Los perros que están causando un serio problema en Colombia
Manadas de perros ferales -descendientes de perros abandonados, que ya no dependen de los humanos- se ven cada vez más en zonas protegidas. Su presencia es un riesgo para los animales silvestres y los ecosistemas, pues están compitiendo con otras especies y transmitiendo enfermedades.
Ver perros en zonas naturales se está convirtiendo en un panorama cada vez más común y alarmante en el país. Áreas protegidas como el Parque Nacional Natural Chingaza, en Cundinamarca, ya han reportado la presencia de manadas de perros que están generando daños en sus ecosistemas.
Lo que sucedió hace poco en Pitalito, Huila, ayuda a entender lo complejo del fenómeno: tres venados colorados, de solo 15 días de nacidos, fueron rescatados por la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM), luego de que una manada de perros los sacara de su hábitat. A diferencia de los caninos domésticos, que normalmente permanecen en casas, estos son salvajes o asilvestrados. Quienes se mueven en el mundo de la biología los suelen llamar “ferales”. (Lea: Se creía extinto, pero reapareció el jaguar en el río Cravo Sur, Casanare)
En el caso de Huila, se han identificado manadas de hasta 12 perros ferales. Muchos se han visto al sur del departamento, en Neiva, y cerca del Parque Nacional Natural Puracé. La mayoría son criollos y de razas grandes o medianas, y están atacando especialmente a especies de conejos, chigüiros, aves, lagartijas e incluso venados, zorros y tigrillos. Se caracterizan por no tener ningún vínculo ni dependencia de los seres humanos.
El problema es tan inquietante, que en Chía, Cundinamarca, la Alcaldía emitió una alerta a mediados de abril por la presencia de estos caninos en la vereda Samaria, en cercanías al río Bogotá.
“Los perros son una subespecie de lobo (Canis lupus familiaris); si le quitamos el familiaris, queda la especie del lobo, Canis lupus. Eso significa que cuando los perros pierden el contacto con el ser humano, y pasan un par de generaciones, retoman su comportamiento ancestral”, explica Juan Ricardo Gómez, biólogo y director de la maestría en conservación y uso de biodiversidad de la Universidad Javeriana. (Lea: 150 hectáreas de bosque en Carepa, Antioquia fueron declaradas como área protegida)
Un perro no se vuelve feral de un día para otro. Existen los callejeros, que fueron abandonados o que, por el descuido de sus dueños, se perdieron. Estos empiezan a perder la interacción con las personas. Si uno de ellos se reproduce, es probable que su cría sea semiferal, es decir, que ya no depende 100 % del humano, pero aún lo reconoce.
Los perros ferales nacen justo cuando esa generación se reproduce. No tienen ningún vínculo con las personas, no dependen de ellas y sobreviven por su propia cuenta. También viven en manada, como los lobos.
“Esa es la biología de ellos. Cuando están en ecosistemas naturales tienden a buscar manadas. Los perros no son muy buenos cazadores, por lo que se agrupan para mejorar esas cualidades. Si bien van perdiendo individuos, la ventaja para ellos es que, como hay muchos abandonados, las manadas se nutren continuamente de otros individuos”, sostiene Iván Pinto, biólogo y profesional en vida silvestre de Parques Nacionales Naturales de Colombia (PNN).
Las especies que atacan no es la única afectación que causan estos perros. Según Gómez, cuando entran en los ecosistemas naturales, donde ya existen otros carnívoros como los tigrillos y los osos de anteojos, se genera una competencia. “Puede que los perros sean exitosos cazando porque lo hacen en manada. Ahí empiezan a desplazar a las otras especies, porque se les acaban las presas”, añade. (Lea: Países de la UE respaldan reforma que establece “impuesto al carbono” para importaciones)
Katherine Arenas Rodríguez, bióloga y profesional de biodiversidad de la CAM, afirma que “otra problemática gravísima es que estos perros también atacan fauna doméstica, como el ganado. Cuando los campesinos encuentran sus vacas o cabras atacadas en el bosque piensan que son los osos o los pumas, y toman retaliación”.
De acuerdo con Pinto, los perros pueden atacar cachorros de otras especies, una situación que, a largo plazo, puede “reducir el número de crías. Además, si no tenemos la misma cantidad de aves dispersando semillas o conejos comiendo raíces y otros frutos, el ecosistema puede cambiar”, explica Pinto.
Además de eso, la presencia de estos perros representa otro riesgo: la transmisión de enfermedades. Gómez, de la Javeriana, explica que la sarna, parvovirosis, leptospira y la rabia son algunas de las enfermedades que están llegando a la fauna silvestre por los perros, aunque no siempre, necesariamente, son ferales. También hay perros de libre tránsito, que normalmente viven en fincas cercanas. (Le puede interesar: ¡Tenemos casi 200 hipopótamos! ¿Cómo nos libramos de ellos?)
¿Cómo solucionar este problema?
Todos los expertos que consultamos coinciden en que la mejor manera de abordar este problema es tomar medidas de prevención. Por eso recalcan la importancia de, primero, no abandonar perros en las calles ni en zonas naturales. Asimismo, insisten en la esterilización y su vacunación.
En Cundinamarca, por ejemplo, el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (Idpyba) realiza jornadas de esterilización de perros que están en las calles. En Huila, la CAM está llevando a cabo acciones similares.
“Hemos iniciado unos procesos piloto de la mano de las alcaldías, autoridades ambientales y médicos veterinarios para capturar animales abandonados y esterilizarlos, porque ellos andan en manadas no solo para cazar, sino también para reproducirse”, sostiene la bióloga de la CAM. (Lea: Primeras reacciones del sector salud por la salida de Corcho y la llegada de Jaramillo)
Aunque la prevención es clave, las soluciones para asumir el desafío que están generando los perros ferales existentes no son claras. Según Natalia Parra, subdirectora de Cultura Ciudadana del Idpyba, hay dilemas éticos al momento de abordar esta situación. Hay quienes afirman que no hay manera de rescatarlos y por eso la solución sería sacrificarlos. Otras personas dicen que lo mejor sería capturarlos, esterilizarlos y mantenerlos en un mismo lugar.
Para Parra, este es un tema que ha sido un tabú y nadie quiere entrar en el dilema si sacrificarlos, capturarlos o resocializarlos. “Cuanto más nos demoremos como sociedad en discutir de frente este problema, en dejar que la ciencia sea la que lleve la batuta en las decisiones que se tomen”, anota Parra, “llegará un momento donde el problema será mucho más grande y la decisión que debamos tomar va a ser aún más difícil”.
Ver perros en zonas naturales se está convirtiendo en un panorama cada vez más común y alarmante en el país. Áreas protegidas como el Parque Nacional Natural Chingaza, en Cundinamarca, ya han reportado la presencia de manadas de perros que están generando daños en sus ecosistemas.
Lo que sucedió hace poco en Pitalito, Huila, ayuda a entender lo complejo del fenómeno: tres venados colorados, de solo 15 días de nacidos, fueron rescatados por la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM), luego de que una manada de perros los sacara de su hábitat. A diferencia de los caninos domésticos, que normalmente permanecen en casas, estos son salvajes o asilvestrados. Quienes se mueven en el mundo de la biología los suelen llamar “ferales”. (Lea: Se creía extinto, pero reapareció el jaguar en el río Cravo Sur, Casanare)
En el caso de Huila, se han identificado manadas de hasta 12 perros ferales. Muchos se han visto al sur del departamento, en Neiva, y cerca del Parque Nacional Natural Puracé. La mayoría son criollos y de razas grandes o medianas, y están atacando especialmente a especies de conejos, chigüiros, aves, lagartijas e incluso venados, zorros y tigrillos. Se caracterizan por no tener ningún vínculo ni dependencia de los seres humanos.
El problema es tan inquietante, que en Chía, Cundinamarca, la Alcaldía emitió una alerta a mediados de abril por la presencia de estos caninos en la vereda Samaria, en cercanías al río Bogotá.
“Los perros son una subespecie de lobo (Canis lupus familiaris); si le quitamos el familiaris, queda la especie del lobo, Canis lupus. Eso significa que cuando los perros pierden el contacto con el ser humano, y pasan un par de generaciones, retoman su comportamiento ancestral”, explica Juan Ricardo Gómez, biólogo y director de la maestría en conservación y uso de biodiversidad de la Universidad Javeriana. (Lea: 150 hectáreas de bosque en Carepa, Antioquia fueron declaradas como área protegida)
Un perro no se vuelve feral de un día para otro. Existen los callejeros, que fueron abandonados o que, por el descuido de sus dueños, se perdieron. Estos empiezan a perder la interacción con las personas. Si uno de ellos se reproduce, es probable que su cría sea semiferal, es decir, que ya no depende 100 % del humano, pero aún lo reconoce.
Los perros ferales nacen justo cuando esa generación se reproduce. No tienen ningún vínculo con las personas, no dependen de ellas y sobreviven por su propia cuenta. También viven en manada, como los lobos.
“Esa es la biología de ellos. Cuando están en ecosistemas naturales tienden a buscar manadas. Los perros no son muy buenos cazadores, por lo que se agrupan para mejorar esas cualidades. Si bien van perdiendo individuos, la ventaja para ellos es que, como hay muchos abandonados, las manadas se nutren continuamente de otros individuos”, sostiene Iván Pinto, biólogo y profesional en vida silvestre de Parques Nacionales Naturales de Colombia (PNN).
Las especies que atacan no es la única afectación que causan estos perros. Según Gómez, cuando entran en los ecosistemas naturales, donde ya existen otros carnívoros como los tigrillos y los osos de anteojos, se genera una competencia. “Puede que los perros sean exitosos cazando porque lo hacen en manada. Ahí empiezan a desplazar a las otras especies, porque se les acaban las presas”, añade. (Lea: Países de la UE respaldan reforma que establece “impuesto al carbono” para importaciones)
Katherine Arenas Rodríguez, bióloga y profesional de biodiversidad de la CAM, afirma que “otra problemática gravísima es que estos perros también atacan fauna doméstica, como el ganado. Cuando los campesinos encuentran sus vacas o cabras atacadas en el bosque piensan que son los osos o los pumas, y toman retaliación”.
De acuerdo con Pinto, los perros pueden atacar cachorros de otras especies, una situación que, a largo plazo, puede “reducir el número de crías. Además, si no tenemos la misma cantidad de aves dispersando semillas o conejos comiendo raíces y otros frutos, el ecosistema puede cambiar”, explica Pinto.
Además de eso, la presencia de estos perros representa otro riesgo: la transmisión de enfermedades. Gómez, de la Javeriana, explica que la sarna, parvovirosis, leptospira y la rabia son algunas de las enfermedades que están llegando a la fauna silvestre por los perros, aunque no siempre, necesariamente, son ferales. También hay perros de libre tránsito, que normalmente viven en fincas cercanas. (Le puede interesar: ¡Tenemos casi 200 hipopótamos! ¿Cómo nos libramos de ellos?)
¿Cómo solucionar este problema?
Todos los expertos que consultamos coinciden en que la mejor manera de abordar este problema es tomar medidas de prevención. Por eso recalcan la importancia de, primero, no abandonar perros en las calles ni en zonas naturales. Asimismo, insisten en la esterilización y su vacunación.
En Cundinamarca, por ejemplo, el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (Idpyba) realiza jornadas de esterilización de perros que están en las calles. En Huila, la CAM está llevando a cabo acciones similares.
“Hemos iniciado unos procesos piloto de la mano de las alcaldías, autoridades ambientales y médicos veterinarios para capturar animales abandonados y esterilizarlos, porque ellos andan en manadas no solo para cazar, sino también para reproducirse”, sostiene la bióloga de la CAM. (Lea: Primeras reacciones del sector salud por la salida de Corcho y la llegada de Jaramillo)
Aunque la prevención es clave, las soluciones para asumir el desafío que están generando los perros ferales existentes no son claras. Según Natalia Parra, subdirectora de Cultura Ciudadana del Idpyba, hay dilemas éticos al momento de abordar esta situación. Hay quienes afirman que no hay manera de rescatarlos y por eso la solución sería sacrificarlos. Otras personas dicen que lo mejor sería capturarlos, esterilizarlos y mantenerlos en un mismo lugar.
Para Parra, este es un tema que ha sido un tabú y nadie quiere entrar en el dilema si sacrificarlos, capturarlos o resocializarlos. “Cuanto más nos demoremos como sociedad en discutir de frente este problema, en dejar que la ciencia sea la que lleve la batuta en las decisiones que se tomen”, anota Parra, “llegará un momento donde el problema será mucho más grande y la decisión que debamos tomar va a ser aún más difícil”.