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No al gas

El gas es un combustible fósil que genera gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, y, aunque emite menos CO2 que el petróleo o el carbón, su uso genera emisiones de metano que, de hecho, tienen un mayor potencial de calentamiento global.

Jose Luis Diaz Ramos* y Daniela María Quintero Gallego**
25 de octubre de 2022 - 10:26 p. m.
Genérica Opinión EE
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Foto: Diego Peña Pinilla
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Llevamos 79 días del gobierno del presidente Gustavo Petro y uno de los temas que más ha llamado la atención, para bien o para mal, ha sido la producción de gas en el país. La ministra de Minas y Energía afirmó que Colombia no va a firmar más contratos de exploración y explotación de hidrocarburos, incluido el gas. Dadas las bajas reservas de este recurso en el territorio nacional, seguir consumiéndolo al ritmo actual y sin ningún plan que busque reducir su demanda o reemplazarlo por otras fuentes (eólica y solar), las importaciones tendrían que aumentar. Todas estas hipótesis han desatado diversas opiniones y reportes, entre ellos el de Fedesarrollo, que aboga por la versatilidad del gas y su potencial costo-eficiente que lo convertiría en un combustible de permanencia en la generación de energía del país.

Recordemos que el gas es un combustible fósil que genera gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, y, aunque emite menos CO2 que el petróleo o el carbón, su uso genera emisiones de metano que, de hecho, tienen un mayor potencial de calentamiento global.

Antes de comenzar la discusión sobre si seguir o no con la producción y consumo de gas, partamos por dejar claras las diferencias entre matriz energética y el perfil económico del país. A nivel energético para 2020, el 25% de la matriz primaria de Colombia fue gas, mientras que a nivel económico y según datos del Banco Mundial, para ese mismo año el petróleo representó el 2.6% del PIB nacional, el carbón el 0.6% y el gas, sólo, el 0.1%, lo que evidencia cómo Colombia depende comercial y fiscalmente de los hidrocarburos.

Esto muestra que debemos trabajar de manera decidida por diversificar nuestras fuentes de ingresos para no depender de insumos que, tarde o temprano, dejarán de usarse en el mundo por sus efectos sobre el cambio climático. Sin embargo, en este momento, nuestra dependencia al gas es mayor a nivel energético que económico. Es aquí donde debemos empezar a trabajar, pues si bien ambas dimensiones están relacionadas, también pueden avanzar a ritmos distintos.

Algunas voces defienden las exploraciones y producción del gas bajo el argumento de mantener la autosuficiencia energética. Pero, ¿cómo basarla en un recurso no renovable al que solo le quedan entre seis u ocho años de reservas probadas?

Aunque Ecopetrol señala la existencia de entre una y cuatro décadas de reservas, y se reportan anuncios de nuevos descubrimientos, nuestro consumo de gas ha crecido tanto que desde hace un tiempo la UPME señaló la importancia de concretar planes para importarlo debido a que su demanda está superando la producción del país. Esto nos lleva a pensar que, a mayor dependencia energética del gas, mayores tendrán que ser las importaciones.

De hecho, en los últimos años el consumo ya ha superado a la producción; es decir, ¡ya estamos importando gas! En 2020, el país importó 379 millones de metros cúbicos de gas, una proporción relativamente baja respecto a la importación de América Latina y el Caribe que fue de 73.127 millones de metros cúbicos.

Incrementar las importaciones de gas expondría al país a la alta volatilidad de los precios internacionales del hidrocarburo, con el potencial de afectar al gobierno y a los hogares más vulnerables. Vale la pena recordar que los precios del gas que pagan estos hogares no son bajos por la dinámica del mercado, sino gracias a los subsidios con los que cuenta este energético. En 2020, los subsidios para hogares de bajos ingresos fueron de más de 267 mil millones de pesos ¿Qué pasará cuando estos aumenten a tal punto que el gobierno no pueda seguir otorgándolos, como está pasando con el fondo de estabilización de precios de los combustibles?

A pesar de esto, el gremio del gas habla de este como un combustible “de transición” hacia las energías renovables. ¿Será que en realidad lo podemos considerar de “transición” cuando se continúa invirtiendo en infraestructura para aumentar su uso industrial y doméstico? Ya se sabe que esta infraestructura tomará años en brindar retornos esperados, y además está condenada a quedar en el abandono cuando se agoten las reservas o tengamos problemas con nuestros aliados comerciales, como ha venido pasando en Europa.

Es verdad que el país puede avanzar en la descarbonización de la matriz energética y el perfil económico en ritmos diferentes. No obstante, es muy importante que avance en ambos de manera decidida y evite caer en la falacia de seguir produciendo gas usando como argumento que es el combustible “menos malo”.

Promover el uso del gas nos aleja del objetivo de no aumentar la temperatura global más allá de 1.5°C, y compromete nuestra capacidad de cumplir los compromisos internacionales en esta materia. Inclusive, entramos en una cuestión ética, porque cada esfuerzo cuenta. Colombia registró en 2021 un total de 31,698 personas desplazadas por eventos de riesgo relacionados con el clima, según el Internal Displacement Monitoring Centre. Si nosotros no hacemos todo lo posible por prevenir que estos efectos sean cada vez peores, los más afectados seremos nosotros mismos.

El gas es un energético con beneficios inmediatos, pero está destinado al abandono gradual en el mediano plazo por las tendencias globales, que irreversiblemente avanzan hacia el uso de renovables. Este nuevo gobierno tiene la obligación de pensar a futuro, evaluar los riesgos de sus decisiones y no dar pasos atrás. Colombia está a la vanguardia mundial al excluir al gas de su Taxonomía Verde, precisamente porque no es coherente con los compromisos de país ni con las trayectorias que requiere para la descarbonización. Habrá que mantener este liderazgo con consistencia en la planeación y la ejecución de nuestro futuro energético.

Urge un plan claro que nos lleve a establecer fechas claras de salida, “desgasificando” la demanda por sectores, fomentando el rol de la electrificación basada en renovables (proveniente de fuentes solar, eólica, biomasa, entre otros, en los cuales el país tiene un alto potencial), y avanzando en la implementación del plan de hidrógeno verde para sectores difíciles de electrificar. El país tiene cómo dejar de depender del gas a nivel energético y económico, hace falta entonces un liderazgo contundente para evitar su uso.

* Profesional en Gobierno y Asuntos y Economista. Asociado en Transforma.

** Economista y Magíster en Estudios de Desarrollo. Asociada en Transforma.

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Por Jose Luis Diaz Ramos*

Por Daniela María Quintero Gallego**

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