Los puntos de quiebre a los que se podría enfrentar Colombia por el calor y la basura espacial
¿Alguna vez ha escuchado qué es un punto de quiebre? Son umbrales críticos que, una vez traspasados, podrían desencadenar transformaciones de gran alcance en nuestra forma de vida, la estabilidad de los ecosistemas y la economía global. Colombia se enfrenta a varios.
El Servicio de Cambio Climático de Copernicus, el programa científico de observación de la Tierra de la Unión Europea que ofrece información del pasado, presente y futuro del clima en el planeta, reportó hace unas semanas que octubre, con 15,3 °C (grados centígrados), fue el mes con la temperatura promedio más alta registrada de la historia.
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El Servicio de Cambio Climático de Copernicus, el programa científico de observación de la Tierra de la Unión Europea que ofrece información del pasado, presente y futuro del clima en el planeta, reportó hace unas semanas que octubre, con 15,3 °C (grados centígrados), fue el mes con la temperatura promedio más alta registrada de la historia.
Estos “récords” de temperatura son, destaca, un nuevo informe de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), un punto de quiebre que podría “sacudir los cimientos de la sociedad”. El informe, en su tercera edición, contó con la participación de la geóloga colombiana Liliana Narváez, quien relató a este diario que el objetivo del documento es identificar y explicar las herramientas que tenemos como sociedad para responder ante los riesgos cada vez más frecuentes que implica el cambio climático.
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Narváez, geóloga graduada de la Universidad de Caldas, ha centrado su trayectoria profesional en la comunicación de esos riesgos climáticos y medioambientales. Comenzó su labor enfocada en la actividad volcánica en Manizales y ha ampliado su enfoque hacia situaciones a nivel global, abordando su origen y persistencia en los últimos años.
“Tuve la oportunidad de involucrarme en este proyecto que va de la mano con la comunicación al explicar la selección de estos puntos de quiebre y su relación con sistemas socioecológicos, como nuestra salud y los ecosistemas. Si estos puntos se sobrepasan, no tendríamos herramientas para frenar sus impactos”, precisa Narváez.
Los puntos de quiebre son variados, y van desde dinámicas ecológicas hasta sistemas humanos. Básicamente, y como explica la experta, son umbrales críticos que, si se superan, podrían desencadenar cambios drásticos e impredecibles en los ecosistemas. Estos cambios podrían llevar a consecuencias como alteraciones climáticas extremas, pérdida de biodiversidad y el colapso de ecosistemas. Algunos de esos puntos de quiebre son, por ejemplo, la extinción masiva de especies, el aumento del calor, la contaminación espacial, el deshielo de los glaciares o el agotamiento de las reversas de agua en los acuíferos.
¿Cuál es el impacto de los puntos de quiebre?
“Imaginé que va en carro en una autopista. Es de noche y va a alta velocidad, pero no puede ver lo que hay más adelante, en donde hay un precipicio. Esta es nuestra situación, tenemos puesto el pie en el acelerador hacia un colapso de sistema que podrían sacudir a la sociedad, pero tenemos la oportunidad de frenar”, explica Narváez.
Para el caso de Colombia, el punto de quiebre más preocupante es el aumento de las temperaturas. “Los adultos mayores, los niños, las mujeres embarazas, entre otros, serían los más golpeados por esa combinación de humedad y calor que no deja que nuestros organismos se regulen. No estamos preparados para proteger a las personas que trabajan en la intemperie como la fuerza pública o el trabajador informal”, manifiesta la geóloga.
El incremento de la temperatura afecta el rendimiento del cuerpo humano, lo que implica un mayor esfuerzo, por ejemplo, para el funcionamiento del corazón y otros órganos. Según el último reporte de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) se estima que solo “entre 2000 y 2019 se registraron más de 500 mil muertes en exceso cada año relacionadas con el calor”. Alrededor del 30 % de la población mundial ya está expuesta, según los hallazgos del estudio, a condiciones climáticas mortíferas (como lo puede ser el calor extremo) durante al menos 20 días al año, y esta cifra podría aumentar a más del 70 % en 2100.
Otra de las preocupaciones de la investigadora es la falta de aseguramiento. El reporte indica que desde la década de 1970, los daños causados por catástrofes meteorológicas se han multiplicado por siete, y únicamente en 2022 las pérdidas económicas mundiales ascendieron a $313.000 millones de dólares. “Los seguros se utilizan para proteger a las personas frente al riesgo de pérdidas como consecuencia de daños durante catástrofes, y su coste se basa en la probabilidad de que se produzcan tales pérdidas”, dice Narváez.
El análisis indica que se está perdiendo la capacidad de compartir el riesgo a través de seguros en sitios en lo que se concentran los daños por eventos climáticos. En Colombia, opina la experta, esto se requeriría en zonas que son impactadas regularmente por desastres naturales. Un ejemplo de esa necesidad, continúa la geóloga, puede ser la costosa reconstrucción de San Andrés después del paso del huracán Iota en 2020.
“Es urgente ser consciente de esta herramienta. Además, la reiteración de los daños por desastres le restringe al estado colombiano para acceder a fondos internacionales de conservación y otros recursos”, explica Narváez.
Basura espacial y soluciones
Por otra parte, hay riesgos que no son tan notorios a primera vista. “Por ejemplo, en el país tenemos buenas noticias con los dos satélites que tenemos para mejorar el monitoreo de las tormentas, el calor, y, en general, mejorar el sistema de alertas, pero hay que preguntarse sobre la cantidad de artefactos que ya están en la órbita, que ya no están en funcionamiento y que podrían generar una cadena de colisiones”, explica Narváez.
Se estima que, de los 34.260 objetos rastreados en órbita, únicamente alrededor del 25 % son satélites en funcionamiento, mientras que el resto son chatarra, como satélites rotos o etapas de cohetes desechadas. Además, es probable, advierte el reporte de la UNU, que haya alrededor de 130 millones de piezas de desechos demasiado pequeñas para ser rastreadas, que miden entre un milímetro y un centímetro.
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Con este panorama, la Estación Espacial Internacional tiene que realizar constante maniobras para evitar colisionar con desechos o satélites inactivos en la órbita del planeta. En este punto es clave recordar la manera en que se retiran de funcionamientos los satélites, los cuales deben entrar en ciertos ángulos para que estos se desintegran al entrar a las atmosferas. Aun así, estos procesos fallan en ocasiones.
Recientemente, la Comisión Federal de Comunicaciones (FFC, por sus siglas en inglés), que regula las comunicaciones interestatales e internacionales por radio, televisión, hilo, satélite y cable en Estados Unidos, sancionó a una empresa por desorbitar de manera correcta el satélite con una multa de $150 mil dólares. Ante esto, el informe señala que es clave transformar ciertas dinámicas de la economía para que apunten hacia el crecimiento humano y el bienestar ambiental.
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