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Ante los limitantes para consolidar información sobre biodiversidad, “la ciencia ciudadana ofrece un medio poderoso y eficaz para llenar estas lagunas”. Así lo plantea un artículo publicado en la revista Frontiers in Ecology and Environment, el cual sugiere que gracias a las personas que se dedican a la observaicón de aves, se ha logrado una cobertura de más de 11.000 especies en diferentes partes del mundo.
iNaturalist, Xeno-Canto y la Biblioteca Macaulay, en el Laboratorio de Ornitología de Cornell, son algunas de las plataformas en las que los pajareros reportan sus avistamientos. Ahora, un grupo de científicos ha analizado más de 42 millones de imágenes, videos y audios registrados para elaborar una lista de aves que denominaron como ‘perdidas’, pues no ha habido documentación sobre ellas en más de una década.
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En total describieron a 144 especies, de las cuales el 62% se encuentra en riesgo de extinción. “Cuanto mayor sea la cobertura de los científicos ciudadanos y cuanto más largo sea el intervalo desde su último registro documentado, más probable es que las aves perdidas estén en peligro”, señala el artículo.
Para el proyecto también se basaron en colecciones de museos, fuentes periodísticas, artículos científicos y consultaron a expertos locales. Sin embargo, esta investigación inició hace dos años y, de acuerdo con American Bird Conservancy, en ese lapso de tiempo se han redescubierto y registrado especies en las aplicaciones, por lo que estima que en realidad la cifra es de 126.
“En algunos casos, las especies pueden considerarse perdidas simplemente porque el lugar donde viven es tan remoto que nadie ha regresado desde los avistamientos iniciales”, sugiere un comunicado de la Universidad de Cornell. Otras de las razones que pueden ponerlas en riesgo es el cambio climático y la pérdida de su hábitat por cuenta del ser humano.
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En la misma publicación de esa institución, Eliot Miller, ornitólogo y coautor del estudio, pone por ejemplo el caso del zarapito boreal (Numenius borealis) y el zarapito fino (Numenius tenuirostris) los cuales no se han visto desde hace 60 y 28 años, respectivamente. “Probablemente se han extinguido o parecen estar encaminándose hacia esa dirección. Parece ser un grupo de aves que no se lleva bien con las personas”, dijo Miller.
En América del Sur, alrededor de 16 especies están perdidas. Aunque algunas no se ven hace más de 150 años, como el colibrí rabudito cobrizo (Discosura letitiae), el guacamayo glauco (Anodorhynchus glaucus) y el chotacabras guayanés (Setopagis maculosa), hay otras que se han visto hace menos tiempo, 11 o 13 años, y puede haber oportunidad de divisarlas de nuevo.
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En Colombia, por ejemplo, en 2022 se encontró al colibrí de Santa Marta (Campylopterus phainopeplus), endémico de la región y que está en riesgo crítico de extinción según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN. “Una vez que se identifican las especies ausentes, podemos buscarlas y ver si necesitan algún tipo de protección. Este método ayuda a identificar las prioridades de investigación para posibles acciones de conservación”, expresó Miller.
Con la lista de los ornitólogos, la expectativa es unir a todas las personas en torno a la conservación de aves e invitarlas a que salgan a pajarear y a registrar sus observaciones. “A medida que avanza la sexta extinción masiva, es imperativo que ampliemos nuestros círculos científicos para incluir el conocimiento de la ciencia indígena, de la comunidad local y de los ciudadanos, toda la información posible dirigida a detener la pérdida de biodiversidad”, cita American Bird Conservancy a Christina Biggs, una de las coautoras del artículo.
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