Los más afectados por la contaminación del aire en Bogotá
Las personas de menores ingresos que viven en la periferia de Bogotá y se movilizan en transporte público son quienes más están expuestas a contaminantes como el material particulado PM 2,5, el carbono negro y el monóxido de carbono. Renovar la flota de buses es solo uno de los pasos para disminuir este riesgo.
A las 5:30 a.m., Mery Morante sale de su casa en el barrio Bilbao, en la localidad de Suba, en el norte de Bogotá. Trabaja en el municipio vecino de Cajicá como niñera de lunes a viernes. Para llegar hasta allí, lo primero que debe hacer es esperar el alimentador que la llevará en 40 minutos al portal de Suba. En este punto toma la ruta B50 de Transmilenio, que la deja en la estación de la calle 161. En este lugar se sube a otro bus que la lleva hasta el Portal del Norte.
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A las 5:30 a.m., Mery Morante sale de su casa en el barrio Bilbao, en la localidad de Suba, en el norte de Bogotá. Trabaja en el municipio vecino de Cajicá como niñera de lunes a viernes. Para llegar hasta allí, lo primero que debe hacer es esperar el alimentador que la llevará en 40 minutos al portal de Suba. En este punto toma la ruta B50 de Transmilenio, que la deja en la estación de la calle 161. En este lugar se sube a otro bus que la lleva hasta el Portal del Norte.
Este trayecto le toma a Mery una hora más. Sin embargo, su viaje no termina ahí. Para llegar finalmente a Cajicá debe tomar un bus de servicio intermunicipal, en el que demora otros 40 minutos. A eso de las 8:00 a.m., llega a su trabajo. A las 5:30 de la tarde, inicia su recorrido para volver a casa. (Lea: La deuda de los buques y el sector marítimo con el cambio climático)
Durante el tiempo que gasta Mery está expuesta a concentraciones de varios contaminantes que hay en el aire. Esta situación no le ocurre solo a ella y a las personas que a diario usan este medio de transporte en la capital de Colombia. El 40 % de las ciudades de América Latina tienen concentraciones por encima de las pautas de calidad del aire (AQG) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), específicamente de material particulado PM 2,5, unas partículas de contaminación que son incluso más pequeñas que el grosor de un cabello y pueden incluir sustancias químicas orgánicas, polvo, hollín y metales.
Los viajeros están expuestos repetidamente a estos contaminantes debido a su cercanía con las emisiones relacionadas con el tráfico. Sin embargo, las personas que viven en las zonas más vulnerables de Bogotá, específicamente en la periferia, y que, además, usan a diario los buses del sistema de transporte público son quienes más están expuestas no solo al PM 2,5, sino al carbono negro y al monóxido de carbono.
Esa fue la conclusión a la que llegó una investigación realizada por Luis Ángel Guzmán, Olga Sarmiento, Ricardo Morales y Carlos Beltrán, profesores de la Universidad de los Andes, quienes analizaron las desigualdades que hay en las exposiciones a estos contaminantes en un viaje típico, dependiendo del medio de transporte y del lugar donde viven.
“Lo que hace desigual a Bogotá básicamente es que la gente de menores ingresos vive en zonas muy densas, en la periferia, donde casi no hay oportunidades laborales, ni educación superior. Muchos tienen que trasladarse hasta el borde oriental, donde están la mayoría de universidades y la mayor concentración de empleo. Todas esas personas vienen a la misma hora, por los mismos corredores, al mismo tiempo. Eso causa congestión, mayores demoras y esos patrones de viaje tienen unas implicaciones en mayor consumo de contaminación”, explica Guzmán, Ph. D. en Sistemas de Ingeniería Civil y Planificación de Transporte Urbano.
Según el docente, en estos viajes las personas pueden inhalar en promedio 226 microgramos de material particulado. Sin embargo, hay personas que alcanzan hasta los 1.600 microgramos al día. El nivel recomendado por la OMS no debería superar los 15 microgramos por metro cúbico diarios.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores estudiaron los patrones de viaje de Bogotá y 17 municipios vecinos, que en 2018 tenían una población de 8,9 millones de personas, de los cuales el 81 % vivía en la capital del país. En el análisis tuvieron en cuenta datos como la identificación del hogar, el viaje, la ubicación, el modo de transporte principal, el tiempo de viaje y la información socioeconómica (rango de ingresos, nivel educativo, edad y género).
“En Bogotá, el 86 % de los usuarios del transporte público vive en zonas de estratos 1, 2 y 3. Solamente al montar en bus y hablando de material particulado, pueden inhalar cerca de 226 gramos de contaminantes. Eso es un montón, y lo inhalan más del 70 % de los viajeros”, agrega Guzmán. (Lea: Aguacate hass, de un éxito en el Super Bowl a posible riesgo para un lorito colombiano)
De acuerdo con el informe Bogotá Cómo Vamos 2019, el 35 % de los bogotanos utiliza Transmilenio; 16 %, el Sistema Integrado de Transporte Público; 13 %, vehículo particular; 9 %, bicicleta; 8 %, motocicleta, y 3 %, taxi. Es decir, que más del 50 % utiliza el transporte público como su principal medio de transporte.
Si bien los más expuestos son quienes utilizan el sistema de transporte público, debido a que los contaminantes se concentran más en estos espacios cerrados, alrededor del 20 % de la población, independientemente de su grupo de ingresos, está expuesto a altos contaminantes durante sus viajes diarios.
¿Qué consecuencias trae para la salud exponerse a estos contaminantes?
Como dice la investigadora Olga Sarmiento, Ph. D. en Epidemiología y directora del grupo de Epidemiología de la Universidad de los Andes (Epiandes), esta situación es un serio problema de salud pública. “La contaminación del aire está asociada con muertes prematuras, exacerbación de cuadros respiratorios, sobre todo en las poblaciones más vulnerables, como son los niños y los adultos mayores, y también a enfermedades cardiovasculares”, explica.
De hecho, los efectos de la contaminación del aire se asocian a 6,7 millones de muertes prematuras cada año. Se estima que en 2019 la contaminación en exteriores provocó 4,2 millones de muertes prematuras en todo el mundo, el 89 % se registraron en países de ingresos bajos y medianos, de acuerdo con los datos de la OMS. (Lea: Erika López, guardiana de Malpelo, recibe importante reconocimiento internacional)
Aunque caminando las personas pueden estar más expuestas a los contaminantes, Sarmiento explica que “el ejercicio mejora el componente cardiovascular. Estudios han mostrado que los beneficios de la actividad física se sobreponen a los efectos que podría hacer el daño por la contaminación del aire”.
Pero ¿qué más se debería hacer para disminuir esta exposición? Bogotá tiene 1.485 buses eléctricos, un paso importante para lograr esa reducción. “Eso significa tener cerca del 13 % de nuestra flota con modo eléctrico, que se complementa con más de 3.000 buses que funcionan con gas. Le apostamos a la disminución de emisiones en el transporte público”, asegura Orlando Santiago Cely, gerente general de Transmilenio.
Aunque esto mejora el panorama, los investigadores resaltan que se necesitan más acciones. “Hay que controlar las emisiones de las motocicletas”, indica el profesor Guzmán. “Eso le corresponde al Congreso. Es un tema complicado, que ya se logró para los carros, pero no se ha logrado para los camiones, por ejemplo. También es necesario renovar la flota de los camiones de carga, que es muy vieja”.
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