¿Qué tiene que ver la corrupción con el cambio climático y las ciudades?
El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) publicó su último informe, realizado por 270 científicos, sobre Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad. El Espectador entrevistó a Vanesa Castan Broto, investigadora de urbanismo climático de la Universidad de Sheffield, Reino Unido, y una de las autoras del capítulo seis, sobre ciudades y cambio climático.
María Mónica Monsalve
Esta mañana el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) publicó su el segundo reporte que compondrá un gran informe sobre la evidencia que existe sobre este fenómeno y cómo enfrentarlo. En esta ocasión, se trató de un trabajo escrito por 270 científicos de 67 países, en el que no solo señalaron cuáles son los impactos que está dejando el cambio climático en la población y los ecosistemas, sino que evaluaron si lo que estamos haciendo en materia de adaptación es suficiente y qué tan vulnerables somos. (Lea también: Más de 3.000 millones de personas viven en contextos altamente vulnerables al cambio climático)
El sexto capítulo del informe estuvo enfocado en las ciudades del mundo. El Espectador habló con la española Vanesa Castan Broto, investigadora de urbanismo climático de la Universidad de Sheffield, Reino Unido, y autora principal de este capítulo, para entender por qué las ciudades y los asentamientos urbanos son clave en la adaptación al cambio climático.
Algunas veces, por una mal narrativa, pensamos que los impactos del cambio climático suceden solo en zonas rurales o “alejadas” de la concentración de población. ¿Qué daños puntuales ha dejado el cambio climático en las ciudades?
Es una lista larga, pero algunos de los impactos principales son olas de calor, problemas de acceso al agua, afectación en las cadenas de producción de alimentos e impactos relacionados con inundaciones, ciclones e incrementos de las precipitaciones. Y, bueno, en las ciudades costeras, el aumento del nivel del mar.
¿Y qué encontró de nuevo sobre ciudades este reporte que no tenía el anterior, publicado en 2014, el AR5?
Desde el AR5 ya se destacaba que las ciudades concentran población, infraestructura y actividad económica, por lo que se sabía que los impactos del cambio climático en las ciudades son bastante grandes. Pero ahora tenemos mucha más evidencia de cómo las ciudades se están afectando directamente y, además, qué otros problemas paralelos están creando. Ahora conocemos que la temperatura global ha aumentado un 1,1°C, y con solo ese calentamiento, que es menos de 1,5°C, ya estamos viendo impactos en los ecosistemas y en la vida de la gente. La mayor diferencia, a la final, es que ya estamos viviendo los impactos, ya están aquí. Así que ya no se puede retrasar la adaptación ni un minuto más. (Lea acá: Una breve guía para entender el reciente informe de cambio climático del IPCC)
Uno de los datos más alarmante que arroja el capítulo es que, a pesar de que hay planes de adaptación en ciudades, no se implementan. ¿Por qué es tan recurrente esta brecha de adaptación?
Sí, por un lado, hay evidencia de que hay más planes de adaptación y muchas iniciativas en las ciudades del mundo para facilitar la adaptación. Pero al mismo tiempo esas iniciativas parecen insuficientes para enfrentar el reto que tenemos frente a nosotros. Y aunque se ve o está claro que hay gobiernos locales y otras instituciones han establecido objetivos de adaptación y programas de vulnerabilidad, no se ve tanta evidencia de su implementación. Aunque en el reporte sí hay ejemplos de algunas ciudades que estén en proceso de implementación, eso no quiere decir que esté ocurriendo a gran escala. ¿Por qué? No se puede dar una sola razón, sino una serie de razones. Primero, no se ha integrado bien la adaptación a las políticas públicas de las ciudades, que a veces son sectoriales y no facilitan la integración. Por ejemplo, en sectores como la protección social, que tiene mucha influencia en facilitar la implementación, la adaptación al cambio climático no se integra. Otras veces son problemas de financiamiento de las acciones o de escalas temporales. Y otro obstáculo más, es que no hay un alineamiento de los objetivos y las soluciones.
En el capítulo de Suramérica se señala que en, en las ciudades, confluyen varios problemas de gobernanza, incluyendo la corrupción. ¿Cómo se relaciona esto con la adaptación al cambio climático en la región?
Porque para facilitar las acciones de adaptación se necesitan ciertas condiciones en diferentes niveles y en diferentes sectores. Son acciones que solo se pueden lograr cuando hay transparencia e instituciones que son accesibles al ciudadano, que se conectan con los expertos locales y que son reflexivas. Ese tipo de institución es la que tiene capacidad de adaptación, porque puede pensar a largo plazo.
Una de las cosas muy importantes que encontró el informe es que en las ciudades los modelos robustos de planificación siempre son inclusivos: consideran las vulnerabilidades y cómo la desigualdad impacta la ciudad. De hecho, los planes se desarrollan con participación ciudadana y con medios de trabajo que incluyen el conocimiento de muchos sectores, incluido el conocimiento indígena. Pero no se logran implementar cuando las instituciones no son transparentes. (Le puede interesar: El mundo no está construyendo las ciudades que necesita)
El reporte también habla de unos efectos cascada del cambio climático a partir de la infraestructura de las ciudades ¿Podría explicar brevemente de qué se trata este análisis?
El informe deja claro que la forma como el cambio climático nos impacta es compleja. La evidencia nos muestra que los riesgos se combinan y, sumados, generan nuevos problemas, por lo que un evento en una localización puede causar impactos en lugares remotos. Por ejemplo, las temperaturas extremas del cambio climático agravan problemas que las ciudades ya tienen por la urbanización desigual. Si ya tienes contaminación del aire o un fenómeno de isla de calor en una ciudad y, encima de eso, pones una ola de calor, los impactos se magnifican. Hay mayor afectación en la salud de las personas, lo que, a su vez, implica que pueden responder de forma menor a la emergencia.
No solo en el capítulo de ciudades, sino a lo largo del reporte, se habla de la mal adaptación como un mayor riesgo. ¿Podría dar un ejemplo de qué sería una mal adaptación al cambio climático en una ciudad?
Bueno, este es el primer informe donde se ha construido un cuerpo de evidencia suficiente para demostrar que, evidentemente, ocurre la mal adaptación. La mal adaptación son acciones de adaptación que, a largo plazo, reducen la capacidad total de adaptación del sistema. Hay varios ejemplos, pero uno importante son los muros de contención en zonas costeras. Pueden tener su lugar y, de hecho, están contemplados como una de las opciones de adaptación, pero, dependiendo de cómo se utilicen, pueden generar problemas a largo plazo. (Lea también: Podremos superar un aumento de 2 °C en la temperatura global durante el siglo XXI)
Otro ejemplo en las ciudades es cuando una comunidad o barrio aumenta su capacidad de adaptación en detrimento de la capacidad de adaptación del resto de la ciudad. Sucede con el tema de gentrificación verde, que en Suramérica se ve mucho: tienes enclaves urbanos donde una comunidad tiene acceso a espacios verdes y su provisión de agua, pero, al hacerlo, están disminuyendo la capacidad de los acuíferos o el acceso verde para el resto de la ciudad. Y no es funcional, porque a largo plazo nadie se puede adaptar sino nos adaptamos todos. Por eso en el informe hay un inciso muy fuerte en temas de equidad y justicia climática.
Sobre esto último, precisamente, la evidencia apunta a que las poblaciones más marginalizadas y en estado de pobreza son la más vulnerables al cambio climático. Pero este reporte del IPCC también señala que la financiación para la adaptación no llega a estas poblaciones. ¿Qué ideas existen para movilizar estos recursos?
En las ciudades las mayores vulnerabilidades se encuentran en asentamientos informales y allí está claro que no solo los impactos climáticos los afectarán más, sino que su capacidad de respuesta es limitada. Así que lo primero que hay que hacer en cada ciudad es entender esta vulnerabilidad. Pero luego, de lo que también tenemos evidencia, es que la gente que vive en estos asentamientos informales también produce innovaciones que pueden servir a la adaptación y que pueden mejorar la vida de todo el mundo en la ciudad. Así que, de nuevo, el planeamiento inclusivo es una prioridad. No solo son los expertos deben decidir cómo adaptarse en una ciudad, sino que las respuestas deben venir de comunidades marginadas o que no tienen la voz en el proceso político. Al final, es un tema de reconocer la variedad de conocimientos que encontramos en el entorno urbano y que pueden contribuir al proceso adaptativo. Un tema clave que señala el informe es el del conocimiento indígena y la manera en que estas poblaciones juegan un papel muy importante en entender el cambio climático, sus impactos en poblaciones humanas y sus ecosistemas, y preparar respuestas. Y, bueno, hay también otros conocimientos locales, gente que se organiza en grupos de ahorro en asentamientos formales, redes, grupos comunitarios o grupos sociales, que juegan un papel fundamental en reducir la vulnerabilidad de la gente.
Un concepto clave del capítulo es el de “desarrollo resiliente al clima”. ¿Qué es y cómo se imaginaría una ciudad con este tipo de desarrollo?
Bueno, con el desarrollo resiliente al clima se entiende que hay que asegurarse de que vivimos en sociedades con la capacidad de mantener a sus miembros y de mirar dónde están las vulnerabilidades. Significa, en otras palabras, que bajo el desarrollo hay que reconocer la integración de diferentes objetivos y que todos contribuyan a lo mismo: a adaptarnos al cambio climático y a tener ciudades en las que se pueda vivir. Una ciudad así tendría que asegurarse, por un lado, de que no aumente la temperatura, porque cada vez que sucede, nuestra capacidad de adaptarnos se reduce. Pero al mismo tiempo en esa ciudad se tendría que pensar en la vida de la gente desde diferentes arenas, en cómo reducir la desigualdad y la injusticia, o dejar de construir una ciudad que solo les pertenece a unos, delimitada por una única visión. También hay que pensar en una ciudad que reconozca los ecosistemas como parte integral de la ciudad. Entonces son aspectos de desarrollo que a la final están contenidos en los Objetivos de Desarrollo (ODS) de la ONU. Pensar en los ODS es una buena manera para pensar cómo desarrollar una ciudad, porque cada objetivo es fundamental para reducir la vulnerabilidad de las poblaciones.
Finalmente, como lo hemos hablado, se necesita una buena gobernanza, porque eso determina la verdadera acción para crear adaptación: transparencia, financiamiento y participación.
Esta mañana el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) publicó su el segundo reporte que compondrá un gran informe sobre la evidencia que existe sobre este fenómeno y cómo enfrentarlo. En esta ocasión, se trató de un trabajo escrito por 270 científicos de 67 países, en el que no solo señalaron cuáles son los impactos que está dejando el cambio climático en la población y los ecosistemas, sino que evaluaron si lo que estamos haciendo en materia de adaptación es suficiente y qué tan vulnerables somos. (Lea también: Más de 3.000 millones de personas viven en contextos altamente vulnerables al cambio climático)
El sexto capítulo del informe estuvo enfocado en las ciudades del mundo. El Espectador habló con la española Vanesa Castan Broto, investigadora de urbanismo climático de la Universidad de Sheffield, Reino Unido, y autora principal de este capítulo, para entender por qué las ciudades y los asentamientos urbanos son clave en la adaptación al cambio climático.
Algunas veces, por una mal narrativa, pensamos que los impactos del cambio climático suceden solo en zonas rurales o “alejadas” de la concentración de población. ¿Qué daños puntuales ha dejado el cambio climático en las ciudades?
Es una lista larga, pero algunos de los impactos principales son olas de calor, problemas de acceso al agua, afectación en las cadenas de producción de alimentos e impactos relacionados con inundaciones, ciclones e incrementos de las precipitaciones. Y, bueno, en las ciudades costeras, el aumento del nivel del mar.
¿Y qué encontró de nuevo sobre ciudades este reporte que no tenía el anterior, publicado en 2014, el AR5?
Desde el AR5 ya se destacaba que las ciudades concentran población, infraestructura y actividad económica, por lo que se sabía que los impactos del cambio climático en las ciudades son bastante grandes. Pero ahora tenemos mucha más evidencia de cómo las ciudades se están afectando directamente y, además, qué otros problemas paralelos están creando. Ahora conocemos que la temperatura global ha aumentado un 1,1°C, y con solo ese calentamiento, que es menos de 1,5°C, ya estamos viendo impactos en los ecosistemas y en la vida de la gente. La mayor diferencia, a la final, es que ya estamos viviendo los impactos, ya están aquí. Así que ya no se puede retrasar la adaptación ni un minuto más. (Lea acá: Una breve guía para entender el reciente informe de cambio climático del IPCC)
Uno de los datos más alarmante que arroja el capítulo es que, a pesar de que hay planes de adaptación en ciudades, no se implementan. ¿Por qué es tan recurrente esta brecha de adaptación?
Sí, por un lado, hay evidencia de que hay más planes de adaptación y muchas iniciativas en las ciudades del mundo para facilitar la adaptación. Pero al mismo tiempo esas iniciativas parecen insuficientes para enfrentar el reto que tenemos frente a nosotros. Y aunque se ve o está claro que hay gobiernos locales y otras instituciones han establecido objetivos de adaptación y programas de vulnerabilidad, no se ve tanta evidencia de su implementación. Aunque en el reporte sí hay ejemplos de algunas ciudades que estén en proceso de implementación, eso no quiere decir que esté ocurriendo a gran escala. ¿Por qué? No se puede dar una sola razón, sino una serie de razones. Primero, no se ha integrado bien la adaptación a las políticas públicas de las ciudades, que a veces son sectoriales y no facilitan la integración. Por ejemplo, en sectores como la protección social, que tiene mucha influencia en facilitar la implementación, la adaptación al cambio climático no se integra. Otras veces son problemas de financiamiento de las acciones o de escalas temporales. Y otro obstáculo más, es que no hay un alineamiento de los objetivos y las soluciones.
En el capítulo de Suramérica se señala que en, en las ciudades, confluyen varios problemas de gobernanza, incluyendo la corrupción. ¿Cómo se relaciona esto con la adaptación al cambio climático en la región?
Porque para facilitar las acciones de adaptación se necesitan ciertas condiciones en diferentes niveles y en diferentes sectores. Son acciones que solo se pueden lograr cuando hay transparencia e instituciones que son accesibles al ciudadano, que se conectan con los expertos locales y que son reflexivas. Ese tipo de institución es la que tiene capacidad de adaptación, porque puede pensar a largo plazo.
Una de las cosas muy importantes que encontró el informe es que en las ciudades los modelos robustos de planificación siempre son inclusivos: consideran las vulnerabilidades y cómo la desigualdad impacta la ciudad. De hecho, los planes se desarrollan con participación ciudadana y con medios de trabajo que incluyen el conocimiento de muchos sectores, incluido el conocimiento indígena. Pero no se logran implementar cuando las instituciones no son transparentes. (Le puede interesar: El mundo no está construyendo las ciudades que necesita)
El reporte también habla de unos efectos cascada del cambio climático a partir de la infraestructura de las ciudades ¿Podría explicar brevemente de qué se trata este análisis?
El informe deja claro que la forma como el cambio climático nos impacta es compleja. La evidencia nos muestra que los riesgos se combinan y, sumados, generan nuevos problemas, por lo que un evento en una localización puede causar impactos en lugares remotos. Por ejemplo, las temperaturas extremas del cambio climático agravan problemas que las ciudades ya tienen por la urbanización desigual. Si ya tienes contaminación del aire o un fenómeno de isla de calor en una ciudad y, encima de eso, pones una ola de calor, los impactos se magnifican. Hay mayor afectación en la salud de las personas, lo que, a su vez, implica que pueden responder de forma menor a la emergencia.
No solo en el capítulo de ciudades, sino a lo largo del reporte, se habla de la mal adaptación como un mayor riesgo. ¿Podría dar un ejemplo de qué sería una mal adaptación al cambio climático en una ciudad?
Bueno, este es el primer informe donde se ha construido un cuerpo de evidencia suficiente para demostrar que, evidentemente, ocurre la mal adaptación. La mal adaptación son acciones de adaptación que, a largo plazo, reducen la capacidad total de adaptación del sistema. Hay varios ejemplos, pero uno importante son los muros de contención en zonas costeras. Pueden tener su lugar y, de hecho, están contemplados como una de las opciones de adaptación, pero, dependiendo de cómo se utilicen, pueden generar problemas a largo plazo. (Lea también: Podremos superar un aumento de 2 °C en la temperatura global durante el siglo XXI)
Otro ejemplo en las ciudades es cuando una comunidad o barrio aumenta su capacidad de adaptación en detrimento de la capacidad de adaptación del resto de la ciudad. Sucede con el tema de gentrificación verde, que en Suramérica se ve mucho: tienes enclaves urbanos donde una comunidad tiene acceso a espacios verdes y su provisión de agua, pero, al hacerlo, están disminuyendo la capacidad de los acuíferos o el acceso verde para el resto de la ciudad. Y no es funcional, porque a largo plazo nadie se puede adaptar sino nos adaptamos todos. Por eso en el informe hay un inciso muy fuerte en temas de equidad y justicia climática.
Sobre esto último, precisamente, la evidencia apunta a que las poblaciones más marginalizadas y en estado de pobreza son la más vulnerables al cambio climático. Pero este reporte del IPCC también señala que la financiación para la adaptación no llega a estas poblaciones. ¿Qué ideas existen para movilizar estos recursos?
En las ciudades las mayores vulnerabilidades se encuentran en asentamientos informales y allí está claro que no solo los impactos climáticos los afectarán más, sino que su capacidad de respuesta es limitada. Así que lo primero que hay que hacer en cada ciudad es entender esta vulnerabilidad. Pero luego, de lo que también tenemos evidencia, es que la gente que vive en estos asentamientos informales también produce innovaciones que pueden servir a la adaptación y que pueden mejorar la vida de todo el mundo en la ciudad. Así que, de nuevo, el planeamiento inclusivo es una prioridad. No solo son los expertos deben decidir cómo adaptarse en una ciudad, sino que las respuestas deben venir de comunidades marginadas o que no tienen la voz en el proceso político. Al final, es un tema de reconocer la variedad de conocimientos que encontramos en el entorno urbano y que pueden contribuir al proceso adaptativo. Un tema clave que señala el informe es el del conocimiento indígena y la manera en que estas poblaciones juegan un papel muy importante en entender el cambio climático, sus impactos en poblaciones humanas y sus ecosistemas, y preparar respuestas. Y, bueno, hay también otros conocimientos locales, gente que se organiza en grupos de ahorro en asentamientos formales, redes, grupos comunitarios o grupos sociales, que juegan un papel fundamental en reducir la vulnerabilidad de la gente.
Un concepto clave del capítulo es el de “desarrollo resiliente al clima”. ¿Qué es y cómo se imaginaría una ciudad con este tipo de desarrollo?
Bueno, con el desarrollo resiliente al clima se entiende que hay que asegurarse de que vivimos en sociedades con la capacidad de mantener a sus miembros y de mirar dónde están las vulnerabilidades. Significa, en otras palabras, que bajo el desarrollo hay que reconocer la integración de diferentes objetivos y que todos contribuyan a lo mismo: a adaptarnos al cambio climático y a tener ciudades en las que se pueda vivir. Una ciudad así tendría que asegurarse, por un lado, de que no aumente la temperatura, porque cada vez que sucede, nuestra capacidad de adaptarnos se reduce. Pero al mismo tiempo en esa ciudad se tendría que pensar en la vida de la gente desde diferentes arenas, en cómo reducir la desigualdad y la injusticia, o dejar de construir una ciudad que solo les pertenece a unos, delimitada por una única visión. También hay que pensar en una ciudad que reconozca los ecosistemas como parte integral de la ciudad. Entonces son aspectos de desarrollo que a la final están contenidos en los Objetivos de Desarrollo (ODS) de la ONU. Pensar en los ODS es una buena manera para pensar cómo desarrollar una ciudad, porque cada objetivo es fundamental para reducir la vulnerabilidad de las poblaciones.
Finalmente, como lo hemos hablado, se necesita una buena gobernanza, porque eso determina la verdadera acción para crear adaptación: transparencia, financiamiento y participación.