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                                                                                                                                Los suricatos son asesinos en serie, o por qué no creo en el animalismo

                                                                                                                                El reino animal está repleto de historias donde hay violencia, muerte y sufrimiento por doquier.

                                                                                                                                Santiago Wills*

                                                                                                                                Genérica Opinión EE
                                                                                                                                Foto: Diego Peña Pinilla
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                El reino animal está repleto de historias similares: hay violencia, muerte y sufrimiento por doquier (si quieren traumatizarse, averigüen sobre las prácticas reproductivas de las nutrias marinas). Recientemente, algunas personas han propuesto que es nuestro deber acabar con el sufrimiento animal a toda costa. Las conclusiones a las que han llegado serían risibles de no ser porque muchos seguidores se las toman en serio. Algunos han llegado al extremo de sugerir que deberíamos pensar en eliminar todos los animales depredadores del mundo o que, como afirma Martha Nussbaum, una de las filósofas más renombradas del mundo, en Justice for Animals, su más reciente libro, quizás deberíamos considerar reemplazar los instintos depredadores de esos animales con comportamientos que no causen sufrimiento, tal y como hacen los cuidadores en los zoológicos o las personas responsables con sus mascotas.

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                                                                                                                                Para un filósofo como Jeff McMahan, de la Universidad de Rutgers, esto significa eliminar a todos los depredadores del mundo. ¿Cómo? McMahan, al igual que Nussbaum, afirma que “nuestra ignorancia de las potenciales ramificaciones de nuestras intervenciones en el mundo natural aún es profundo” y que matarlos, sin más, puede tener consecuencias ecológicas que causen aún más sufrimiento del que se pretendía evitar. No obstante, esto no quiere decir que no debamos desear la extinción de los carnívoros, pues no es cierto “que las especies existentes sean sagradas o irremplazables”. Individualizar especies es un criterio moralmente irrelevante, afirma McMahan.

                                                                                                                                Nussbaum llega conclusiones a similares. Los animales individuales que tienen sensaciones y sentimientos (sentience) –olvídense de los insectos– merecen tener vidas plenas en las que no sean devorados por depredadores. “Es importante seguir señalando que los antílopes no fueron hechos para ser comida; fueron hechos para vivir una vida de antílope”, escribe Nussbaum. “El hecho de que a menudo no puedan vivir esas vidas es un problema, y, dado que estamos a cargo en todas partes, tenemos que buscar qué tanto podemos y debemos hacer al respecto”. Nussbaum no cree que debamos eliminar los depredadores, dada nuestra ignorancia científica sobre las posibles consecuencias, pero sí considera que sus instintos pueden redirigirse para evitar que maten a sus presas usando las tácticas que se usan en los zoológicos y en los hogares. Quizás esos instintos no puedan satisfacerse del todo –”en lo que concierne a lo ‘salvaje’, es evidente que nuestro conocimiento es mínimo”, dice Nussbaum (!)–, pero lo que es claro es debemos reconocer la depredación como un problema y que debemos hacer algo al respecto.

                                                                                                                                Cuesta elegir por dónde empezar. Ambas posiciones delatan un gran desconocimiento de la biología. No es cierto que nuestro conocimiento sea mínimo. Sabemos que, a menudo, la extinción de una especie causa un “efecto cascada” que puede llevar a la extinción de otras, dadas las frágiles interrelaciones que forjan los ecosistemas; sabemos que los depredadores cumplen un rol esencial en el balance ecológico –el caso de los lobos grises en Yellowstone es ejemplar–; sabemos que son muchos menos y que la mayoría de presas viven vidas de presas, en gran parte gracias a la existencia de los depredadores; sabemos que los animales salvajes no son iguales a los domésticos; y sabemos, al menos quienes apreciamos la belleza, que no es cierto que la desaparición de una u otra especie sea moralmente irrelevante.

                                                                                                                                Hay un enorme peligro en equiparar la violencia animal con la humana. Por un lado, se corre el riesgo de juzgar a todas las especies de animales no humanos con un rasero del todo incompatible. Por el otro, se corre el riesgo exculpar comportamientos humanos que deben juzgarse.

                                                                                                                                Y hay una cuestión aún más importante. El sufrimiento animal no se limita a la relación entre depredador y presa. Hay especies cuyas sociedades dependen de estructuras basadas en la violencia, como la de los suricatos. Hay especies cuya reproducción depende de lo que es inevitable describir como una violación masiva (por favor, no investiguen ni a los patos ni a las nutrias marinas). Y hay especies que han sobrevivido mediante el infanticidio, el canibalismo y toda suerte de comportamientos aberrantes, en términos humanos.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Me pregunto qué haría Nussbaum con todas esas especies. Es un problema, diría seguramente, y no podemos ignorarlo, pues todos los animales sintientes son nuestra responsabilidad. Pero, así lo sean, no es la clase de responsabilidad que tenemos ante los niños o las víctimas. Temo que la solución de Nussbaum, como la de muchos animalistas, sería intentar entrenarlos como a nuestras mascotas.

                                                                                                                                *Santiago Wills es un escritor y periodista bogotano. Ha sido tres veces ganador del Premio Simón Bolívar y finalista de varios premios internacionales de crónica. Su primera novela, Jaguar (Literatura Randomhouse 2022), fue semifinalista del Premio Herralde.

                                                                                                                                🌳 📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre el ambiente? Te invitamos a verlas en El Espectador. 🐝🦜

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                                                                                                                                Foto: Diego Peña Pinilla
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                El reino animal está repleto de historias similares: hay violencia, muerte y sufrimiento por doquier (si quieren traumatizarse, averigüen sobre las prácticas reproductivas de las nutrias marinas). Recientemente, algunas personas han propuesto que es nuestro deber acabar con el sufrimiento animal a toda costa. Las conclusiones a las que han llegado serían risibles de no ser porque muchos seguidores se las toman en serio. Algunos han llegado al extremo de sugerir que deberíamos pensar en eliminar todos los animales depredadores del mundo o que, como afirma Martha Nussbaum, una de las filósofas más renombradas del mundo, en Justice for Animals, su más reciente libro, quizás deberíamos considerar reemplazar los instintos depredadores de esos animales con comportamientos que no causen sufrimiento, tal y como hacen los cuidadores en los zoológicos o las personas responsables con sus mascotas.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Para un filósofo como Jeff McMahan, de la Universidad de Rutgers, esto significa eliminar a todos los depredadores del mundo. ¿Cómo? McMahan, al igual que Nussbaum, afirma que “nuestra ignorancia de las potenciales ramificaciones de nuestras intervenciones en el mundo natural aún es profundo” y que matarlos, sin más, puede tener consecuencias ecológicas que causen aún más sufrimiento del que se pretendía evitar. No obstante, esto no quiere decir que no debamos desear la extinción de los carnívoros, pues no es cierto “que las especies existentes sean sagradas o irremplazables”. Individualizar especies es un criterio moralmente irrelevante, afirma McMahan.

                                                                                                                                Nussbaum llega conclusiones a similares. Los animales individuales que tienen sensaciones y sentimientos (sentience) –olvídense de los insectos– merecen tener vidas plenas en las que no sean devorados por depredadores. “Es importante seguir señalando que los antílopes no fueron hechos para ser comida; fueron hechos para vivir una vida de antílope”, escribe Nussbaum. “El hecho de que a menudo no puedan vivir esas vidas es un problema, y, dado que estamos a cargo en todas partes, tenemos que buscar qué tanto podemos y debemos hacer al respecto”. Nussbaum no cree que debamos eliminar los depredadores, dada nuestra ignorancia científica sobre las posibles consecuencias, pero sí considera que sus instintos pueden redirigirse para evitar que maten a sus presas usando las tácticas que se usan en los zoológicos y en los hogares. Quizás esos instintos no puedan satisfacerse del todo –”en lo que concierne a lo ‘salvaje’, es evidente que nuestro conocimiento es mínimo”, dice Nussbaum (!)–, pero lo que es claro es debemos reconocer la depredación como un problema y que debemos hacer algo al respecto.

                                                                                                                                Cuesta elegir por dónde empezar. Ambas posiciones delatan un gran desconocimiento de la biología. No es cierto que nuestro conocimiento sea mínimo. Sabemos que, a menudo, la extinción de una especie causa un “efecto cascada” que puede llevar a la extinción de otras, dadas las frágiles interrelaciones que forjan los ecosistemas; sabemos que los depredadores cumplen un rol esencial en el balance ecológico –el caso de los lobos grises en Yellowstone es ejemplar–; sabemos que son muchos menos y que la mayoría de presas viven vidas de presas, en gran parte gracias a la existencia de los depredadores; sabemos que los animales salvajes no son iguales a los domésticos; y sabemos, al menos quienes apreciamos la belleza, que no es cierto que la desaparición de una u otra especie sea moralmente irrelevante.

                                                                                                                                Hay un enorme peligro en equiparar la violencia animal con la humana. Por un lado, se corre el riesgo de juzgar a todas las especies de animales no humanos con un rasero del todo incompatible. Por el otro, se corre el riesgo exculpar comportamientos humanos que deben juzgarse.

                                                                                                                                Y hay una cuestión aún más importante. El sufrimiento animal no se limita a la relación entre depredador y presa. Hay especies cuyas sociedades dependen de estructuras basadas en la violencia, como la de los suricatos. Hay especies cuya reproducción depende de lo que es inevitable describir como una violación masiva (por favor, no investiguen ni a los patos ni a las nutrias marinas). Y hay especies que han sobrevivido mediante el infanticidio, el canibalismo y toda suerte de comportamientos aberrantes, en términos humanos.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                *Santiago Wills es un escritor y periodista bogotano. Ha sido tres veces ganador del Premio Simón Bolívar y finalista de varios premios internacionales de crónica. Su primera novela, Jaguar (Literatura Randomhouse 2022), fue semifinalista del Premio Herralde.

                                                                                                                                🌳 📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre el ambiente? Te invitamos a verlas en El Espectador. 🐝🦜

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                                                                                                                                Ver todas las noticias
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