Los nukak no siempre vivieron aislados, según estudio gramatical
El rastreo de la gramática de los nukak makuk los ubica geográficamente en un punto intermedio entre la confluencia de los ríos Inírida y Guaviare y la desembocadura en la cuenca del río Orinoco, muy cerca a lo que es hoy la ciudad venezolana de San Fernando de Atabapo.
Agencia de Noticias de a U. Nacional
San Fernando de Atapabo, Venezuela, se encuentra a cientos de kilómetros de distancia del corregimiento de Calamar (Guaviare), donde en 1988 arribaría un grupo de nukak sorprendiendo a los pobladores locales y a la comunidad científica que hasta ese momento tenía escasa información acerca de su procedencia, lengua y cultura.
“Allí nacen y empiezan a desplazarse hacia su territorio actual, al parecer huyendo porque fueron perseguidos por otros grupos con los que tenían conflictos, que podrían ser los caribe y los guaipuinave”, explica la profesora Dany Mahecha, de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Amazonia, quien desde hace una década desentraña los vericuetos de la gramática de los nukak, junto con los investigadores Carlos Franky, también de la U.N., y Ruth Gutiérrez.
Como parte de su doctorado en Letras de la Universidad Libre de Ámsterdam, la antropóloga identificó tales características en la reconstrucción de las denominaciones que los nukak les dan a otros grupos, y por las historias de tradición oral, en las que también se mencionan otras comunidades como los sáliba, los guahibo y los piapoco, que también se habrían movilizado desde el bajo hasta el alto Guaviare y hasta el noroccidente de la región, hacia finales del siglo XVIII. (Exterminio de los nukak maku llega a la CIDH)
La investigación confirma con nuevos hallazgos lingüísticos e históricos la idea de que las lenguas daw, yujup, hup, nadob, kakua, nukak y puinave, habladas en las cuencas de los ríos Inírida, Guaviare, Vaupés, y Yapura (Caquetá), no constituyen una sola familia lingüística, como lo habían enunciado los profesores Valteir Martins, de la Universidad del Estado de Amazonas (Brasil); Patience Epps, de la Universidad de Austin Texas; y Katherine Bolaños, del Instituto Caro y Cuervo.
Se encontraron marcas gramaticales similares en el nukak y el kakua –lenguas que comparten cerca del 90 % de su léxico– y lenguas arawak habladas por las poblaciones de la Orinoquia.
Por ejemplo “los nukak tenían un sufijo gramatical típicamente arawak, que se utiliza para marcar lo que se conoce como las posesiones inalienables, porque estas tienen una estrecha relación con la persona, forman parte de su cuerpo, las han fabricado o son protecciones personales”. La experta indica que por esta razón cuando las pertenencias se mencionan sin asociarlas con el poseedor reciben un sufijo para nombrarlos como nominales independientes.
Detrás de la tradición oral
Para encontrar el vínculo con el arawak primero se hizo una revisión del vocabulario nukak y después una comparación con las lenguas de los pueblos vecinos; así, se constataron las relaciones con las lenguas de pueblos ubicados más hacia el norte del país, como el maipure –perteneciente al arawak antiguo, extinta desde finales del siglo XVIII–; asimismo con cuatro palabras del tamanaco, que el jesuita italiano Felipe Salvador Gilij clasificó también como caribe, y con vocabulario sáliba, guahibo y sikuani. (La deforestación entró a los territorios de los indígenas aislados)
También se encontraron cognados –términos con un mismo origen etimológico pero con distinta evolución fonética y usualmente con distinta semántica– con las lenguas kurripako y puinave. Todos estos hallazgos lingüísticos hicieron que la antropóloga Mahecha relacionara la lengua nukak con un sustrato arawak.
De igual manera la docente realizó una exhaustiva revisión de la tradición oral existente sobre los procesos de migración de los piapoco que hoy habitan en diferentes localidades entre los ríos Meta y Guaviare, en Meta y Vichada. Dicha tradición fue recopilada en los años ochenta por los autores Silvia Vidal, del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, y Jorge González, profesor de la Universidad de La Guajira.
“En su lengua actual, los nukak no nombran a los piapoco Tsase o ‘Tucán’ –como se autodenominan–, pero sí les dan ese apelativo exacto con Wüko i mena o ‘Gente o grupo del tucán’”, aclara la investigadora. Dicho resultado fue posible gracias a la recopilación de aspectos de la tradición oral de este pueblo realizada por el profesor Franky, en la que identificó cómo eran mencionados.
Pueblo resiliente
Conocidos como el último pueblo indígena nómada de Colombia, en un principio los nukak fueron convertidos en el emblema de un pasado remoto en el que carecían de ciertos conocimientos, como por ejemplo las herramientas de metal. Para la profesora Mahecha esto es impreciso.
No siempre estuvieron aislados, conocieron todos los pormenores de la persecución colonial, practicaron la horticultura y tuvieron relaciones de alianza y conflictos con otros grupos indígenas. Sin embargo “sucedió que segmentos de distintos grupos, que huían de una retaliación, se refugiaron en un área que consideraron segura y reconfiguraron su proyecto moral, político, y por supuesto su memoria”, afirma la docente.
Condiciones como haberse escondido en un área interfluvial y haber sido perseguidos fue lo que los hizo retomar una mayor movilidad como una manera de protegerse, de ubicar un lugar seguro y de subsistir. Fue así como terminaron convertidos en un pueblo nómada y aislado, porque fue tal la persecución a la que se vieron sometidos, que no quisieron volver a tener contacto con ningún otro pueblo.
Pese a ello, los recuerdos de otros grupos se mantienen en el relato oral de los nukak, y a través de los nombres es posible seguir estos rastros de memoria, aunque con el paso del tiempo también decidieron olvidar muchas cosas para poderse recuperar como comunidad e incluso no ser estigmatizados.
“Les tocó cambiar para sobrevivir. Tanto que la palabra ‘estar vivo’ se compone de dos partes: cha, que es ‘permanecer, estar’, y ñu, que es ‘estar en movimiento’, relata la profesora Mahecha, quien resalta en este pueblo una historia de resiliencia que continúa poniéndolos a prueba.
Víctimas de desplazamiento forzado por causa del conflicto armado, hoy se encuentran amenazados por la pobreza y por una profunda crisis alimentaria, una situación que no culminará mientras en el territorio nukak sigan haciendo presencia actores del conflicto, como las disidencias de las FARC, que tienen una fuerte presencia en el Guaviare.
San Fernando de Atapabo, Venezuela, se encuentra a cientos de kilómetros de distancia del corregimiento de Calamar (Guaviare), donde en 1988 arribaría un grupo de nukak sorprendiendo a los pobladores locales y a la comunidad científica que hasta ese momento tenía escasa información acerca de su procedencia, lengua y cultura.
“Allí nacen y empiezan a desplazarse hacia su territorio actual, al parecer huyendo porque fueron perseguidos por otros grupos con los que tenían conflictos, que podrían ser los caribe y los guaipuinave”, explica la profesora Dany Mahecha, de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Amazonia, quien desde hace una década desentraña los vericuetos de la gramática de los nukak, junto con los investigadores Carlos Franky, también de la U.N., y Ruth Gutiérrez.
Como parte de su doctorado en Letras de la Universidad Libre de Ámsterdam, la antropóloga identificó tales características en la reconstrucción de las denominaciones que los nukak les dan a otros grupos, y por las historias de tradición oral, en las que también se mencionan otras comunidades como los sáliba, los guahibo y los piapoco, que también se habrían movilizado desde el bajo hasta el alto Guaviare y hasta el noroccidente de la región, hacia finales del siglo XVIII. (Exterminio de los nukak maku llega a la CIDH)
La investigación confirma con nuevos hallazgos lingüísticos e históricos la idea de que las lenguas daw, yujup, hup, nadob, kakua, nukak y puinave, habladas en las cuencas de los ríos Inírida, Guaviare, Vaupés, y Yapura (Caquetá), no constituyen una sola familia lingüística, como lo habían enunciado los profesores Valteir Martins, de la Universidad del Estado de Amazonas (Brasil); Patience Epps, de la Universidad de Austin Texas; y Katherine Bolaños, del Instituto Caro y Cuervo.
Se encontraron marcas gramaticales similares en el nukak y el kakua –lenguas que comparten cerca del 90 % de su léxico– y lenguas arawak habladas por las poblaciones de la Orinoquia.
Por ejemplo “los nukak tenían un sufijo gramatical típicamente arawak, que se utiliza para marcar lo que se conoce como las posesiones inalienables, porque estas tienen una estrecha relación con la persona, forman parte de su cuerpo, las han fabricado o son protecciones personales”. La experta indica que por esta razón cuando las pertenencias se mencionan sin asociarlas con el poseedor reciben un sufijo para nombrarlos como nominales independientes.
Detrás de la tradición oral
Para encontrar el vínculo con el arawak primero se hizo una revisión del vocabulario nukak y después una comparación con las lenguas de los pueblos vecinos; así, se constataron las relaciones con las lenguas de pueblos ubicados más hacia el norte del país, como el maipure –perteneciente al arawak antiguo, extinta desde finales del siglo XVIII–; asimismo con cuatro palabras del tamanaco, que el jesuita italiano Felipe Salvador Gilij clasificó también como caribe, y con vocabulario sáliba, guahibo y sikuani. (La deforestación entró a los territorios de los indígenas aislados)
También se encontraron cognados –términos con un mismo origen etimológico pero con distinta evolución fonética y usualmente con distinta semántica– con las lenguas kurripako y puinave. Todos estos hallazgos lingüísticos hicieron que la antropóloga Mahecha relacionara la lengua nukak con un sustrato arawak.
De igual manera la docente realizó una exhaustiva revisión de la tradición oral existente sobre los procesos de migración de los piapoco que hoy habitan en diferentes localidades entre los ríos Meta y Guaviare, en Meta y Vichada. Dicha tradición fue recopilada en los años ochenta por los autores Silvia Vidal, del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, y Jorge González, profesor de la Universidad de La Guajira.
“En su lengua actual, los nukak no nombran a los piapoco Tsase o ‘Tucán’ –como se autodenominan–, pero sí les dan ese apelativo exacto con Wüko i mena o ‘Gente o grupo del tucán’”, aclara la investigadora. Dicho resultado fue posible gracias a la recopilación de aspectos de la tradición oral de este pueblo realizada por el profesor Franky, en la que identificó cómo eran mencionados.
Pueblo resiliente
Conocidos como el último pueblo indígena nómada de Colombia, en un principio los nukak fueron convertidos en el emblema de un pasado remoto en el que carecían de ciertos conocimientos, como por ejemplo las herramientas de metal. Para la profesora Mahecha esto es impreciso.
No siempre estuvieron aislados, conocieron todos los pormenores de la persecución colonial, practicaron la horticultura y tuvieron relaciones de alianza y conflictos con otros grupos indígenas. Sin embargo “sucedió que segmentos de distintos grupos, que huían de una retaliación, se refugiaron en un área que consideraron segura y reconfiguraron su proyecto moral, político, y por supuesto su memoria”, afirma la docente.
Condiciones como haberse escondido en un área interfluvial y haber sido perseguidos fue lo que los hizo retomar una mayor movilidad como una manera de protegerse, de ubicar un lugar seguro y de subsistir. Fue así como terminaron convertidos en un pueblo nómada y aislado, porque fue tal la persecución a la que se vieron sometidos, que no quisieron volver a tener contacto con ningún otro pueblo.
Pese a ello, los recuerdos de otros grupos se mantienen en el relato oral de los nukak, y a través de los nombres es posible seguir estos rastros de memoria, aunque con el paso del tiempo también decidieron olvidar muchas cosas para poderse recuperar como comunidad e incluso no ser estigmatizados.
“Les tocó cambiar para sobrevivir. Tanto que la palabra ‘estar vivo’ se compone de dos partes: cha, que es ‘permanecer, estar’, y ñu, que es ‘estar en movimiento’, relata la profesora Mahecha, quien resalta en este pueblo una historia de resiliencia que continúa poniéndolos a prueba.
Víctimas de desplazamiento forzado por causa del conflicto armado, hoy se encuentran amenazados por la pobreza y por una profunda crisis alimentaria, una situación que no culminará mientras en el territorio nukak sigan haciendo presencia actores del conflicto, como las disidencias de las FARC, que tienen una fuerte presencia en el Guaviare.