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                                                                                                                                La ecuatoriana que está resucitando tubérculos andinos en Colombia

                                                                                                                                La agrónoma Neidy Clavijo ha pasado los últimos once años de su vida investigando alimentos marginados. En dos municipios de Boyacá encontró el lugar preciso para revivir tres de ellos, semillas que podrían reducir el hambre y la malnutrición.

                                                                                                                                Camila Taborda/ @camilaztabor

                                                                                                                                Neidy Clavijo está terminando su doctorado en el Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la Universidad Nacional. / Cortesía.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Se sorprendió al verlos en Colombia, un país al que llegó hace más de una década, después de que la crisis política de Ecuador la dejara sin empleo. Se exilió de su ciudad, Riobamba, ubicada en la provincia de Chimborazo, una de las regiones con mayor población indígena de su país, dejando allí el mercado campesino de los sábados, el carihucho que preparaban en casa con papas, tubérculos y raíces revueltos con queso y ají. La imagen de las ibias en las terrazas, que la gente asoleaba para que cogieran un sabor dulzón y así comerlas con leche. Y el lamento de los campesinos e indígenas de la región porque “la juventud de hoy en el campo es de leche y de migración”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Eso pensó hasta que en su primer trabajo como extranjera, dentro del Consorcio Andino, conoció la provincia de Márquez, en el centro de Boyacá. Iba en busca de emprendimientos para agricultores y encontró en esa región una copia de su ciudad natal. Fría, clavada en la alta montaña, con incidencia indígena y población campesina que sembraba esas tres semillas consideradas marginadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) desde los años noventa.

                                                                                                                                Allí, la ibia, el cubio y la ruba encaraban los mismos problemas. No los compraban en los mercados y los niños les hacían mala cara al verlos en sus platos de comida. Los jóvenes agricultores ya no los sembraban y sus semillas pronto desaparecerían.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Así que entró como investigadora en la Universidad Javeriana y los analizó por su cuenta. Fue a Turmequé y al municipio vecino de Ventaquemada una vez al mes, recogió apuntes, hizo amistades y palpó las semillas existentes, los microcultivos donde los conservaban y los lamentos de sus agricultores.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El resultado fue un libro que Clavijo le dedicó a su padre: “Hasta volver a encontrarnos mañana”, escribió, porque él le había enseñado a preferir los frutos del campo en vez de los alimentos procesados, y a ver en ellos, desde su tradición campesina e indígena, otros usos, como el medicinal. Los cubios son buenos para bajar el ácido úrico y el colesterol, para los problemas de próstata. Las ibias son útiles para subir el azúcar. Y las rubas curan las úlceras y las quemaduras.

                                                                                                                                Remedios que los boyacenses también conocían y que Clavijo comentó con ellos en las jornadas posteriores a su investigación. Siguieron reuniéndose para compartir en complicidad lo que sabían del campo y para idear una alternativa de conservación.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Fue así como las 45 familias decidieron organizarse, con la ayuda de Clavijo. Formaron en 2010 la Asociación Innovadora de Tubérculos Andinos de Boyacá (Aitab), con un propósito: vender durante las festividades piquete campesino boyacense, un producto innovador hecho con ibia, cubio y ruba, en el mercado local.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                "Son cultivos sanos, patrimonio de nuestros ancianos, símbolo de nuestra cultura y la base de nuestra alimentación pero que tienen riesgo de quedar en el olvido”, Melciádes Muñoz, pequeño agricultor de Turmequé.Un negocio que, en palabras de la lideresa de Aitab Graciela Orjuela, “se convirtió en un alivio para la pobreza de los campesinos”. Aunque las ventajas de los tubérculos andinos son más. Sus nutrientes contienen 1,7 % de proteínas y una carga de carbohidratos “ligeramente inferiores”, en comparación con otros tubérculos, según la FAO.

                                                                                                                                Por esa razón, explica la investigadora de Corpoica, Olga Pérez, “son básicos para la seguridad alimentaria, gracias a los nutrientes, vitaminas y antioxidantes que no hemos sabido utilizar a nivel nacional”.

                                                                                                                                Las ibias, los cubios y las rubas podrían reducir el hambre y la malnutrición en el país, que para el año 2010 era de 49 % en zonas urbanas y 54 % en las rurales, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (Ensin).

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Esa suma de aportes es la prueba de que los tres tubérculos merecen más tiempo de vida. Ya lo sabía Clavijo cuando salió de Ecuador con su recuerdo, después de que tumbaran tres presidentes en menos de un año y que viera por última vez a las ibias al sol en la terraza de su abuela, antes de que ella muriera.

                                                                                                                                Lo sabía cuando los buscaba sin querer en otras tierras. En Cauca, Cundinamarca, Nariño y Boyacá, y encontrara en este último lo que las crónicas de Indias llamaban el tesoro perdido de los incas de su país.

                                                                                                                                Neidy Clavijo está terminando su doctorado en el Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la Universidad Nacional. / Cortesía.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Se sorprendió al verlos en Colombia, un país al que llegó hace más de una década, después de que la crisis política de Ecuador la dejara sin empleo. Se exilió de su ciudad, Riobamba, ubicada en la provincia de Chimborazo, una de las regiones con mayor población indígena de su país, dejando allí el mercado campesino de los sábados, el carihucho que preparaban en casa con papas, tubérculos y raíces revueltos con queso y ají. La imagen de las ibias en las terrazas, que la gente asoleaba para que cogieran un sabor dulzón y así comerlas con leche. Y el lamento de los campesinos e indígenas de la región porque “la juventud de hoy en el campo es de leche y de migración”.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Eso pensó hasta que en su primer trabajo como extranjera, dentro del Consorcio Andino, conoció la provincia de Márquez, en el centro de Boyacá. Iba en busca de emprendimientos para agricultores y encontró en esa región una copia de su ciudad natal. Fría, clavada en la alta montaña, con incidencia indígena y población campesina que sembraba esas tres semillas consideradas marginadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) desde los años noventa.

                                                                                                                                Allí, la ibia, el cubio y la ruba encaraban los mismos problemas. No los compraban en los mercados y los niños les hacían mala cara al verlos en sus platos de comida. Los jóvenes agricultores ya no los sembraban y sus semillas pronto desaparecerían.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Así que entró como investigadora en la Universidad Javeriana y los analizó por su cuenta. Fue a Turmequé y al municipio vecino de Ventaquemada una vez al mes, recogió apuntes, hizo amistades y palpó las semillas existentes, los microcultivos donde los conservaban y los lamentos de sus agricultores.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El resultado fue un libro que Clavijo le dedicó a su padre: “Hasta volver a encontrarnos mañana”, escribió, porque él le había enseñado a preferir los frutos del campo en vez de los alimentos procesados, y a ver en ellos, desde su tradición campesina e indígena, otros usos, como el medicinal. Los cubios son buenos para bajar el ácido úrico y el colesterol, para los problemas de próstata. Las ibias son útiles para subir el azúcar. Y las rubas curan las úlceras y las quemaduras.

                                                                                                                                Remedios que los boyacenses también conocían y que Clavijo comentó con ellos en las jornadas posteriores a su investigación. Siguieron reuniéndose para compartir en complicidad lo que sabían del campo y para idear una alternativa de conservación.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Fue así como las 45 familias decidieron organizarse, con la ayuda de Clavijo. Formaron en 2010 la Asociación Innovadora de Tubérculos Andinos de Boyacá (Aitab), con un propósito: vender durante las festividades piquete campesino boyacense, un producto innovador hecho con ibia, cubio y ruba, en el mercado local.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                "Son cultivos sanos, patrimonio de nuestros ancianos, símbolo de nuestra cultura y la base de nuestra alimentación pero que tienen riesgo de quedar en el olvido”, Melciádes Muñoz, pequeño agricultor de Turmequé.Un negocio que, en palabras de la lideresa de Aitab Graciela Orjuela, “se convirtió en un alivio para la pobreza de los campesinos”. Aunque las ventajas de los tubérculos andinos son más. Sus nutrientes contienen 1,7 % de proteínas y una carga de carbohidratos “ligeramente inferiores”, en comparación con otros tubérculos, según la FAO.

                                                                                                                                Por esa razón, explica la investigadora de Corpoica, Olga Pérez, “son básicos para la seguridad alimentaria, gracias a los nutrientes, vitaminas y antioxidantes que no hemos sabido utilizar a nivel nacional”.

                                                                                                                                Las ibias, los cubios y las rubas podrían reducir el hambre y la malnutrición en el país, que para el año 2010 era de 49 % en zonas urbanas y 54 % en las rurales, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (Ensin).

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Esa suma de aportes es la prueba de que los tres tubérculos merecen más tiempo de vida. Ya lo sabía Clavijo cuando salió de Ecuador con su recuerdo, después de que tumbaran tres presidentes en menos de un año y que viera por última vez a las ibias al sol en la terraza de su abuela, antes de que ella muriera.

                                                                                                                                Lo sabía cuando los buscaba sin querer en otras tierras. En Cauca, Cundinamarca, Nariño y Boyacá, y encontrara en este último lo que las crónicas de Indias llamaban el tesoro perdido de los incas de su país.

                                                                                                                                Por Camila Taborda/ @camilaztabor

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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