345 mil muertes y otras 43 razones de salud para frenar el cambio climático
Más de 90 investigadores señalan que, solo el año pasado, 3,1 mil millones de adultos mayores se expusieron a olas de calor y que los meses aptos para la transmisión de malaria aumentó en un 36 %. Esto dice el más reciente informe de The Lancet Countdown.
María Mónica Monsalve
“Estamos en código rojo para un futuro sano”. Estas fueron las palabras con las que el profesor Anthony Costello, copresidente de The Lancet Countdown, presentó el último informe que realizaron 93 autores de 43 instituciones, sobre la estrecha y preocupante relación que existe entre el cambio climático y la salud humana. Aunque lo lógico -y quizá fácil- es pensar que el único impacto que tendrá este fenómeno es que nuestros cuerpos no podrán soportar altas temperaturas, la relación va más allá: se trata de una cadena de factores que ya está impactando el incremento de enfermedades infecciosas, las horas de trabajo, las condiciones para hacer deporte, el aire que respiramos, cómo comemos e incluso nuestra salud mental. El cambio climático empieza a definirlo todo. (Le puede interesar: Los nuevos líderes contra el cambio climático están dentro de los hospitales)
El informe, que se viene publicando anualmente desde 2015, es cada vez más concluyente. Pasó de advertir, hace seis años, que “hacer frente al cambio climático podría ser la mayor oportunidad de salud mundial del siglo XXI”, a construir 44 indicadores que demuestran no solo cómo el cambio climático ya está afectando la salud humana, sino cómo los sistemas de salud de los países están poco preparados para asumir este reto.
Uno de los indicadores más sólidos es el siguiente: si comparamos el año 2020 con lo que sucedió en promedio entre 1986 y 2005, las personas mayores de 65 años que se expusieron a olas de calor aumentaron en 3,1 mil millones y los niños menores de un año que vivieron un calor muy intenso se incrementó en 626 millones.
Pero esto no se traduce solo en dolores de cabeza o en deshidratación, sino en que, por ejemplo, durante las últimas cuatro décadas, sobre todo en los países con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) bajo, las personas perdieron 3,7 horas, en las que podían salir a hacer ejercicio debido al exceso de calor. Otra forma de verlo es que durante 2020 se perdieron 295 mil millones de horas potenciales para hacer trabajo por el mismo motivo, con un 79 % afectando a la agricultura.
La consecuencia más letal, claro está, es la muerte. “Los fallecimientos relacionados con el calor en personas mayores de 65 años alcanzaron un récord de aproximadamente 345.000 muertes en 2019. Entre 2018 y 2019, además, en todas las regiones, excepto Europa, experimentaron un aumento de las muertes relacionadas con el calor en este grupo de edad”.
Pero las olas extremas de calor no son las únicas que tienen un impacto negativo en la salud. El incremento de temperatura también está haciendo que las enfermedades infecciosas se intensifiquen y extiendan a zonas donde antes no estaban. “Entre 2011 y 2021, el área de costa que se volvió más apta para la transmisión de la bacteria Vibrio (que puede causar cólera, diarreas o infecciones a través de heridas, dependiendo de su tipo) aumentó en un 35 % en el Báltico, 25 % en el Atlántico nororiental y 4 % en el Pacífico nororiental”, es uno de los indicadores que arroja el informe.
Según explicó a El Espectador Luis Escobar, de la Universidad Virginia Tech, de Estados Unidos, y uno de los autores de este segmento del documento, la razón detrás de estos es sencilla: la Vibrio prefiere el agua caliente y con mucho fitoplancton, al que se pega para poder sobrevivir. Con el cambio climático, los mares se hacen más cálidos y con más plancton, incrementando su viabilidad para sobrevivir. “Como las condiciones del agua están cambiando, la presencia de la Vibrio está llegando a los países más desarrollados, generalmente en el hemisferio norte, que se habían mantenido bajos en riesgo de cólera”, explica.
La situación es bastante similar para las enfermedades infecciosas que usan a los mosquitos como vector, como la malaria y el dengue. De hecho, el segundo indicador que da el informe dice que “el número de meses aptos para la transmisión de malaria aumentó en un 39 % entre los períodos de 1950-1959 y el de 2010-2019, en áreas altas de los países con un IDH bajo”. “El área apta para los mosquitos se está empezando a extender hacia los polos, sobre todo hacia el norte, donde están los mayores impactos del cambio climático”, también dijo a El Espectador el español Jaime Martínez Urtanza, coautor del informe y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Es decir, no solo se está ampliando el período de presencia del vector, sino también su presencia a nivel geográfico”.
Otro indicador clave del informe de The Lancet Countdown es cómo el cambio climático altera nuestras dietas. El potencial de rendimiento de los cultivos ha disminuido debido a los nuevos cambios abruptos del clima, en comparación al promedio entre 1981 y 2010, así: 60 % en el maíz, 3 % para el trigo de invierno, 5,4 % para la soja y 1,8 % para el arroz.
Y, como si no fuera suficiente, el cambio climático también está relacionado con la mala calidad del aire, ya que implica que estamos rodeados de más material particulado. Según el informe, solo en 2019 las muertes atribuibles a la polución por actividades humanas alcanzaron a ser de 3,3 mil millones, de las cuales un tercio estuvo directamente relacionado con la quema de combustibles fósiles. En este caso, sin embargo, los más afectados fueron los países con IDH medio y alto, con mayores tasas de mortalidad.
Pero la alerta roja que hace el informe no es solo por los impactos del cambio climático a la salud, sino por la debilidad de los sistemas de salud para reconocer esta relación y enfrentarla. Para 2021, solo 47 (52 %) de los 91 países analizados reportaron tener estrategias o planes para enfrentar estos problemas de salud y solo 45 (49 %) han hecho una evaluación de la vulnerabilidad y adaptación al cambio climático y la salud. La financiación al cambio climático que recibe el sector salud solo alcanza a ser el 0,3 % del total mundial. (Le sugerimos: Colombia, segundo país que mejor unió la salud a compromisos climáticos)
El llamado, aunque ya suene repetitivo, es lograr una acción urgente. Y esta vez no porque el cambio climático afectará a nuestros hijos, a nuestros nietos o nuestros bisnietos, sino porque la gente ya está muriendo frente a olas de calor, las enfermedades infecciosas se están expandiendo y estamos viviendo lo que la ciencia modeló hace unos años. El cambio climático ya lo determina todo.
“Estamos en código rojo para un futuro sano”. Estas fueron las palabras con las que el profesor Anthony Costello, copresidente de The Lancet Countdown, presentó el último informe que realizaron 93 autores de 43 instituciones, sobre la estrecha y preocupante relación que existe entre el cambio climático y la salud humana. Aunque lo lógico -y quizá fácil- es pensar que el único impacto que tendrá este fenómeno es que nuestros cuerpos no podrán soportar altas temperaturas, la relación va más allá: se trata de una cadena de factores que ya está impactando el incremento de enfermedades infecciosas, las horas de trabajo, las condiciones para hacer deporte, el aire que respiramos, cómo comemos e incluso nuestra salud mental. El cambio climático empieza a definirlo todo. (Le puede interesar: Los nuevos líderes contra el cambio climático están dentro de los hospitales)
El informe, que se viene publicando anualmente desde 2015, es cada vez más concluyente. Pasó de advertir, hace seis años, que “hacer frente al cambio climático podría ser la mayor oportunidad de salud mundial del siglo XXI”, a construir 44 indicadores que demuestran no solo cómo el cambio climático ya está afectando la salud humana, sino cómo los sistemas de salud de los países están poco preparados para asumir este reto.
Uno de los indicadores más sólidos es el siguiente: si comparamos el año 2020 con lo que sucedió en promedio entre 1986 y 2005, las personas mayores de 65 años que se expusieron a olas de calor aumentaron en 3,1 mil millones y los niños menores de un año que vivieron un calor muy intenso se incrementó en 626 millones.
Pero esto no se traduce solo en dolores de cabeza o en deshidratación, sino en que, por ejemplo, durante las últimas cuatro décadas, sobre todo en los países con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) bajo, las personas perdieron 3,7 horas, en las que podían salir a hacer ejercicio debido al exceso de calor. Otra forma de verlo es que durante 2020 se perdieron 295 mil millones de horas potenciales para hacer trabajo por el mismo motivo, con un 79 % afectando a la agricultura.
La consecuencia más letal, claro está, es la muerte. “Los fallecimientos relacionados con el calor en personas mayores de 65 años alcanzaron un récord de aproximadamente 345.000 muertes en 2019. Entre 2018 y 2019, además, en todas las regiones, excepto Europa, experimentaron un aumento de las muertes relacionadas con el calor en este grupo de edad”.
Pero las olas extremas de calor no son las únicas que tienen un impacto negativo en la salud. El incremento de temperatura también está haciendo que las enfermedades infecciosas se intensifiquen y extiendan a zonas donde antes no estaban. “Entre 2011 y 2021, el área de costa que se volvió más apta para la transmisión de la bacteria Vibrio (que puede causar cólera, diarreas o infecciones a través de heridas, dependiendo de su tipo) aumentó en un 35 % en el Báltico, 25 % en el Atlántico nororiental y 4 % en el Pacífico nororiental”, es uno de los indicadores que arroja el informe.
Según explicó a El Espectador Luis Escobar, de la Universidad Virginia Tech, de Estados Unidos, y uno de los autores de este segmento del documento, la razón detrás de estos es sencilla: la Vibrio prefiere el agua caliente y con mucho fitoplancton, al que se pega para poder sobrevivir. Con el cambio climático, los mares se hacen más cálidos y con más plancton, incrementando su viabilidad para sobrevivir. “Como las condiciones del agua están cambiando, la presencia de la Vibrio está llegando a los países más desarrollados, generalmente en el hemisferio norte, que se habían mantenido bajos en riesgo de cólera”, explica.
La situación es bastante similar para las enfermedades infecciosas que usan a los mosquitos como vector, como la malaria y el dengue. De hecho, el segundo indicador que da el informe dice que “el número de meses aptos para la transmisión de malaria aumentó en un 39 % entre los períodos de 1950-1959 y el de 2010-2019, en áreas altas de los países con un IDH bajo”. “El área apta para los mosquitos se está empezando a extender hacia los polos, sobre todo hacia el norte, donde están los mayores impactos del cambio climático”, también dijo a El Espectador el español Jaime Martínez Urtanza, coautor del informe y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Es decir, no solo se está ampliando el período de presencia del vector, sino también su presencia a nivel geográfico”.
Otro indicador clave del informe de The Lancet Countdown es cómo el cambio climático altera nuestras dietas. El potencial de rendimiento de los cultivos ha disminuido debido a los nuevos cambios abruptos del clima, en comparación al promedio entre 1981 y 2010, así: 60 % en el maíz, 3 % para el trigo de invierno, 5,4 % para la soja y 1,8 % para el arroz.
Y, como si no fuera suficiente, el cambio climático también está relacionado con la mala calidad del aire, ya que implica que estamos rodeados de más material particulado. Según el informe, solo en 2019 las muertes atribuibles a la polución por actividades humanas alcanzaron a ser de 3,3 mil millones, de las cuales un tercio estuvo directamente relacionado con la quema de combustibles fósiles. En este caso, sin embargo, los más afectados fueron los países con IDH medio y alto, con mayores tasas de mortalidad.
Pero la alerta roja que hace el informe no es solo por los impactos del cambio climático a la salud, sino por la debilidad de los sistemas de salud para reconocer esta relación y enfrentarla. Para 2021, solo 47 (52 %) de los 91 países analizados reportaron tener estrategias o planes para enfrentar estos problemas de salud y solo 45 (49 %) han hecho una evaluación de la vulnerabilidad y adaptación al cambio climático y la salud. La financiación al cambio climático que recibe el sector salud solo alcanza a ser el 0,3 % del total mundial. (Le sugerimos: Colombia, segundo país que mejor unió la salud a compromisos climáticos)
El llamado, aunque ya suene repetitivo, es lograr una acción urgente. Y esta vez no porque el cambio climático afectará a nuestros hijos, a nuestros nietos o nuestros bisnietos, sino porque la gente ya está muriendo frente a olas de calor, las enfermedades infecciosas se están expandiendo y estamos viviendo lo que la ciencia modeló hace unos años. El cambio climático ya lo determina todo.