Más de 50 años tardarán los frailejones quemados en recuperar alturas de 2 metros
En Colombia los páramos son ecosistemas vitales que abastecen de agua al 70% de la población. Hoy enfrentan una crisis debido a incendios forestales. Estos incendios, impulsados por factores humanos y cambio climático, amenazan la biodiversidad y la capacidad de retención de agua de estos ecosistemas.
Decenas de hectáreas de páramo se quemaron o se están quemando en Colombia. La pérdida de cada una de ellas es incalculable y algunos elementos ayudan a entender por qué. Se cree que el ecosistema de páramo tiene entre 3 y 5 millones de años de historia. Para que dimensione eso, tenga en cuenta que la actividad humana en ellos pudo haber iniciado aproximadamente hace solo unos 10 000 años. Colombia, y en general el continente americano, son un lugar privilegio. El 99% de los páramos del mundo se encuentran en la Cordillera de los Andes, en la Sierra Nevada de Santa Marta y en Costa Rica, pero Colombia tiene el 49% de estos ecosistemas del planeta, que en nuestro país ocupan el 1,7% del territorio.
Las funciones ecológicas del páramo son esenciales: su biodiversidad es única y tiene una gran capacidad para capturar el carbono atmosférico. Sin embargo, su característica más sobresaliente es su habilidad para retener y almacenar agua. De hecho, los páramos son la fuente de las cuencas hídricas que alimentan gran parte del país, proporcionando servicios cruciales de abastecimiento de agua para el 70% de la población colombiana, según se lee en el trabajo “Restauración ecológica de los páramos de Colombia”. Por eso, es fundamental cuidarlos. La dificultad es que los páramos son ecosistemas extremadamente frágiles. Factores como disturbios causados por actividades humanas, incendios o incluso el cambio climático, representan amenazas significativas para su biodiversidad y funcionalidad. No es fácil que se recuperen.
Puede ver: Algunas claves para entender qué es lo que muestra el mapa de la Nasa sobre Colombia
Según se puede leer en un trabajo que adelantó en 2013 el Instituto Humboldt, varios autores coinciden en que la recuperación de la vegetación natural del páramo, después de verse afectado, por ejemplo, por un incendio, ocurre en un largo tiempo. Por ejemplo, Thomas van der Hammen, uno de los más importantes geógrafos y ecólogos colombianos (de origen neerlandés) estima que los frailejones necesitan de un período de entre 50 y 100 años para llegar de nuevo a alturas de 2 m o más. Recuerde que estas plantas son endémicas de los páramos de América del Sur. Su densa cobertura proporciona hábitats únicos para diversas especies de fauna y flora. Además, contribuyen a la formación de suelos esponjosos y retienen el agua.
Algunos otros científicos señalan que el tiempo mínimo necesario para recuperar una parte significativa de la vegetación de un páramo después de que este se vea afectado sería de unos 12 años. Sin embargo, dice la investigación del Instituto Humboldt, “debido a las condiciones ambientales de fuerte estrés físico que impone el páramo, las especies características de las comunidades vegetales no recolonizan durante los primeros 10 o 15 años de sucesión, por lo que aun en etapas avanzadas de la sucesión son menos diversas que un páramo original no disturbado”. En términos simples, lo que esto significa es que incluso después de los disturbios (aquello que afecta el ecosistema) la diversidad de las plantas que se van recuperando en esas zonas sigue siendo menor en comparación con un páramo que no ha sido perturbado. La restauración tampoco es algo sencillo. Es un proceso a largo plazo y en él intervienen muchas variables ambientales y decisiones técnicas. No es tan fácil como ir a sembrar y ya, como se ha sugerido en redes sociales.
Puede ver: EL Espectador le explica por qué hay tantos incendios en Colombia
Desde hace décadas el fuego viene afectado a los páramos. En 2006, por ejemplo, un incendio en el Parque Nacional Natural Los Nevados afectó 2400 hectáreas (ha) de sectores aledaños a la Laguna del Otún correspondientes a ecosistema de páramo. Juan Carlos Camargo, Miguel Angel Dossman y Ligia María Arias realizaron una evaluación de los cambios ocurridos en propiedades químicas y físicas del suelo, inmediatamente después del incendio, que fueron monitoreados después de dos (2008) y tres años (2009), comparando sitios afectados y no afectados, en dos geoformas predominantes, laderas y valles estrechos.
Uno de los cambios más importantes que notaron ocurrió en la materia orgánica del suelo, que disminuyó en algunas zonas en cerca del 50%. Esto significa que una gran cantidad de materia orgánica, como hojas y restos de plantas, se perdió debido al fuego. Debido a que muchas especies en los páramos son endémicas, lo que significa que se encuentran exclusivamente en ese hábitat, la pérdida de materia orgánica podría representar una amenaza adicional para estas especies únicas y adaptadas. Además, podría afectar la capacidad del suelo para retener agua y, por lo tanto, influir en la disponibilidad de recursos hídricos.
Después de que desaparece la vegetación en un área, el suelo queda expuesto y se vuelve resistente al agua, lo que significa que el agua no puede ser absorbida fácilmente. Esto provoca que el agua fluya sobre la superficie del suelo en lugar de ser absorbida por él, lo que aumenta algo llamado escorrentía. Estos cambios en el suelo, junto con la pérdida de su estructura y de materia orgánica, pueden afectar negativamente la salud general del suelo, haciéndolo más propenso a la erosión. En el país se han adelantado algunas experiencias de restauración que, después de que pase la emergencia, podrían marcar un camino a explorar. (Puede ver: Las especies invasoras que alimentan los incendios forestales)
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Decenas de hectáreas de páramo se quemaron o se están quemando en Colombia. La pérdida de cada una de ellas es incalculable y algunos elementos ayudan a entender por qué. Se cree que el ecosistema de páramo tiene entre 3 y 5 millones de años de historia. Para que dimensione eso, tenga en cuenta que la actividad humana en ellos pudo haber iniciado aproximadamente hace solo unos 10 000 años. Colombia, y en general el continente americano, son un lugar privilegio. El 99% de los páramos del mundo se encuentran en la Cordillera de los Andes, en la Sierra Nevada de Santa Marta y en Costa Rica, pero Colombia tiene el 49% de estos ecosistemas del planeta, que en nuestro país ocupan el 1,7% del territorio.
Las funciones ecológicas del páramo son esenciales: su biodiversidad es única y tiene una gran capacidad para capturar el carbono atmosférico. Sin embargo, su característica más sobresaliente es su habilidad para retener y almacenar agua. De hecho, los páramos son la fuente de las cuencas hídricas que alimentan gran parte del país, proporcionando servicios cruciales de abastecimiento de agua para el 70% de la población colombiana, según se lee en el trabajo “Restauración ecológica de los páramos de Colombia”. Por eso, es fundamental cuidarlos. La dificultad es que los páramos son ecosistemas extremadamente frágiles. Factores como disturbios causados por actividades humanas, incendios o incluso el cambio climático, representan amenazas significativas para su biodiversidad y funcionalidad. No es fácil que se recuperen.
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Según se puede leer en un trabajo que adelantó en 2013 el Instituto Humboldt, varios autores coinciden en que la recuperación de la vegetación natural del páramo, después de verse afectado, por ejemplo, por un incendio, ocurre en un largo tiempo. Por ejemplo, Thomas van der Hammen, uno de los más importantes geógrafos y ecólogos colombianos (de origen neerlandés) estima que los frailejones necesitan de un período de entre 50 y 100 años para llegar de nuevo a alturas de 2 m o más. Recuerde que estas plantas son endémicas de los páramos de América del Sur. Su densa cobertura proporciona hábitats únicos para diversas especies de fauna y flora. Además, contribuyen a la formación de suelos esponjosos y retienen el agua.
Algunos otros científicos señalan que el tiempo mínimo necesario para recuperar una parte significativa de la vegetación de un páramo después de que este se vea afectado sería de unos 12 años. Sin embargo, dice la investigación del Instituto Humboldt, “debido a las condiciones ambientales de fuerte estrés físico que impone el páramo, las especies características de las comunidades vegetales no recolonizan durante los primeros 10 o 15 años de sucesión, por lo que aun en etapas avanzadas de la sucesión son menos diversas que un páramo original no disturbado”. En términos simples, lo que esto significa es que incluso después de los disturbios (aquello que afecta el ecosistema) la diversidad de las plantas que se van recuperando en esas zonas sigue siendo menor en comparación con un páramo que no ha sido perturbado. La restauración tampoco es algo sencillo. Es un proceso a largo plazo y en él intervienen muchas variables ambientales y decisiones técnicas. No es tan fácil como ir a sembrar y ya, como se ha sugerido en redes sociales.
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Desde hace décadas el fuego viene afectado a los páramos. En 2006, por ejemplo, un incendio en el Parque Nacional Natural Los Nevados afectó 2400 hectáreas (ha) de sectores aledaños a la Laguna del Otún correspondientes a ecosistema de páramo. Juan Carlos Camargo, Miguel Angel Dossman y Ligia María Arias realizaron una evaluación de los cambios ocurridos en propiedades químicas y físicas del suelo, inmediatamente después del incendio, que fueron monitoreados después de dos (2008) y tres años (2009), comparando sitios afectados y no afectados, en dos geoformas predominantes, laderas y valles estrechos.
Uno de los cambios más importantes que notaron ocurrió en la materia orgánica del suelo, que disminuyó en algunas zonas en cerca del 50%. Esto significa que una gran cantidad de materia orgánica, como hojas y restos de plantas, se perdió debido al fuego. Debido a que muchas especies en los páramos son endémicas, lo que significa que se encuentran exclusivamente en ese hábitat, la pérdida de materia orgánica podría representar una amenaza adicional para estas especies únicas y adaptadas. Además, podría afectar la capacidad del suelo para retener agua y, por lo tanto, influir en la disponibilidad de recursos hídricos.
Después de que desaparece la vegetación en un área, el suelo queda expuesto y se vuelve resistente al agua, lo que significa que el agua no puede ser absorbida fácilmente. Esto provoca que el agua fluya sobre la superficie del suelo en lugar de ser absorbida por él, lo que aumenta algo llamado escorrentía. Estos cambios en el suelo, junto con la pérdida de su estructura y de materia orgánica, pueden afectar negativamente la salud general del suelo, haciéndolo más propenso a la erosión. En el país se han adelantado algunas experiencias de restauración que, después de que pase la emergencia, podrían marcar un camino a explorar. (Puede ver: Las especies invasoras que alimentan los incendios forestales)
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