Río Ñambí, la reserva de los colibríes
Ubicada en el corregimiento de Altaquer, en el municipio de Barbacoas (Nariño), esta reserva no solo es un lugar soñado para visitantes (especialmente avituristas), sino que se ha convertido en un territorio ideal para la investigación científica por la presencia de especies de colibríes y plantas que sólo se encuentran en esta región del país.
Es difícil imaginarse que un estudiante de once grado pueda asumir la dirección de una fundación dedicada a la conservación de una reserva natural, pero al escuchar la historia de Mauricio Flórez, todo tiene sentido. Nació y creció en el corregimiento de Altaquer, en el municipio de Barbacoas (Nariño), un lugar en el que la naturaleza es tan exuberante que aparece catalogado en la literatura científica como uno de los más biodiversos del planeta. Y cómo no, si hace parte de la vertiente Pacífica del departamento de Nariño, una región con un alto grado de diversidad y endemismo de aves y plantas.
Allí, mientras cursaba bachillerato, a principios de los años 90, Mauricio hizo parte de un grupo ecológico estudiantil que se creó para promover prácticas como el reciclaje y el cuidado de los animales y las plantas, y que terminó siendo clave para la conformación de algo superior: la Fundación Ecológica Los Colibríes de Altaquer, una organización comunitaria concebida para administrar la Reserva Natural Río Ñambí. Y aquí viene lo fascinante: la razón por la que todo esto sucedió.
“Un día nos contaron que un grupo de ornitólogos de la Universidad de Cambridge estaba buscando un sitio para hacer investigación, y nos preguntaron si nos interesaba acompañarlos durante un mes en su trabajo de campo. Nosotros, que no hablábamos nada de inglés (risas), dijimos que sí”, recuerda Mauricio, quien se dedicó a buscar el lugar ideal para el muestreo que harían los científicos y, luego de considerar varios lugares, convenció a un tío suyo de dejarlos hacer el trabajo de investigación en su finca: Río Ñambí.
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De esos días, el recuerdo más vívido de Mauricio es el asombro con el que los ornitólogos y estudiantes ingleses miraban lo que estaba a su alrededor. “A nosotros nos sorprendía ver cómo a ellos les llamaba tanto la atención todo lo que se encontraban. Para nosotros no era tan novedoso porque habíamos crecido allí, así que nos preguntábamos cuál era la razón por la que sentían eso. Recuerdo mucho las palabras que uno de ellos, en su precario español, dijo: así como aquí estamos registrando nuevas especies de aves para la ciencia, puede haber muchas otras especies de animales y plantas por describir. Este lugar es único”.
Fue tal la huella que la naturaleza de Río Ñambí dejó en los investigadores, que antes de regresar a Inglaterra le anunciaron al grupo ecológico estudiantil (en el que no sólo había estudiantes, sino también profesores) su intención de conseguir los recursos para comprar Río Ñambí y convertirla en una reserva. “Nos preguntaron: si nos conseguimos los recursos, ¿ustedes estarían dispuestos a hacerse cargo de la conservación de este lugar? Nosotros, por supuesto, dijimos que sí”.
De esa manera, el grupo de extranjeros lideró una campaña de crowdfunding y, tres meses más tarde, contactó a la comunidad de Altaquer para confirmar que había conseguido el dinero necesario. Mauricio fue determinante en las negociaciones, y rápidamente logró que su tío les vendiera la finca. Hoy, la Reserva Natural Río Ñambí, es un paraíso de 1.400 hectáreas en donde habitan cientos de especies, incluidas 29 de colibríes.
Volver al paraíso, privilegio y responsabilidad
En 1993, siendo estudiante de grado once, Mauricio asumió la dirección de la Fundación Ecológica Los Colibríes de Altaquer. Para entonces, ya en la comunidad habían logrado atraer turistas de Europa y Estados Unidos, especialmente científicos; habían conseguido recursos para la construcción de una cabaña y del camino desde la carretera (hay más de 2 km entre la vía principal y la casa); y habían empezado a experimentar dos situaciones: un relevo generacional, en el que muchos de los estudiantes precursores de la Reserva migraron hacia distintas ciudades, y un deterioro de la situación de orden público.
“Por esas razones yo tomé el liderazgo, y me mantuve hasta finales de los 90, cuando me fui para Bogotá a estudiar Ingeniería Ambiental. Volví después de terminar mis estudios”, cuenta Mauricio, quien desde ese momento y por varios años estuvo de manera intermitente en Río Ñambí. Sin embargo, en 2005, mientras estaba más lejos que nunca de su natal Altaquer, empezó a labrar un camino de regreso definitivo hacia Río Ñambí.
(Lea: Restauración ecológica para la conservación del agua en Salento)
“Me fui a Europa ese año, específicamente a Suiza. Allí, gracias a un amigo biólogo, tuve la oportunidad de dar una charla en la Universidad de Berna sobre la biodiversidad de mi tierra. Mostré unas fotos y me preguntaron si eran reales. A partir de ese momento pude compartir eso mismo en otras universidades, y con ese tipo de experiencias corroboré que tenía que volver a mi paraíso, donde todo estaba por hacer”.
Volvió ese mismo año y a partir de entonces, Mauricio es el director de la Reserva. Desde allí, junto a su hermano Cristian, quien es biólogo y actualmente dirige la Fundación, se ha ocupado de promover a su territorio como uno de los mejores destinos de naturaleza del país, especialmente para avituristas y para científicos que reconocen a Río Ñambí como una fuente inagotable de conocimiento.
WWF y Río Ñambí
Al referirse a Río Ñambí, Luis Fernando Gómez, coordinador para el Pacífico de WWF, asegura que tiene “una exuberancia sobrecogedora, es un lugar muy particular. Hay, por ejemplo, una quebrada subterránea que es alucinante porque se escucha pero no se ve, solo queda el rastro de las piedras por donde alguna vez pasaron sus aguas, y el sonoro murmullo de sus aguas ahora subterráneas. También, hay aves migratorias y muchas especies que son extraordinariamente atractivas para los turistas y para especialistas y científicos”.
Añade que más allá de la belleza natural, hablar de Río Ñambí implica también mencionar cómo Mauricio, Cristian y muchas más personas de la comunidad de Altaquer han logrado posicionar la reserva dentro y fuera de Colombia. “Ellos han hecho un aporte muy grande para visibilizar la región. Son muy activos y han cosechado una relación cercana con universidades, científicos, líderes locales, instituciones nacionales e internacionales, y fortalecido el trabajo con otras reservas pares locales”, explica Gómez.
(Le invitamos a leer: Tumbando estatuas: esfuerzos para descolonizar la ciencia en Colombia)
También dice que así como esta reserva, hay otras que también han hecho un aporte invaluable a la región. “Río Ñambí hace parte de un grupo de iniciativas indígenas y campesinas de conservación en el Piedemonte Pacífico, en la frontera con Ecuador. Con estas reservas, que son seis, tenemos un acuerdo de voluntades con el propósito de posicionar la región. Juntas, conforman un circuito turístico que incluye diversos ecosistemas, desde el bosque montano y de niebla, hasta el bosque húmedo de tierras bajas. Cada uno de estos sitios tiene especies de fauna y flora endémicas”, cuenta Gómez.
Ese acuerdo de voluntades, que orienta la gestión, búsqueda de recursos y diseño de estrategias colectivas para la promoción de estas reservas, así como su fortalecimiento organizacional y de integración con otros actores del territorio, hace parte del trabajo que WWF ha consolidado en la región, en los últimos años, con el proyecto Manejo Climáticamente Inteligente de las Cuencas Transfronterizos Mira y Mataje, en esta importante área que se constituye como valiosa estrategia de conservación en el territorio.
Es difícil imaginarse que un estudiante de once grado pueda asumir la dirección de una fundación dedicada a la conservación de una reserva natural, pero al escuchar la historia de Mauricio Flórez, todo tiene sentido. Nació y creció en el corregimiento de Altaquer, en el municipio de Barbacoas (Nariño), un lugar en el que la naturaleza es tan exuberante que aparece catalogado en la literatura científica como uno de los más biodiversos del planeta. Y cómo no, si hace parte de la vertiente Pacífica del departamento de Nariño, una región con un alto grado de diversidad y endemismo de aves y plantas.
Allí, mientras cursaba bachillerato, a principios de los años 90, Mauricio hizo parte de un grupo ecológico estudiantil que se creó para promover prácticas como el reciclaje y el cuidado de los animales y las plantas, y que terminó siendo clave para la conformación de algo superior: la Fundación Ecológica Los Colibríes de Altaquer, una organización comunitaria concebida para administrar la Reserva Natural Río Ñambí. Y aquí viene lo fascinante: la razón por la que todo esto sucedió.
“Un día nos contaron que un grupo de ornitólogos de la Universidad de Cambridge estaba buscando un sitio para hacer investigación, y nos preguntaron si nos interesaba acompañarlos durante un mes en su trabajo de campo. Nosotros, que no hablábamos nada de inglés (risas), dijimos que sí”, recuerda Mauricio, quien se dedicó a buscar el lugar ideal para el muestreo que harían los científicos y, luego de considerar varios lugares, convenció a un tío suyo de dejarlos hacer el trabajo de investigación en su finca: Río Ñambí.
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De esos días, el recuerdo más vívido de Mauricio es el asombro con el que los ornitólogos y estudiantes ingleses miraban lo que estaba a su alrededor. “A nosotros nos sorprendía ver cómo a ellos les llamaba tanto la atención todo lo que se encontraban. Para nosotros no era tan novedoso porque habíamos crecido allí, así que nos preguntábamos cuál era la razón por la que sentían eso. Recuerdo mucho las palabras que uno de ellos, en su precario español, dijo: así como aquí estamos registrando nuevas especies de aves para la ciencia, puede haber muchas otras especies de animales y plantas por describir. Este lugar es único”.
Fue tal la huella que la naturaleza de Río Ñambí dejó en los investigadores, que antes de regresar a Inglaterra le anunciaron al grupo ecológico estudiantil (en el que no sólo había estudiantes, sino también profesores) su intención de conseguir los recursos para comprar Río Ñambí y convertirla en una reserva. “Nos preguntaron: si nos conseguimos los recursos, ¿ustedes estarían dispuestos a hacerse cargo de la conservación de este lugar? Nosotros, por supuesto, dijimos que sí”.
De esa manera, el grupo de extranjeros lideró una campaña de crowdfunding y, tres meses más tarde, contactó a la comunidad de Altaquer para confirmar que había conseguido el dinero necesario. Mauricio fue determinante en las negociaciones, y rápidamente logró que su tío les vendiera la finca. Hoy, la Reserva Natural Río Ñambí, es un paraíso de 1.400 hectáreas en donde habitan cientos de especies, incluidas 29 de colibríes.
Volver al paraíso, privilegio y responsabilidad
En 1993, siendo estudiante de grado once, Mauricio asumió la dirección de la Fundación Ecológica Los Colibríes de Altaquer. Para entonces, ya en la comunidad habían logrado atraer turistas de Europa y Estados Unidos, especialmente científicos; habían conseguido recursos para la construcción de una cabaña y del camino desde la carretera (hay más de 2 km entre la vía principal y la casa); y habían empezado a experimentar dos situaciones: un relevo generacional, en el que muchos de los estudiantes precursores de la Reserva migraron hacia distintas ciudades, y un deterioro de la situación de orden público.
“Por esas razones yo tomé el liderazgo, y me mantuve hasta finales de los 90, cuando me fui para Bogotá a estudiar Ingeniería Ambiental. Volví después de terminar mis estudios”, cuenta Mauricio, quien desde ese momento y por varios años estuvo de manera intermitente en Río Ñambí. Sin embargo, en 2005, mientras estaba más lejos que nunca de su natal Altaquer, empezó a labrar un camino de regreso definitivo hacia Río Ñambí.
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“Me fui a Europa ese año, específicamente a Suiza. Allí, gracias a un amigo biólogo, tuve la oportunidad de dar una charla en la Universidad de Berna sobre la biodiversidad de mi tierra. Mostré unas fotos y me preguntaron si eran reales. A partir de ese momento pude compartir eso mismo en otras universidades, y con ese tipo de experiencias corroboré que tenía que volver a mi paraíso, donde todo estaba por hacer”.
Volvió ese mismo año y a partir de entonces, Mauricio es el director de la Reserva. Desde allí, junto a su hermano Cristian, quien es biólogo y actualmente dirige la Fundación, se ha ocupado de promover a su territorio como uno de los mejores destinos de naturaleza del país, especialmente para avituristas y para científicos que reconocen a Río Ñambí como una fuente inagotable de conocimiento.
WWF y Río Ñambí
Al referirse a Río Ñambí, Luis Fernando Gómez, coordinador para el Pacífico de WWF, asegura que tiene “una exuberancia sobrecogedora, es un lugar muy particular. Hay, por ejemplo, una quebrada subterránea que es alucinante porque se escucha pero no se ve, solo queda el rastro de las piedras por donde alguna vez pasaron sus aguas, y el sonoro murmullo de sus aguas ahora subterráneas. También, hay aves migratorias y muchas especies que son extraordinariamente atractivas para los turistas y para especialistas y científicos”.
Añade que más allá de la belleza natural, hablar de Río Ñambí implica también mencionar cómo Mauricio, Cristian y muchas más personas de la comunidad de Altaquer han logrado posicionar la reserva dentro y fuera de Colombia. “Ellos han hecho un aporte muy grande para visibilizar la región. Son muy activos y han cosechado una relación cercana con universidades, científicos, líderes locales, instituciones nacionales e internacionales, y fortalecido el trabajo con otras reservas pares locales”, explica Gómez.
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También dice que así como esta reserva, hay otras que también han hecho un aporte invaluable a la región. “Río Ñambí hace parte de un grupo de iniciativas indígenas y campesinas de conservación en el Piedemonte Pacífico, en la frontera con Ecuador. Con estas reservas, que son seis, tenemos un acuerdo de voluntades con el propósito de posicionar la región. Juntas, conforman un circuito turístico que incluye diversos ecosistemas, desde el bosque montano y de niebla, hasta el bosque húmedo de tierras bajas. Cada uno de estos sitios tiene especies de fauna y flora endémicas”, cuenta Gómez.
Ese acuerdo de voluntades, que orienta la gestión, búsqueda de recursos y diseño de estrategias colectivas para la promoción de estas reservas, así como su fortalecimiento organizacional y de integración con otros actores del territorio, hace parte del trabajo que WWF ha consolidado en la región, en los últimos años, con el proyecto Manejo Climáticamente Inteligente de las Cuencas Transfronterizos Mira y Mataje, en esta importante área que se constituye como valiosa estrategia de conservación en el territorio.