Las recomendaciones de la exdirectora de Greenpeace para la transición energética en Colombia
Jennifer Morgan, comisionada para la Acción Climática Internacional de Alemania y exdirectora de la ONG Greenpeace, visitó Colombia, donde habló sobre los puntos en común de su gobierno con el de Gustavo Petro. En conversación con El Espectador, hace un análisis sobre la última cumbre de cambio climático que se llevó a cabo en Egipto.
María Camila Bonilla
En febrero de este año, el mundo del activismo ambiental recibió una sorpresiva noticia: Jennifer Morgan, directora ejecutiva de la ONG Greenpeace desde 2016, anunció su retiro del cargo para pasar a ser la viceministra de Relaciones Exteriores y comisionada para la Acción Climática Internacional de Alemania.
La decisión de Morgan fue cuestionada por algunas personas, que señalaron que había “cambiado de bandos”. Su respuesta entonces, y hoy, es que está cumpliendo el mismo objetivo al que se dedicaba en Greenpeace, desde una orilla distinta. Su meta, dice, es evitar que la temperatura mundial aumente por encima de 1.5°C para final del siglo o, al menos, que ese objetivo siga siendo una posibilidad. (Lea: MinAmbiente pidió a hidroeléctricas no realizar cierres de compuertas abruptos)
Desde su puesto en el gobierno alemán, una de sus tareas más importantes este año fue representar a su país en la cumbre de cambio climático anual más importante, la COP27, en Sharm el-Sheik, Egipto. Allí, Morgan estuvo encargada de liderar las negociaciones de uno de los temas más espinosos: la reparación económica a países más vulnerables por los “daños y pérdidas” que causa el cambio climático. Aunque era una petición que había sido bloqueada por más de tres décadas por los países con más recursos, finalmente se aprobó un fondo para cumplir con ese propósito.
Hace unas semanas, Morgan visitó Colombia para dialogar con los ministerios de Ambiente y de Relaciones Exteriores, sobre la posibilidad de establecer una alianza climática entre Alemania y Colombia. “Nosotros vemos a Colombia como un aliado en la transición energética y la protección de la biodiversidad”, señaló la viceministra.
En diálogo con El Espectador, Morgan habló sobre cómo se logró el acuerdo para crear el esperado fondo de pérdidas y daños en la COP27, las alternativas para traer más plata a las acciones climáticas y lo que Colombia podría aprender de la transición energética de Alemania, que empezó un tiempo atrás. (Lea: Etiquetas de impacto climático en la comida fomentan menor consumo de carne roja)
¿Hay puntos de encuentro entre lo que hizo en Greenpeace y lo que está haciendo ahora en el gobierno alemán?
Absolutamente. Los mayores puntos de encuentro son los objetivos. Toda mi vida profesional en la que he trabajado en cambio climático en diferentes ONG, incluida Greenpeace, ha consistido realmente en luchar por mantener el objetivo de 1,5 ºC a la vista y por una transformación de las economías que se alejen de los combustibles fósiles y se orienten hacia las energías renovables y la eficiencia energética. También, en trabajar por la solidaridad con las comunidades y los pueblos más vulnerables. Creo que eso es algo que traigo conmigo al Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania y que puedo poner en práctica desde allí, lo cual es un gran privilegio. Creo que eso es lo más importante. Al fin y al cabo, me preguntan mucho: ‘Eras activista y ahora estás en el gobierno, ¿qué significa eso? ¿Has cambiado de bando?’. Yo no lo veo como un cambio de bando. Lo veo como el uso de la diplomacia activista, porque como diplomática hay que escuchar, hay que comunicar, hay que crear coaliciones y eso es algo que también se hace en el mundo de las ONG.
(Lea: Denuncian fuerte sequía y mortandad de peces en la cuenca baja del río Sogamoso)
¿Qué efectos ha tenido la narrativa de ‘buenos’ y ‘malos’ al hablar sobre la acción climática?
No creo que sea tan blanco o negro. Hay personas que trabajan en todos los ámbitos de la sociedad, ya sea en el gobierno, en ONG o en empresas, que entienden la crisis climática en la que estamos inmersos y hacen todo lo posible por desempeñar su papel en la transformación de la sociedad. Y luego están los que, o bien tienen sus propios intereses y quieren aferrarse a un pasado del que tenemos que alejarnos, o tienen otras razones por las que no trabajan por la justicia climática o para mantener a la vista el objetivo de 1,5 ºC. Y creo que se trata realmente de unir a quienes trabajan por ese objetivo para construir poder, para construir la capacidad de transformar las sociedades. Creo que, en cierto modo, es inevitable que esto ocurra; el reto que tenemos es el ritmo y la escala del cambio, porque estamos tratando de transformar, en realidad, economías enteras. Creo que hace falta valor para salir de nuestra zona de confort, porque realmente necesitamos transformación y, a menudo, en diferentes partes de la sociedad, eso no siempre es bienvenido. Pero, cuando trabajamos juntos en diferentes partes de la sociedad, tenemos más posibilidades de éxito.
A usted le tocó dirigir la negociación en torno a uno de los temas más controvertidos de todas las cumbres sobre el clima: el debate sobre pérdidas y daños. ¿Cuál cree que ha sido el cambio en esta COP con respecto a este tema?
Los países más vulnerables llevan tres décadas trabajando para que se establezcan las reglas para las pérdidas y los daños. Creo que el gran cambio que se produjo durante este año—que fue un cambio masivo—fue que los países desarrollados vieron que los impactos se estaban produciendo de una forma tan extrema, que ya no podíamos mirar hacia el otro lado. Si queríamos trabajar en solidaridad con las personas y los países más vulnerables de la Tierra, teníamos que responder de forma responsable. Y por eso la Unión Europea dio el paso de decir: ‘proponemos un fondo para los más vulnerables financiado por muchos’. Creo que fue un gran avance para esos países. En cuanto a lo que hará el fondo, creo que lo primero que hay que saber es que ahora se negociará a lo largo de este próximo año. También es un fondo que forma parte de un mosaico más grande, como se le ha llamado, porque hay brechas que tenemos que llenar a través de un fondo global, por ejemplo, las pérdidas no económicas, culturas que se pierden. Ya hay mucho sucediendo en cuanto a pérdidas y daños, así que creo que lo que es realmente importante es mirar lo que ya tenemos, cuáles son las brechas y cómo vamos a llenarlas, a través del fondo, sí, pero también otros mecanismos.
(Lea: Así entregarán las ayudas del Gobierno a familias damnificadas por lluvias)
¿Es optimista de cara a los detalles para crear el fondo que se concretará el año que viene?
Creo que va a ser una negociación muy intensa. La decisión de Sharm-El Sheik [en Egipto, en la COP27] dejó muy claro que no sólo pagarán los países industrializados. Sin embargo, aún no está claro cuáles serán. Tampoco está claro qué otras fuentes de financiación se van a nombrar, porque los daños que está produciendo el cambio climático son masivos y creo que está bastante claro que los presupuestos públicos por sí solos no van a ser capaces de cubrir esas carencias. Así que la otra parte de la decisión de la COP27 tiene que ver con qué otras fuentes de financiación innovadoras podría haber. Ese será también otro papel importante que deberán jugar las ONGs e institutos, para aportar ideas.
Lo que me hace albergar esperanzas es que, al final de la COP27, quizás se generó un poco de confianza entre los países más vulnerables y la Unión Europea y otros países desarrollados, en el sentido de que se dio un entendimiento de que los países desarrollados hablaron en serio y están dispuestos a actuar. Aunque no conocemos los detalles, tenemos una decisión de los principios, así que creo que será un gran reto, pero tengo la esperanza de que hay un grupo de países que, más allá de las fronteras y más allá de la división entre el norte y sur, pueda asegurarse de que este fondo se cree realmente para los más vulnerables y también de que se llene, tiene que llenarse. Un fondo vacío no hará nada por los más pobres y vulnerables del planeta.
¿Qué opciones alternativas de financiación le parecen más interesantes?
Estamos estudiando todas las opciones posibles. Creo que el Acuerdo Verde Europeo tiene algunas ideas, como el impuesto sobre las transacciones financieras. Europa tiene un principio muy fuerte de que quien contamina paga, se podría estudiar cómo hacer que esto cobre vida. Así que no estoy segura de lo que habrá, pero creo que está bastante claro que necesitamos otras nuevas alternativas de financiación. Y esta búsqueda no sólo se relaciona con obtener una financiación innovadora, sino que también forma parte de la decisión de la COP27 de reformar el sistema financiero internacional y los bancos multilaterales de desarrollo, que se crearon después de la Segunda Guerra Mundial y ya no son realmente adecuados para su propósito, en este momento. También se ha discutido la propuesta del canje de la deuda externa por acciones por la naturaleza y, de hecho, Colombia fue una de las voces más destacadas en cuanto a la necesidad de abordar esta cuestión.
(Lea: No se deje engañar: estos Parques Nacionales Naturales no estarán abiertos al público)
¿Cómo surgió la idea entre el gobierno colombiano y el alemán de hablar sobre la posibilidad de establecer una alianza?
Existe una larga historia de colaboración entre Colombia y Alemania desde hace muchos años, ya sea para tratar de detener la deforestación o la protección de los bosques. Pero creo que la idea surgió de escucharnos mutuamente, y de darnos cuenta de que tenemos un conjunto de objetivos comunes y que trabajar juntos sirve para que ambos países cumplan con sus metas, y ese encuentro significó que teníamos esta ventana de oportunidad en la que las estrellas se alineaban de una manera que unía a estos dos gobiernos progresistas. Después de hablar, quedó claro que juntos somos más fuertes y que Alemania tiene la responsabilidad y la disposición de preguntarse: ¿qué podemos aportar para apoyar a Colombia y su transformación en estos momentos con este Gobierno y los ambiciosos objetivos que tiene?
Y Alemania también puede beneficiarse, por ejemplo, si Colombia cumple sus objetivos en materia de energías renovables y es capaz de sustituir sus ingresos procedentes de combustibles fósiles por hidrógeno verde o ecoturismo. Eso también aporta muchos beneficios a Alemania, porque estamos transformando nuestra economía hacia una economía basada en las energías renovables y buscamos socios que sean fiables.
¿Qué lecciones puede aprender Colombia de la transición energética alemana?
Una, que Colombia ya está implementando, es el enfoque en tener una transición energética justa y la participación de los trabajadores y de las regiones que van a ser impactadas, que tendrán que pasar de un trabajo que ya tienen a algo nuevo. En segundo lugar, sentar a todo el mundo alrededor de la mesa, a empresas, sindicatos, gobernadores de los estados afectados, científicos, entre otros, para elaborar un plan. En Alemania esto se llamó la Comisión del Carbón, y creo que debimos haberlo hecho antes, esperamos demasiado.
En tercer lugar, pensar conjuntamente en lo social y lo ecológico, y creo que Colombia ya lo está haciendo, pero creo que es una lección que aprendimos por las malas. La otra recomendación es dejar muy claro cuáles son las alternativas laborales cuando se haga la transición, no hablar en teoría, sino indicar los tipos de trabajo que realmente serían una alternativa. Alemania ha pasado por diferentes transformaciones, teníamos una región en la que predominaba el carbón, ahora es una región de alta tecnología, pero fue una elección muy deliberada. Creo que esa es otra lección: ser muy deliberado en dónde ves las oportunidades para la gente y asegurarles que las escuchas.
Colombia puede beneficiarse del hecho de que las energías renovables han bajado drásticamente de costo. La última lección es que la energía renovable descentralizada no es solo para el cambio climático, sino que también es para tener un desarrollo más sostenible. Se trata de pensar qué podría significar proporcionar energía solar a un pueblo, a una casa, para los niños que tienen que estudiar por la noche o para reducir la contaminación, todas esas cosas hacen parte del debate. Creo que a veces las personas que se dedican a los detalles técnicos piensan que todo el mundo entiende esto, pero es comprensible que no sea así. Por lo que, en realidad, se debe participar activamente y aportar esos hechos y ejemplos a la historia sobre cuáles son los beneficios que pueden obtener las comunidades al apostar por un futuro descentralizado de energías renovables. Apostar por ellas se trata de construir la economía moderna y prepararse para el hecho de que no tenemos otra opción, tenemos que tener menos emisiones durante este tiempo.
Creo que hay que ser muy activo a la hora de presentar otros ejemplos e historias, porque el alarmismo es fácil. A veces es más sencillo hablar del problema que de la solución, y tenemos que dedicar tiempo a hacer realidad la solución.
Alemania lleva mucho tiempo financiando esfuerzos para detener la deforestación en la cuenca amazónica de Colombia, pero hemos visto que el problema no ha hecho más que aumentar. ¿Por qué seguir invirtiendo en estos esfuerzos que a veces parecen no funcionar?
Tenemos que seguir invirtiendo y trabajando juntos, porque mantener la Amazonia, detener la deforestación es fundamental para no perder de vista el objetivo de 1,5 ºC. Y, si no lo hacemos, puede desencadenar puntos de inflexión en los que las funciones clave de los bosques se pierdan para siempre. Pienso que una transición justa no es sólo en energía, sino también para la gente que vive en los bosques, que tengan medios de vida alternativos o fuentes de energía alternativas, para que no tengan que talar el bosque para mantener sus hogares o cocinar sus comidas. Es un compromiso a largo plazo, a veces tiene altibajos, pero creo que ahora tenemos una gran oportunidad con nuevos objetivos, con el nuevo gobierno aquí, el nuevo gobierno brasileño, y es urgente hacerlo, queremos ser un socio fiable para Colombia.
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En febrero de este año, el mundo del activismo ambiental recibió una sorpresiva noticia: Jennifer Morgan, directora ejecutiva de la ONG Greenpeace desde 2016, anunció su retiro del cargo para pasar a ser la viceministra de Relaciones Exteriores y comisionada para la Acción Climática Internacional de Alemania.
La decisión de Morgan fue cuestionada por algunas personas, que señalaron que había “cambiado de bandos”. Su respuesta entonces, y hoy, es que está cumpliendo el mismo objetivo al que se dedicaba en Greenpeace, desde una orilla distinta. Su meta, dice, es evitar que la temperatura mundial aumente por encima de 1.5°C para final del siglo o, al menos, que ese objetivo siga siendo una posibilidad. (Lea: MinAmbiente pidió a hidroeléctricas no realizar cierres de compuertas abruptos)
Desde su puesto en el gobierno alemán, una de sus tareas más importantes este año fue representar a su país en la cumbre de cambio climático anual más importante, la COP27, en Sharm el-Sheik, Egipto. Allí, Morgan estuvo encargada de liderar las negociaciones de uno de los temas más espinosos: la reparación económica a países más vulnerables por los “daños y pérdidas” que causa el cambio climático. Aunque era una petición que había sido bloqueada por más de tres décadas por los países con más recursos, finalmente se aprobó un fondo para cumplir con ese propósito.
Hace unas semanas, Morgan visitó Colombia para dialogar con los ministerios de Ambiente y de Relaciones Exteriores, sobre la posibilidad de establecer una alianza climática entre Alemania y Colombia. “Nosotros vemos a Colombia como un aliado en la transición energética y la protección de la biodiversidad”, señaló la viceministra.
En diálogo con El Espectador, Morgan habló sobre cómo se logró el acuerdo para crear el esperado fondo de pérdidas y daños en la COP27, las alternativas para traer más plata a las acciones climáticas y lo que Colombia podría aprender de la transición energética de Alemania, que empezó un tiempo atrás. (Lea: Etiquetas de impacto climático en la comida fomentan menor consumo de carne roja)
¿Hay puntos de encuentro entre lo que hizo en Greenpeace y lo que está haciendo ahora en el gobierno alemán?
Absolutamente. Los mayores puntos de encuentro son los objetivos. Toda mi vida profesional en la que he trabajado en cambio climático en diferentes ONG, incluida Greenpeace, ha consistido realmente en luchar por mantener el objetivo de 1,5 ºC a la vista y por una transformación de las economías que se alejen de los combustibles fósiles y se orienten hacia las energías renovables y la eficiencia energética. También, en trabajar por la solidaridad con las comunidades y los pueblos más vulnerables. Creo que eso es algo que traigo conmigo al Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania y que puedo poner en práctica desde allí, lo cual es un gran privilegio. Creo que eso es lo más importante. Al fin y al cabo, me preguntan mucho: ‘Eras activista y ahora estás en el gobierno, ¿qué significa eso? ¿Has cambiado de bando?’. Yo no lo veo como un cambio de bando. Lo veo como el uso de la diplomacia activista, porque como diplomática hay que escuchar, hay que comunicar, hay que crear coaliciones y eso es algo que también se hace en el mundo de las ONG.
(Lea: Denuncian fuerte sequía y mortandad de peces en la cuenca baja del río Sogamoso)
¿Qué efectos ha tenido la narrativa de ‘buenos’ y ‘malos’ al hablar sobre la acción climática?
No creo que sea tan blanco o negro. Hay personas que trabajan en todos los ámbitos de la sociedad, ya sea en el gobierno, en ONG o en empresas, que entienden la crisis climática en la que estamos inmersos y hacen todo lo posible por desempeñar su papel en la transformación de la sociedad. Y luego están los que, o bien tienen sus propios intereses y quieren aferrarse a un pasado del que tenemos que alejarnos, o tienen otras razones por las que no trabajan por la justicia climática o para mantener a la vista el objetivo de 1,5 ºC. Y creo que se trata realmente de unir a quienes trabajan por ese objetivo para construir poder, para construir la capacidad de transformar las sociedades. Creo que, en cierto modo, es inevitable que esto ocurra; el reto que tenemos es el ritmo y la escala del cambio, porque estamos tratando de transformar, en realidad, economías enteras. Creo que hace falta valor para salir de nuestra zona de confort, porque realmente necesitamos transformación y, a menudo, en diferentes partes de la sociedad, eso no siempre es bienvenido. Pero, cuando trabajamos juntos en diferentes partes de la sociedad, tenemos más posibilidades de éxito.
A usted le tocó dirigir la negociación en torno a uno de los temas más controvertidos de todas las cumbres sobre el clima: el debate sobre pérdidas y daños. ¿Cuál cree que ha sido el cambio en esta COP con respecto a este tema?
Los países más vulnerables llevan tres décadas trabajando para que se establezcan las reglas para las pérdidas y los daños. Creo que el gran cambio que se produjo durante este año—que fue un cambio masivo—fue que los países desarrollados vieron que los impactos se estaban produciendo de una forma tan extrema, que ya no podíamos mirar hacia el otro lado. Si queríamos trabajar en solidaridad con las personas y los países más vulnerables de la Tierra, teníamos que responder de forma responsable. Y por eso la Unión Europea dio el paso de decir: ‘proponemos un fondo para los más vulnerables financiado por muchos’. Creo que fue un gran avance para esos países. En cuanto a lo que hará el fondo, creo que lo primero que hay que saber es que ahora se negociará a lo largo de este próximo año. También es un fondo que forma parte de un mosaico más grande, como se le ha llamado, porque hay brechas que tenemos que llenar a través de un fondo global, por ejemplo, las pérdidas no económicas, culturas que se pierden. Ya hay mucho sucediendo en cuanto a pérdidas y daños, así que creo que lo que es realmente importante es mirar lo que ya tenemos, cuáles son las brechas y cómo vamos a llenarlas, a través del fondo, sí, pero también otros mecanismos.
(Lea: Así entregarán las ayudas del Gobierno a familias damnificadas por lluvias)
¿Es optimista de cara a los detalles para crear el fondo que se concretará el año que viene?
Creo que va a ser una negociación muy intensa. La decisión de Sharm-El Sheik [en Egipto, en la COP27] dejó muy claro que no sólo pagarán los países industrializados. Sin embargo, aún no está claro cuáles serán. Tampoco está claro qué otras fuentes de financiación se van a nombrar, porque los daños que está produciendo el cambio climático son masivos y creo que está bastante claro que los presupuestos públicos por sí solos no van a ser capaces de cubrir esas carencias. Así que la otra parte de la decisión de la COP27 tiene que ver con qué otras fuentes de financiación innovadoras podría haber. Ese será también otro papel importante que deberán jugar las ONGs e institutos, para aportar ideas.
Lo que me hace albergar esperanzas es que, al final de la COP27, quizás se generó un poco de confianza entre los países más vulnerables y la Unión Europea y otros países desarrollados, en el sentido de que se dio un entendimiento de que los países desarrollados hablaron en serio y están dispuestos a actuar. Aunque no conocemos los detalles, tenemos una decisión de los principios, así que creo que será un gran reto, pero tengo la esperanza de que hay un grupo de países que, más allá de las fronteras y más allá de la división entre el norte y sur, pueda asegurarse de que este fondo se cree realmente para los más vulnerables y también de que se llene, tiene que llenarse. Un fondo vacío no hará nada por los más pobres y vulnerables del planeta.
¿Qué opciones alternativas de financiación le parecen más interesantes?
Estamos estudiando todas las opciones posibles. Creo que el Acuerdo Verde Europeo tiene algunas ideas, como el impuesto sobre las transacciones financieras. Europa tiene un principio muy fuerte de que quien contamina paga, se podría estudiar cómo hacer que esto cobre vida. Así que no estoy segura de lo que habrá, pero creo que está bastante claro que necesitamos otras nuevas alternativas de financiación. Y esta búsqueda no sólo se relaciona con obtener una financiación innovadora, sino que también forma parte de la decisión de la COP27 de reformar el sistema financiero internacional y los bancos multilaterales de desarrollo, que se crearon después de la Segunda Guerra Mundial y ya no son realmente adecuados para su propósito, en este momento. También se ha discutido la propuesta del canje de la deuda externa por acciones por la naturaleza y, de hecho, Colombia fue una de las voces más destacadas en cuanto a la necesidad de abordar esta cuestión.
(Lea: No se deje engañar: estos Parques Nacionales Naturales no estarán abiertos al público)
¿Cómo surgió la idea entre el gobierno colombiano y el alemán de hablar sobre la posibilidad de establecer una alianza?
Existe una larga historia de colaboración entre Colombia y Alemania desde hace muchos años, ya sea para tratar de detener la deforestación o la protección de los bosques. Pero creo que la idea surgió de escucharnos mutuamente, y de darnos cuenta de que tenemos un conjunto de objetivos comunes y que trabajar juntos sirve para que ambos países cumplan con sus metas, y ese encuentro significó que teníamos esta ventana de oportunidad en la que las estrellas se alineaban de una manera que unía a estos dos gobiernos progresistas. Después de hablar, quedó claro que juntos somos más fuertes y que Alemania tiene la responsabilidad y la disposición de preguntarse: ¿qué podemos aportar para apoyar a Colombia y su transformación en estos momentos con este Gobierno y los ambiciosos objetivos que tiene?
Y Alemania también puede beneficiarse, por ejemplo, si Colombia cumple sus objetivos en materia de energías renovables y es capaz de sustituir sus ingresos procedentes de combustibles fósiles por hidrógeno verde o ecoturismo. Eso también aporta muchos beneficios a Alemania, porque estamos transformando nuestra economía hacia una economía basada en las energías renovables y buscamos socios que sean fiables.
¿Qué lecciones puede aprender Colombia de la transición energética alemana?
Una, que Colombia ya está implementando, es el enfoque en tener una transición energética justa y la participación de los trabajadores y de las regiones que van a ser impactadas, que tendrán que pasar de un trabajo que ya tienen a algo nuevo. En segundo lugar, sentar a todo el mundo alrededor de la mesa, a empresas, sindicatos, gobernadores de los estados afectados, científicos, entre otros, para elaborar un plan. En Alemania esto se llamó la Comisión del Carbón, y creo que debimos haberlo hecho antes, esperamos demasiado.
En tercer lugar, pensar conjuntamente en lo social y lo ecológico, y creo que Colombia ya lo está haciendo, pero creo que es una lección que aprendimos por las malas. La otra recomendación es dejar muy claro cuáles son las alternativas laborales cuando se haga la transición, no hablar en teoría, sino indicar los tipos de trabajo que realmente serían una alternativa. Alemania ha pasado por diferentes transformaciones, teníamos una región en la que predominaba el carbón, ahora es una región de alta tecnología, pero fue una elección muy deliberada. Creo que esa es otra lección: ser muy deliberado en dónde ves las oportunidades para la gente y asegurarles que las escuchas.
Colombia puede beneficiarse del hecho de que las energías renovables han bajado drásticamente de costo. La última lección es que la energía renovable descentralizada no es solo para el cambio climático, sino que también es para tener un desarrollo más sostenible. Se trata de pensar qué podría significar proporcionar energía solar a un pueblo, a una casa, para los niños que tienen que estudiar por la noche o para reducir la contaminación, todas esas cosas hacen parte del debate. Creo que a veces las personas que se dedican a los detalles técnicos piensan que todo el mundo entiende esto, pero es comprensible que no sea así. Por lo que, en realidad, se debe participar activamente y aportar esos hechos y ejemplos a la historia sobre cuáles son los beneficios que pueden obtener las comunidades al apostar por un futuro descentralizado de energías renovables. Apostar por ellas se trata de construir la economía moderna y prepararse para el hecho de que no tenemos otra opción, tenemos que tener menos emisiones durante este tiempo.
Creo que hay que ser muy activo a la hora de presentar otros ejemplos e historias, porque el alarmismo es fácil. A veces es más sencillo hablar del problema que de la solución, y tenemos que dedicar tiempo a hacer realidad la solución.
Alemania lleva mucho tiempo financiando esfuerzos para detener la deforestación en la cuenca amazónica de Colombia, pero hemos visto que el problema no ha hecho más que aumentar. ¿Por qué seguir invirtiendo en estos esfuerzos que a veces parecen no funcionar?
Tenemos que seguir invirtiendo y trabajando juntos, porque mantener la Amazonia, detener la deforestación es fundamental para no perder de vista el objetivo de 1,5 ºC. Y, si no lo hacemos, puede desencadenar puntos de inflexión en los que las funciones clave de los bosques se pierdan para siempre. Pienso que una transición justa no es sólo en energía, sino también para la gente que vive en los bosques, que tengan medios de vida alternativos o fuentes de energía alternativas, para que no tengan que talar el bosque para mantener sus hogares o cocinar sus comidas. Es un compromiso a largo plazo, a veces tiene altibajos, pero creo que ahora tenemos una gran oportunidad con nuevos objetivos, con el nuevo gobierno aquí, el nuevo gobierno brasileño, y es urgente hacerlo, queremos ser un socio fiable para Colombia.
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