Las especies en los bosques que rodean Bogotá resisten a la urbanización
Seis científicos identificaron más de 200 especies de árboles y plántulas de diferentes géneros y familias en varios remanentes del bosque altoandino de cinco municipios de Cundinamarca y la periferia de la capital del país. Los bosques maduros y secundarios han sobrevivido a la fuerte transformación de la región, pero deben ser priorizados para su conservación.
Para nadie es un secreto que los principales ecosistemas de Bogotá y los municipios de la sabana han sido víctimas del desarrollo urbanístico y la sobrecarga agrícola y ganadera, actividades que han hecho palidecer sus bosques nativos, cuerpos de agua y especies de fauna y flora emblemáticas y únicas.
A mediados del siglo pasado, la capital del país contaba con más 50.000 hectáreas ocupadas por humedales, esponjas hídricas que empezaron a perder terreno a un paso galopante por la llegada de las vías y barrios. Hoy en día solo sobreviven 726,6 hectáreas de humedales agrupadas en 15 parques distritales de humedal, es decir que su pérdida fue de aproximadamente 98%.
Según el reporte BIO del Instituto Humboldt, los paisajes naturales como bosques y humedales de la sabana de Bogotá han disminuido considerablemente al ser transformados en áreas de cultivo, potreros y zonas urbanas, además de sufrir por aumentos en los niveles de contaminación y presencia de especies invasoras.
“La sabana alberga un total de 235 especies de aves, de las cuales seis están bajo algún grado de amenaza, 46 son migrantes boreales y siete son endémicas. Sin embargo, las poblaciones de la avifauna se han visto alteradas por la urbanización, transformación de humedales, aumento de potreros, presencia de perros, cacería y los impactos del cambio climático”, afirma el Humboldt en su reporte.
Por ejemplo, la tingua bogotana, un ave de 25 centímetros que en el mundo solo habita en altiplano cundiboyacense, fue una de las más afectadas por la pérdida de los humedales, el acelerado incremento urbanístico, explotación agropecuaria y contaminación hídrica, a tal nivel que está listada como una especie en peligro de extinción. Las zonas boscosas del altiplano donde se ubica Bogotá no se han salvado de la mano del hombre.
Aunque la intervención de estos ecosistemas inició en el siglo XVIII, esta tuvo su mayor apogeo a principios del siglo XX, cuando las tierras boscosas empezaron a transformarse en terruños agrícolas y pastos. Varios estudios indican que solo entre el 20 y 40% de la cobertura forestal original de la zona permanece en pie, aunque en las últimas décadas los bosques secundarios han vuelto a crecer en algunas áreas circundantes a Bogotá.
Más biodiversa de lo que se piensa
Seis científicos del Instituto Humboldt, la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Nacional de Colombia, la Fundación Humedales y la Universidad del Rosario, evaluaron el estado de algunos de los remanentes de bosque altoandino que rodean Bogotá para conocer qué tan biodiversos son. “Las presiones antropogénicas en las regiones tropicales son la principal amenaza para la biodiversidad y uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad en la actualidad. La esperanza está puesta sobre la regeneración de bosques secundarios, que pueden servir como hábitat para muchas especies y juegan un papel central en el funcionamiento del ecosistema”, revelan los expertos en un artículo publicado en Journal of Ecology de la British Ecological Society. Los investigadores estudiaron seis remanentes de bosque en los municipios cundinamarqueses de Soacha, San Francisco, Guasca y Tabio, y un gran fragmento boscoso en Torca, ubicado en la periferia de Bogotá.
Según Ana Belén Hurtado, investigadora del programa de Ciencias Básicas de la Biodiversidad del Instituto Humboldt y autora líder de esta publicación, la mayoría de los paisajes que rodean a estos bosques están dominados por pastos; excepto Guasca, que tuvo perturbaciones en la minería de piedra caliza a fines de la década de 1990, y Torca, donde los bosques están rodeados de urbanizaciones.
La biodiversidad encontrada sorprendió a los expertos. En las seis zonas analizadas fueron registradas 167 especies de árboles y 132 especies de plántulas, cifras bastante altas para territorios que se han visto demasiado afectados por las actividades humanas.
“Nuestro estudio mostró fuertes diferencias en la flora de los sitios evaluados, como en los bosques secundarios tempranos y tardíos. Contrario a lo que se podría esperar dada la fuerte transformación del paisaje que caracteriza los alrededores de Bogotá, encontramos que cada fragmento de bosque resguarda especies diferentes, lo que resalta la importancia de su conservación por tratarse de bosques altoandinos, maduros y secundarios”, aseguró la investigadora del Instituto Humboldt.
El artículo publicado en Journal of Ecology fue elaborado por Ana Belén Hurtado (Instituto Humboldt y Universidad Javeriana); María Ángela Echeverry‐Galvis (Universidad Javeriana); Beatriz Salgado‐Negret (Universidad Nacional), Juan Camilo Muñoz (Fundación Humedales), Juan Manuel Posada (Universidad del Rosario) y Natalia Norden (Instituto Humboldt).
“Una transformación del paisaje muy intensa tiene el riesgo de empobrecer biológicamente la región. Sin embargo, este proceso puede contenerse gracias a la presencia de los bosques que se están regenerando luego del abandono de tierras que estaban en algún uso productivo”, dice Natalia Norden, investigadora del programa de Ciencias Básicas de la Biodiversidad del Instituto Humboldt y coautora de esta publicación. Según Norden, de hecho, otros estudios han reportado un aumento de la cobertura forestal en la región, “lo cual trae un viento de optimismo. Dicho esto, no podemos cantar victoria pues la región está densamente poblada y las tendencias en el paisaje pueden ser impredecibles”.
La regeneración natural, un tema poco estudiado
Los bosques secundarios, como los que se encuentran en toda la región que circunda a Bogotá, no han sido reconocidos como coberturas que tengan alguna importancia en los paisajes transformados. Actualmente, estos ecosistemas representan más de la mitad de los bosques tropicales del mundo. “Su distribución se está expandiendo a medida que reemplazan gradualmente los bosques maduros que han sido talados para algún uso productivo pero que posteriormente se abandonan”, cita el artículo.
Según Norden, estos bosques cargan con una connotación negativa que ha invisibilizado su contribución al mantenimiento de la biodiversidad regional. “Por ejemplo, este estudio muestra que los bosques periurbanos alrededor de Bogotá funcionan como refugios de hábitat y reservorios de biodiversidad para especies de bosques montanos de esta región del país”.
En la zona de estudio se registraron 19 especies endémicas de Colombia y cuatro especies categorizadas como vulnerables o en peligro de extinción, como Prunus buxifolia, Solanum humboldtianum, Meriania aguaditensis y Quercus humboldtii. Los seis autores afirman que los bosques que se regeneran naturalmente en áreas que han sido abandonadas luego de un uso productivo son elementos claves en el paisaje, pues aumentan la conectividad funcional entre los remanentes de bosque y juegan un papel clave en la mitigación y adaptación al cambio climático.
Para nadie es un secreto que los principales ecosistemas de Bogotá y los municipios de la sabana han sido víctimas del desarrollo urbanístico y la sobrecarga agrícola y ganadera, actividades que han hecho palidecer sus bosques nativos, cuerpos de agua y especies de fauna y flora emblemáticas y únicas.
A mediados del siglo pasado, la capital del país contaba con más 50.000 hectáreas ocupadas por humedales, esponjas hídricas que empezaron a perder terreno a un paso galopante por la llegada de las vías y barrios. Hoy en día solo sobreviven 726,6 hectáreas de humedales agrupadas en 15 parques distritales de humedal, es decir que su pérdida fue de aproximadamente 98%.
Según el reporte BIO del Instituto Humboldt, los paisajes naturales como bosques y humedales de la sabana de Bogotá han disminuido considerablemente al ser transformados en áreas de cultivo, potreros y zonas urbanas, además de sufrir por aumentos en los niveles de contaminación y presencia de especies invasoras.
“La sabana alberga un total de 235 especies de aves, de las cuales seis están bajo algún grado de amenaza, 46 son migrantes boreales y siete son endémicas. Sin embargo, las poblaciones de la avifauna se han visto alteradas por la urbanización, transformación de humedales, aumento de potreros, presencia de perros, cacería y los impactos del cambio climático”, afirma el Humboldt en su reporte.
Por ejemplo, la tingua bogotana, un ave de 25 centímetros que en el mundo solo habita en altiplano cundiboyacense, fue una de las más afectadas por la pérdida de los humedales, el acelerado incremento urbanístico, explotación agropecuaria y contaminación hídrica, a tal nivel que está listada como una especie en peligro de extinción. Las zonas boscosas del altiplano donde se ubica Bogotá no se han salvado de la mano del hombre.
Aunque la intervención de estos ecosistemas inició en el siglo XVIII, esta tuvo su mayor apogeo a principios del siglo XX, cuando las tierras boscosas empezaron a transformarse en terruños agrícolas y pastos. Varios estudios indican que solo entre el 20 y 40% de la cobertura forestal original de la zona permanece en pie, aunque en las últimas décadas los bosques secundarios han vuelto a crecer en algunas áreas circundantes a Bogotá.
Más biodiversa de lo que se piensa
Seis científicos del Instituto Humboldt, la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Nacional de Colombia, la Fundación Humedales y la Universidad del Rosario, evaluaron el estado de algunos de los remanentes de bosque altoandino que rodean Bogotá para conocer qué tan biodiversos son. “Las presiones antropogénicas en las regiones tropicales son la principal amenaza para la biodiversidad y uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad en la actualidad. La esperanza está puesta sobre la regeneración de bosques secundarios, que pueden servir como hábitat para muchas especies y juegan un papel central en el funcionamiento del ecosistema”, revelan los expertos en un artículo publicado en Journal of Ecology de la British Ecological Society. Los investigadores estudiaron seis remanentes de bosque en los municipios cundinamarqueses de Soacha, San Francisco, Guasca y Tabio, y un gran fragmento boscoso en Torca, ubicado en la periferia de Bogotá.
Según Ana Belén Hurtado, investigadora del programa de Ciencias Básicas de la Biodiversidad del Instituto Humboldt y autora líder de esta publicación, la mayoría de los paisajes que rodean a estos bosques están dominados por pastos; excepto Guasca, que tuvo perturbaciones en la minería de piedra caliza a fines de la década de 1990, y Torca, donde los bosques están rodeados de urbanizaciones.
La biodiversidad encontrada sorprendió a los expertos. En las seis zonas analizadas fueron registradas 167 especies de árboles y 132 especies de plántulas, cifras bastante altas para territorios que se han visto demasiado afectados por las actividades humanas.
“Nuestro estudio mostró fuertes diferencias en la flora de los sitios evaluados, como en los bosques secundarios tempranos y tardíos. Contrario a lo que se podría esperar dada la fuerte transformación del paisaje que caracteriza los alrededores de Bogotá, encontramos que cada fragmento de bosque resguarda especies diferentes, lo que resalta la importancia de su conservación por tratarse de bosques altoandinos, maduros y secundarios”, aseguró la investigadora del Instituto Humboldt.
El artículo publicado en Journal of Ecology fue elaborado por Ana Belén Hurtado (Instituto Humboldt y Universidad Javeriana); María Ángela Echeverry‐Galvis (Universidad Javeriana); Beatriz Salgado‐Negret (Universidad Nacional), Juan Camilo Muñoz (Fundación Humedales), Juan Manuel Posada (Universidad del Rosario) y Natalia Norden (Instituto Humboldt).
“Una transformación del paisaje muy intensa tiene el riesgo de empobrecer biológicamente la región. Sin embargo, este proceso puede contenerse gracias a la presencia de los bosques que se están regenerando luego del abandono de tierras que estaban en algún uso productivo”, dice Natalia Norden, investigadora del programa de Ciencias Básicas de la Biodiversidad del Instituto Humboldt y coautora de esta publicación. Según Norden, de hecho, otros estudios han reportado un aumento de la cobertura forestal en la región, “lo cual trae un viento de optimismo. Dicho esto, no podemos cantar victoria pues la región está densamente poblada y las tendencias en el paisaje pueden ser impredecibles”.
La regeneración natural, un tema poco estudiado
Los bosques secundarios, como los que se encuentran en toda la región que circunda a Bogotá, no han sido reconocidos como coberturas que tengan alguna importancia en los paisajes transformados. Actualmente, estos ecosistemas representan más de la mitad de los bosques tropicales del mundo. “Su distribución se está expandiendo a medida que reemplazan gradualmente los bosques maduros que han sido talados para algún uso productivo pero que posteriormente se abandonan”, cita el artículo.
Según Norden, estos bosques cargan con una connotación negativa que ha invisibilizado su contribución al mantenimiento de la biodiversidad regional. “Por ejemplo, este estudio muestra que los bosques periurbanos alrededor de Bogotá funcionan como refugios de hábitat y reservorios de biodiversidad para especies de bosques montanos de esta región del país”.
En la zona de estudio se registraron 19 especies endémicas de Colombia y cuatro especies categorizadas como vulnerables o en peligro de extinción, como Prunus buxifolia, Solanum humboldtianum, Meriania aguaditensis y Quercus humboldtii. Los seis autores afirman que los bosques que se regeneran naturalmente en áreas que han sido abandonadas luego de un uso productivo son elementos claves en el paisaje, pues aumentan la conectividad funcional entre los remanentes de bosque y juegan un papel clave en la mitigación y adaptación al cambio climático.