, se prevé que esta cantidad se duplique. Cada año, además, se pierden o desperdician unos 931 millones de toneladas de alimentos y hasta 14 millones de toneladas de residuos plásticos entran en los ecosistemas acuáticos. (Lea El Nevado del Ruiz muestra signos de estabilidad, pero aún puede hacer erupción)

Por eso, en diciembre del año pasado, la Asamblea General de Naciones Unidas sacó una resolución para promover iniciativas de ‘basura cero’ y, dentro del documento, pidió al Secretario General, António Guterres, formar una junta asesora de personas expertos en el sector.

El llamado Consejo Asesor de las Naciones Unidas sobre Basura Cero está conformado por 13 expertos a nivel mundial, entre los que están el premio Nobel Muhammad Yunus; Carlos Silva Filho, presidente de International Solid Waste Association y Guy Ryder, subsecretario general de política de la Oficina Ejecutiva del Secretario General de la ONU.

La colombiana Laura Reyes, directora ejecutiva del Compromiso Empresarial para el Reciclaje (Cempre) fue escogida como la única mujer latinoamericana del grupo. En diálogo con El Espectador, habló sobre su nuevo rol, que iniciará oficialmente en julio.

¿Cómo fue el proceso para ser seleccionada como parte del Consejo Asesor?

Desde mi perspectiva, el proceso fue sencillo; fue una llamada en la que me comunicaron que desde varias agencias de las Naciones Unidas se hizo una consulta y propusieron algunos nombres. En algunas de ellas se propuso mi nombre. Luego, hicimos una reunión en donde hablamos de qué se trataba, si estaría interesada en participar y, por supuesto, para mí es un honor hacer parte de ese comité; el solo hecho de haber sido nominada me pareció maravilloso. El rol que me pidieron cumplir también me pareció muy importante porque es la representación de la mujer en Latinoamérica y la sociedad civil.

¿Qué funciones desempañará?

El Consejo tiene funciones de asesoría. Debe promover las mejores prácticas a partir de iniciativas bajo el concepto de basura cero, pero potenciando el rol y la contribución que un modelo como la economía circular da para esta meta. Tenemos la función de ser promotores de esas iniciativas locales e internacionales o regionales que promueven la reducción de la basura o la economía circular.

Hay que trabajar también de manera conjunta para proponerle al comité, al secretario general, cuáles serían las herramientas, las propuestas, a incorporar en los diferentes entes de Naciones Unidas para que de manera transversal podamos llegar al cumplimiento de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

¿Cuándo surgió el concepto de ‘basura cero’ y a qué se refiere exactamente?

Esa es una de las conversaciones informales que he tenido con algunos colegas con los que ya estoy en contacto y muchas de las dudas que tenemos tienen que ver exactamente con qué significa basura cero. Técnicamente, basura no está definida y ‘cero’, normalmente, no es posible.

Pero, definitivamente, tiene que ir enfocado a cambiar lo que vemos hoy, por medio de un modelo al que le hemos puesto varios nombres, producción más limpia, sostenibilidad, o economía circular, que para mí es el más acertado; y basura cero, que significa mantener los recursos el mayor tiempo posible en la economía. Cuando hablo de los recursos, no solamente estoy hablando de los recursos económicos, sino de los materiales, que no son solo el plástico, que está muy en boga y por supuesto es supremamente importante, sino también residuos o materiales orgánicos, textiles o materiales de construcción.

Si los logramos mantener en la economía, nos van a generar la posibilidad de aprovechar al máximo los beneficios de una economía que no tenga pérdidas. Y estos son trabajos formales, trabajos dignos, empleos que son sostenibles en el tiempo porque están ligados a empresas, con modelos empresariales que están conectadas con el propósito, que son eficientes en mantener sus recursos.

No solamente se trata de grandes empresas, sino también de pequeñas y medianas. Las grandes empresas tienen, por su estructura, capacidad de compartir conocimiento. Hay muchas que están haciendo iniciativas maravillosas, pero se trata de cómo conectar a las pequeñas y medianas empresas también. Si bien, entrar en el modelo circularidad no es necesariamente barato, sí es económicamente inteligente para el desarrollo de los modelos de negocio.

Basura cero trae un componente específico que está determinado en la resolución y es promover los modelos de economía circular. Eso, por supuesto, tiene unos beneficios sociales, en lo climático, en lo económico y en la biodiversidad, que son los temas que acogen la triple crisis planetaria.

Entonces, seguramente las metas tendrán que estar basadas en eso. Creo que es un rol retador, por supuesto, cuando vemos el tiempo que tenemos, que el sentido de urgencia no podría ser mayor ni estar más llamado desde los distintos frentes, en todas las reuniones, en todas las temáticas, en todas las organizaciones. De hecho, s creo que ese es el primer reto que tenemos de aquí a julio. Finalmente, lo que vamos a hacer es orientar, proponer y generar unos objetivos en donde observamos que las Naciones Unidas podrían actuar, ser los más eficientes, los más posibles y los más alcanzables, que tengan un impacto mayor, porque el tiempo es realmente muy poco.

¿Cuáles son algunos de esos efectos no tan visibles de la generación de basura o los residuos? ¿Cómo percibe la mentalidad de ‘ojos que no ven, corazón que no siente’ que prevalece al hablar de ellos?

Hay varios retos para lograr ese cambio de mentalidad. Primero, es un tema de valores y es complejo porque a todos nos inculcan unos valores específicos en la casa; ojalá pudiésemos, como sociedad, tener valores transversalmente más conectados. Esto también tiene que ver con la equidad, porque puede ser que yo no vea la basura, pero está afectando a alguien y me va a afectar en el futuro. Muchos de esos efectos son observables en el tiempo. El enterramiento de los residuos, por ejemplo, es una de las etapas de la gestión de residuos que mayores gases de efecto invernadero genera.

Sin embargo, ya hay muchos cambios en la demanda, en la sociedad; hay un nivel de conciencia mayor desarrollado, seguramente como resultado del acceso a la información. La economía también tiene límites frente al uso de los recursos disponibles. Hoy sabemos que hay escasez en diferentes materiales, como los metales. El cobalto, por ejemplo, que es el que da mayor conductividad en los electrónicos, es muy escaso.

Uno de los principios de la economía circular es que la basura no es solo un desecho, sino que puede adquirir un nuevo valor. ¿Cómo transmitir esa idea?

Yo creo que, poco a poco, se ha logrado y se hay mucha conciencia sobre eso. Es importante empezar a manejar la forma en que nos comunicamos y hablamos de la basura; luego nos referimos a los residuos y hoy hablamos de materiales. Quienes lo entendieron primero, a partir de una necesidad de subsistencia, fueron los recicladores de oficio, cuando encontraron que el material lo podían volver a llevar para la venta. Más de 60.000 familias en el país viven de los materiales que nosotros dejamos en las bolsas de basura.

Ese aprendizaje que viene de ellos necesitamos ampliarlo y concientizar a las personas que eso que están pagando, que están comprando y que están después disponiendo en una basura tiene un valor, y que hay una industria detrás de eso. Esta ha sido una solución para complementar los ingresos de muchas familias y detrás de eso hay unas industrias de recolección, de gestión, de transformación y nuevamente las industrias que generan productos a través de eso. Yo observo que hay una mayor conciencia y un mayor entendimiento del valor que hay en los materiales, pero todavía tenemos un concepto errado y es que el cambio depende de otros.

Todavía escucho a muchísimas personas, y no necesariamente muy alejadas de la industria, que dicen que el problema está en otros. Otros no hacen, otros no recogen, la infraestructura está fallando, la política pública está desorganizada. Todo eso es cierto. Yo hoy tengo que pensar en hacer ese cambio sin tener que esperar, necesariamente, que la política pública cambie o a que la infraestructura se desarrolle. Eso ya está sucediendo.

Todo necesita hacerse más rápido, pero cuando las decisiones individuales y las del día a día están conectadas con un modelo de circularidad, ya podemos tener otra conversación. Si pensáramos en todo el impacto que tiene la decisión sobre lo que voy a comprar, reutilizar o a dejar de usar, eso tendría un cambio y un impacto enorme. La decisión de cada ciudadano es donde está el poder.

¿Hay algún ejemplo o caso de éxito que le haya llamado la atención de cómo grupos de ciudadanos han implementado esta mentalidad?

Aquí a Colombia tenemos el desarrollo de una organización de recicladores en Buenaventura. A través de ella, está conectado un grupo de trabajo que se llama las Guardianas del Manglar. Es una iniciativa que ha sido acompañada, orientada y en gran medida financiada por Carvajal Empaques, y tiene un impacto maravilloso: haber convencido a una mujer pianguera, llamada Lilia, de recoger plástico en el manglar y empezar a reciclar plástico, porque ya no tenían mucha oportunidad de seguir recogiendo piangua.

Las otras mujeres no estuvieron muy motivadas, pero con el esfuerzo que hizo Lilia y todo lo que se logró finalmente, se le entregó una casa en madera reciclada. Y logró liderar, motivar a otras 15 mujeres y hoy ya hay 15 a las que, incluso, hoy se les están entregando nuevas herramientas para ampliar y mejorar sus condiciones de trabajo.

Entonces estas mujeres, además de organizarse, están desarrollando y logrando un mejor ingreso, prestando un servicio de medio ambiente a la comunidad. Además de pescar piangua nuevamente, están recuperando el manglar de los residuos de todo tipo. Hay textiles, hay juguetes, hay electrónicos, hay llantas.

Eso no necesariamente surgió como una iniciativa para cuidar el manglar, sino que se dio una oportunidad de generar un ingreso, de cuidar el ambiente en el que estaban trabajando. Por su puesto, había una motivación de organizar un grupo de recicladores locales que les permitiera vender el material. Y se dio la conexión con Carvajal.

La empresa privada, por supuesto, puede liderar y orientar un cambio en su cadena de suministro, pero si las personas no quieren, si no se ponen de acuerdo, si no buscan cómo cambiar lo que hacen de manera rutinaria, pues seguramente esto no hubiese sido exitoso. Y cuando hablo de éxito, es internacional. Sí, son 15 mujeres, pero estamos hablando de un ecosistema, en riesgo, y de mucho interés para el mundo.

¿Por qué se dice que es costoso incorporar un modelo de economía circular para las empresas?

Porque no puedes comparar un modelo de producción lineal en donde no se incorpora el valor climático, el valor social y el valor de crear un modelo que esté conectando con el impacto real que deja su cadena de suministro. Ahí vas a necesitar, por ejemplo, invertir en tu cadena de recolección, para poder decir que reincorporas plástico en mi material. Para reincorporar plástico, cartón, vidrio, textil, material, necesitas una cadena desarrollada.

Una vez se logra, el valor social que generas, el valor climático y el valor agregado que le das a tu cliente permite tener otro tipo de dinámica de costo con ellos. Si es material reciclado va a ser más costoso que el virgen, justamente porque está dando un valor agregado a la sociedad. Pero es más eficiente cuando tú tienes la posibilidad de cumplir la norma, de reducir pérdidas, de tener una cadena de suministro conectada con los valores corporativos de tu organización y en donde tu cliente al final no te va a abandonar porque está conectado con la forma en que haces las cosas, no solo con el producto.

Solo hasta julio se establecerá el plan de trabajo que adoptará el comité asesor. En su opinión, ¿qué tendría que entrar necesariamente en él?

En eso he estado pensando en las últimas semanas, pero lo primero es que hay que definir qué significa basura cero, porque para el globo norte y el globo sur seguramente es distinto. En India, África y Latinoamérica están en distintos momentos. Seguramente, va a tener que ver en cómo podemos potenciar todo lo bueno que hoy ya sucede y promover que no exista duplicidad, porque cuando existe duplicidad hay muchísima pérdida de esfuerzo.

No me atrevería a decir mucho más, pero creo que para Latinoamérica hay una oportunidad importante, y para el globo sur en general. Estamos en medio de la negociación del tratado global de plásticos, que tiene dos o tres conceptos clave para otros materiales.

Primero, qué significa la transición justa. Segundo, cómo se implementan este tipo de iniciativas globales más legalmente vinculantes, adoptando el modelo de ciclo de vida como el modelo transversal para la promoción de las acciones. Y el tercero, por definirse, si la responsabilidad que tendría el productor es obligatoria o no, en todos los países; aquí en Colombia ya existe.

Creo que, a través de basura cero, van a ser muy importantes las orientaciones que se puedan dar para no duplicar esfuerzos, promover la armonización de la política pública, incluso, solo de los conceptos en la región, y una armonización en cómo se implementa y se cumplen las metas. Cuando tienes un país con unas metas como las que tiene Colombia y otro, con una forma de incentivar distinta, puedes generar mayores fallas de mercado. Lo que necesitaríamos es trabajar de manera armónica en la región, entendiendo las diferencias, incluso con países y regiones similares como África y Asia, que también tienen recicladores de oficio con unos niveles de informalidad grandísimos.

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María Camila Bonilla

Por María Camila Bonilla

Periodista con intereses en las áreas de medio ambiente, movimientos sociales y democracia, y conflictos y paz.mbonilla@elespectador.com

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