Mercurio: el metal que puso al mundo de acuerdo

Usado para la extracción de oro y presente en termómetros y bombillos fluorescentes, el mercurio es un enemigo mortal y silencioso. Así opera esta amenaza global que acarrea negativas consecuencias para la salud y el ambiente.

Paula A. Rodríguez Vargas y Carolina Escallón Wey*
29 de diciembre de 2017 - 12:43 p. m.
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La bahía de Minamata en Japón es tristemente célebre por ser el lugar donde por primera vez se evidenciaron las graves consecuencias para la salud que genera el mercurio y cómo su contaminación se da a través de la cadena alimenticia. Se trató de un problema de salud pública nunca antes documentado.

El mercurio es ampliamente reconocido como un contaminante global que no tiene ninguna función fisiológica para el cuerpo humano y en cualquiera de sus formas es tóxico para los organismos vivos y el ambiente. Es el único metal que se encuentra en estado líquido a temperatura ambiente y ha sido utilizado por el hombre durante siglos en procesos industriales.

Sin embargo, fue en los años setenta cuando en Japón comenzó a evidenciarse una enfermedad que causaba desórdenes motrices y afectaba especialmente a mujeres embarazadas y niños. Se denominó la enfermedad de Minamata y su origen fue la contaminación con metilmercurio (forma orgánica del mercurio) realizada por la empresa Chisso entre 1932 y 1969. Según el gobierno japonés, a 2013 sufrían de esta enfermedad 2977 personas y más de 11.000 recibieron compensaciones por afecciones a su salud.

Hoy, Minamata es también el nombre del convenio internacional a través del cual se busca la eliminación del uso del mercurio, al entender que este metal representa una amenaza global por sus consecuencias devastadoras para la salud y el ambiente. Más de 80 países ya lo han ratificado, incluyendo a China, el país que más libera este metal al ambiente: 445 toneladas anuales. Colombia, por su parte, libera 75 toneladas anuales, siendo el país que más mercurio libera per cápita, lo cual equivale a que por cada colombiano se descargan al ambiente 1,6 kg de mercurio anualmente. Este mismo cálculo en el caso chino equivale a 0,3kg.

Si bien este elemento seguirá estando presente en el planeta como parte de las erupciones volcánicas, como un componente del carbón y en otros procesos naturales, se busca que no haga parte de las actividades humanas como la extracción de oro, ni se produzcan elementos con mercurio añadido, como los termómetros o los bombillos fluorescentes.

Aunque en sí mismo es un gran logro que los países decidan hacer frente al mercurio de manera coordinada y colaborativa, apalancados con un fondo específico de recursos que prevé el Convenio, el camino por recorrer es desafiante. No solo se trata de las reglamentaciones internas que cada país debe tramitar, las reconversiones tecnológicas que deberán incorporar las industrias, sino también hacer frente a los sitios contaminados, tratar a quienes ya están afectados en su salud e incluso luchar contra economías ilegales como las asociadas a la extracción del oro. Este último es uno los desafíos más relevantes, pues se trata de evitar que toneladas de mercurio sean vertidas a los ríos, afectando la flora, la fauna y en general todos los ecosistemas a su paso hasta llegar al mar, y con esto a todas las comunidades ribereñas de pescadores y a todos aquellos que consumimos pescado de río y de mar.

La situación en el Pacífico colombiano

Basta con llegar a cualquier municipio del Pacífico para darse cuenta de que los ríos son un elemento indispensable para sus habitantes. Aunque en cualquier territorio dependemos del agua para subsistir, en esta zona los afluentes son además el eje estructurante de uno de los ecosistemas con mayor biodiversidad por hectárea del planeta, sirven como medio de transporte y tienen una relevancia cultural indiscutible. Es fácil estar en Bogotá y jamás ver el río que lleva su nombre, pero es imposible llegar a Quibdó sin ver el alucinante río Atrato.

Sin embargo, el Atrato y muchos de sus afluentes están amenazados: además de las masacres y tragedias que sus aguas han presenciado, ahora enfrentan los estragos de un enemigo mortal y silencioso, el mercurio utilizado en la extracción de oro. 

En el Chocó más del 90% de la minería del oro no cuenta con título minero ni licencia ambiental y la mayoría es extraído sin tener ningún criterio sobre sus repercusiones al ambiente. Para su extracción se utiliza el mercurio, que se mezcla con los sedimentos de los ríos buscando crear una amalgama mercurio-oro. Este metal tóxico se utiliza de forma indiscriminada, sin ningún cálculo certero del oro presente, ni tampoco del mercurio necesario; existe la falsa creencia de “entre más mercurio, más oro”. Posteriormente, la amalgama es llevada a lugares de fundición donde se somete a altas temperaturas para evaporar el mercurio y recuperar el oro.

La minería artesanal que se hacía para la subsistencia de las comunidades del Pacífico colombiano ha sido reemplazada por la extracción descontrolada con maquinaria pesada como retroexcavadoras y dragas de gran calado. Este último modo de explotación se ha incrementado en la última década debido principalmente al aumento de los precios del oro a nivel internacional y a la falta de control de esta actividad. 

Las llamadas dragas son construcciones hechizas que navegan por los ríos succionando los sedimentos para ser mezclados con el mercurio. Este proceso es ineficiente y gran parte del mercurio que se utiliza termina en el fondo del río. Allí, bacterias especializadas transforman el mercurio metálico en metilmercurio, la forma que puede ser bioacumulada en los organismos vivos. El zooplancton y fitoplancton capturan este metilmercurio dejándolo disponible para ingresar en la cadena alimenticia. En este proceso, los peces más pequeños consumen el metilmercurio del plancton y los sedimentos y, luego, los peces carnívoros consumen peces pequeños bioacumulando el mercurio consumido con anterioridad por estos y así sucesivamente. Este proceso se conoce como biomagnificación. Los humanos consumimos mayoritariamente peces carnívoros, lo cual implica que a nuestro cuerpo ingresa todo el mercurio que se ha consumido a través de la cadena, dando como resultado posibles concentraciones elevadas del metal.

Esta es una de las vías a través de las cuales el mercurio llega al cuerpo humano, pero no la única. Cuando el mercurio es evaporado en el proceso de fundición, este queda en el aire y es respirado, lo cual afecta no sólo a las personas que están en la fundidora o cerca de ella, sino que el vapor de mercurio puede viajar libremente por todo el planeta y caer junto con la lluvia en cualquier otro lugar del globo.

La magnitud del problema

En una zona donde lo que abunda, además de la biodiversidad, es la falta de oportunidades laborales y con un precio del oro cercano a los 40.000 dólares por kilo (precio según el Banco de la República en octubre de 2017), muchos mineros foráneos han llegado al Chocó con promesas de enormes riquezas. Sin embargo, lo que han dejado a su paso es a la población más vulnerable que antes: el cauce de algunos ríos casi ha desaparecido como ocurre en el río Quito, y la principal fuente de proteína, el pescado, escasea por la alta sedimentación, además que puede estar contaminado con mercurio. En algunos casos, la extracción se hace con apoyo de las comunidades, pero en otros, estas estructuras llegan a sacar el oro sin pedir permiso.

Teniendo en cuenta que la minería de oro es el proceso que más mercurio emplea y que el Pacífico colombiano es una zona de alta importancia para la biodiversidad, en 2016 se realizó una evaluación del estado de la contaminación por mercurio en diversas matrices ambientales en la cuenca del río Atrato. Esto, en el marco del Proyecto GEF Conservación de la biodiversidad en paisajes impactados por la minería en el Chocó biogeográfico, con participación de WWF Colombia, la Universidad de Cartagena y el Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico-IIAP. Los datos del estudio buscan ser un insumo para la toma de decisiones por parte de las autoridades respecto a esta problemática que amenaza los bosques, los cuerpos de agua y al ecosistema en general, así como a los habitantes de la región.

Se tomaron 261 muestras de peces en el río Atrato, 50 muestras de sedimentos en el mismo río, se hicieron 14 mediciones del aire en distintos lugares de Quibdó y fueron analizadas 357 muestras en cabello humano: 245 en habitantes de Quibdó y 112 en Paimadó.

Si bien este estudio no es representativo poblacionalmente y, por tanto, no debe entenderse como un análisis exhaustivo de la contaminación por mercurio en el río Atrato, es un insumo valioso para que las autoridades competentes realicen análisis de mayor alcance y profundidad. Otras entidades públicas y universidades han llevado a cabo estudios similares en varias regiones del país, que también sirven como referente.

Los resultados revelan que la población de Quibdó está expuesta a la contaminación por mercurio a través del consumo del pescado contaminado y al respirar aire con altas concentraciones de este metal. Debe tenerse en cuenta que la magnitud de los efectos tóxicos del mercurio dependen de varios factores: la dosis recibida, la forma química del metal, la vía y el tipo de exposición (aguda o crónica). Para cada caso, las autoridades ambientales y de salud deben ofrecer respuestas oportunas para los casos donde se ha identificado una medición que sobrepasa los límites recomendados como seguros por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Las muestras de cabello recolectadas en los sitios de muestreo fueron totalmente aleatorias e involucraron personas de distinto género, edad y ocupación. Los participantes se vincularon de manera voluntaria, firmando previamente un consentimiento informado. El proceso de toma de las muestras fue realizado siguiendo las pautas nacionales e internacionales de bioética.

Los resultados de los análisis de mercurio total en muestras de cabello humano en Quibdó y Paimadó fueron de 6.72 partes por millón (media), y 0.87 partes por millón (media), respectivamente. Según la Environmental Protection Agency (EPA) de Estados Unidos, la concentración máxima segura de mercurio para humanos es de 1 parte por millón (ppm) y ninguna persona debería tener una concentración superior a esta. Por su parte la OMS establece que la concentración máxima permisible de mercurio en cabello no debe superar 2 ppm.

Teniendo como referencia la concentración de 1 ppm, el 53% de las personas muestreadas en Quibdó sobrepasaron el límite aceptado a nivel internacional como seguro, el 19.3% presentaron niveles de mercurio superiores a 10 ppm y el 3% presentaron niveles mayores de 40 ppm. Los resultados encontrados en Quibdó pueden ser considerados como altos en comparación con los reportados en otras áreas mineras del país.

En cuanto a los peces, se realizaron muestreos en diferentes ubicaciones sobre el río Atrato en 11 puntos desde Negua hasta Marriaga, abarcando sitios de tradición pesquera, ciénagas y afluentes cercanos a poblaciones ribereñas. Se recolectaron un total de 261 especímenes con la ayuda de pescadores locales.

En músculo de pescado fueron encontradas concentraciones elevadas de mercurio en cinco especies carnívoras consumidas frecuentemente por la población (bagre sapo, doncella, beringo, barbudo y quicharo). Estas sobrepasan el límite máximo recomendado para mercurio (0.5 ppm de acuerdo con la EPA), lo que podría representar un riesgo a través de su ingesta. También se identificaron especies con niveles bajos de mercurio como el boquipompo, el guacuco, el dentón y el bocachico.

Respecto a las muestras de aire, fueron tomadas mediciones en 14 lugares en Quibdó, incluyendo sitios de venta de oro donde realizan el proceso de fundición y en donde se presentaron las concentraciones más altas. Debe tenerse en cuenta que en el momento de la medición del mercurio en aire, ningún horno estaba en actividad. Se registraron concentraciones superiores a los 22.000 ng/m3, que resulta en exceso elevada si se tiene como referencia la recomendación de la OMS de no sobrepasar los 1.000 ng/m3.

En cuanto a las muestras de sedimentos tomadas en diferentes puntos del río Atrato, se identificaron bajos niveles de mercurio, con muy poca variabilidad entre puntos de muestreo. Las concentraciones más altas (>0,10 ppm) en sedimentos fueron encontradas en la desembocadura del río Quito, en el río Puné y sobre el río Atrato a la altura de la población de Buchadó y antes del municipio de San José.

Lo que viene

El reto es grande y la urgencia, innegable. Por ello, se requieren medidas integrales y cuya velocidad de implementación sea consistente con los daños. En primer lugar, Colombia debe ratificar el Convenio de Minamata e implementarlo junto con las demás leyes y regulaciones que ya se han expedido, como la Ley 1658 de 2013 que establece la prohibición del uso de mercurio a partir del 2018 en la minería y en 2023 en la industria.

Con la ratificación, el país podrá obtener ayuda financiera y técnica para enfrentar la contaminación por mercurio, asegurar controles a la importación de este metal y de productos con mercurio añadido, y tener veeduría internacional para eliminar su uso, entre otros beneficios.

Además, es necesario realizar inversiones para estudiar cómo se está moviendo el mercurio, pues su comportamiento y efectos aún no han sido dimensionados ni cuantificados, y definir cuál será la mejor forma de extraerlo de los ríos. También es urgente encontrar alternativas económicas distintas a la minería en zonas cuya vocación es el uso sostenible de la biodiversidad. Todo esto sin analizar aún el efecto del río contaminado al llegar a zonas costeras o su efecto en los peces migratorios y también el impacto en asentamientos humanos.

Teniendo en cuenta que la ingesta de peces contaminados constituye una vía importante para la introducción del metilmercurio en el organismo humano, aunque no la única, se recomienda a la población estar informada sobre las alertas sanitarias que realicen las autoridades de vigilancia y control para .prevenir y evitar consumir pescado contaminado.

El llamado es a actuar con efectividad ante un problema global que tiene expresión local en nuestro país. Una visión de largo plazo nos permitirá comprender que el verdadero oro de zonas biodiversas como el Pacífico, son sus servicios ecosistémicos y el potencial de hacer un aprovechamiento sostenible de productos forestales no maderables como frutos, semillas o raíces que son anhelados por la industria y la ciencia. En definitiva, la naturaleza es la única riqueza que garantiza nuestra supervivencia en el planeta. 

Este artículo fue publicado en el libro ‘Arrastrando la montaña hacia el mar’ de la Agenda del Mar 2018

*Paula A. Rodríguez Vargas

Ingeniera Ambiental de la Universidad de los Andes con Maestría en Calidad del Aire de la misma universidad. Especialista en Impactos sectoriales de WWF, donde trabaja en temas de contaminación con mercurio en zonas en zonas mineras y en temas de sostenibilidad urbana. 

*Carolina Escallón Wey

Comunicadora Social y Periodista de la Universidad de la Sabana. Consultora en Comunicaciones de WWF para proyectos relacionados con conservación de biodiversidad en el Pacífico y la Orinoquía.  

Por Paula A. Rodríguez Vargas y Carolina Escallón Wey*

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