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Los investigadores del Instituto Humboldt recorrieron, a lo largo de estos dos años, el río Bita desde su nacimiento en las sabanas del Vichada, cerca del municipio de La Primavera, hasta su desembocadura en el Orinoco. Caminaron, navegaron y estudiaron en fotos satelitales todo su cauce: 710 kilómetros repletos de biodiversidad.
“El 94,5 % de la cuenca está aún con sus coberturas naturales. Lo que es una rareza en este mundo intervenido por el ser humano”, cuenta la investigadora Adriana Camacho, quien coordinó el Proyecto Bita. La semana pasada viajó con su equipo de colaboradores para presentar a las comunidades, a las alcaldías, al gobernador del Vichada, a los campesinos, a las comunidades indígenas, a los niños y jóvenes de la región, los resultados del primer esfuerzo por crear el primer río protegido de Colombia.
En el restante 5,5 % del territorio que conforma la cuenca del Bita, una porción corresponde a cabeceras municipales que comienzan a expandirse y otro tanto al territorio ocupado por empresas agrícolas y forestales dedicadas principalmente al cultivo de pinos, acacias y eucaliptos.
Para Adriana Camacho este es el momento preciso en que sus pobladores y el país entero aún están a tiempo de decidir un futuro distinto para el río y la región que abraza: “Si no lo manejamos de manera inteligente, es probable que este río termine como el Magdalena”.
La idea de proteger un río completo la propuso Germán Andrade, subdirector de Asuntos Científicos del Instituto Humboldt en 2011. En un artículo científico titulado “Río protegido. Nuevo concepto para la gestión de conservación de sistemas fluviales en Colombia” planteó la necesidad de crear un instrumento de gestión que permitiera la conservación de ecosistemas fluviales y, al mismo tiempo, su aprovechamiento económico. Un intento por imaginar un desarrollo más sostenible para el país.
Cinco años después de escribir aquel artículo Andrade regresó una vez más a la orilla del Bita. “Es muy bonito ver cómo la gente, los niños de los colegios y los pescadores se pusieron la camiseta del río Bita. Ahora es parte de su identidad. Dejó de ser una idea externa. Después de este proceso están con los ojos en el río. Ahí ven oportunidades de bienestar que no hay en otras partes”, dice.
Gracias a un convenio entre el Instituto Humboldt y la Gobernación se gestionaron ante el Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación del Sistema General de Regalías los recursos semillas necesarios para implementar la idea de proteger el Bita. Con un monto de $1.418 millones se puso en marcha la primera fase. Gracias a una alianza con diez instituciones esa bolsa se elevó a $2.568 millones.
Adriana Camacho explica que en esta primera fase se concentraron en tres tareas: recaudar información, construir un pacto de gobernanza con las comunidades y actores locales, y, por último, contarle al resto del país el sueño de proteger el Bita.
Gracias a las expediciones científicas a la zona hoy existe uno de los mapas ecológicos más completos de la altillanura. Esa tarea estuvo a cargo de 44 profesionales en biología y ecología de la Fundación Omacha, el Instituto Humboldt, WWF, Serpentario Nacional, Sinchi, Fly North y varias universidades como la del Tolima, Quindío, Nacional y de La Guajira, con investigadores locales y personal de apoyo logístico de Puerto Carreño. Además de construir mapas a escala de 1:50.000, los más precisos elaborados hasta ahora, se recolectaron 1.474 ejemplares de plantas pertenecientes a 103 familias, 278 géneros y 424 especies. También se registraron 160 especies de peces, 19 de anfibios y 38 de reptiles.
El balance del proyecto en el área de gobernanza también es positivo. La mayoría de habitantes conocen la iniciativa. “El río Bita es muy importante para nuestra comunidad porque es un territorio de vida”, dice hoy Luis Ángel Trujillo, gestor local. Uno de sus paisanos, Yeric Malpica, quien se dedica a la pesca ornamental, comparte el entusiasmo: “A mí me parece una excelente idea la de conservar el río Bita, y como nosotros estamos dentro de la zona queremos participar al máximo y cuidar nuestros recursos”.
El reto
Aún falta mucho para reescribir un nuevo destino para este río. Por un lado, la Gobernación del Vichada, los alcaldes, los concejos y las asambleas han prometido usar instrumentos tradicionales de ordenamiento territorial para proteger el río y plantear un desarrollo económico en armonía con sus dinámicas ecológicas. Entre ellos están los Planes de Ordenamiento Territorial y el Plan de Ordenamiento y Manejo de Cuenca. Este último a cargo de Corporinoquia.
Pero el Vichada también será el laboratorio perfecto para probar la utilidad de los Planes de Ordenamiento Departamental, un nuevo instrumento propuesto por Planeación Nacional.
“Tenemos que involucrar aún más a las instituciones que tienen grandes propuestas de transformación para la región como Planeación Nacional y el Ministerio de Agricultura”, dice Germán Andrade.
El otro reto es convencer a las empresas que están proyectando expandirse a esta región con gran potencial agrícola. No se trata de frenar el desarrollo, explica Camacho, sino de crecer conociendo los límites ecológicos y con una visión diferente. “Si hacemos acciones preventivas y no remediativas, ahí tendremos una visión diferente de desarrollo”, dice la investigadora.
William Rivera, pescador del barrio Punta de Laja, en Puerto Carreño, resume el reto de una forma más sencilla: “Hoy es por la protección del río Bita, pero debemos proteger todos los ríos y lagunas de la región, ya que la pesca no sólo se hace en el Bita y somos muchos los que dependemos de esa actividad”.