Las comunidades son la base de la reforestación en Nariño
La fundación Impulso Verde Kuaspue (“semilla de agua”) ha sembrado más de un millón de árboles desde 2016 en las zonas de bosque alto andino de Nariño. Los habitantes, especialmente las mujeres, son las encargadas de llevar a cabo el proceso con el que buscan ayudar a la reforestación.
Para 2030 Colombia deberá reforestar un millón de hectáreas. Ese fue uno de los compromisos que adquirió el país para cumplir con los acuerdos internacionales que buscan conservar la biodiversidad. Se espera que para 2026 se restauren 753.000 hectáreas, así quedó contemplado en la Estrategia Nacional de Restauración.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Para 2030 Colombia deberá reforestar un millón de hectáreas. Ese fue uno de los compromisos que adquirió el país para cumplir con los acuerdos internacionales que buscan conservar la biodiversidad. Se espera que para 2026 se restauren 753.000 hectáreas, así quedó contemplado en la Estrategia Nacional de Restauración.
Lograrlo no será fácil. Por eso, en el suroeste del país, específicamente en Nariño, la fundación colombiana Impulso Verde empezó a restaurar hace siete años las zonas de la frontera agrícola del departamento para preservar el páramo, “el lugar donde nace el agua”, como le llaman las personas que viven allí. Nariño alberga el 14 % (10.624) de las especies de flora y fauna que se han identificado en el país y cuenta con diferentes páramos ricos en biodiversidad, como La Cocha Patascoy, Chiles Cumbal, Doña Juana y Cerro Plateado. (Puede ver: ¡Ojo! Parque Nacional Natural Tayrona se alista para el tercer cierre del año)
En estos lugares la Red de Viveros Impulso Verde ha producido y sembrado más de un millón de árboles nativos desde 2016, como parte de un proceso de reforestación de las cuencas hídricas. “Trabajamos en toda la parte baja de los páramos, en el bosque alto andino y en las zonas agrícolas con los productores de leche y papa, especialmente”, explica Theo Tournebize, un ingeniero agrónomo francés que llegó en 2020 a Colombia para encargarse de los programas de reforestación de la fundación.
Impulso Verde gestiona una red de 16 viveros comunitarios, ubicados en Ipiales y Pasto, donde se producen más de 100 especies nativas de árboles que se utilizan en los procesos de reforestación. “No son árboles frutales, ni maderables, aunque algunas de las especies podrían funcionar como tal, pero ese no es su propósito. Su misión es restaurar el ecosistema”, dice Tournebize.
Gracias a esa labor, el Fondo Mundial para el Medio Ambiente eligió la fundación como una de las 23 organizaciones de la sociedad civil ganadoras, entre 597 organizaciones participantes, del Programa Inclusivo del Desafío de la Asamblea, una iniciativa que busca apoyar y elevar los proyectos ambientales impulsados por las comunidades y que cuentan con la participación de pueblos indígenas, mujeres, niñas y jóvenes. (Puede ver: Las críticas al Banco Mundial por su lentitud para combatir el cambio climático)
Reforestar con las comunidades
La fundación está convencida de que el trabajo de protección y conservación se debe hacer de la mano con las comunidades. “Creemos que son el primer actor en esos procesos. Si Impulso Verde se va algún día, la idea es que los actores del territorio puedan continuar con los procesos de restauración y protección del ecosistema”, recalca Tournebize.
Por eso los viveros están conformados por asociaciones campesinas e indígenas (el 70 % son mujeres), quienes se encargan de producir los árboles, identificar los lugares donde se puede sembrar y acompañar, y monitorearlas. Para esto la fundación hace capacitaciones y está pendiente tanto de los viveros como del proceso de las siembras. “La red de viveros aporta los árboles y los beneficiarios que los reciben aportan tiempo, mano de obra y el compromiso de sembrarlos, protegerlos y reemplazarlos si hay mortalidad”, explica el francés.
A la fecha, Impulso Verde tiene la capacidad de producir aproximadamente 400.000 árboles cada año. Su meta para 2025 es alcanzar la siembra de un millón y medio en el bosque alto andino, en alianza con empresas privadas que quieren actuar para la restauración de los bosques. En esta tarea hay, sin embargo, algunos retos importantes a superar.
Las zonas de trabajo se sitúan a más de 2,500 metros sobre el nivel del mar, donde las heladas son cada vez más frecuentes. Durante el año 2022, se registraron alrededor de 10 heladas, variando en intensidad. Este fenómeno impactó la agricultura, resultando en la pérdida de alrededor de 6,000 hectáreas de cultivos de papa en 25 municipios del sur de Nariño. Estas heladas también afectaron los procesos de restauración en curso. En respuesta, se ha planteado el desafío de identificar especies resistentes y determinar los lugares más afectados para una plantación adecuada. El aliso se ha destacado como una opción resistente y beneficiosa en este contexto.
Cambiar la producción de leche
La reforestación en las cuencas hídricas ha estado acompañada desde 2020 de otra estrategia. En Nariño se estima que hay más de 43.000 pequeños lecheros. Con ellos se ha empezado a trabajar la implementación de sistemas silvopastoriles, un modelo que consiste en plantar árboles en los pastizales y no deforestarlos como se ha hecho durante años.
“Los productores se están dando cuenta de que necesitan árboles para proteger sus cultivos y su pasto de las heladas. Hace 10 años la mentalidad era otra, ahora buscan árboles, aunque es un proceso largo”, indica Tournebize. (Puede ver: ¡Ya tienen nombre! Así se llama la pareja de pandas gemelos que nació en Seúl)
A través de este sistema se busca plantar árboles nativos dentro de los potreros para dividirlos y crear cercas vivas que funcionan como rompevientos. Así se puede mejorar el bienestar de los animales, fertilizar el suelo -ya que ese es uno de los beneficios del aliso por ejemplo- y combatir la deforestación.
Para ese cambio en el sistema la fundación desarrolló un kit de capacitación de la mano de la U. de Nariño y la organización Agrónomos y Veterinarios Sin Fronteras. Desde 2021 se han establecido 150 hectáreas bajo ese sistema y esperan llegar a 1.000 ha en los próximos años.