Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
América Latina y el Caribe se enfrenta a la peor crisis económica de los últimos 90 años. Así lo dio a conocer la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), entidad que estima una disminución del 8% en el PIB de la región por cuenta de la pandemia del Covid-19. Hoy, los gobiernos están planeando cómo recuperarse de la crisis y una de las propuestas predominantes es incentivar el extractivismo y aprovechar los productos provenientes de minerales con buenos precios en el mercado, como el cobre.
Este tema, el del extractivismo, fue central en la sesión 11 de la cátedra Repensar nuestro Futuro, del Foro Nacional Ambiental (FNA). En este evento participaron Eduardo Gudynas, integrante del Centro Latino de Ecología Social (Claes), con sede en Uruguay; José de Echave, especialista en industrias extractivas y ex viceministro de Ambiente en Perú; Jeannette Sánchez, directora de la división de recursos naturales de la Cepal y Henry Mora, economista y ex diputado de la Asamblea legislativa de Costa Rica.
El extractivismo, como lo introdujo Manuel Rodríguez Becerra, director del FNA, ha generado serios conflictos socioambientales en la región y, pese a sus aportes en términos de renta, la desigualdad se ha mantenido. El estallido social que vive Colombia hoy, dijo, también es producto de esa desigualdad que se ha exacerbado en la pandemia y para pensar en un futuro sostenible, es necesario replantearse el extractivismo y pensar en otras formas de desarrollo.
Lea: “El riesgo después del Covid-19 es volver a los hábitos de consumo desenfrenados”
El extractivismo es insostenible
El primer expositor en esta sesión fue Eduardo Gudynas, quien ha estudiado las consecuencias del extractivismo. En América Latina, dijo, existe una dependencia importante de las economías extractivas, lo cual está generando serios impactos ambientales. Para explicarlo, señaló que la minería está dentro de esas actividades que se pueden considerar como una “amputación ecológica”, pues genera cambios en los ecosistemas que son irreversibles.
Según el expositor, en el caso de Colombia existe un boom de explotación minera y petrolera que Colombia usa principalmente para exportaciones, pero tiene una fuerte dependencia de alimentos importados, por lo cual existe un desbalance y una pérdida a largo plazo para el país, pues las afectaciones a la biodiversidad difícilmente tendrán solución en un mediano y largo plazo. Como consecuencia del extractivismo se tienen, dijo el expositor, “un enorme volumen de recursos naturales no renovables removidos, presión sobre los recursos naturales renovables, alto consumo de agua y conflictos sociales en las zonas en donde se realiza”.
A estas consecuencias se suma la desertificación de los suelos y un balance energético “pésimo”, pues siempre resulta afectada la naturaleza. No obstante, después de la pandemia, como dijo, “se ha reforzado el extractivismo como posible salida para la crisis económica en América del Sur”. A modo de alternativas, el expositor habló sobre ajustes que se deben hacer en estos momentos para alcanzar el desarrollo sostenible, como transiciones hacia economías post extractivistas.
Para llegar a esa transición, el expositor habló sobre la necesidad de modificar las políticas públicas y de trabajar en los cambios culturales de América Latina. A manera de ejemplo, dijo que Colombia, que exporta en promedio 120 millones de toneladas anuales producto de actividades extractivas, puede pasar a 50 millones de toneladas al año y posteriormente a una extracción menor, que sea indispensable para el bienestar del país. Por el momento, agregó, es clave detener los impactos sociales y ambientales más graves y posteriormente modificar la estructura productiva y económica del Estado.
En todo este proceso es clave definir qué tipo de explotaciones mineras son aceptables y cuáles no (como la que se hace en páramos, por ejemplo). También es importante revisar si, además de ser aceptables, son necesarias y preguntarse para quiénes. Para terminar, Gudynas mostró que, en el caso de Colombia, la minería y las petroleras generan un 0,4% del total de ingresos por rentas y generan 195.000 empleos, mientras que el sector agropecuario genera tres millones de empleos y el de comercio seis millones. La transición es posible, concluyó, pero se necesita voluntad política y cambios estructurales en la cultura.
Pensando en otro tipo de desarrollo, cambiar el extractivismo
En segundo lugar, José de Echave, especialista en industrias extractivas, habló sobre cómo el sector de las materias primas ha venido cambiando en el lapso de los últimos 30 años. Pese a que la inversión en este sector cayó en los años 1997 y 1998, en 2002 se reactivaron flujos de inversión, alcanzando puntos máximos de explotación e inversión en 2012 y 2013. Para 2018, en América Latina se concentró la mayor inversión en minería, con un total del 28%, superando incluso a Norteamérica, que presentó un 23%. Y es probable, como dijo el anterior expositor, que la región se la juegue por el extractivismo para salir de la crisis económica, así sea en un corto plazo.
Para 2019, como mostró de Echave, se tenía que el 50% de la inversión mundial por minerales se concentró en el oro, seguido por el cobre, en un 25%. La inversión por este tipo de materiales ha generado en América Latina, como está comprobado, conflictos socio ambientales con principal preponderancia en países como México, Argentina, Brasil, Perú y Colombia. De la misma manera, dijo, existe un gran riesgo en estos países por defender el medio ambiente y, de hecho, Colombia actualmente ocupa el primer lugar en la lista de países más peligrosos del mundo para ejercer la defensa del medio ambiente.
Le puede interesar: ¿Qué cambios necesita el sector agrícola de cara al cambio climático?
Frente a este panorama, el expositor señaló que en la región se debe resolver el siguiente interrogante: ¿Cuál es el espacio que pueden ocupar las actividades extractivas en una propuesta de transformación social y ecológica? Para hacerlo, se deben tener en cuenta horizontes estratégicos, como sucede en el campo de la agricultura con la agroecología y como, a su vez, frente a la minería a cielo abierto se puede tener otro tipo de minería, una mucho más sensata con el medio ambiente, acordada con las poblaciones locales y con transparencia frente al sector medio ambiental.
Para terminar, el expositor habló sobre los objetivos claves para la transición energética. Este proceso debe contar con actores múltiples, en donde se declaren zonas prohibidas o de exclusión de actividades extractivas. También se debe construir gobernabilidad, romper el predominio extractivista y visibilizar los indicadores extractivistas y sus impactos y, finalmente, “romper con la maldición de la extrema dependencia de los sectores extractivos”.
Pensando en otro futuro
En tercer lugar, Jeannette Sánchez, directora de la división de recursos naturales de la Cepal, señaló que es necesario tener en cuenta las causas estructurales del extractivismo. América Latina, desde sus orígenes y la creación de las repúblicas, ha tenido una estructura económica de producción con base en la transformación de los ecosistemas, señaló. De acuerdo con la expositora, “es urgente pensar en alternativas económicas que puedan permitir el desarrollo y la preservación de los recursos naturales” .
En este milenio, dijo, China está “absorbiendo las riquezas de América Latina y asegurando insumos para su desarrollo a largo plazo, mientras que la región está perdiendo su patrimonio natural. Aquí hay un problema geopolítico. En la pandemia hemos visto cómo algunos de los países con más ingresos fiscales pueden recuperarse más fácilmente y pagar por una reactivación económica”.
Para terminar, Henry Mora economista y especialista en temas ambientales, aseguró que el extractivismo exacerbado está anclado a la cultura económica de la región, y a manera de ejemplo dijo que durante la colonia “se pensaba más en extraer recursos con mano de obra barata, sin pensar en la destrucción de las culturas ni en la de los ecosistemas, eso nunca entró en el cálculo del costo beneficio y hoy vivimos las consecuencias”.