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Un extenso estudio publicado en la revista Science analizó la genética de los cánceres faciales que durante las últimas tres décadas han afectado al demonio de Tasmania (Sarcophilus harrisii). El estudio también indica algunas señales con las que se podría predecir cómo será el contagio en el futuro.
Estos marsupiales carnívoros son susceptibles especialmente a dos tipos de cáncer, el tumor facial del demonio 1 (DFT1) y el tumor facial del demonio 2 (DFT2). Según le explicó Rodrigo Hamede, coautor del estudio, a la revista Nature, “en cuestión de 10 años perdimos entre el 60 y el 70 % de la población general”. (Lea: La razón por la que los elefantes marinos se sumergen para tomar siestas cortas)
Para realizar el estudio, los investigadores tomaron un genoma de referencia de este animal y lo compararon con el ADN secuenciado de 78 tumores en el caso de DFT1 y 41 del DFT2. Después, se rastreó el origen de los tumores y se identificaron sus mutaciones para hacerse a una idea de cómo ha sido su evolución.
Mientras que el DFT1 surgió en 1986, y diez años después se contagió la primera hembra que habría transmitido las células del tumor a seis individuos, el DFT2 apareció hasta 2011 y tres años después se detectó en un macho. El DFT1 se detectó en el noreste de la isla de Tasmania y el DFT2 en el sureste. (Lea: El 2022 fue el quinto año más cálido de la historia, desde que hay registros)
Según los investigadores, el segundo muta tres veces más rápido, algo que podría explicarse debido a que las células de estos tumores se dividen más rápido, facilitando así las mutaciones.
Normalmente, los cánceres faciales se vuelven contagiosos cuando aparecen los tumores, es decir, de seis a doce meses después de que ocurrió la infección. Sin embargo, para el caso del DFT2, este tiempo podría reducirse, lo que, explican los investigadores, sería una ventaja evolutiva para este cáncer. “La gran pregunta es si estas mutaciones son selectivas”, señaló Hamede. (Lea: Quieren que Colombia reconozca a los desplazados por el cambio climático)
Por otra parte, la investigadora Janine Deakin, de la Universidad de Canberra (Australia), resaltó para Nature que “observar la genómica nos da una idea del pasado y potencialmente del futuro. Necesitamos entender al enemigo con el que estamos trabajando”. Aunque las preocupaciones sobre el futuro del demonio de Tasmania persisten para algunos expertos. Hannah Siddle, de la Universidad de Queensland en Brisbane (Australia), añadió que el DFT2 lo deja “vulnerable en la naturaleza, particularmente en aquellas regiones donde circulan ambos tumores. Esto podría provocar caídas de la población local o una selección aún desconocida en la población huésped”.
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