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Las energías renovables también impactan la biodiversidad

Un nuevo informe de la coalición CLEANaction, que reúne a más de 10 organizaciones mundiales, revela los impactos de distintas fuentes de energía “limpias” en la naturaleza. A grandes rasgos, la energía solar y eólica son las que menos efectos adversos tienen, mientras que las grandes hidroeléctricas y algunos tipos de bioenergía conllevan más riesgos.

María Camila Bonilla
19 de mayo de 2023 - 12:00 p. m.
Un ejemplo de los impactos sobre la biodiversidad es cómo algunas turbinas eólicas pueden afectar las rutas migratorias de aves.
Un ejemplo de los impactos sobre la biodiversidad es cómo algunas turbinas eólicas pueden afectar las rutas migratorias de aves.
Foto: Getty Images
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Esta semana, el gobierno de los Países Bajos anunció que, por primera vez, algunas turbinas en parques eólicos del Mar del Norte se “apagaron” durante cuatro horas como parte de una iniciativa piloto para proteger las rutas de las aves migratorias y proporcionarles un área de paso seguro.

“Queremos que el impacto de los parques eólicos en la naturaleza sea el menor posible”, dijo en un comunicado Rob Jetten, ministro de Política Climática y Energética del país. La discusión del impacto de las turbinas eólicas en las rutas de vuelo de algunas aves hace parte de un debate más grande: ¿cómo las llamadas “energías limpias” —como la eólica, solar e hidroeléctrica— también tienen un impacto ambiental?

Un nuevo reporte, producido por la iniciativa CLEANaction que integra a más de 10 organizaciones mundiales, busca, precisamente, determinar cuáles son los impactos de varias fuentes de energía renovable y dar recomendaciones para planear y diseñar tecnologías “limpias” que también tengan en cuenta su impacto en la biodiversidad. (También puede leer: Tener muchos más carros eléctricos, una promesa no tan fácil de cumplir en Colombia)

Como explica Jonathan Sánchez, especialista sectorial y corporativo en cambio climático y biodiversidad de WWF Colombia y uno de los revisores del nuevo texto, el informe no busca “demonizar” a las energías renovables, sino evidenciar los riesgos y afectaciones que deben ser gestionados.

“La conversación sobre la relación entre energía y naturaleza no está ocurriendo muy abiertamente. Se suele asumir que los estudios de impacto ambiental para obtener los licenciamientos de los proyectos ya contemplan los riesgos frente a la naturaleza, pero esto no siempre es cierto”, indica.

Al hablar sobre la transición energética, agrega, es común que la conversación se centre en la capacidad de los proyectos o la tecnología que emplean, pero no tanto en afectaciones en la calidad del agua, el suelo o la biodiversidad del lugar. Este es un problema que tres investigadores colombianos también diagnosticaron recientemente en un artículo publicado en la revista Energy for Sustainble Development, que buscó determinar los mejores lugares en Colombia para poner proyectos renovables de gran escala.

Esa investigación identificó que pocos estudios abordan los impactos ambientales de proyectos renovables. Enrique Ángel Sanint, docente de Gestión Ambiental en la Universidad Nacional de Colombia involucrado en ese artículo, cree que esto puede ser el resultado de que, históricamente, no ha habido información geográfica completa y actualizada para evaluar los impactos. Para él, además, falta una especie de criterio o marco conceptual para evaluar los distintos tipos de riesgos que pueden implicar los proyectos renovables. (Le puede interesar: En Medellín está la primera comunidad que genera energía solar y la vende al sistema)

El nuevo informe CLEANaction también reúne varios mensajes clave, relaciona herramientas y recomendaciones en torno a la gestión de estos riesgos. Una de sus conclusiones principales es que las energías renovables son, mayoritariamente, mucho mejores para la biodiversidad que los combustibles fósiles, como el carbón, petróleo y gas. Aun así, “no todas las fuentes de energía bajas en carbono son iguales”. Es decir, dentro del grupo de las renovables, hay algunas que tienen mayores impactos.

El documento indica, entonces, que la energía solar y eólica, por lo general, es la más “amigable” con la biodiversidad siempre que se instalen en áreas ya intervenidas, mientras que las hidroeléctricas y algunos tipos de bioenergía, obtenida de la biomasa, pueden representar mayores riesgos.

Sánchez enfatiza, sin embargo, que esto también depende del contexto. En América Latina y Colombia, por ejemplo, indica que hay un potencial interesante, porque hay bastantes cultivos. “Y una cosa es hablar de biocombustibles extraídos directamente de un cultivo como la caña de azúcar o la palma africana, que tiene un impacto mayor, pero algo distinto es obtener la energía de residuos de cosecha”, señala. En ese sentido, la bioenergía podría ser una opción valiosa para darle un uso a subproductos que ya se están generando.

Por otra parte, explica que los impactos de las hidroeléctricas son múltiples, aunque también dependen de su tamaño. Entre ellos, están efectos aguas abajo y arriba, pues se pueden cambiar los climas asociados a la zona, los regímenes hidrológicos e incluso a las poblaciones de peces y otros animales que allí estén.

Algunas claves para planear proyectos de energía

En Colombia, más del 65 % de la generación eléctrica viene de esta fuente de energía. Entonces, resalta Sánchez, una de las recomendaciones más importantes es que la planeación de nuevos proyectos energéticos tenga en cuenta, también, los elementos sobre la biodiversidad. (Puede leer: Denuncian incumplimientos de la licencia ambiental de la hidroeléctrica El Quimbo)

“La planeación energética del país se debe volver más robusta, y no únicamente con los impactos, sino también tomando en cuenta las zonas que van a generar conflictos socioambientales”, señala. Eso quiere decir, agrega, que se deberían definir zonas de baja conflictividad donde se puedan desarrollar nuevos proyectos, sin que eso implique malestar en comunidades locales y la naturaleza.

Otra de las recomendaciones que arroja el informe es que haya un mejor aprovechamiento del espacio para poner proyectos. Es decir, que no se opte por deforestar hectáreas de bosque natural para ubicar nuevos paneles solares, por ejemplo, sino que se tengan en cuenta áreas con suelos ya degradados o intervenidos.

Una propuesta es que los nuevos proyectos de renovables pueden generar una restauración de esos lugares o un uso sostenible de suelo. Sánchez pone el siguiente ejemplo: la energía solar se puede conciliar con la agricultura con paneles agrivoltaicos, que son paneles solares que se montan en una especie de carpa. “Funcionan como un invernadero y se puede cultivar en sombra por debajo de ellos”.

Sánchez añade que otra recomendación importante es trabajar por que los sistemas de energía sean más eficientes. “Si el consumo de energía eléctrica se hace más eficiente, se evita la construcción de más generadoras de energía. Eso se llama infraestructura evitada y el mejor impacto es el impacto evitado”, explica. (Le puede interesar: Las minas de carbón planeadas en Colombia elevarán las emisiones de metano)

Por último, el informe destaca que es importante planear cómo mitigar los impactos de la minería para la transición energética. Como explica Milton Montoya, director del Departamento de Derecho Minero Energético de la Universidad del Externado, “sin minería no puede haber transición energética, pues es esencial para la construcción de paneles solares, líneas de transmisión y baterías”.

El cobre, por ejemplo, es uno de los minerales críticos para varios de estos procesos. Según Montoya, se estima quede aquí al 2050, la humanidad va a demandar la misma cantidad de cobre que ha explotado en los últimos 120 años. En ese sentido, opina que la política energética del país se debe orientar a la exploración y explotación del cobre.

El informe destaca que esta industria en particular alteraría la biodiversidad “a través de la mortalidad directa, pérdida y fragmentación del hábitat”. Entonces, recomienda que se implementen prácticas de mitigación de riesgos efectivas para minimizar el impacto, por medio de una planificación estratégica temprana y evitar confiar exclusivamente en las medidas de compensación.

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María Camila Bonilla

Por María Camila Bonilla

Periodista con intereses en las áreas de medio ambiente, movimientos sociales y democracia, y conflictos y paz.mbonilla@elespectador.com

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