Los nuevos líderes contra el cambio climático están dentro de los hospitales
Médicas, médicos y enfermeras serán los profesionales que, de nuevo, estarán en primera línea frente a los estragos que el deterioro ambiental deja en la salud humana. Esto, a pesar de que el sector salud es el responsable del 4,4 % de las emisiones globales. Una estrecha relación.
María Mónica Monsalve S. / @mariamonic91
Hubo una época en que se sintió sola en su objetivo. Cada vez que hablaba de cambio climático en los pasillos de los hospitales, con sus colegas o con los pacientes, lo que Doriam Camacho, doctora en enfermería, recibía era escepticismo; pero el tiempo le dio la razón: la crisis climática se está convirtiendo en una de las principales causas de las emergencias médicas. Y el personal de salud, así como ha sucedido con el coronavirus, es la primera línea que deberá atender sus impactos.
Desde el 2015 Doriam hace parte del Nurses Climate Challenge, una alianza mundial de enfermeras que son también activistas climáticas. Se reúnen con políticos para convencerlos de tomar acción, movilizan a los directores de centros de salud para que mitiguen sus emisiones, pero, sobre todo, educan a pacientes y colegas sobre las intrigantes relaciones que hay entre nuestra salud y el cambio climático. ¿Por qué ellas? Doriam lo tiene claro. Porque son las que más contacto tienen con personas. “Solo al hablar de planificación con los pacientes estamos teniendo un impacto grande, pues está demostrado que tener un hijo menos es lo que más puede disminuir nuestra huella individual”, cuenta la enfermera desde Santa Marta, donde trabaja como decana de la Facultad de Enfermería de la Universidad Cooperativa de Colombia. Este año, además, esta universidad se convirtió en la primera institución no estadunidense en hacer parte del Nurses Climate Challenge.
Doriam ya encontró su nicho. Uno que está creciendo cada vez más: el de médicas, médicos y enfermeras que están alertando sobre la crisis climática. Según cuenta Shanda Demorest, quien lidera la alianza desde Estados Unidos, una encuesta que hizo Gallup en ese país reveló que la enfermería es la profesión en la que más confían las personas; no los políticos, los profesores ni los periodistas, si a eso vamos. “Por esto es necesarios que seamos nosotros los que marquemos el camino”, agrega. Así, la relación entre la salud y el medio ambiente se hace cada vez más estrecha.
Le puede interesar: COVID-19: los retos en protección del medio ambiente
En Reino Unido el sistema de salud —llamado NHS, responsable de del 4 al 5 % de las emisiones del país— se puso la misión de ser carbono cero para 2050. Allí el personal médico ya se mezcla con el del sector ambiental.
La semana pasada, con el telón de fondo de unas elecciones presidenciales que podrán poner en jaque al clima, en Estados Unidos 4.300 enfermeras y médicos firmaron una carta abierta pidiéndoles a sus pacientes que los ayudaran a protegerlos eligiendo líderes a quienes les importara el cambio climático.
Los médicos que les dieron la razón a los “hippies”
En su libro Enviromedics, los doctores Jay Lemery y Paul Auerbach hacen una serie de analogías que dan mucha claridad sobre el problema. “La obesidad conduce a la diabetes; el alcohol, a la enfermedad hepática. Las picaduras de mosquitos provocan la infección por el virus zika. Todos tienen una causa y un efecto”. Por esta misma lógica, el cambio climático causaría hasta 250.000 muertes al año. No es la primera vez que un grupo de médicos se para en esta tarima ambiental. The Lancet, una de las revistas médicas más reconocidas, ya lo había dicho, cuando advirtió en el 2009 que el “cambio climático es la mayor amenaza de este siglo a la salud a escala global”.
Además, con la creación de The Lancet Countdown, un equipo multidisciplinario dedicado a investigar la relación entre cambio climático y salud, se ha avisado por qué se trata de un asunto de salud pública. Un niño que naciera hoy, comentaron en el 2019, vivirá en un mundo con una temperatura 4 °C más alta que la media preindustrial. Traducido al día a día, esto significa que ese futuro niño tendrá más probabilidad de sufrir diarreas severas o contraer dengue; en su adolescencia respirará uno de los aires más contaminados jamás registrados y sus abuelos estarán sometidos a intensas olas de calor. “En el 2018, las personas mayores de 65 años sufrieron 220 millones de exposiciones a olas de calor, batiendo el récord anterior de 209 millones en 2015”, dice el informe para tener una idea. Solo hacer el recuento resulta agotador.
Aunque Lemery y Auerbach escribieron su libro en 2017, dijeron algo que hoy, con la pandemia, cobró mucha relevancia “Somos los doctores en primera línea que todos los días ven las repercusiones médicas que el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad tienen en la salud humana”. El COVID-19 ya se convirtió en la repercusión más evidente. “No hay gran misterio sobre la causa de la pandemia del COVID-19 o de cualquier pandemia moderna”, comentó Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance. “Las mismas actividades humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad también generan riesgo de pandemia a través de sus impactos en nuestro medio ambiente”. Proteger la naturaleza es la única forma de evitar más pandemias. (Lea: Detener pérdida ambiental es 100 veces más barato que recuperarse de una pandemia)
Cuando salvar vidas también implica afectar a otros
Al entrar a un hospital es poco probable que uno se pregunte qué tantos recursos se están gastando. Se trata de escenarios que van a un ritmo tan acelerado que no hay tiempo para las dudas. Pero en 1996 un grupo de médicos y enfermeros estadounidenses se dieron cuenta de que cuando salvaban vidas también estaban incrementando el riesgo de producir enfermedades. Los desechos de clínicas y hospitales, al ser incinerados, emitían dioxinas, uno de los cancerígenos más potentes. Los hospitales y clínicas, al final, estaban lejos de ser templos de la salud.
Esto dio pie para que se creara la organización Salud sin Daño. A pesar de que sus luchas son varias, como disminuir los residuos de mercurio del sector salud, en los últimos dos años han unido fuerzas para que los hospitales sean parte de la lucha climática. “Un estudio que realizamos con la firma Arup en 2019 encontró que la huella climática del sector salud equivale al 4,4 % de las emisiones globales netas y que el 71 % de esta huella climática es atribuible a su cadena de suministro”, comenta Antonella Risso, gerente técnica internacional para cambio climático de Salud sin Daño. En otras palabras, esto significa que si el sector salud fuera un país, sería el quinto país emisor del mundo. O si se quiere tener más claridad, que lo que emite el sector es equivalente a 514 centrales eléctricas de carbón.
Pero Salud sin Daño no es el único que lo dice. Una investigación publicada en octubre de este año en el British Medical Journal cuenta que estas emisiones a escala global varían del 4 al 5 % de las emisiones globales (ver infografía), dando así una alerta de que se necesita crear un camino más sostenible para el sector. Recomiendan, por ejemplo, tener mejores líderes y gerentes con un énfasis de sostenibilidad en clínicas y hospitales, medir la huella de carbón de cada complejo, preferir energía renovables y que se consuma más comida local dentro de los hospitales.
En Colombia, según el Ministerio de Salud, aunque no hay un estudio que haya medido las emisiones del sector, sí se está trabajando en un Plan Integral de Gestión de Cambio Climático del Sector Salud con el apoyo del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y del DNP, en el cual se tendrán en cuenta tanto la mitigación como la adaptación. De hecho, en la actualización de las contribuciones determinadas a escala nacional (NDC), —como han sido bautizados los compromisos que hizo Colombia ante el Acuerdo de París—, el Ministerio de Salud tendrá un rol importante. Hay un compromiso que abarca el vínculo del cambio climático y la salud pública, donde, específicamente, se explorará cómo mejorar la calidad del aire. Se estima que la mala calidad del aire causó la muerte de 15.681 personas en Colombia en 2016, según estimaciones del Instituto Nacional de Salud.
En el país, además, más de 300 miembros entre hospitales, centros y puestos de salud, y sistemas como la Secretaría de Salud de Cali, la Secretaría de Salud de Cundinamarca y el Ministerio de Salud, hacen parte del Salud sin Daño, comenta Claudia Paz, asistente técnica de proyectos para América Latina de la organización.
Y es que, como dice otro artículo también publicado en el British Medical Journal, el cambio climático se está convirtiendo en una limitación para acceder a la salud. Los que estarán en primera línea, de nuevo, son los médicas, médicos y enfermeras. Los objetivos entre el medio ambiente y la salud son cada vez más parecidos: tienen una agenda común. El tiempo ya le dio la razón a la enfermera Doriam Camacho.
Hubo una época en que se sintió sola en su objetivo. Cada vez que hablaba de cambio climático en los pasillos de los hospitales, con sus colegas o con los pacientes, lo que Doriam Camacho, doctora en enfermería, recibía era escepticismo; pero el tiempo le dio la razón: la crisis climática se está convirtiendo en una de las principales causas de las emergencias médicas. Y el personal de salud, así como ha sucedido con el coronavirus, es la primera línea que deberá atender sus impactos.
Desde el 2015 Doriam hace parte del Nurses Climate Challenge, una alianza mundial de enfermeras que son también activistas climáticas. Se reúnen con políticos para convencerlos de tomar acción, movilizan a los directores de centros de salud para que mitiguen sus emisiones, pero, sobre todo, educan a pacientes y colegas sobre las intrigantes relaciones que hay entre nuestra salud y el cambio climático. ¿Por qué ellas? Doriam lo tiene claro. Porque son las que más contacto tienen con personas. “Solo al hablar de planificación con los pacientes estamos teniendo un impacto grande, pues está demostrado que tener un hijo menos es lo que más puede disminuir nuestra huella individual”, cuenta la enfermera desde Santa Marta, donde trabaja como decana de la Facultad de Enfermería de la Universidad Cooperativa de Colombia. Este año, además, esta universidad se convirtió en la primera institución no estadunidense en hacer parte del Nurses Climate Challenge.
Doriam ya encontró su nicho. Uno que está creciendo cada vez más: el de médicas, médicos y enfermeras que están alertando sobre la crisis climática. Según cuenta Shanda Demorest, quien lidera la alianza desde Estados Unidos, una encuesta que hizo Gallup en ese país reveló que la enfermería es la profesión en la que más confían las personas; no los políticos, los profesores ni los periodistas, si a eso vamos. “Por esto es necesarios que seamos nosotros los que marquemos el camino”, agrega. Así, la relación entre la salud y el medio ambiente se hace cada vez más estrecha.
Le puede interesar: COVID-19: los retos en protección del medio ambiente
En Reino Unido el sistema de salud —llamado NHS, responsable de del 4 al 5 % de las emisiones del país— se puso la misión de ser carbono cero para 2050. Allí el personal médico ya se mezcla con el del sector ambiental.
La semana pasada, con el telón de fondo de unas elecciones presidenciales que podrán poner en jaque al clima, en Estados Unidos 4.300 enfermeras y médicos firmaron una carta abierta pidiéndoles a sus pacientes que los ayudaran a protegerlos eligiendo líderes a quienes les importara el cambio climático.
Los médicos que les dieron la razón a los “hippies”
En su libro Enviromedics, los doctores Jay Lemery y Paul Auerbach hacen una serie de analogías que dan mucha claridad sobre el problema. “La obesidad conduce a la diabetes; el alcohol, a la enfermedad hepática. Las picaduras de mosquitos provocan la infección por el virus zika. Todos tienen una causa y un efecto”. Por esta misma lógica, el cambio climático causaría hasta 250.000 muertes al año. No es la primera vez que un grupo de médicos se para en esta tarima ambiental. The Lancet, una de las revistas médicas más reconocidas, ya lo había dicho, cuando advirtió en el 2009 que el “cambio climático es la mayor amenaza de este siglo a la salud a escala global”.
Además, con la creación de The Lancet Countdown, un equipo multidisciplinario dedicado a investigar la relación entre cambio climático y salud, se ha avisado por qué se trata de un asunto de salud pública. Un niño que naciera hoy, comentaron en el 2019, vivirá en un mundo con una temperatura 4 °C más alta que la media preindustrial. Traducido al día a día, esto significa que ese futuro niño tendrá más probabilidad de sufrir diarreas severas o contraer dengue; en su adolescencia respirará uno de los aires más contaminados jamás registrados y sus abuelos estarán sometidos a intensas olas de calor. “En el 2018, las personas mayores de 65 años sufrieron 220 millones de exposiciones a olas de calor, batiendo el récord anterior de 209 millones en 2015”, dice el informe para tener una idea. Solo hacer el recuento resulta agotador.
Aunque Lemery y Auerbach escribieron su libro en 2017, dijeron algo que hoy, con la pandemia, cobró mucha relevancia “Somos los doctores en primera línea que todos los días ven las repercusiones médicas que el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad tienen en la salud humana”. El COVID-19 ya se convirtió en la repercusión más evidente. “No hay gran misterio sobre la causa de la pandemia del COVID-19 o de cualquier pandemia moderna”, comentó Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance. “Las mismas actividades humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad también generan riesgo de pandemia a través de sus impactos en nuestro medio ambiente”. Proteger la naturaleza es la única forma de evitar más pandemias. (Lea: Detener pérdida ambiental es 100 veces más barato que recuperarse de una pandemia)
Cuando salvar vidas también implica afectar a otros
Al entrar a un hospital es poco probable que uno se pregunte qué tantos recursos se están gastando. Se trata de escenarios que van a un ritmo tan acelerado que no hay tiempo para las dudas. Pero en 1996 un grupo de médicos y enfermeros estadounidenses se dieron cuenta de que cuando salvaban vidas también estaban incrementando el riesgo de producir enfermedades. Los desechos de clínicas y hospitales, al ser incinerados, emitían dioxinas, uno de los cancerígenos más potentes. Los hospitales y clínicas, al final, estaban lejos de ser templos de la salud.
Esto dio pie para que se creara la organización Salud sin Daño. A pesar de que sus luchas son varias, como disminuir los residuos de mercurio del sector salud, en los últimos dos años han unido fuerzas para que los hospitales sean parte de la lucha climática. “Un estudio que realizamos con la firma Arup en 2019 encontró que la huella climática del sector salud equivale al 4,4 % de las emisiones globales netas y que el 71 % de esta huella climática es atribuible a su cadena de suministro”, comenta Antonella Risso, gerente técnica internacional para cambio climático de Salud sin Daño. En otras palabras, esto significa que si el sector salud fuera un país, sería el quinto país emisor del mundo. O si se quiere tener más claridad, que lo que emite el sector es equivalente a 514 centrales eléctricas de carbón.
Pero Salud sin Daño no es el único que lo dice. Una investigación publicada en octubre de este año en el British Medical Journal cuenta que estas emisiones a escala global varían del 4 al 5 % de las emisiones globales (ver infografía), dando así una alerta de que se necesita crear un camino más sostenible para el sector. Recomiendan, por ejemplo, tener mejores líderes y gerentes con un énfasis de sostenibilidad en clínicas y hospitales, medir la huella de carbón de cada complejo, preferir energía renovables y que se consuma más comida local dentro de los hospitales.
En Colombia, según el Ministerio de Salud, aunque no hay un estudio que haya medido las emisiones del sector, sí se está trabajando en un Plan Integral de Gestión de Cambio Climático del Sector Salud con el apoyo del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y del DNP, en el cual se tendrán en cuenta tanto la mitigación como la adaptación. De hecho, en la actualización de las contribuciones determinadas a escala nacional (NDC), —como han sido bautizados los compromisos que hizo Colombia ante el Acuerdo de París—, el Ministerio de Salud tendrá un rol importante. Hay un compromiso que abarca el vínculo del cambio climático y la salud pública, donde, específicamente, se explorará cómo mejorar la calidad del aire. Se estima que la mala calidad del aire causó la muerte de 15.681 personas en Colombia en 2016, según estimaciones del Instituto Nacional de Salud.
En el país, además, más de 300 miembros entre hospitales, centros y puestos de salud, y sistemas como la Secretaría de Salud de Cali, la Secretaría de Salud de Cundinamarca y el Ministerio de Salud, hacen parte del Salud sin Daño, comenta Claudia Paz, asistente técnica de proyectos para América Latina de la organización.
Y es que, como dice otro artículo también publicado en el British Medical Journal, el cambio climático se está convirtiendo en una limitación para acceder a la salud. Los que estarán en primera línea, de nuevo, son los médicas, médicos y enfermeras. Los objetivos entre el medio ambiente y la salud son cada vez más parecidos: tienen una agenda común. El tiempo ya le dio la razón a la enfermera Doriam Camacho.