“Podemos parar la sexta extinción masiva”: el padre de la biodiversidad
El primer científico en hablar de diversidad biológica y actual enviado para la ciencia de los Estados Unidos, Thomas Lovejoy, cree que se necesita mayor sensibilidad hacia la naturaleza para detener esta hecatombe anunciada.
Maria Mónica Monsalve
Biodiversidad es una palabra que con el tiempo se ha convertido en parte del lenguaje común. Aparece en las vallas publicitarias que invitan a los extranjeros a visitar Colombia, sus cifras son recurrentes a la hora de dar discursos políticos y los informes científicos nos han advertido reiteradamente que es un potencial que se está perdiendo. Pero esta palabra no siempre estuvo allí. Fue en 1980, cuando el biólogo Thomas Lovejoy introdujo el término “diversidad biológica”, que la ciencia pudo contener en tan sólo dos palabras la dimensión y la complejidad del mundo que nos rodea.
Desde entonces, también, Lovejoy pasó a ser conocido como el padre de la biodiversidad. En su visita a Colombia, como actual enviado para la ciencia de los Estados Unidos, Lovejoy explicó por qué es cierto que estamos enfrentando una sexta extinción masiva y habló de lo que ha significado para los científicos la llegada de Trump a la Presidencia de su país.
Usted fue el primero en usar el término “diversidad biológica”. ¿Cómo cree que esto cambió la forma como entendemos el mundo?
Fue la primera vez que, a través de sólo dos palabras, se pudo describir la increíble variación que hay en la biología: no sólo en las especies, sino en los diferentes tipos de hábitats y en la variación genética. Lo extraordinario es que la biología es increíblemente más complicada que cualquier cosa en el universo, es un sistema muy complejo.
Existe la sensación de que la conservación de esta biodiversidad va en contravía de la lógica económica actual. ¿Cómo se puede usar el potencial biológico para pensar en economías más sostenibles?
Creo que si manejamos nuestra base biológica con prudencia, esta puede seguir proporcionándonos todo tipo de servicios, ya sea el oxígeno o el agua. También hay otros productos que tomamos de la naturaleza constantemente y no caemos en cuenta. Todo lo que comemos es biología, todo lo que llevo puesto es biología, así que la biología ya nos da eso. Ahora, en la medida en que nuestras vidas se vuelven más sofisticadas, el potencial biológico se sigue descubriendo, como ha pasado con las vacunas.
Una forma en la que me gusta explicarlo es que cada especie representa una solución para cierto problema biológico. Por ejemplo, tenemos a Alexander Fleming, que estaba tratando de cultivar en una placa de Petri y ésta se contaminó de moho. Así descubrió un antibiótico. Cosas así se siguen dando todo el tiempo alrededor del mundo y con distintas especies.
Usted también creó el modelo de “deuda por intercambio de naturaleza” (“debt for natura swap”). ¿Cómo funciona?
Lo que pensé en ese momento es que hay muchos países en Latinoamérica que les deben bastante plata a los bancos comerciales estadounidenses. Entonces la idea es tener un descuento en el “biomercado” de esta deuda. Es decir, después de un acuerdo, un porcentaje de la deuda es perdonado a cambio de que el país haga conservaciones locales a favor del medioambiente. Ahora, aunque inicialmente se planteó así, en la práctica se ha hecho entre gobiernos.
Como científico, ha trabajado cerca de varios gobiernos de Estados Unidos, como los de Reagan, Clinton, Bush y Obama. ¿Qué ha cambiado con la llegada de Trump?
Más cosas de las que me gustaría, pero menos de las que imaginé…
¿Cuáles son los mayores riesgos de la política ambiental de Trump?
Bueno, esta administración es básicamente opuesta al cambio climático, pero Estados Unidos es un país complicado. California está tomando varias acciones contra el cambio climático, al igual que varias ciudades. Ahora, creo que lo que más se está debilitando son las regulaciones ambientales y se está tratando de ocultar la capacidad que tienen las agencias medioambientales. Tendremos que deshacer muchas de estas cosas.
¿Cómo? ¿Esperar a la próxima administración?
Sí, así deberá ser. Esta administración no es una que se quiera comprometer con muchas pericias.
El cambio climático, a pesar de todo, es un tema que logró colarse en la agenda política. ¿Cuál es su relación con la biodiversidad y lo que le puede pasar?
Cada especie está exclusivamente adaptada a las condiciones en las que vive y todos los ecosistemas del planeta han venido acomodándose a cierto clima durante los últimos 10.000 años: pero ahora estamos cambiando ese clima. Creo que, particularmente, la biología está en un punto muy vulnerable y los 2 grados de temperatura de los que tanto se habla son demasiado. Definitivamente, un aumento de 2 grados de la temperatura nos dejaría un mundo sin arrecifes de corales, y el 5 % de la humanidad depende de ellos.
Por esto, me puse muy contento cuando los 1,5 grados de temperatura resurgieron en las conversaciones de París. Aunque fue una cifra pensada en el aumento del nivel del mar, creo que también es una temperatura mucho mejor para que la biología pueda seguir funcionando. El problema es que así dejemos de emitir en este momento vamos a superar esos 1,5 grados. La pregunta es: ¿podemos volver a atrapar el CO2 de la atmósfera? Hay una forma obvia que es restaurando los ecosistemas que hemos degradado en el último siglo, lo que nos daría la posibilidad de capturar lo que se necesita para no aumentar unos 0,4 o 0,5 grados. A esto lo llamó la solución salvaje.
Hacia 1980, usted proyectó que alrededor del 10 % y el 20 % de todas las especies se habrán extinguido para el 2020. ¿Actualizaría esa cifra?
Cuando uno hace una proyección lo hace esperando que las personas tomen alguna medida para que no se convierta en realidad. ¿Qué tan bien lo hemos hecho comparado con eso? No se puede saber todavía, pero los números de especies en peligro siguen aumentando. De hecho, un estudio publicó que la mayor pérdida de poblaciones en muchas especies ocurre incluso antes de que estas entren a las listas de peligro de extinción.
Entonces, ¿sí estamos en la sexta extinción masiva?
Sí, ya estamos en el principio, pero las extinciones masivas son un evento muy grande. Todo lo que puede suceder no tiene que suceder y podríamos pararlo.
¿Cómo?
Simplemente siendo más sensibles y sensitivos respecto a cómo tratamos al mundo natural.
En medio de esta crisis medioambiental, ¿qué le da esperanza?
Bueno, hay una cosa relacionada con que aún debemos descifrar cómo alimentar a 2.000 o 3.000 millones de personas más en el mundo y hacerlo sin destruir ningún rincón adicional de naturaleza. Eso significa que debemos mejorar nuestros productos de agricultura y cambiar nuestra dieta al modo como los médicos nos los han recomendado siempre: menos carnes rojas y más pollo y pescado.
Tuvo la oportunidad de conocer el páramo de Chingaza. ¿Qué opina de los esfuerzos que está haciendo Colombia en términos de conservación de biodiversidad?
Creo que tiene un sistema de parques impresionante, pero es claro que le falta financiación y que puede ser más efectivo. Ahora, también me preocupan las áreas que no están en parques. En medio de las primeras fases de los procesos de paz, se deben direccionar a un panorama más sostenible.
Biodiversidad es una palabra que con el tiempo se ha convertido en parte del lenguaje común. Aparece en las vallas publicitarias que invitan a los extranjeros a visitar Colombia, sus cifras son recurrentes a la hora de dar discursos políticos y los informes científicos nos han advertido reiteradamente que es un potencial que se está perdiendo. Pero esta palabra no siempre estuvo allí. Fue en 1980, cuando el biólogo Thomas Lovejoy introdujo el término “diversidad biológica”, que la ciencia pudo contener en tan sólo dos palabras la dimensión y la complejidad del mundo que nos rodea.
Desde entonces, también, Lovejoy pasó a ser conocido como el padre de la biodiversidad. En su visita a Colombia, como actual enviado para la ciencia de los Estados Unidos, Lovejoy explicó por qué es cierto que estamos enfrentando una sexta extinción masiva y habló de lo que ha significado para los científicos la llegada de Trump a la Presidencia de su país.
Usted fue el primero en usar el término “diversidad biológica”. ¿Cómo cree que esto cambió la forma como entendemos el mundo?
Fue la primera vez que, a través de sólo dos palabras, se pudo describir la increíble variación que hay en la biología: no sólo en las especies, sino en los diferentes tipos de hábitats y en la variación genética. Lo extraordinario es que la biología es increíblemente más complicada que cualquier cosa en el universo, es un sistema muy complejo.
Existe la sensación de que la conservación de esta biodiversidad va en contravía de la lógica económica actual. ¿Cómo se puede usar el potencial biológico para pensar en economías más sostenibles?
Creo que si manejamos nuestra base biológica con prudencia, esta puede seguir proporcionándonos todo tipo de servicios, ya sea el oxígeno o el agua. También hay otros productos que tomamos de la naturaleza constantemente y no caemos en cuenta. Todo lo que comemos es biología, todo lo que llevo puesto es biología, así que la biología ya nos da eso. Ahora, en la medida en que nuestras vidas se vuelven más sofisticadas, el potencial biológico se sigue descubriendo, como ha pasado con las vacunas.
Una forma en la que me gusta explicarlo es que cada especie representa una solución para cierto problema biológico. Por ejemplo, tenemos a Alexander Fleming, que estaba tratando de cultivar en una placa de Petri y ésta se contaminó de moho. Así descubrió un antibiótico. Cosas así se siguen dando todo el tiempo alrededor del mundo y con distintas especies.
Usted también creó el modelo de “deuda por intercambio de naturaleza” (“debt for natura swap”). ¿Cómo funciona?
Lo que pensé en ese momento es que hay muchos países en Latinoamérica que les deben bastante plata a los bancos comerciales estadounidenses. Entonces la idea es tener un descuento en el “biomercado” de esta deuda. Es decir, después de un acuerdo, un porcentaje de la deuda es perdonado a cambio de que el país haga conservaciones locales a favor del medioambiente. Ahora, aunque inicialmente se planteó así, en la práctica se ha hecho entre gobiernos.
Como científico, ha trabajado cerca de varios gobiernos de Estados Unidos, como los de Reagan, Clinton, Bush y Obama. ¿Qué ha cambiado con la llegada de Trump?
Más cosas de las que me gustaría, pero menos de las que imaginé…
¿Cuáles son los mayores riesgos de la política ambiental de Trump?
Bueno, esta administración es básicamente opuesta al cambio climático, pero Estados Unidos es un país complicado. California está tomando varias acciones contra el cambio climático, al igual que varias ciudades. Ahora, creo que lo que más se está debilitando son las regulaciones ambientales y se está tratando de ocultar la capacidad que tienen las agencias medioambientales. Tendremos que deshacer muchas de estas cosas.
¿Cómo? ¿Esperar a la próxima administración?
Sí, así deberá ser. Esta administración no es una que se quiera comprometer con muchas pericias.
El cambio climático, a pesar de todo, es un tema que logró colarse en la agenda política. ¿Cuál es su relación con la biodiversidad y lo que le puede pasar?
Cada especie está exclusivamente adaptada a las condiciones en las que vive y todos los ecosistemas del planeta han venido acomodándose a cierto clima durante los últimos 10.000 años: pero ahora estamos cambiando ese clima. Creo que, particularmente, la biología está en un punto muy vulnerable y los 2 grados de temperatura de los que tanto se habla son demasiado. Definitivamente, un aumento de 2 grados de la temperatura nos dejaría un mundo sin arrecifes de corales, y el 5 % de la humanidad depende de ellos.
Por esto, me puse muy contento cuando los 1,5 grados de temperatura resurgieron en las conversaciones de París. Aunque fue una cifra pensada en el aumento del nivel del mar, creo que también es una temperatura mucho mejor para que la biología pueda seguir funcionando. El problema es que así dejemos de emitir en este momento vamos a superar esos 1,5 grados. La pregunta es: ¿podemos volver a atrapar el CO2 de la atmósfera? Hay una forma obvia que es restaurando los ecosistemas que hemos degradado en el último siglo, lo que nos daría la posibilidad de capturar lo que se necesita para no aumentar unos 0,4 o 0,5 grados. A esto lo llamó la solución salvaje.
Hacia 1980, usted proyectó que alrededor del 10 % y el 20 % de todas las especies se habrán extinguido para el 2020. ¿Actualizaría esa cifra?
Cuando uno hace una proyección lo hace esperando que las personas tomen alguna medida para que no se convierta en realidad. ¿Qué tan bien lo hemos hecho comparado con eso? No se puede saber todavía, pero los números de especies en peligro siguen aumentando. De hecho, un estudio publicó que la mayor pérdida de poblaciones en muchas especies ocurre incluso antes de que estas entren a las listas de peligro de extinción.
Entonces, ¿sí estamos en la sexta extinción masiva?
Sí, ya estamos en el principio, pero las extinciones masivas son un evento muy grande. Todo lo que puede suceder no tiene que suceder y podríamos pararlo.
¿Cómo?
Simplemente siendo más sensibles y sensitivos respecto a cómo tratamos al mundo natural.
En medio de esta crisis medioambiental, ¿qué le da esperanza?
Bueno, hay una cosa relacionada con que aún debemos descifrar cómo alimentar a 2.000 o 3.000 millones de personas más en el mundo y hacerlo sin destruir ningún rincón adicional de naturaleza. Eso significa que debemos mejorar nuestros productos de agricultura y cambiar nuestra dieta al modo como los médicos nos los han recomendado siempre: menos carnes rojas y más pollo y pescado.
Tuvo la oportunidad de conocer el páramo de Chingaza. ¿Qué opina de los esfuerzos que está haciendo Colombia en términos de conservación de biodiversidad?
Creo que tiene un sistema de parques impresionante, pero es claro que le falta financiación y que puede ser más efectivo. Ahora, también me preocupan las áreas que no están en parques. En medio de las primeras fases de los procesos de paz, se deben direccionar a un panorama más sostenible.