Las dudas sobre promesa de sembrar 180 millones de árboles en Colombia
El Gobierno quiere cumplir esa ambiciosa meta antes del 7 de agosto, pero en ese proceso hay varias preguntas. La principal es si realmente esa siembra masiva se está haciendo con fines de restauración y está ayudando a solucionar el otro problema que nadie ha podido detener: la deforestación. Varios expertos creen que no.
Durante las últimas semanas a los correos de periodistas de El Espectador han llegado varios comunicados de entidades y empresas invitando a jornadas masivas de siembra de árboles. Sus promotores vienen de distintas orillas, desde bancos, centros comerciales y empresas de minería hasta el mismo Gobierno, que anunció que, del 22 al 29 de abril, durante la Gran Sembratón Nacional, se habían logrado plantar más de cuatro millones de árboles nativos en varias regiones de Colombia. La idea de estas iniciativas era sumarse a la meta de sembrar 180 millones de árboles en el país antes de que culmine el gobierno de Iván Duque. (Lea La tragedia de perder 11 millones de hectáreas de bosque en un solo año)
Los árboles que se están sembrando en el país, además, tienen un fin mayor: hacer parte de la iniciativa One Trillion Trees (un billón de árboles), que se lanzó en el 2020 durante el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, y que busca plantar esta cantidad de árboles a en el planeta para el 2030. La cuota de Colombia serían 500 millones de árboles repartidos de la siguiente manera: 180 millones para 2022, 160 millones a 2026 y 160 millones más a 2030.
A cuatro meses de que se acabe el gobierno de Duque hay varias inquietudes sobre cómo se está logrando esta meta. Según el contador de árboles del Ministerio de Ambiente, se han sembrado 122’636.803 árboles al 6 de mayo. Lo que quiere decir que, para cumplir el objetivo antes de que se posesione el nuevo presidente, se deben plantar unos 57 millones más.
Pero en esta carrera también hay inquietudes por resolver. Después de todo, restaurar ecosistemas no consiste únicamente en abrir un hueco para que crezca un nuevo árbol. Es un proceso complejo en el que entran en juego variables como sembrar las especies adecuadas (nativas) y garantizar que los individuos sobrevivan para que, cuando sean adultos, puedan capturar carbono, uno de los principales objetivos de los planes de reforestación. (Lea Más allá de la espuma, el grave problema de contaminación en un río de Mosquera)
“Esta es una buena iniciativa y eso se debe resaltar”, cuenta Myriam Esmeralda Aristizábal López, presidenta de la Junta Directiva de la Asociación Colombiana de Ingenieros Forestales (ACIF). “Lo que nos preguntamos es cómo lograrán los objetivos esperados, empezando porque no es claro cómo se hizo la planeación. Por ejemplo, no sabemos si hay una ruta que indique dónde sembrar estos árboles. Para hablar de recuperación, uno debe sembrar 600 árboles por hectárea, pero no es claro qué hectáreas se están priorizando”.
Al trasladar esa inquietud al Ministerio de Ambiente, Adriana Santa, directora de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, responde que desde 2015 el equipo de esa cartera identificó unos 23 millones de hectáreas en Colombia que han sufrido un proceso de transformación. Con esos datos, generaron un mapa en el que señalaron ocho millones de hectáreas susceptibles de recuperarse o restaurarse. Allí, dice, es donde se está priorizando la siembra que tiene como propósito la restauración de ecosistemas.
“Además de esas áreas, se está buscando sembrar árboles en todas las cuencas abastecedoras de acueductos, donde hay alertas tempranas de deforestación, como en el Bajo Cauca, el sur de Bolívar y el cinturón del bioma amazónico. También en las rondas hídricas de los ríos y en zonas donde es clave generar conectividad del paisaje, permitiendo corredores de biodiversidad”, explica.
Pero con el contador que creó el Minambiente no es tan fácil saber cómo las áreas con alerta de deforestación, por poner un ejemplo, se estarían priorizando. Mientras, sí se puede identificar señales de que hay un interés en hacer la siembra en cuencas que abastecen acueductos. EPM, la entidad que más ha sembrado árboles (más de doce millones), exige una condición básica: que los árboles sean plantados dentro de los predios que estén en el área de cuencas abastecedoras para acueductos y generación de energía”, explica José Enrique Londoño Maya, jefe de la Unidad de Gestión Ambiental y Social de Generación de Energía de EPM.
Otro punto importante a considerar en esta discusión es que algunas investigaciones han señalado que las áreas priorizadas en el plan del 2015 no serían, necesariamente, las mejores para restaurar. En el 2020, la revista Land use Policy publicó una investigación liderada por Andrés Etter, profesor del Departamento de Ecología y Territorio de la Universidad Javeriana, que daba algunas pistas.
El estudio señalaba las áreas que podían ser priorizadas en los planes de restauración con base en dos criterios: el riesgo de los ecosistemas y que fueran suelos con baja productividad, para maximizar la conservación y reducir los conflictos de uso del suelo. El resultado indicó que se debían priorizar seis millones de hectáreas. La mala noticia es que al ser contrastadas con las del mapa de restauración ecológica del 2015 que hizo el Minambiente, solo se cruzaban en un 12 %.
¿Quién monitorea los 180 millones de árboles?
La página del contador de árboles del Ministerio de Ambiente tiene una opción para que cualquier ciudadano pueda sembrar un árbol y sumarlo al listado. Piden, entre otras cosas, los datos personales, la especie plantada, el área donde se hizo la siembra y las coordenadas de ubicación. También solicitan una foto como evidencia. ¿Solo con completar este formulario ya el árbol entra al contador? ¿Si el ejemplar se muere a los tres meses, permanecerá en el registro de los 180 millones de árboles? ¿Alguien monitorea que la plántula crezca hasta ser un árbol de uno o tres años?
Estas son algunas de las preguntas que se han hecho desde ACIF, pues conocen bien los retos de reforestar. Aunque varía según la especie, Aristizábal calcula que a un árbol recién plantado, en promedio, se le debe hacer seguimiento durante tres años. “En el primer año un ingeniero forestal suele visitar la plantación cuatro veces, cada tres meses. Y durante el segundo y tercer año, puede reducirse hasta dos visitas. A los tres años, los árboles pueden seguir solitos”, dice. Además, explica, el proceso implica un cuidado constante de agua, fertilizantes o, incluso, remover árboles que se sabe que ya no van a crecer y le pueden estar robando nutrientes y espacio a árboles vecinos. “En una plantación bien cuidada, el índice de árboles que no despegan es alrededor del 10 %”, señala
¿Quienes están tratando de cumplir la meta de los 180 millones de árboles están teniendo en cuenta estos factores? Según Santa, del Ministerio de Ambiente, el monitoreo del programa cuenta con varios procesos. Por un lado, hay un equipo que valida la información que se sube al contador por terceros. Si esta no es correcta, no entra a sumar a los 180 millones de árboles. También, contempla la resiembra. Si en un monitoreo, por ejemplo, se identifica que un árbol no sobrevive, se siembra uno más sin que entre al contador. (Vea en Fotos: Así se ve la enfermedad que está matando los corales en San Andrés)
De acuerdo con Santa, para garantizar que los árboles estén creciendo hay dos vías: una nacional y otra local. La primera se desarrolló a través del IDEAM, entidad que, en el 2021, fue a algunos puntos estadísticamente representativos de Colombia donde se están haciendo las siembras, para ver cómo iban los árboles. Santa dice que la tasa de éxito fue del 93 %. Y aunque El Espectador contactó al IDEAM para conocer los detalles del proceso, no obtuvimos ninguna respuesta que nos permitiera verificar ese dato.
A escala local, agrega, “cada entidad que desarrolla el programa debe hacer un monitoreo y mantenimiento hasta los 12 y 36 meses tras plantar el árbol”. Por ejemplo, la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca —que es la segunda entidad que más árboles ha reportado al contador, con más de seis millones de individuos— asegura que, posterior a la siembra, suelen hacer una reposición de casi el 10 % de árboles. El mantenimiento que les hacen, agregan, dura tres años. Algo similar hace la Corporación Autónoma Regional de Santander (con casi 600.000 árboles en el contador). “Se firma el acta de compromiso de mantenimiento por tres años y se hacen visitas de seguimiento por la Corporación, el IDEAM y el Ministerio de Ambiente cada seis meses”.
¿Hacen lo mismo todas las 500 organizaciones que han registrado árboles al contador? Es una pregunta difícil de resolver.
¿Dónde están los 180 millones de árboles?
Si una persona quisiera ir a visitar alguna de estas plantaciones que muestra el contador por iniciativa propia no podría hacerlo. ¿La razón? El mapa no tiene disponibles las coordenadas de cada árbol.
Para un ingeniero forestal que trabaja en la alcaldía de un municipio de Cundinamarca, que prefiere no dar su nombre, es un tema grave, pues es una gran dificultad para hacer un buen monitoreo. “Sin coordenadas se convierte en una fuente poco confiable”, comenta. No poder seguir el proceso con coordenadas, abiertas al público, no es un tema menor. Como lo señala un artículo del World Resources Institute, uno de los principales desafíos de los programas de plantación de árboles masiva es poder rastrear cómo crecen.
“Así como no todos los árboles crecen hasta la madurez, no todas las campañas de plantación de árboles tienen éxito. El seguimiento del crecimiento de los árboles ayuda a los gobiernos, las empresas y las ONG a comprender el progreso de sus compromisos, alienta a las personas a replicar proyectos exitosos y modificar los que tienen dificultades, e inspira a los financiadores a continuar invirtiendo donde pueden ver el progreso pasado”, dice el documento. “Medir el progreso también puede poner de relieve a los agricultores y otras personas que han restaurado sus tierras con poca ayuda externa”, agregan.
Como dice el ingeniero forestal de la CAR de Cundinamarca, hay un buen ejemplo que sirve de comparación: el SIGAU del Jardín Botánico de Bogotá. A diferencia del mapa del contador del Minambiente, se puede ubicar cada árbol del espacio público de Bogotá con coordenadas (latitud y longitud), especie, código del árbol, número de censo y altura, entre otras variables.
“Esto se logró gracias a una alianza que se hizo con el DANE en el 2004 para hacer un censo de árboles en el espacio público de la ciudad”, cuenta Martha Perdomo, directora del Jardín Botánico. Del 2004 al 2007 se hizo el conteo de cada árbol y, desde entonces, el SIGAU está funcionando de forma abierta al público.
El Jardín, agrega Perdomo, tiene la misión de sembrar 305.000 árboles, bajo el Plan de Desarrollo de Bogotá, que busca plantar un total de 802.000 árboles con ayuda de la Secretaría de Ambiente y el Acueducto de Bogotá. Sin embargo, ninguno de estos árboles está entrando al contador de los 180 millones de árboles.
¿Y las comunidades?
A Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha, le preocupa que la meta de 180 millones de árboles en Colombia no se haga de la mano de comunidades. “Yo le he dicho al ministro que involucre a las comunidades locales, indígenas y campesinas, en lugar de que sea cualquier persona sembrando árboles. Cuando son las familias locales las que lo hacen, saben en qué momento del año hacerlo, qué especies sembrar y ellos mismos pueden hacer el monitoreo si muere un árbol, reemplazándolo por otro”, comenta.
A medida que han hecho más investigaciones sobre las campañas para plantar, se ha ido comprendido que el objetivo final de estos procesos está lejos de solo plantar individuos. Se trata, como afirma Frances Seymour, del World Resources Institute, en un comentario que escribió para la revista “Nature”, de evitar que los suelos destinados para estos programas entren a competir con la producción de alimentos, se recupere la variedad de biodiversidad de los ecosistemas y se incluyan las necesidades básicas de las comunidades locales.
Según el Ministerio de Ambiente, este último es un factor que sí se está incluyendo bajo la sombrilla de los 180 millones de árboles. Para recuperar el corredor del oso andino, a lo largo del Valle del Cauca, Tolima y Huila, junto a la ONG de conservación de WCS, las comunidades son el eje central. Hacia el sur del país, en Putumayo, Meta y Caquetá, también se están fortaleciendo redes de viveros campesinos. Lo mismo sucede en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde, de la mano de la comunidad arhuaca, se formuló un proyecto de conservación que incluye 412 viveros familiares. Allí buscan que sean los indígenas quienes planten 700 árboles en su territorio.
Pero conocer qué porcentaje de los 180 millones cumplirían el criterio de involucrar a las comunidades tampoco es fácil. Un documento de evaluación que se encuentra en el portal Respira 2030, donde se analizan 28 reservas que se presentaron a una convocatoria para apoyar la siembra de 180 millones de árboles, muestra por qué: en trece proyectos “no hay participación comunitaria, no es clara la vinculación con la comunidad o falta especificar la vinculación de comunidades”.
¿Sembrar árboles distrae de la deforestación?
Además del ambicioso objetivo de sembrar 180 millones de árboles, el Ministerio de Ambiente tiene la meta de contar hectáreas restauradas. Para el 6 de mayo, la cifra de hectáreas restauradas reportadas era de 379.141. Según explicó Santa, de esta cartera, hay un potencial de ocho millones de hectáreas susceptibles de ser recuperadas.
Pero esa meta no se puede desligar del complejo contexto de la deforestación en el país. Solo en el año 2020 se deforestó un total de 171.685 hectáreas de bosque, una cifra 8 % superior a la de 2019, cuando el país perdió 158.894 ha. En 2018, cuando empezó el gobierno de Duque y el programa de los 180 millones de árboles, se habían talado 197.159 hectáreas. “No se trata solo de plantar, sino de conservar. ¿De qué nos sirve que se libere el carbono que lleva retenido en los árboles por décadas, para luego plantar arbolitos de 50 o 70 centímetros que se van a demorar en crecer?”, resume Perdomo este dilema, del Jardín Botánico de Bogotá.
A escala mundial, de hecho, una de las críticas que se le ha hecho a la campaña de One Trillion Trees es que desvíe la atención de acciones más urgentes, como evitar la deforestación. “Es lamentable que el enfoque selectivo de las nuevas iniciativas corporativas en plantar árboles corre el riesgo de desviar la atención que se necesita con urgencia y que es la opción más importante de todas: proteger los bosques que aún están en pie”, dice de nuevo Seymour, pero esta vez en un comentario publicado en la revista científica One Earth. “Que a mí no me cuenten cuántos árboles plantaron, ni en cuántas hectáreas lo hicieron; eso no está bien. Lo correcto es mostrar cuántas hectáreas están restauradas o en proceso de restauración”, apunta Juan Garibello, doctor en Ecología de la Restauración del Ecosystem Restoration and Intervention Ecology Research Group y graduado de la Universidad de Australia Occidental. Al igual que concluye el estudio de Etter, este experto cree que lo que podría estar haciendo el Gobierno no es lo mas costoefectivo, ya que, muchas veces, no se trata de sembrar árboles, “sino simplemente de interrumpir perturbaciones humanas o controlar especies de plantas invasoras”. A veces, incluso, consiste en dejar que el ecosistema se recupere solo, así esto implique no plantar ni un solo árbol.
Lo cierto, es que para saber si los 180 millones de árboles que se plantaron durante los cuatro años de presidencia de Duque fueron exitosos falta, además, dos cosas. Una, como lo explica un estudio publicado en Restoration Ecology en 2021 y en el que participaron científicos de la Universidad del Atlántico, son “estudios científicos a largo plazo”. Ellos, por ejemplo, encontraron en su investigación que en la mayoría de los procesos de restauración en Colombia no se analiza el mismo suelo.
Lo segundo es tiempo. Alrededor de cincuenta millones de árboles fueron sembrados el año pasado. Casi cinco millones más se plantaron en 2022, pero se requieren unos años para saber si son capaces de sobrevivir. Parte de a respuesta la tendrá el próximo gobierno.
*Este reportaje fue realizado por María Mónica Monsalve, Paula Casas, María Paula Lizarazo, Daniela Quintero, Diego Quiceno, Juan Pablo Correa, César Giraldo y Sergio Silva.
Durante las últimas semanas a los correos de periodistas de El Espectador han llegado varios comunicados de entidades y empresas invitando a jornadas masivas de siembra de árboles. Sus promotores vienen de distintas orillas, desde bancos, centros comerciales y empresas de minería hasta el mismo Gobierno, que anunció que, del 22 al 29 de abril, durante la Gran Sembratón Nacional, se habían logrado plantar más de cuatro millones de árboles nativos en varias regiones de Colombia. La idea de estas iniciativas era sumarse a la meta de sembrar 180 millones de árboles en el país antes de que culmine el gobierno de Iván Duque. (Lea La tragedia de perder 11 millones de hectáreas de bosque en un solo año)
Los árboles que se están sembrando en el país, además, tienen un fin mayor: hacer parte de la iniciativa One Trillion Trees (un billón de árboles), que se lanzó en el 2020 durante el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, y que busca plantar esta cantidad de árboles a en el planeta para el 2030. La cuota de Colombia serían 500 millones de árboles repartidos de la siguiente manera: 180 millones para 2022, 160 millones a 2026 y 160 millones más a 2030.
A cuatro meses de que se acabe el gobierno de Duque hay varias inquietudes sobre cómo se está logrando esta meta. Según el contador de árboles del Ministerio de Ambiente, se han sembrado 122’636.803 árboles al 6 de mayo. Lo que quiere decir que, para cumplir el objetivo antes de que se posesione el nuevo presidente, se deben plantar unos 57 millones más.
Pero en esta carrera también hay inquietudes por resolver. Después de todo, restaurar ecosistemas no consiste únicamente en abrir un hueco para que crezca un nuevo árbol. Es un proceso complejo en el que entran en juego variables como sembrar las especies adecuadas (nativas) y garantizar que los individuos sobrevivan para que, cuando sean adultos, puedan capturar carbono, uno de los principales objetivos de los planes de reforestación. (Lea Más allá de la espuma, el grave problema de contaminación en un río de Mosquera)
“Esta es una buena iniciativa y eso se debe resaltar”, cuenta Myriam Esmeralda Aristizábal López, presidenta de la Junta Directiva de la Asociación Colombiana de Ingenieros Forestales (ACIF). “Lo que nos preguntamos es cómo lograrán los objetivos esperados, empezando porque no es claro cómo se hizo la planeación. Por ejemplo, no sabemos si hay una ruta que indique dónde sembrar estos árboles. Para hablar de recuperación, uno debe sembrar 600 árboles por hectárea, pero no es claro qué hectáreas se están priorizando”.
Al trasladar esa inquietud al Ministerio de Ambiente, Adriana Santa, directora de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, responde que desde 2015 el equipo de esa cartera identificó unos 23 millones de hectáreas en Colombia que han sufrido un proceso de transformación. Con esos datos, generaron un mapa en el que señalaron ocho millones de hectáreas susceptibles de recuperarse o restaurarse. Allí, dice, es donde se está priorizando la siembra que tiene como propósito la restauración de ecosistemas.
“Además de esas áreas, se está buscando sembrar árboles en todas las cuencas abastecedoras de acueductos, donde hay alertas tempranas de deforestación, como en el Bajo Cauca, el sur de Bolívar y el cinturón del bioma amazónico. También en las rondas hídricas de los ríos y en zonas donde es clave generar conectividad del paisaje, permitiendo corredores de biodiversidad”, explica.
Pero con el contador que creó el Minambiente no es tan fácil saber cómo las áreas con alerta de deforestación, por poner un ejemplo, se estarían priorizando. Mientras, sí se puede identificar señales de que hay un interés en hacer la siembra en cuencas que abastecen acueductos. EPM, la entidad que más ha sembrado árboles (más de doce millones), exige una condición básica: que los árboles sean plantados dentro de los predios que estén en el área de cuencas abastecedoras para acueductos y generación de energía”, explica José Enrique Londoño Maya, jefe de la Unidad de Gestión Ambiental y Social de Generación de Energía de EPM.
Otro punto importante a considerar en esta discusión es que algunas investigaciones han señalado que las áreas priorizadas en el plan del 2015 no serían, necesariamente, las mejores para restaurar. En el 2020, la revista Land use Policy publicó una investigación liderada por Andrés Etter, profesor del Departamento de Ecología y Territorio de la Universidad Javeriana, que daba algunas pistas.
El estudio señalaba las áreas que podían ser priorizadas en los planes de restauración con base en dos criterios: el riesgo de los ecosistemas y que fueran suelos con baja productividad, para maximizar la conservación y reducir los conflictos de uso del suelo. El resultado indicó que se debían priorizar seis millones de hectáreas. La mala noticia es que al ser contrastadas con las del mapa de restauración ecológica del 2015 que hizo el Minambiente, solo se cruzaban en un 12 %.
¿Quién monitorea los 180 millones de árboles?
La página del contador de árboles del Ministerio de Ambiente tiene una opción para que cualquier ciudadano pueda sembrar un árbol y sumarlo al listado. Piden, entre otras cosas, los datos personales, la especie plantada, el área donde se hizo la siembra y las coordenadas de ubicación. También solicitan una foto como evidencia. ¿Solo con completar este formulario ya el árbol entra al contador? ¿Si el ejemplar se muere a los tres meses, permanecerá en el registro de los 180 millones de árboles? ¿Alguien monitorea que la plántula crezca hasta ser un árbol de uno o tres años?
Estas son algunas de las preguntas que se han hecho desde ACIF, pues conocen bien los retos de reforestar. Aunque varía según la especie, Aristizábal calcula que a un árbol recién plantado, en promedio, se le debe hacer seguimiento durante tres años. “En el primer año un ingeniero forestal suele visitar la plantación cuatro veces, cada tres meses. Y durante el segundo y tercer año, puede reducirse hasta dos visitas. A los tres años, los árboles pueden seguir solitos”, dice. Además, explica, el proceso implica un cuidado constante de agua, fertilizantes o, incluso, remover árboles que se sabe que ya no van a crecer y le pueden estar robando nutrientes y espacio a árboles vecinos. “En una plantación bien cuidada, el índice de árboles que no despegan es alrededor del 10 %”, señala
¿Quienes están tratando de cumplir la meta de los 180 millones de árboles están teniendo en cuenta estos factores? Según Santa, del Ministerio de Ambiente, el monitoreo del programa cuenta con varios procesos. Por un lado, hay un equipo que valida la información que se sube al contador por terceros. Si esta no es correcta, no entra a sumar a los 180 millones de árboles. También, contempla la resiembra. Si en un monitoreo, por ejemplo, se identifica que un árbol no sobrevive, se siembra uno más sin que entre al contador. (Vea en Fotos: Así se ve la enfermedad que está matando los corales en San Andrés)
De acuerdo con Santa, para garantizar que los árboles estén creciendo hay dos vías: una nacional y otra local. La primera se desarrolló a través del IDEAM, entidad que, en el 2021, fue a algunos puntos estadísticamente representativos de Colombia donde se están haciendo las siembras, para ver cómo iban los árboles. Santa dice que la tasa de éxito fue del 93 %. Y aunque El Espectador contactó al IDEAM para conocer los detalles del proceso, no obtuvimos ninguna respuesta que nos permitiera verificar ese dato.
A escala local, agrega, “cada entidad que desarrolla el programa debe hacer un monitoreo y mantenimiento hasta los 12 y 36 meses tras plantar el árbol”. Por ejemplo, la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca —que es la segunda entidad que más árboles ha reportado al contador, con más de seis millones de individuos— asegura que, posterior a la siembra, suelen hacer una reposición de casi el 10 % de árboles. El mantenimiento que les hacen, agregan, dura tres años. Algo similar hace la Corporación Autónoma Regional de Santander (con casi 600.000 árboles en el contador). “Se firma el acta de compromiso de mantenimiento por tres años y se hacen visitas de seguimiento por la Corporación, el IDEAM y el Ministerio de Ambiente cada seis meses”.
¿Hacen lo mismo todas las 500 organizaciones que han registrado árboles al contador? Es una pregunta difícil de resolver.
¿Dónde están los 180 millones de árboles?
Si una persona quisiera ir a visitar alguna de estas plantaciones que muestra el contador por iniciativa propia no podría hacerlo. ¿La razón? El mapa no tiene disponibles las coordenadas de cada árbol.
Para un ingeniero forestal que trabaja en la alcaldía de un municipio de Cundinamarca, que prefiere no dar su nombre, es un tema grave, pues es una gran dificultad para hacer un buen monitoreo. “Sin coordenadas se convierte en una fuente poco confiable”, comenta. No poder seguir el proceso con coordenadas, abiertas al público, no es un tema menor. Como lo señala un artículo del World Resources Institute, uno de los principales desafíos de los programas de plantación de árboles masiva es poder rastrear cómo crecen.
“Así como no todos los árboles crecen hasta la madurez, no todas las campañas de plantación de árboles tienen éxito. El seguimiento del crecimiento de los árboles ayuda a los gobiernos, las empresas y las ONG a comprender el progreso de sus compromisos, alienta a las personas a replicar proyectos exitosos y modificar los que tienen dificultades, e inspira a los financiadores a continuar invirtiendo donde pueden ver el progreso pasado”, dice el documento. “Medir el progreso también puede poner de relieve a los agricultores y otras personas que han restaurado sus tierras con poca ayuda externa”, agregan.
Como dice el ingeniero forestal de la CAR de Cundinamarca, hay un buen ejemplo que sirve de comparación: el SIGAU del Jardín Botánico de Bogotá. A diferencia del mapa del contador del Minambiente, se puede ubicar cada árbol del espacio público de Bogotá con coordenadas (latitud y longitud), especie, código del árbol, número de censo y altura, entre otras variables.
“Esto se logró gracias a una alianza que se hizo con el DANE en el 2004 para hacer un censo de árboles en el espacio público de la ciudad”, cuenta Martha Perdomo, directora del Jardín Botánico. Del 2004 al 2007 se hizo el conteo de cada árbol y, desde entonces, el SIGAU está funcionando de forma abierta al público.
El Jardín, agrega Perdomo, tiene la misión de sembrar 305.000 árboles, bajo el Plan de Desarrollo de Bogotá, que busca plantar un total de 802.000 árboles con ayuda de la Secretaría de Ambiente y el Acueducto de Bogotá. Sin embargo, ninguno de estos árboles está entrando al contador de los 180 millones de árboles.
¿Y las comunidades?
A Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha, le preocupa que la meta de 180 millones de árboles en Colombia no se haga de la mano de comunidades. “Yo le he dicho al ministro que involucre a las comunidades locales, indígenas y campesinas, en lugar de que sea cualquier persona sembrando árboles. Cuando son las familias locales las que lo hacen, saben en qué momento del año hacerlo, qué especies sembrar y ellos mismos pueden hacer el monitoreo si muere un árbol, reemplazándolo por otro”, comenta.
A medida que han hecho más investigaciones sobre las campañas para plantar, se ha ido comprendido que el objetivo final de estos procesos está lejos de solo plantar individuos. Se trata, como afirma Frances Seymour, del World Resources Institute, en un comentario que escribió para la revista “Nature”, de evitar que los suelos destinados para estos programas entren a competir con la producción de alimentos, se recupere la variedad de biodiversidad de los ecosistemas y se incluyan las necesidades básicas de las comunidades locales.
Según el Ministerio de Ambiente, este último es un factor que sí se está incluyendo bajo la sombrilla de los 180 millones de árboles. Para recuperar el corredor del oso andino, a lo largo del Valle del Cauca, Tolima y Huila, junto a la ONG de conservación de WCS, las comunidades son el eje central. Hacia el sur del país, en Putumayo, Meta y Caquetá, también se están fortaleciendo redes de viveros campesinos. Lo mismo sucede en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde, de la mano de la comunidad arhuaca, se formuló un proyecto de conservación que incluye 412 viveros familiares. Allí buscan que sean los indígenas quienes planten 700 árboles en su territorio.
Pero conocer qué porcentaje de los 180 millones cumplirían el criterio de involucrar a las comunidades tampoco es fácil. Un documento de evaluación que se encuentra en el portal Respira 2030, donde se analizan 28 reservas que se presentaron a una convocatoria para apoyar la siembra de 180 millones de árboles, muestra por qué: en trece proyectos “no hay participación comunitaria, no es clara la vinculación con la comunidad o falta especificar la vinculación de comunidades”.
¿Sembrar árboles distrae de la deforestación?
Además del ambicioso objetivo de sembrar 180 millones de árboles, el Ministerio de Ambiente tiene la meta de contar hectáreas restauradas. Para el 6 de mayo, la cifra de hectáreas restauradas reportadas era de 379.141. Según explicó Santa, de esta cartera, hay un potencial de ocho millones de hectáreas susceptibles de ser recuperadas.
Pero esa meta no se puede desligar del complejo contexto de la deforestación en el país. Solo en el año 2020 se deforestó un total de 171.685 hectáreas de bosque, una cifra 8 % superior a la de 2019, cuando el país perdió 158.894 ha. En 2018, cuando empezó el gobierno de Duque y el programa de los 180 millones de árboles, se habían talado 197.159 hectáreas. “No se trata solo de plantar, sino de conservar. ¿De qué nos sirve que se libere el carbono que lleva retenido en los árboles por décadas, para luego plantar arbolitos de 50 o 70 centímetros que se van a demorar en crecer?”, resume Perdomo este dilema, del Jardín Botánico de Bogotá.
A escala mundial, de hecho, una de las críticas que se le ha hecho a la campaña de One Trillion Trees es que desvíe la atención de acciones más urgentes, como evitar la deforestación. “Es lamentable que el enfoque selectivo de las nuevas iniciativas corporativas en plantar árboles corre el riesgo de desviar la atención que se necesita con urgencia y que es la opción más importante de todas: proteger los bosques que aún están en pie”, dice de nuevo Seymour, pero esta vez en un comentario publicado en la revista científica One Earth. “Que a mí no me cuenten cuántos árboles plantaron, ni en cuántas hectáreas lo hicieron; eso no está bien. Lo correcto es mostrar cuántas hectáreas están restauradas o en proceso de restauración”, apunta Juan Garibello, doctor en Ecología de la Restauración del Ecosystem Restoration and Intervention Ecology Research Group y graduado de la Universidad de Australia Occidental. Al igual que concluye el estudio de Etter, este experto cree que lo que podría estar haciendo el Gobierno no es lo mas costoefectivo, ya que, muchas veces, no se trata de sembrar árboles, “sino simplemente de interrumpir perturbaciones humanas o controlar especies de plantas invasoras”. A veces, incluso, consiste en dejar que el ecosistema se recupere solo, así esto implique no plantar ni un solo árbol.
Lo cierto, es que para saber si los 180 millones de árboles que se plantaron durante los cuatro años de presidencia de Duque fueron exitosos falta, además, dos cosas. Una, como lo explica un estudio publicado en Restoration Ecology en 2021 y en el que participaron científicos de la Universidad del Atlántico, son “estudios científicos a largo plazo”. Ellos, por ejemplo, encontraron en su investigación que en la mayoría de los procesos de restauración en Colombia no se analiza el mismo suelo.
Lo segundo es tiempo. Alrededor de cincuenta millones de árboles fueron sembrados el año pasado. Casi cinco millones más se plantaron en 2022, pero se requieren unos años para saber si son capaces de sobrevivir. Parte de a respuesta la tendrá el próximo gobierno.
*Este reportaje fue realizado por María Mónica Monsalve, Paula Casas, María Paula Lizarazo, Daniela Quintero, Diego Quiceno, Juan Pablo Correa, César Giraldo y Sergio Silva.