“Los bonos de carbono son una nueva fiebre del oro”: Bernardo Strassburg

Cuando más de 190 países firmaron el acuerdo de biodiversidad más importante que existe de momento, en diciembre del año pasado, quedaron varias tareas pendientes para cumplir con 23 metas que han sido caracterizadas como “ambiciosas”. Una de ellas, la meta dos, le apunta a que, para el 2030, el 30 % de las áreas terrestres y marinas degradadas estén en proceso de ser restauradas.

Cuando más de 190 países firmaron el acuerdo de biodiversidad más importante que existe de momento, en diciembre del año pasado, quedaron varias tareas pendientes para cumplir con 23 metas que han sido caracterizadas como “ambiciosas”. Una de ellas, la meta dos, le apunta a que, para el 2030, el 30 % de las áreas terrestres y marinas degradadas estén en proceso de ser restauradas.

Cómo alcanzar este objetivo es una de las grandes preguntas que países como Colombia se están planteando ahora. Bernardo Strassburg, economista brasileño con doctorado en Ciencias Ambientales, es una de las personas que ha trabajado en pensar cómo realizar restauración a gran escala en varos de los bosques del mundo.

Es fundador del Instituto Internacional de Sostenibilidad y ha asesorado a gobiernos locales y nacionales en temas de conservación y restauración de bosques. En Brasil, por ejemplo, participó en la construcción del objetivo de restaurar 12 millones de hectáreas, como parte de su apuesta para mitigar el cambio climático.

A partir de esta experiencia, también fue invitado a colaborar en el desarrollo de lo que se convirtió en la meta dos del acuerdo de biodiversidad sobre restauración. En conversación con El Espectador, habló sobre algunas de las ideas principales detrás de este proceso y cómo, desde su experiencia como economista, ha desarrollado un “argumento comercial” para reforestar a gran escala. (Le puede interesar: Una “bolsa” global para salvar desde las jirafas hasta el oso andino)

Una de sus apuestas es la compañía re.green, que fundó en 2021, para alcanzar una “restauración ecológica a gran escala con base científica”, empezando en el bosque atlántico de Brasil. Su meta es restaurar un millón de hectáreas en ese país, lo que implicaría, más o menos, plantar unos mil millones de árboles.

¿Cómo surgió su interés por lo ambiental, siendo primero economista?

Desde el principio me he interesado por el medio ambiente y la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales mundiales y locales. En particular, me he centrado más en la biodiversidad.

Comprendí que, aunque la biodiversidad era mi principal preocupación, para financiarla era muy probable que los fondos procedieran del carbono, al menos en un primer momento. Eso estaba bien, porque muchas de las cosas que tenemos que hacer para el carbono, en lo que respecta a las soluciones basadas en la naturaleza, también beneficiarán a la biodiversidad. No es perfecto, y centro parte de mi investigación en dónde puede ir mal.

Si, por ejemplo, intentamos conservar y restaurar la naturaleza, pero solo pensamos en el carbono, es posible que dejemos de lado zonas muy importantes para la biodiversidad, que tienen un nivel de carbono relativamente bajo. Brasil tiene un bioma llamado Cerrado, en el centro de Brasil, que es un bioma de pastizales de sabana, increíblemente importante para la biodiversidad.

Es uno de los puntos calientes de la biodiversidad, pero no tiene mucho carbono en la superficie. Tiene mucho carbono subterráneo, pero de momento no se valora. Así que estas zonas podrían quedar fuera de las áreas prioritarias.

Y, si solo pensamos en el carbono, también podríamos hacer cosas tontas, como plantar árboles en lugares donde los árboles no pertenecen. Pero dicho esto, si prestamos mucha atención a los peligros de utilizar el carbono para financiar la conservación y la restauración, hay mucho potencial de sinergia.

La investigación que hemos mostrado aquí demuestra que muchas de las zonas aportan beneficios tanto para el carbono como para la biodiversidad, así como para las comunidades locales y el agua. Así que está bien que la financiación del carbono sea una parte importante del rompecabezas. Si la utilizamos con cuidado, probablemente podremos salvar o restaurar un 80 % de lo importante.

¿Se ha encontrado con mitos recurrentes sobre lo que significa la restauración?

Sí, sobre su costo. Creo que una cosa que siempre es importante decir es que la conservación, evitar perder el bosque u otros ecosistemas en primer lugar, sigue siendo lo más importante. Es el caso del Amazonas, donde la deforestación continúa. ¿Estamos restaurando el Amazonas? Sí.  Pero lo principal allí es la conservación, porque siempre es lo más rentable que se puede hacer.

Pero en muchas situaciones no es suficiente, como en el caso del bosque atlántico y otros muchos puntos calientes de todo el mundo. Y en realidad la definición de “puntos calientes” es un área que tiene mucha biodiversidad, pero que también ha perdido gran parte de su superficie.

En esos lugares se necesita la restauración, que suele ser más cara que la conservación. Pero no tiene por qué ser extremadamente caro, se trata de seleccionar el mejor método para cada situación. Entonces, sí, puedes plantar 1.500 árboles por hectárea, que es el método más caro,  y a veces es lo que hay que hacer.

Si llegas a una zona que ha sido completamente deforestada y gestionada de forma muy intensiva para la agricultura o la ganadería durante mucho tiempo, y casi no hay bosques alrededor, probablemente necesites el método más caro.

Pero también hay toda otra serie de métodos, como la regeneración natural asistida, donde básicamente dejas que la naturaleza sea, después de detener la causa de degradación que estaba allí, que puede ser la explotación ilegal de la madera o especies invasoras.  Así que eliminas ese factor de estrés y la naturaleza vuelve.  Eso es relativamente barato.

Otra de las razones por las que se piensa que la restauración es costosa es que, hasta el momento, en Brasil, Colombia, y la mayoría de lugares, los proyectos de restauración han sido relativamente pequeños. Escalar los proyectos termina ayudando a reducir los costos.

También tenemos mucho espacio para realizar mejoras y aprender más de la restauración, que es un proceso relativamente nuevo. Uno de mis objetivos en re.green es justamente ayudar a madurar el mercado de la restauración.

Como lo sabrá cualquier analista financiero, si algo tiene un alto costo, pero ganancias incluso mayores, entonces no hay un problema.  La gente se centra mucho en el costo de la restauración. Pero lo que he estado investigando durante 10 años es que podemos hacer un negocio viable de la restauración.

Sí, hay que invertir mucho.  Pero los beneficios son aún mayores, si se monetiza el carbono, si se impulsa una gestión sostenible de los bosques.

Lo otro importante es que la restauración lleva tiempo. Es importante planificar a largo plazo.  El 40 % de los proyectos de restauración fracasan porque no están bien planificados. El 0 % de los proyectos de restauración bien planificados fracasan.

Cuando dice que la restauración puede ser una inversión, ¿qué tipos de actividades traerían ganancias? ¿Los bonos de carbono?

También. En re.green conseguimos obtener rendimientos competitivos con dos tipos diferentes de ingresos.  Uno son los créditos de carbono, que yo prefiero llamar financiación del carbono, y la gestión sostenible de los bosques.  Puede ser la gestión sostenible de la madera o de productos forestales no madereros.

Cuando restauras un bosque tienes una ventaja para la gestión forestal sostenible. Hay una tercera fuente potencial de ingresos, que son los créditos o financiación de biodiversidad, donde esperamos que Colombia pueda jugar un rol, porque es el único país donde hay un mercado de bonos de biodiversidad establecido.

¿Qué opina sobre las críticas que existen en torno al mercado de los bonos de carbono?

Es una buena idea que puede salir mal.  A veces sale mal, pero la intención era buena y alguien cometió un error.  Bastantes veces sale mal, pero porque la intención no era la mejor.

En Brasil los llamamos los cowboys del carbono.  Es una nueva fiebre del oro. Ahora atrae a mucha gente que no está en esto por el medio ambiente ni por la gente.  Están en esto exclusivamente por las ganancias y entonces toman atajos.  Hacen cosas que no deberían hacer. Venden créditos de tierras que no les pertenecen.

Si se tiene una herramienta que ayude a proteger los bosques, a evitar el cambio climático y ayudar a la biodiversidad, creo que es una buena herramienta, que no deberíamos desechar sin más. Es complicado, pero este es un asunto muy importante para solo tener una visión simplista.

No todo es bueno o todo es malo. Así que vamos a resolverlo correctamente, con la ciencia y una política adecuada, un sector privado responsable, y ONGs que lo vigilen. Hay bellos ejemplos, donde puede funcionar.

¿Qué ha aprendido sobre cómo comunicar ciencia a los políticos y tomadores de decisiones?

Quizá el principal fallo de todo el espacio científico del cambio climático fue la comunicación.  Sabíamos que esto se avecinaba desde hace al menos cinco décadas. Y, desde entonces, se ha hecho muy, muy poco. La mayor parte se debe a los intereses del petróleo y el gas y otros sectores. Pero mucho también tuvo que ver con la manera que nos comunicamos, tuvimos que haberlo hecho de una forma más clara y explicar mejor el nivel de certeza que teníamos.

Una de las claves está también en alcanzar el justo equilibrio entre fatalidad y esperanza. A mí, personalmente, nunca me ha parecido complicado decir ambas cosas. Hablar de que el mundo se va al infierno y de que hay esperanza, ¿qué tiene eso de complicado?  Puedes hacerlo en una frase. Si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, el mundo se irá al infierno, pero conocemos soluciones para cada uno de los aspectos para cambiar esto y crear un mundo aún mejor que el que vivimos hoy.

Otra de las claves es dejar claro a la gente que no podemos orientarnos a corto plazo. Los impactos climáticos se verán mayormente en más tiempo, y puede que tengamos que sacrificarnos un poco ahora, pero es, sin duda, lo que debemos hacer.

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