Publicidad

Los suelos colombianos están enfermos

Este recurso no es un sistema inerte y, por el contrario, se encarga de la regulación del agua y del 95% de la alimentación de los seres humanos. ¿Cómo respetar su vocación y ordenar el territorio?

María Paulina Baena Jaramillo
13 de agosto de 2015 - 03:54 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Si usted hubiera nacido hace dos siglos y no hoy probablemente viviría en un bosque o muy cerca de alguno. Eso quiere decir que antes la población mundial era esencialmente rural y ahora la mitad habita en ciudades. Ese hecho ha cambiado la visión que tenemos de la naturaleza, pues pasó de ser un espacio vital a una idea lejana e idílica. Un lugar virgen donde crecen los árboles, pasean los animales y brotan los ríos, pero donde la presencia de seres humanos es casi nula.

Esa ruptura entre naturaleza y seres humanos es peligrosa y ha provocado que nuestros bosques sean invisibles al ojo citadino. Por eso, como explicó Hernando García, coordinador en ciencias de la biodiversidad del Instituto Humboldt, “más del 50% del territorio continental colombiano son bosques naturales, y la mitad de esa porción está en territorios colectivos. Así que no es que la gente esté de un lado y los bosques de otro”.

Otro riesgo de esta desconexión es que no nos preocupa lo que pase con los bosques. A la fecha hemos perdido más del 70% de los bosques andinos. Más del 90% del bosque seco colombiano, que era el de mayor extensión en el país, ha sido transformado. Y de ese pedazo, el 65% está bajo un proceso de desertificación, es decir, ha perdido la productividad de sus suelos.

¿Eso qué nos dice? Lo que está de fondo es que nuestra visión de desarrollo y de conservación ha sido tan miope que el bosque ha servido para dos cosas en Colombia: es el escondite de los grupos armados al margen de la ley o representa un obstáculo para la producción. Así lo explicó García, para quien la política agraria del país ha estado apoyada en que “una tierra se hace productiva a partir del desmonte de bosque”.

Y la destrucción del bosque es apenas un mal. De ahí se desprende la degradación del suelo, que tampoco es un tema menor. De acuerdo a lo explicado por Camila Pizano y Jorge Curiel Yuste en su libro El monitoreo de suelos en los procesos de restauración ecológica, “los inventarios mundiales indican que casi un 25% de los suelos a nivel global han sido degradados debido a la erosión, la contaminación atmosférica, la agricultura y la ganadería extensivas, la deforestación, la salinización, la urbanización y la desertificación. De hecho, la degradación de los suelos y la pérdida de sus servicios ecosistémicos es uno de los problemas ambientales más serios que enfrenta el planeta”.

Como explicó Carolina Olivera, consultora sobre el uso sostenible de suelos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el suelo tiene once servicios ecosistémicos que van desde la identidad cultural hasta la parte biótica: regulan el agua y el clima, sostienen la producción vegetal, capturan carbono, controlan desechos y contaminantes, almacenan nutrientes y proveen el 95% de los alimentos que actualmente consumimos. “A 20 centímetros del suelo hacia arriba empiezan las interacciones de la cadena trófica. Todo esto es un soporte para la vida”, sostuvo la experta.

En los suelos se cumplen los roles más importantes para la productividad. Son sistemas ecológicos vivos en los que habita una comunidad inmensa de microorganismos. Pero, según datos del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), de los casi 115 millones de hectáreas que conforman el país, cerca del 30% (32 millones de hectáreas) presentan usos inadecuados por parte de agricultores.

De esa cifra, el 15% corresponde a suelos afectados por sobreutilización o por la sobrecarga de la agricultura y la ganadería (suelos no aptos para tal fin) y el 13% restante está siendo subutilizado (terrenos desaprovechados para su verdadera vocación). “La agricultura y la ganadería están acabando con los suelos, y esto se debe a que no respetamos la vocación”, dijo Juan Antonio Nieto Escalante, director del IGAC.

Esas cargas y vacíos sobre el suelo lo erosionan. De acuerdo con el primer mapa de degradación de suelos, presentado por el Ideam, el 40% de la superficie continental tiene algún grado de erosión y el 3% presenta erosión severa, al punto que es muy difícil, costoso y demorado recuperarlos. Tanto así que para que un centímetro de suelo se restaure, son necesarios 100 años. Por eso “hemos llegado a la conclusión de que el suelo es un recurso no renovable a escala humana”, aseguró Olivera.

Del total de área de ecosistemas terrestres, el 4% se ha perdido para siempre y nunca podrá regresar a su estado natural, y la Lista Roja de Ecosistemas Terrestres de Colombia alertó que el 22% de los ecosistemas están en peligro y 42% ha sido catalogado con afectación mínima. Y lo peor: de los 32 departamentos que tiene el país, 24 presentan mayor concentración de ecosistemas intervenidos que naturales.

Más que simples cifras, los datos arrojados deberían permitir que la actividad agropecuaria y el desarrollo de infraestructura en Colombia tengan una guía ambiental. Que así como el hombre les metió la mano a los bosques, le meta la mano al ordenamiento del territorio, que es, en últimas, darle espacio y tiempo a las políticas.

El problema es que, como dijo Susana Vélez Haller, especialista en política forestal y cambio climático del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), “nuestra planeación es muy inmediata. La producción agrícola se da con base en la necesidad del campesino y del productor. Pero se debe mirar la vocación de los suelos produciendo lo que realmente pueden soportar y buscar una diversificación en la producción que permita que los suelos se recuperen. Tenemos, por ejemplo, ganadería en suelos que no son ganaderos porque son frágiles y por tanto la producción es baja. Si hacemos ganadería en suelos aptos para ganadería se evitaría la deforestación asociada a la búsqueda de nuevos espacios de producción”.

En esto coincidió la consultora Carolina Olivera: “El ordenamiento territorial está hecho teóricamente sobre la capacidad del suelo. El problema es que estamos equivocados en el uso del suelo y no estamos utilizando los estudios que existen del IGAC”.

Y Camila Pizano, investigadora del Instituto Humboldt, apuntó que “en ningún plan de ordenamiento territorial en el país se tienen en cuenta los suelos. De hecho, nuestra planeación es tan absurda que los mejores suelos del país, los cuales tienen la mayor vocación agrícola, van a quedar bajo asfalto y concreto porque no hay una ley que organice el uso del suelo y los impuestos según la vocación de los suelos”.

Tres ejemplos claros muestran este panorama: Bogotá y Tunja en el Antiplano Cundiboyacense, Pereira, Cali, y Armenia en el Valle del Cauca, e Ibagué en el Valle del Magdalena. “En todas estas ciudades, donde se encuentran algunas de las mejores tierras del país, los precios de la tierra y los impuestos son tan altos, que no hay ninguna opción de uso del suelo viable que no sea la urbanización. Se sigue promoviendo la urbanización de los mejores suelos del país”, dijo Pizano.

Colombia es un país de regiones. “No se puede medir con la misma vara a la Orinoquia, a la Amazonia y a la región Andina. Todas tiene una realidad socioecológica, un nivel de ocupación y un desarrollo muy distinto. Eso no se ve reflejado en las políticas de desarrollo territorial”, aseguró Hernando García, del Humboldt.

En ese contexto, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró que 2015 es el Año Internacional de los Suelos, con el objetivo de promover una mejora de las prácticas porque la ocupación de áreas protegidas, los conflictos de uso del suelo y la presencia de actividades como la ganadería, la agricultura, la minería y la vivienda no corresponden con la oferta ambiental.

Desde el lado nacional, la Política Nacional para la Gestión Sostenible del Suelo ya está en fase de implementación. Lo cierto es que el suelo colombiano está enfermo y responde a lo dicho por un refrán africano: cuando dos elefantes se enfrentan (conservación y desarrollo) el que resulta afectado es el pasto. En este caso, el territorio. ¿Cómo saldar la deuda que tenemos con el suelo?

Suelos en estado crítico

25 por ciento de los suelos a nivel global se han degradado debido a la erosión, la agricultura y la ganadería extensivas, entre otras causas.

40 por ciento de la superficie continental colombiana presenta algún grado de erosión.

100 años deben transcurrir para restaurar 1 centímetro de suelo.

4 por ciento de los ecosistemas colombianos se han perdido para siempre y no podrán regresar a su estado natural.

30 por ciento del total de tierras agrícolas presenta usos inadecuados.

Por María Paulina Baena Jaramillo

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar