“Los elefantes también tienen sus propias culturas”: Paula Kahumbu
La científica de Kenia Paula Kahumbu lleva estudiando elefantes por más de 30 años. En conversación con El Espectador, habló sobre el ingenio de estos animales para adaptarse a condiciones difíciles, lo que ha aprendido sobre su lucha en contra del comercio ilegal de marfil y del nuevo documental de National Geographic sobre los secretos de las culturas únicas de los elefantes.
María Camila Bonilla
La bióloga y ecóloga Paula Kahumbu es una de las conservacionistas kenianas más reconocidas. Es PhD de la Universidad de Princeton y experta en elefantes. Su trabajo para detener el comercio ilegal del marfil de estos mamíferos y proteger especies en peligro en África ha sido valorado en varias oportunidades. En 2021, le otorgaron el premio Whitley Gold por su “contribución destacada a la conservación”.
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La bióloga y ecóloga Paula Kahumbu es una de las conservacionistas kenianas más reconocidas. Es PhD de la Universidad de Princeton y experta en elefantes. Su trabajo para detener el comercio ilegal del marfil de estos mamíferos y proteger especies en peligro en África ha sido valorado en varias oportunidades. En 2021, le otorgaron el premio Whitley Gold por su “contribución destacada a la conservación”.
Kahumbu fue una de las personas claves detrás del documental Secretos de los Elefantes, que lanza Diney+ este 22 de abril. Guió al equipo de productores por distintos ecosistemas, en los que registraron a varias familias de estos animales, así como individuos solitarios, que navegan y se adaptan a condiciones cada vez más extremas y cambiantes.
A medida que el cambio climático se intensifica, los desafíos cotidianos que deben enfrentar los grupos de elefantes también se hacen más complejos. Una de las situaciones que mejor ejemplifica esto es la de los elefantes del Desierto del Namib. Las largas temporadas de intensas sequías en la región han hecho que cada vez sea más difícil para los animales conseguir agua. Durante unos ocho años, ninguna cría ha logrado sobrevivir más de seis meses después de nacer. (También puede leer: La inquietante situación que muestra el Mapa Mundial del Agua)
Kahumbu habló en El Espectador sobre su trabajo sobre el comportamiento de estos animales y los desafíos que están enfrentando.
Creció rodeada de vida salvaje. ¿Hubo algún momento concreto en el que empezara a interesarse por el estudio de esa fauna?
Siempre me interesó la naturaleza. Tenía un vecino increíble, Richard Leakey (paleoantropólogo y conservacionista keniano) quien siempre estaba disponible como una enciclopedia andante. Pero no fue hasta que terminé el bachillerato, y fui a un seminario de uno de nuestros parques naturales, llamado Kora, que fue donde vivió el conservacionista George Adamson, que realmente me decidí. Hubo una presentación e inmediatamente supe la vida que quería tener. Todos eran científicos británicos, no había ninguno de Kenia. Inmediatamente, fui a donde Leakey, él era el director general de los museos, y le dije que quería ir a trabajar para George Adamson, y eso fue todo.
Así que tuvo un golpe de suerte, viviendo al lado de Leakey…
Sí, él vivía en la calle opuesta a mi familia. Pero fue más que, en mi vida, como una niña y creciendo en la escuela, hice muchas cosas en las que tenía esta curiosidad. Pero no fue hasta que vi científicos y lo que estaban haciendo en campo, que me di cuenta: eso es lo que quiero ser, quiero ser una científica. Entonces fui, toqué a la puerta, y pedí ser una científica. Muchas personas jóvenes no harían eso, ni soñarían en tocar la puerta de alguien muy poderoso.
Su investigación doctoral fue sobre elefantes. ¿Por qué escogió estos animales?
Antes yo no pensaba que investigaría elefantes, porque, cuando era joven, tenían muchos problemas, había mucha caza furtiva. Hice mi investigación inicial sobre monos, así como mi trabajo de maestría. Y, cuando se trató de buscar un proyecto para mi doctorado, se me permitió explorar lo que yo quisiera, así que analicé muchas cosas, fui a varios lugares. Cuando fui a Amboseli, en Kenia, que es un oasis increíble en el sur del país, donde los investigadores han estado estudiando elefantes por más tiempo en todo el mundo, estuve con dos científicas, Soila Sayialel y Norah Njiraini, quienes estaban estudiando elefantes. Ellas manejaban en un Land Rover, con un archivo gigante y fotografías de los elefantes, y en una hoja marcaban qué elefantes estaban ahí, cuáles estaban ausentes. No se sentía como si estuviéramos investigando, se estaban divirtiendo mucho.
Se reían, molestaban llamando a los elefantes. Y me contaban: este elefante lleva tres días sin venir, y su mamá ha estado molesta. Había mucho drama e historias alrededor de estos animales. Ahí me enamoré de la idea de estudiar a los elefantes, porque no se trataba solo de investigar por el hecho de hacerlo; había mucho entretenimiento asociado a trabajar con estos animales increíbles. Me imagino que, si uno fuera a investigar, por ejemplo, cebras, estarían comiendo, caminando, pero sin interactuar contigo. Estos elefantes estaban, claramente, muy conscientes de las científicas, podían escuchar sus voces, venían al carro, las miraban… Su inteligencia es fascinante, eso fue lo que me interesó.
Desde entonces, ¿ha cambiado su perspectiva sobre las amenazas más grandes que enfrentan estos animales?
Sí, cuando empecé mi doctorado los elefantes se estaban recuperando de la caza furtiva y, después, hubo toda esta amenaza del resurgimiento del comercio de marfil, pasé muchos años luchando en contra de eso. Pero hoy su problema se trata más de la pérdida o degradación de su hábitat; hay mucha fragmentación de sus entornos, el cambio climático está afectando mucho a los elefantes, y eso requiere otro tipo de herramientas.
No podemos salvar a los elefantes solamente eliminando a cazadores furtivos, tenemos que mantener grandes entornos para ellos, rehabilitar estos lugares, reconectar los parques nacionales entre ellos.
Desde su trabajo, ¿qué ‘secretos’ de los elefantes han capturado su atención?
Al estudiar elefantes, he encontrado muchas cosas maravillosas. Pero, cuando estábamos grabando Secretos de los Elefantes, captamos cosas impresionantes por primera vez. Por ejemplo, cuando estábamos grabando a los elefantes macho en Amboseli, los vimos, literalmente, empujar un árbol para dejarle esa comida a hembras y a las crías.
Esto sugiere que tienen un sentido real de lo que tienen que hacer: darle espacio a las hembras y los bebés, apuestan por una buena relación en el futuro, lo que significa que pueden pensar en el futuro. Y el macho que es el más favorecido de todos no es el más vistoso, el más agresivo, el más dramático ni el más fuerte: es el macho que es más ‘caballeroso’. Es decir, el elefante más amable, gentil, calmado es el más popular de todos y el más exitoso en la reproducción.
Esa fue una lección muy grande para mí. Cuando estábamos en Zimbabue fue increíble ver a los elefantes bajando por los acantilados, usando su trompa para ayudarlos a medir a dónde debían ir, en dónde era seguro pisar. Vi cosas que no habría podido imaginar. Estudiamos estos animales en Kenia y pensamos que aplica para todos los lugares, pero no. Los elefantes tienen sus propias culturas. En cada uno de los lugares a los que fuimos, los elefantes se comportaron de una forma única.
Ha trabajado en detener el comercio de marfil. ¿Qué lecciones ha aprendido de las campañas que ha hecho para abordar lo que puede ser un problema difícil de monitorear?
Para ser honesta, abordar el comercio de marfil es probablemente más fácil que manejar otros desafíos. Solo es difícil en el sentido de que los criminales son peligrosos y te pueden hacer daño. El comercio de marfil es un negocio muy lucrativo: en un momento, el kilo de marfil valía miles de dólares, y el tipo de personas involucradas eran el peor tipo de personajes porque no se trata de criminales especializados. Eran los mismos criminales que comercian con otros bienes ilícitos, ya sea armas o drogas, para ellos el marfil es solo un producto. Y están usando la misma red, las mismas líneas de transporte.
Así que son muy difíciles de desmantelar, porque están atrincherados en un sistema muy corrupto y pueden aniquilar elefantes. Son gente muy astuta. Solo van a lugares donde pueden matar muchos elefantes. No les interesa uno o dos, necesitan miles para que esto tenga sentido comercial.
Pero la lección principal que aprendí es que si puedes ganar los corazones y mentes de las personas, y puedes evocar suficiente indignación pública, el gobierno va a tener que responder y reaccionar. Lo que logramos en mi país, quemar el marfil, cambiar las leyes que crearon nuevos sistemas judiciales, formar fiscales, poner a la gente entre rejas, todo esto fue posible gracias al comercio de marfil, nadie se habría interesado en estos temas. Aprendí que si se hubiera tratado, por ejemplo, de aves, la gente no se lo habría tomado tan en serio. Los elefantes son animales que evocan muchas emociones e interés. Contar la historia de elefantes como individuos, no solo como especie, que tienen sentimientos y familias, nos ayudó a ganar mucho apoyo en el gobierno y personas de Kenia.
De modo que, al final de la última epidemia de caza furtiva, los elefantes de Kenia estaban prácticamente intactos. Al lado, en Tanzania, perdieron casi el 80% de sus elefantes.
Al hablar de la conservación, se tiende a referir el futuro de las especies. ¿Cuál es la mejor manera de involucrar a las personas para que reconozcan los riesgos actuales de estas especies?
Para mí, realmente, lo que necesitamos es un cambio generacional, de mano de la educación. Muchos de los adolescentes de todo el mundo no se van a involucrar realmente en algunos de los temas, pero cuando llevamos este contenido a las aulas de clase, con niños de tan solo cuatro o años, podemos crear un cambio generacional, porque crecen con una conexión real con estos problemas, pero también con una sensación real de agencia para resolverlos.
Por medio de un programa llamado Wildlife Warriors Kids, vamos a los salones de clase con películas, enseñamos a profesores, los llevamos al campo, llevamos a los niños a expediciones y les damos estas increíbles experiencias prácticas, como las que yo tuve cuando era niña.
La conservación no está en nuestro sistema educativo, no está en el currículo, así que esta es la única manera en la que podemos cambiar corazones y mentes, que yo creo que es llevando a los niños a estas áreas naturales y dándoles experiencias que nunca olvidarán. Y es que eso fue lo que causó que yo me interesara tanto por la naturaleza, fue mi exposición a una edad muy temprana, cuando tenía unos cinco años.
Al final del año pasado, se alcanzó un acuerdo ‘histórico’ para la biodiversidad en la COP15. ¿Cómo se siente sobre los objetivos planteados ahí?
Siempre tengo esperanzas. No sé si le creo a todo el mundo, tampoco habrá una solución milagrosa, pero siempre las tengo. Creo que habrá muchas soluciones y formas de hacer las cosas. Muchas de las decisiones que se toman en las conferencias se adoptan por personas que no tienen conexión a lo que ocurre en terreno.
Imagina que eres un agricultor en una zona rural de África y los elefantes entran en tu granja y se comen todas tus patatas. Lo que pase en Montreal (donde se hizo la COP) no tiene mucha importancia. Es difícil apreciar ese tipo de acuerdos desde el campo. Por eso creo que necesitamos un enfoque diferente. Tenemos que trabajar, especialmente, con las comunidades que están adyacentes a las áreas protegidas, adyacentes a los parques nacionales y llevarles los beneficios de la conservación. Nadie va a salvar a los elefantes o leones o cualquier especie en peligro si están perdiendo dinero.
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