Redescubriendo al caimán perdido del Apaporis
A finales de 2018, el biólogo colombiano Sergio Balaguera-Reina redescubrió una especie que no se había visto desde 1952. Sus registros, hechos en el río Apaporis, generan nuevas preguntas sobre estos reptiles.
Lindsay Renick Mayer*
Para el biólogo colombiano Sergio Balaguera-Reina pocas experiencias son tan hermosas como ver crocodylidos bebés eclosionar, estirando sus diminutas patas y empujándose poderosamente hacia su lugar en el mundo. Esto sucede especialmente cuando esos bebés pertenecen a una subespecie que había estado perdida para la comunidad científica desde su descubrimiento en 1952. Así fue hasta diciembre de 2018, cuando Balaguera-Reina, con la ayuda de indígenas locales, se embarcó en una agotadora expedición a las remotas tierras vírgenes del sur de Colombia, en una exitosa búsqueda del caimán del Apaporis (Caiman crocodilus apaporiensis).
“He visto al caimán preservado que originalmente guió al descubrimiento y descripción de esta subespecie, pero nada me había preparado para ver a este caimán vivo en la naturaleza”, dice Balaguera-Reina. “Y, luego, estar ahí durante la temporada de eclosión, y ver este reptil eclosionar unos meses más tarde fue una experiencia realmente especial”.
Su viaje durante la temporada de eclosión en abril fue uno de los cuatro que ha hecho desde el redescubrimiento en el río Apaporis— un río de 700 millas que corre desde el centro de Colombia hasta la frontera con Brasil— para investigar acerca de la cantidad de ejemplares del caimán del Apaporis, sus poblaciones, dónde viven, su estado de conservación y cómo se relacionan genéticamente con otras subespecies de caimanes de anteojos.
Balaguera-Reina, vicepresidente regional del Grupo Especialista de Cocodrilos de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN para Latinoamérica y el Caribe, publicó en diciembre sus descubrimientos en la revista Journal of Herpetology. Y aunque el redescubrimiento sin dudas es emocionante, no es para él sorprendente.
“Nunca pensamos que este caimán estuviera extinto,” dice. “Pero la situación de Colombia impedía a los biólogos acceder con seguridad al hábitat del animal para confirmar que aún existiera. Lo que sí me sorprendió fue lo que encontramos en el transcurso de esta investigación: aunque el caimán del Apaporis está aislado y es físicamente muy diferente a otras subespecies del caimán de anteojos, es sumamente similar a nivel genético a otra subespecie, el Caiman crocodilus crocodilus. No me esperaba eso en absoluto”.
Ahora, mientras este nuevo misterio genético se resuelve, Balaguera-Reina se prepara para acompañar al héroe y legendario investigador de cocodrilos Federico Medem —quien descubrió al caimán del Apaporis— en los anales de la historia herpetológica de Latinoamérica.
Cuando el pequeño avión comenzó su descenso en la densa jungla del sur de Colombia en el primer viaje de Balaguera-Reina a la cuenca media del río Apaporis, lo primero que notó fue que solo había un pequeño parche de tierra para aterrizar. Se trataba de un territorio que alguna vez fue de las Farc. A medida que sus milicias se han retirado de los bosques en los últimos años, los científicos han tenido la oportunidad de reencontrarse con una gran biodiversidad.
“Sin Acuerdo de Paz no habría podido ir a esta área para hacer este redescubrimiento”, cuenta Balaguera-Reina. “El Acuerdo creó un cambio en la atmósfera de Colombia. Marcó un mejor futuro para la gente. No solo para los científicos, que ahora pueden estudiar la biodiversidad, sino también para los pueblos indígenas que se encontraban en medio del conflicto y son claves en la protección de estos ecosistemas”.
Estos mismos pueblos saludaron a Balaguera-Reina cuando el piloto lo dejó, solo, preguntándose si realmente regresaría a buscarlo en una semana o si se quedaría atrapado en el hábitat de los caimanes para siempre(que, dada su pasión por los cocodrilos, no necesariamente era la peor alternativa). En los siguientes días de su expedición realizó entrevistas a 11 indígenas de la comunidad de La Victoria de varias tribus —Barasano, Cubeo, Tatuyo, Carapana, Cabiyari, Yacuna, Carijonas y Tucanos— para averiguar si habían visto al caimán del Apaporis, para indagar acerca de sus creencias sobre el animal y las amenazas a la subespecie.
“Colombia tiene un tesoro precioso de biodiversidad que los conservacionistas apenas han comenzado a comprender luego del tratado de paz”, dice Lina Valencia, oficial de conservación de Global Wild Conservation en Colombia. “Esta historia , como aquella del Sapo Pintado de La Noche Estrellada, demuestra el enorme conocimiento que tienen las comunidades indígenas y la importancia de asociarnos con ellos para aumentar nuestra comprensión sobre el mundo natural y la mejor manera de protegerlo”.
De noche Balaguera-Reina siguió los pasos de Medem, sobre la sección central del río Apaporis. Viajando en una canoa artesanalmovilizada por dos individuos de la comunidad local encargados de remar, Balaguera-Reina alumbraba el agua con una linterna esperando avistar el brillo de sus ojos. En su viaje original, detectó 105 caimanes individuales en cinco áreas diferentes, atrapando los que podía para tomar medidas y recolectar muestras de ADN. Luego los liberaba.
Es a través de estas muestras que descubrió que el ADN de este caimán es enormemente similar al de otra de las subespecies. “Esta subespecie recibe mucha atención porque está aislada y tiene una apariencia muy diferente”, explica. “Tiene un hocico puntiagudo y estrecho, y dientes de color cobre. Eso los hace tan diferentes en su forma, aunque son muy similares genéticamente. Por alguna razón, el ambiente selecciona este animal de hocico estrecho. Trabajamos para resolver este misterio”.
El detective caimán
“Tenemos que continuar con todos estos estudios pues la única manera de proteger la biodiversidad es utilizando esa información para guiar las políticas que nuestros gobiernos crean y la manera en la que todos vivimos”, asegura. “Luego necesitamos seguir asociándonos con los pueblos indígenas— que tienen todo el conocimiento— para asegurar que cualquier medida de conservación que tomemos vaya de la mano con ellos”.
A la larga, Balaguera-Reina quiere ayudar a crear un plan de conservación y manejo de crocodylidos a lo largo del país, que es hogar de dos especies de cocodrilos y cuatro de caimanes. Y el hilo común de todo su trabajo es su compromiso con, esencialmente, cambiar la imagen de las especies de crocodylidos, que comúnmente son pintados como villanos que comen personas, compartiendo su pasión y las historias que hacen a estas especies tan fascinantes, como la del peculiar caimán del Apaporis.
“Los crocodylidos son extraordinariamente interesantes, pero muy subestimados”, comenta. “La gente los ve como estos animales peligrosos en la naturaleza salvaje, cuando en realidad son mucho más complejos, con sus propias jerarquías sociales y comportamientos fascinantes. Tenemos que encontrar la manera de coexistir con ellos, incluso aquellos que viven en lugares remotos. Son importantes en el ecosistema, y todos somos parte de ese ecosistema, aunque vivamos en ciudades y nos sintamos alejados de la naturaleza”.
* Directora de relaciones con medios de Global Wildlife Conservation.
Para el biólogo colombiano Sergio Balaguera-Reina pocas experiencias son tan hermosas como ver crocodylidos bebés eclosionar, estirando sus diminutas patas y empujándose poderosamente hacia su lugar en el mundo. Esto sucede especialmente cuando esos bebés pertenecen a una subespecie que había estado perdida para la comunidad científica desde su descubrimiento en 1952. Así fue hasta diciembre de 2018, cuando Balaguera-Reina, con la ayuda de indígenas locales, se embarcó en una agotadora expedición a las remotas tierras vírgenes del sur de Colombia, en una exitosa búsqueda del caimán del Apaporis (Caiman crocodilus apaporiensis).
“He visto al caimán preservado que originalmente guió al descubrimiento y descripción de esta subespecie, pero nada me había preparado para ver a este caimán vivo en la naturaleza”, dice Balaguera-Reina. “Y, luego, estar ahí durante la temporada de eclosión, y ver este reptil eclosionar unos meses más tarde fue una experiencia realmente especial”.
Su viaje durante la temporada de eclosión en abril fue uno de los cuatro que ha hecho desde el redescubrimiento en el río Apaporis— un río de 700 millas que corre desde el centro de Colombia hasta la frontera con Brasil— para investigar acerca de la cantidad de ejemplares del caimán del Apaporis, sus poblaciones, dónde viven, su estado de conservación y cómo se relacionan genéticamente con otras subespecies de caimanes de anteojos.
Balaguera-Reina, vicepresidente regional del Grupo Especialista de Cocodrilos de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN para Latinoamérica y el Caribe, publicó en diciembre sus descubrimientos en la revista Journal of Herpetology. Y aunque el redescubrimiento sin dudas es emocionante, no es para él sorprendente.
“Nunca pensamos que este caimán estuviera extinto,” dice. “Pero la situación de Colombia impedía a los biólogos acceder con seguridad al hábitat del animal para confirmar que aún existiera. Lo que sí me sorprendió fue lo que encontramos en el transcurso de esta investigación: aunque el caimán del Apaporis está aislado y es físicamente muy diferente a otras subespecies del caimán de anteojos, es sumamente similar a nivel genético a otra subespecie, el Caiman crocodilus crocodilus. No me esperaba eso en absoluto”.
Ahora, mientras este nuevo misterio genético se resuelve, Balaguera-Reina se prepara para acompañar al héroe y legendario investigador de cocodrilos Federico Medem —quien descubrió al caimán del Apaporis— en los anales de la historia herpetológica de Latinoamérica.
Cuando el pequeño avión comenzó su descenso en la densa jungla del sur de Colombia en el primer viaje de Balaguera-Reina a la cuenca media del río Apaporis, lo primero que notó fue que solo había un pequeño parche de tierra para aterrizar. Se trataba de un territorio que alguna vez fue de las Farc. A medida que sus milicias se han retirado de los bosques en los últimos años, los científicos han tenido la oportunidad de reencontrarse con una gran biodiversidad.
“Sin Acuerdo de Paz no habría podido ir a esta área para hacer este redescubrimiento”, cuenta Balaguera-Reina. “El Acuerdo creó un cambio en la atmósfera de Colombia. Marcó un mejor futuro para la gente. No solo para los científicos, que ahora pueden estudiar la biodiversidad, sino también para los pueblos indígenas que se encontraban en medio del conflicto y son claves en la protección de estos ecosistemas”.
Estos mismos pueblos saludaron a Balaguera-Reina cuando el piloto lo dejó, solo, preguntándose si realmente regresaría a buscarlo en una semana o si se quedaría atrapado en el hábitat de los caimanes para siempre(que, dada su pasión por los cocodrilos, no necesariamente era la peor alternativa). En los siguientes días de su expedición realizó entrevistas a 11 indígenas de la comunidad de La Victoria de varias tribus —Barasano, Cubeo, Tatuyo, Carapana, Cabiyari, Yacuna, Carijonas y Tucanos— para averiguar si habían visto al caimán del Apaporis, para indagar acerca de sus creencias sobre el animal y las amenazas a la subespecie.
“Colombia tiene un tesoro precioso de biodiversidad que los conservacionistas apenas han comenzado a comprender luego del tratado de paz”, dice Lina Valencia, oficial de conservación de Global Wild Conservation en Colombia. “Esta historia , como aquella del Sapo Pintado de La Noche Estrellada, demuestra el enorme conocimiento que tienen las comunidades indígenas y la importancia de asociarnos con ellos para aumentar nuestra comprensión sobre el mundo natural y la mejor manera de protegerlo”.
De noche Balaguera-Reina siguió los pasos de Medem, sobre la sección central del río Apaporis. Viajando en una canoa artesanalmovilizada por dos individuos de la comunidad local encargados de remar, Balaguera-Reina alumbraba el agua con una linterna esperando avistar el brillo de sus ojos. En su viaje original, detectó 105 caimanes individuales en cinco áreas diferentes, atrapando los que podía para tomar medidas y recolectar muestras de ADN. Luego los liberaba.
Es a través de estas muestras que descubrió que el ADN de este caimán es enormemente similar al de otra de las subespecies. “Esta subespecie recibe mucha atención porque está aislada y tiene una apariencia muy diferente”, explica. “Tiene un hocico puntiagudo y estrecho, y dientes de color cobre. Eso los hace tan diferentes en su forma, aunque son muy similares genéticamente. Por alguna razón, el ambiente selecciona este animal de hocico estrecho. Trabajamos para resolver este misterio”.
El detective caimán
“Tenemos que continuar con todos estos estudios pues la única manera de proteger la biodiversidad es utilizando esa información para guiar las políticas que nuestros gobiernos crean y la manera en la que todos vivimos”, asegura. “Luego necesitamos seguir asociándonos con los pueblos indígenas— que tienen todo el conocimiento— para asegurar que cualquier medida de conservación que tomemos vaya de la mano con ellos”.
A la larga, Balaguera-Reina quiere ayudar a crear un plan de conservación y manejo de crocodylidos a lo largo del país, que es hogar de dos especies de cocodrilos y cuatro de caimanes. Y el hilo común de todo su trabajo es su compromiso con, esencialmente, cambiar la imagen de las especies de crocodylidos, que comúnmente son pintados como villanos que comen personas, compartiendo su pasión y las historias que hacen a estas especies tan fascinantes, como la del peculiar caimán del Apaporis.
“Los crocodylidos son extraordinariamente interesantes, pero muy subestimados”, comenta. “La gente los ve como estos animales peligrosos en la naturaleza salvaje, cuando en realidad son mucho más complejos, con sus propias jerarquías sociales y comportamientos fascinantes. Tenemos que encontrar la manera de coexistir con ellos, incluso aquellos que viven en lugares remotos. Son importantes en el ecosistema, y todos somos parte de ese ecosistema, aunque vivamos en ciudades y nos sintamos alejados de la naturaleza”.
* Directora de relaciones con medios de Global Wildlife Conservation.