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Orinoquia colombiana, un ecosistema clave que necesita más atención

La Orinoquía ocupa el 31 % del territorio colombiano y alberga el 29 % de su biodiversidad. Su red hídrica, con el Orinoco y sus afluentes, aporta el 26 % del agua disponible en el país. Un informe del Instituto Humboldt alerta sobre las amenazas que enfrenta la región por el cambio climático y la actividad humana.

Luisa Fernanda Orozco
25 de marzo de 2025 - 11:00 p. m.
La Orinoquia ocupa cerca del 31 % del territorio colombiano.
La Orinoquia ocupa cerca del 31 % del territorio colombiano.
Foto: Instituto Humboldt
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Durante los últimos años, la Amazonia ha acaparado la atención de la academia y la opinión pública por su papel crucial en el equilibrio ecológico global. Sin embargo, hay otra región fundamental de la que se habla menos: la Orinoquia. Un reciente informe del Instituto Humboldt destaca su importancia: esta región abarca el 31 % del territorio colombiano, alberga el 29 % de la biodiversidad del país y concentra el 26 % del agua disponible. No obstante, enfrenta serios desafíos debido al cambio climático y la actividad humana, que amenazan sus ecosistemas y especies.

Se trata del Reporte Bio del Instituto Humboldt, publicado anualmente, que en esta ocasión se centró en la Orinoquia, que abarca los departamentos de Arauca, Casanare, Vichada y Norte del Guaviare. A esta región el instituto la describe como “vasta y en muchos casos, desconocida”, cuya magnitud no debe confundirse con vacío, “pues la vida se manifiesta aquí en todas sus formas: desde especies carismáticas como el jaguar, hasta comunidades humanas que han aprendido a vivir al ritmo del pulso hidrológico”. En la literatura, José Eustasio Rivera la describió, también, como un lugar donde “el cielo y la llanura parecen confundirse en un solo abismo de luz y de silencio. Por las tardes, los atardeceres incendian el horizonte, y por las noches, el viento arrastra el eco de los ríos que van a perderse en el Orinoco”.

La conexión hídrica es una de las piezas más fundamentales de la región, según cuenta Germán Andrade, biólogo y asesor científico del Instituto Humboldt. Para ponerlo en perspectiva, él explica que la Orinoquia es, en extensión, la tercera cuenca internacional más importante de Sudamérica, después del río Amazonas y la Plata. “El río Orinoco es, además, el tercero más caudaloso del mundo. Si bien nace en Venezuela, la magnitud del río depende, en gran medida, de los principales afluentes que discurren desde Colombia, como son el río Guaviare, Vichada, Meta, Casanare y Arauca”, explica Andrade.

Otra conexión que Andrade resalta es la de sus ecosistemas: en la Orinoquia se extienden la nieve tropical, los páramos, la selva de montaña y las sabanas tropicales. Además, tiene una selva gigantesca al norte del río Guaviare, llamada Matavén, que es el puente hidrológico entre la Amazonia y los Andes.

Allí también viven 23.487 especies de fauna y flora identificadas por la ciencia, que corresponde al 29 % de toda Colombia. Su diversidad de aves es una de las más destacadas, con 761 especies que equivalen al 38 % de la avifauna nacional. También, tiene 767 especies de peces, y alberga gran cantidad de plantas, con más de 4.000 entre territorio colombiano y venezolano.

Sin embargo, actualmente 491 especies presentes en la región se encuentran en alguna categoría de amenaza: 76 están en peligro crítico, 173 en peligro y 242 en estado vulnerable. Esta cifra equivale al 23 % de especies amenazadas en nuestro país.

A esta creciente amenaza, se suma que gran cantidad de mamíferos, reptiles, aves y anfibios deben enfrentarse al atropellamiento en vías. En su informe, el Instituto Humboldt recuerda que alrededor de 2.459 kilómetros de carreteras se mejoraron en todo el país entre 2015 y 2021. Esto permitió que los corredores viales se extendieran a lugares donde no habían llegado antes, como la Orinoquia, en la que, al día de hoy, hay cerca de 49 ecosistemas de alta importancia que tienen algún tipo de intervención industrial.

Además, aproximadamente 6.153 kilómetros de carreteras en esa región tienen una probabilidad alta, o muy alta, de atropellar fauna. Para ponerlo en perspectiva, esos kilómetros equivaldrían a una distancia en línea recta entre Bogotá y Ciudad de México. Nada más entre 2016 y 2023 se documentaron 1.047 casos de fauna atropellada, sobre todo en la vía Villavicencio-Yopal. Hasta ahora, los animales que se han visto más afectados son la zarigüeya (Didelphis marsupialis), con 11,94 % de los registros; el mielero (Tamandua mexicana), con 8,69 %; y el zorro cangrejero (Cerdocyon thous), con 7,74 %. Le siguen algunos reptiles como el caimán de anteojos (Caiman crocodilus) con un 6,30 %; la iguana (Iguana iguana) con 4,78 %; la anaconda verde (Eunectes murinus) con 1,62 %; y la boa constrictor (Boa constrictor) con 1,43 %.

Ante esta amenaza, el informe sugiere que se identifiquen los sitios con más probabilidades de que estos atropellamientos ocurran con frecuencia. Luego, con esta información, se podrían implementar medidas de prevención como los pasos de fauna aéreos entre las vías, la adaptación de obras que permitan el paso seguro de las especies, y la adecuada señalización antes y después de los puntos de cruce, junto a un mayor involucramiento de la comunidad aledaña para que promuevan la conciencia vial.

El doble filo de la huella humana

El Reporte Bio menciona que la huella espacial humana, o sea la influencia de las actividades del hombre sobre los paisajes y ecosistemas, ha aumentado un 35 % en la Orinoquia durante los últimos años, con la posibilidad de que en los próximos 20 años escale al 41 %. Andrade comenta que esto se debe, en parte, a que la densidad poblacional ha crecido no solo en ciudades como Villavicencio, Yopal y Arauca, sino también en otras que vienen en expansión, como Puerto Carreño y Puerto Gaitán.

Otras actividades que han influido son la ganadería de libre pastoreo y la agricultura extensiva, “que dependen directamente de la infraestructura vial para la comercialización de sus productos. Estas condiciones han propiciado un aumento en el índice de huella humana por la construcción de vías terrestres, lo que genera un patrón de fragmentación en las zonas aledañas”, se lee en el reporte. Allí también se menciona que las áreas naturales han facilitado la protección de ciertas zonas. Por ejemplo, las Reservas Naturales de la Sociedad Civil contribuyen al Sistema Regional de Áreas Protegidas de la Orinoquia (Sirapo) y aportan desde la conservación privada 205 reservas registradas y un total de 202 152 ha.

Es usual que, en el sector del agro, se observe a la Orinoquia como “la última frontera agrícola del país”, ya que el 58 % de la frontera agrícola nacional se encuentra allí. Esto ha llevado a que esta línea aumente sustancialmente -de 1.000 kilómetros cuadrados a 8.000 kilómetros cuadrados-, pero, si bien esto le otorga un gran potencial como región, el Instituto Humboldt también advierte una serie de amenazas que se podrían presentar. La más crítica es la posibilidad de que se duplique la demanda hídrica por el incremento en las áreas de cultivo. Un 13 % de ese incremento iría destinado al arroz, cuya siembra creció un 66 % en los últimos 10 años.

En el reporte, el Instituto también pinta el siguiente paisaje: paisajes de sabana inundable y altillanura transformados en superficies para la ganadería y cultivos transitorios. “Se espera que esta tendencia se intensifique para 2030, con una mayor presión sobre las áreas prístinas o con coberturas nacionales”. se lee en el informe.

Algunas de las consecuencias más graves se verían ejemplificadas en la reducción del cauce de algunos de los ríos que mencionamos al principio de este artículo: en los escenarios más extremos, los ríos Meta, Vichada y Guaviare podrían ver reducciones de hasta 95 %, 98 % y 50 %, respectivamente. Todo esto, en palabras de Andrade, sería un coctel exacerbado por el aumento de temperaturas y la disminución de precipitaciones que se prevén como efectos potenciales del cambio climático, “teniendo en cuenta que los fenómenos naturales son muy difíciles de predecir, así como sus consecuencias”, menciona el biólogo.

Sostenibilidad en construcción

El Reporte Bio marca una ruta a seguir: de no implementarse medidas de conservación y planificación territorial efectivas, junto a medidas de gestión ambiental por parte del sector productivo, la Orinoquia seguirá experimentando una presión cada vez más fuerte.

Ante este panorama, si bien Andrade hace énfasis en que a la agroindustria le hace falta mucho para llegar a ser sostenible, sí hay unos esfuerzos importantes que se vienen adelantando en la región y que deben ser reconocidos y replicados. “Funcionan, y los resultados que han tenido lo demuestran”, explica Andrade.

Algunos de los ejemplos que el biólogo da tiene que ver con la ganadería criolla que ocurre en baja intensidad. “Existen hectáreas de ganadería criolla sostenible en las sabanas naturales”, cuenta Andrade, quien también menciona la posibilidad de continuar aumentando el cultivo de marañón en la región. El marañón tiene buena captación de carbono y ayuda a disminuir las quemas de las sabanas, junto a su deforestación.

El Reporte también documenta el consumo de hormigas culonas en la Orinoquia, donde campesinos, indígenas y otros habitantes participan anualmente en la colecta y transformación para su consumo mediante procesos artesanales. Por otro lado, Andrade menciona que todavía hay algunos retos en incorporar prácticas más sostenibles en la siembra de arroz y la pesca ornamental, aunque en esta última se están implementando importantes esfuerzos por parte de las comunidades tradicionales.

En esos términos, el biólogo destaca que dos grupos sociales están llamados a conservar y proteger la Orinoquia: en primer lugar, está la agroindustria, conformada por los grandes empresarios. “En esta región se están dando emprendimientos de nuevas fincas muy grandes, en las que se habla de 15.000 y 30.000 hectáreas. Estos empresarios tienen que convertirse en gestores de biodiversidad, para que su industria no sea incompatible con la preservación de la región”, explica. En segundo lugar, están las comunidades indígenas del territorio, cuya gestión, a través de áreas protegidas, es fundamental.

De esta revisión exhaustiva que hizo el Instituto Humboldt, Andrade destaca que lo importante no es únicamente quedarse con los riesgos vigentes para la región, sino también con las soluciones que se vienen implementando. “Son muchas y ya han dado resultados. Existen muchas oportunidades que se deben volver la respuesta de la sociedad para potenciar la Orinoquia”, enfatiza.

Luisa Fernanda Orozco

Por Luisa Fernanda Orozco

Periodista de la Universidad de Antioquia.@luisaorvallorozco@elespectador.com
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Hincha Rojo(87476)Hace 18 horas
Excelente artículo.
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