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Dentro de un poco más de dos meses la atención del mundo estará puesto en Egipto. En Sharm el-Sheij, una de sus ciudades más turísticas, que limita con el Mar Rojo, se sentarán a negociar nuevamente la mayoría de gobiernos del planeta. En medio de una guerra entre Rusia y Ucrania, que ha disparado el uso de los combustibles fósiles, tratarán de hallar un camino para cumplir una vieja advertencia: que la temperatura de la Tierra no supere los 1,5°C y no crucemos el “punto de no retorno”.
Isabela Tello sabe que, aunque las decisiones las tomen delegaciones de señores encorbatados y comitivas que, en su mayoría, están conformadas por hombres, las mujeres y los jóvenes se han convertido en actores vitales en estas discusiones. Ella, de 20 años, cree que una solución para enfrentar el cambio climático debe estar atravesada, dice, por el enfoque de género.
“Es necesario que nos escuchen. Tienen que involucrar en esa conversación a las mujeres jóvenes y destinar recursos para que participemos. Y no estoy hablando, únicamente, de lideresas que viven en Bogotá o de Greta Thunberg, sino de las que viven en las regiones; de las indígenas, de las afro, de las campesinas. No solo se trata de incluirnos, sino de hacer que esa participación se descentralice”, asegura. (Lea Género, una deuda pendiente en las negociaciones climáticas)
Isabela es de Inzá, un pequeño municipio de Cauca. Pertenece a la Red de Mujeres por la Justicia Climática en Colombia y hace parte de la Fundación Barranquilla+20. Habla con tanta propiedad sobre estos temas porque lleva un buen tiempo inmersa en ellos y ha vivido de primera mano cuál es el rol que le otorgan a los jóvenes (y a las mujeres jóvenes) quienes se encargan de tomar decisiones.
El año pasado, por ejemplo, Isabela viajó a Milán, Italia, a la Cumbre Pre-Cop26, un evento previo a la Conferencia de Cambio Climático, organizado por el Ministerio de Medio Ambiente de Italia, en colaboración con el Banco Mundial y la Oficina del Enviado del Secretario General para la Juventud de la ONU. Uno de sus propósitos era reunir a jóvenes de varios países para que discutieran y presentaran propuestas. Ella fue en representación de Colombia.
Tiene un buen recuerdo de ese evento, que ocurrió entre septiembre y octubre. Dice que gracias a la formación que había adquirido en la Fundación Barranquilla+20, tenía claro cuál era el camino para asumir liderazgos y comprender asuntos vitales en torno al cambio climático. “Eso me ayudó mucho para representar a Colombia en Italia y entender, por ejemplo, por qué no todos los países deben asumir la misma responsabilidad. En mi caso, con un grupo de líderes nos tocó discutir en torno a la acción climática desde la juventud. Al final hicimos un boceto de propuestas en el que insistimos, por mencionar un punto, en la necesidad de devolver las tierras a las comunidades indígenas”, dice.
Pero al cabo de un mes, llegó la frustración. En la COP21, realizada en Glasgow, Escocia, observó que a los delegados de los países les importó poco el trabajo que ella y sus compañeros les habían entregado. “Mi sensación es que no pasó absolutamente nada con el documento que enviamos a los delegados”, asegura. “Por eso insisto tanto en que tiene que haber un mejor canal de comunicación. Es necesario que nos escuchen, que nos involucren”.
No era la primera vez que Isabela había viajado a establecer diálogos con líderes de otros países. Años antes había ganado una beca para participar en un encuentro en Alemania que reunió a jóvenes que trabajaban por sus comunidades. La beca terminó convertida en una pasantía de dos años para terminar su bachillerato en un colegio enfocado en sostenibilidad.
Desde entonces, gran parte de los proyectos que emprende Isabela han estado atravesados por el enfoque de género y por el cambio climático. Ahora, junto con una red de niñas en Inzá que cuenta con el apoyo de Unicef, está tratando de crear una biblioteca feminista. “Queremos llevar libros a los colegios de las comunidades de mi región y enseñarles qué es el feminismo”, señala.
Ese interés la llevó a Bogotá a participar en la “Cumbre de mujeres por la justicia climática”, que, a principios de este año, reunió a 16 mujeres de 12 departamentos del país. Organizada por la Fundación Barranquilla+20, buscaba construir una ruta para consolidar la Red de Mujeres por la Justicia Climática en Colombia. Con el encuentro, que estuvo precedido por un intenso entrenamiento, también querían hallar un mejor camino para que los temas de género sean transversales en las políticas públicas del cambio climático.
“En Colombia necesitamos una red mucho más fuerte de mujeres. La idea es que cada mujer, cada lideresa, contribuya a consolidar esta red de mujeres por la justicia climática”, apunta Isabela.
Esa idea, liderada por Xiomara Acevedo, directora de la Fundación Barranquilla+20, había sido seleccionada y apoyada por Gate Foundation. Lo que buscan, en palabras de Acevedo, es “posicionar las voces, nuestras visiones del mundo y también nuestras necesidades. Las mujeres necesitamos herramientas para poder desarrollar el trabajo que estamos realizando en defensa del territorio a nivel comunitario y a nivel urbano. Por eso seleccionamos a mujeres menores de 30 años. Pese a que son líderes ambientales en sus regiones, no siempre cuentan con el apoyo necesario. Así que queremos promover esos liderazgos para que Colombia sea un país que lidere la acción climática desde los feminismos y las diversidades”.
“Hoy, las mujeres somos parte de la solución para enfrentar el cambio climático. Tenemos que unirnos más; debemos trabajar juntas por nuestros territorios”, sintetiza Isabela, que asistirá al Transforming Education Summit, que se llevará en la sede de Naciones Unidas en Nueva York el 16, 17 y 19 septiembre. También hará parte de la “Coalición feminista global para educación transformadora de género”, un evento que se realizará en las oficinas de UNICEF en Nueva York el 20 y 21 de este mes, con el propósito de desarrollar la Planificación Estratégica 2023-27 de UNGEI (United nations Girls Education Iniciative) y dar a conocer las problemáticas que enfrentan las niñas en términos de acceso a la educación de calidad. Son escenarios que serán cruciales para ampliar la misión de mujeres por la justicia climática.
*Este es un artículo realizado en alianza con Barranquilla+20.
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