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La minería en aguas profundas podría estar afectando a las ballenas azules y otras especies marinas. Así lo afirmó una investigación publicada por la Universidad de Exeter y los Laboratorios de Investigación de Greenpeace, en la que se encontró que la contaminación acústica estaría causando daño a los animales.
El estudio, publicado también en la revista académica Frontiers in Marine Science, relaciona la posición de cetáceos como ballenas, delfines y marsopas con lugares donde se lleva a cabo la minería en aguas profundas, sobre todo en el Océano Pacífico. Es por eso que los autores advierten que se necesita un análisis urgente para evaluar las repercusiones de estas prácticas en los mamíferos.
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Los científicos afirmaron que la perturbación que sienten los animales marinos sería equivalente a la que los seres humanos experimentamos con un ruidoso trabajo de construcción.
“Imagínese si su vecindario se viera interrumpido repentinamente por trabajos de construcción que funcionan las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Su vida cambiaría drásticamente. Su salud mental se vería comprometida. Esto no es diferente para las ballenas o los delfines”, dijo la Dra. Kirsten Thompson, de la Universidad de Exeter.
Hasta ahora, las evaluaciones de los impactos de la minería se han centrado en las especies de los fondos marinos, ya que esta es el área directa explotada. Sin embargo, los científicos dicen que el impacto sobre los cetáceos y otros animales que pueden sufrir daños por la contaminación acústica debe evaluarse con urgencia antes de otorgar el permiso para la minería comercial.
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Los delfines y los cachalotes, por ejemplo, se encuentran entre las 25 especies de cetáceos en la Zona Clarion-Clipperton (CCZ) entre México y Hawái del Océano Pacífico, donde empresas mineras están interesadas en extraer metales y minerales. Incluso, ya se han otorgado 17 contratos de exploración en aguas profundas en esa parte del océano aunque la explotación comercial no ha comenzado como tal.
Es por esto que activistas y científicos advierten que, si se les permite, las máquinas podrían funcionar las 24 horas del día, produciendo sonidos a diferentes profundidades que podrían superponerse con las frecuencias que usan los cetáceos para comunicarse.