Las especies invasoras que alimentan los incendios forestales de Bogotá
El eucalipto, el pino o el retamo espinoso, todas especies exóticas, se convirtieron en un gran problema para la ciudad. Algunas avivan las llamas; otras están adaptadas al fuego. Se requiere un plan urgente para resolver esta situación.
Fernan Fortich
Los incendios forestales que han conmocionado al centro del país en los últimos días, más allá de estar relacionados con el fenómeno de El Niño y la actividad humana, están alimentados por otro factor: las especies de plantas invasoras y exóticas.
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Los incendios forestales que han conmocionado al centro del país en los últimos días, más allá de estar relacionados con el fenómeno de El Niño y la actividad humana, están alimentados por otro factor: las especies de plantas invasoras y exóticas.
Como lo muestran los retos para atender y controlar los incendios, que se han prolongado durante las últimas 72 horas en Bogotá y varios municipios de Cundinamarca, son eventos complejos de controlar debido, por un parte, al difícil acceso a las zonas afectadas, pero también debido a las características que hay en los ecosistemas modificados de los que son epicentro.
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“Cuando tenemos especies no nativas o introducidas como el pino, estas liberan hojillas que arrojan, a su vez, un aceite que es combustible. En ocasiones, estas forman un colchón que tiene hasta dos o tres metros de profundidad en donde también se producen incendios; por eso, a veces parece que el incendio se controla en la superficie, pero este regresa a las pocas horas”, explicó Alfred Ballesteros, director de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR).
En los incendios estarían incidiendo especies de pastos de África (Cynodon nlemfuensis), de árbol de Australia (eucalipto, Eucalyptus), de flores de Italia (retamo espinoso, Ulex europaeus), los cuales complican la atención de incendios en varias zonas del centro del país.
“Por su origen, estas especies están adaptadas al fuego, pues evolucionaron con él y por ello, por ejemplo, los eucaliptos tienen características que los hacen altamente inflamables, al tener hojas ricas en aceites y corteza que se desprenden fácilmente, crean una capa de combustible en el suelo”, explica Dolors Armenteras, directora del Grupo de Investigación y Docencia en Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (ECOLMOD) de la U. Nacional. “Tras un incendio, estos árboles pueden regenerarse rápidamente, a menudo más que otras especies, lo que lleva a su dominancia en el paisaje si no se toman las medidas necesarias, las cuales nunca se han tomado. Esta dominancia aumenta la probabilidad de futuros incendios, creando un patrón cíclico donde las adaptaciones contribuyen a entornos propensos a incendios”.
Pero, ¿cómo llegamos a esta situación y que se puede hacer para frenar este patrón de incendios en los cerros de la capital del país?
Una historia descontrolada
Los problemas para la vegetación nativa en la capital del país y en la Sabana Cundiboyacense son de larga data; incluso, más antiguos que la historia de la república colombiana. Como quedó retratado en registros históricos, a principios de 1600, un visitador real de Carlos V de España llegó a Santa Fe (entonces Bogotá). Allí, documentó lo siguiente: “impresiona el ímpetu destructor de sus vasallos; en 70 años de colonia, no queda un solo árbol desde Tunja hasta Santa Fe”.
Durante este periodo la Sabana y los Cerros Orientales fueron centro de desforestación, y como se muestra en la imagen del Archivo de Bogotá más abajo, para mitad de 1950 quedaron casi sin ningún árbol, por lo que las autoridades distritales del momento se pusieron a la tarea de restaurar la zona, pero parece que no se tomaron las mejores decisiones.
“En ese momento, se aconsejó sembrar pino y eucalipto, especies no nativas, las cuales prosperaron muy bien, sin embargo, estas tienen propiedades que impiden su control ecosistémico, como la falta de animales que controlen su crecimiento como el Koala, en el caso del eucalipto, pero también tiene elementos que hacen que las especies nativas no crezcan, al competir fuertemente por los minerales y el agua en los suelos”, explica Oswaldo Cortés, biólogo experto en conservación de ecosistemas y director de la fundación Bogotá Birding.
A estos elementos se ha sumado la introducción de pastos extranjeros, como la acacia africana, y la flor “ojo de poeta”, ambas del continente africano, que es utilizado para cercados urbanos naturales, y que ha causado, según Cortés, la disminución de la humedad del suelo, así como menor espacio para el crecimiento de especies nativas.
Desde entonces han existido múltiples planes para reforestar los cerros con especies nativas, aunque no todos han tenido éxito esperado, de acuerdo con Cortés. Uno de los puntos positvos son los sefuerzos como los del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, que ha realizado procesos de restauración ecológica al extraer especies invasoras e introducir nativas en los cerros, como el botoncito (Alternanthera albotomentosa), el bejuco lechoso (Matelea mutisiana) , la piñuela (Bromelia karatas), entre otros.
Esos esfuerzos se enfrentan a varios retos, como la velocidad de desarrollo de estas especies a una edad adulta, algo que puede tomar décadas. Esta tardanza también pone en problemas a los cerros orientales de la ciudad.
Solo se necesita una chispa
Para entender la situación de vulnerabilidad de los cerros en la capital del país, un reciente estudio del Grupo de Investigación y Docencia en Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas de la U. Nacional, en colaboración con el Cuerpo de Bomberos de Bogotá y Batallón de Logística del Ejército se centró en estudiar el impacto de los incendios forestales en la carga de combustible vegetal, específicamente en los bosques de eucalipto común (Eucalyptus globulus) en los Cerros Orientales de Bogotá.
“De manera general, el combustible para un incendio forestal incluye todo material inflamable en el bosque, o sea cualquier material orgánico que pueda arder. Esto incluye hojas secas, ramas, madera muerta, pero también vegetación viva como arbustos y árboles”, indica Dolors Armenteras, directora del grupo de investigación.
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El estudio encontró que, en los Cerros Orientales de Bogotá, hay unas altas cargas de combustible, pero precisamente en las áreas de bosque ya afectadas por incendios, en donde se presenta un aumento significativo en la acumulación de combustible leñoso y hojarasca. Esto se relaciona con la regeneración del bosque y la presencia de árboles jóvenes de eucalipto. Todo junto hace más probable la generación de incendios en los cerros de la capital del país.
“Hay unos rasgos funcionales de las plantas que tienen más relación con incendios, como el tamaño y grosor de las hojas, su contenido de aceites o resinas, y la capacidad para regenerarse después de un incendio, e influyen significativamente en cómo un incendio se propaga en un ecosistema y cómo se recupera después. Por ejemplo, algunas especies de eucaliptos tienen corteza que se desprende fácilmente, lo que puede ayudar a propagar un incendio, mientras que otras especies tienen una capacidad notable para rebrotar rápidamente después de un incendio”, indica Armenteras, experta de la Universidad Nacional.
“Lo mismo ocurre con los pinos, que tienen adaptaciones al fuego, aunque son diferentes a las de los eucaliptos. Muchas especies de pinos han desarrollado estrategias para sobrevivir o aprovechar los incendios. Algunas especies tienen una corteza que les protege del calor del fuego. Otras, tienen conos que se abren solo con el calor del fuego, lo que asegura la dispersión de semillas después de un incendio”, agrega.
Otro de los elementos que complican el asunto es que estas especies absorben gran cantidad del agua del suelo. “Mientras las especies nativas están más acostumbradas a retener mayor cantidad de agua en su interior, especies como el eucalipto o de ciertos tipos de pasto, que absorben gran cantidad de agua, generan que haya suelos más secos, y más propensos a incendios”, explica Cortés.
¿Qué se puede hacer?
Ante esta situación, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca anunció que tomará acciones en los sitios afectados para evitar la propagación de especies invasoras en las zonas afectadas por los incendios.
“Vamos a priorizar las hectáreas afectadas en los cerros y el departamento con la restauración de los suelos y con la siembra de materia vegetal que vamos a obtener de nuestros viveros de transferencia de especies nativas para reforestar estas áreas. En total esperamos sembrar más de cinco millones de árboles de este tipo en los próximos cuatro años”, indicó a El Espectador, Alfred Ballesteros, director de la CAR.
Por su parte, Armenteras, experta de la U. Nacional, indica que el proceso que tendrá que hacerse con el consenso de la comunidad científica y productiva de la ciudad para evitar efectos adversos.
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Hace dos años, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente lanzó el documento “Se extienden como un reguero de pólvora: la amenaza creciente de los incendios extraordinarios de paisajes”, en el que recomienda un enfoque integral de la gestión de incendios forestales, integrando prevención, preparación y esfuerzos de recuperación.
“Culpar al cambio climático es buscar excusas. Desde esa óptica no podemos hacer mucho desde lo local, pero sí se puede gestionar los bosques y el territorio, manejar cargas y continuidad de combustibles en zonas de alto riesgo, implementando desde cortafuegos, a manejo manual, remoción, o incluso quemas prescritas en épocas antes de la temporada de alto riesgo, para bajar el combustible y que, si se inicia, tenga menos quemas”, concluye, Dolors Armenteras, una de las autoras del documento de la ONU.
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