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En diciembre de 2022, Colombia y otros 195 países se comprometieron a cumplir con 23 metas que tienen como objetivo detener y revertir la pérdida de biodiversidad, una de las principales crisis que enfrenta el planeta, junto con el cambio climático y la contaminación. El plazo para cumplirlas será hasta 2030, sin embargo, en las próximas semanas los países se volverán a encontrar para revisar los avances que han logrado, dos años después de la negociación del Marco Global de Biodiversidad Kunming- Montreal.
El encuentro será en Cali, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16), donde los países presentarán sus Planes de Acción de Biodiversidad, el documento en el que trazan la hoja de ruta para cumplir con las metas del Marco. Aunque Colombia aún se encuentra en el proceso de actualización de este documento, en El Espectador hemos analizado con expertos en biodiversidad lo que debe tener en cuenta el país para lograr el cumplimiento de estas.
Para empezar, hay que resaltar que las metas están divididas en tres grupos: las primeras, hacen referencia a acciones para reducir las amenazas a la biodiversidad; las segundas, en cubrir las necesidades de las personas mediante la utilización sostenible de la biodiversidad: y las terceras, hacen referencia a herramientas y soluciones para implementar el marco.
En el primer grupo una de las metas es restaurar efectivamente al menos un 30 % de las zonas de ecosistemas terrestres, de aguas continentales, costeros y marinos degradados. Para lograrlo, hay diferentes métodos. Lo primero es identificar el tipo de ecosistema que se quiere restaurar. “Es clave establecer un objetivo específico de restauración”, explicaba Paola Johanna Isaacs, investigadora de Gestión Territorial de la Biodiversidad del Instituto Humboldt.
Uno de los retos para cumplir con esta meta es el tema financiero. De acuerdo con la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, “al analizar cuánto cuesta, realmente, recuperar ecosistemas, sabemos que no es suficiente. Por ejemplo, solamente la restauración de caños, ciénagas y restauración ecológica de 40.000 hectáreas de La Mojana nos cuesta US$200 millones, y si empezamos a ver la Amazonia y la diversidad de ecosistemas, esto realmente implicaría una inversión más seria”.
En ese mismo grupo está una de las metas más conocidas es la meta 30 x 30, que busca que cada país conserve al menos el 30 % de su territorio, terrestre y marino. Aunque Colombia ha avanzado en esta tarea a través de figuras como áreas protegidas o las OMEC (Otras Medidas Efectivas de Conservación), aún se queda corta en un aspecto que es igual de importante: la conectividad, un factor importante porque de esta manera es que se asegura, por ejemplo, que las especies que habitan en estas áreas no estén aisladas.
Un estudio publicado por el Instituto Humboldt, donde se analizó la conectividad de las áreas, mostró que en 2020, solo el 4,8 % de la superficie de las áreas protegidas estaban conectadas entre sí.
“Hay que entender que la meta del 30 x 30 no se trata solo de que los países cumplan con ese 30 % bajo figuras de conservación, sino que, adicionalmente, deben cumplir con unos términos de calidad que incluyen condiciones de manejo efectivo, de conectividad, equidad y representatividad”, manifestó Carlos Mauricio Herrera, director de Conservación de WWF Colombia.
La contaminación es otro de los puntos del Marco Global de Biodiversidad. Diferentes estudios han mostrado que una de las causas de la pérdida de naturaleza es la contaminación. Por esto, los países se comprometieron a “reducir los riesgos de contaminación de todo origen, y su efecto negativo para 2030, a niveles que no sean perjudiciales para la diversidad biológica”.
De acuerdo con un informe del WWF, cada año 11 millones de toneladas de residuos plásticos entran a los océanos, lo que equivale arrojar al mar un camión lleno de plástico por minuto. A esto se suma que la Organización Mundial de la Salud (OMS), identificó diez sustancias químicas que constituyen un problema grave para la salud pública, cuatro de ellos son metales pesados: el cadmio, el mercurio, el plomo y el arsénico. Colombia es el país que más mercurio per cápita libera al ambiente en el mundo: entre 50 y 100 toneladas de liberaciones, lo que equivale a una tasa de 1,6 kg liberados por habitante.
Usar la biodiversidad de manera sostenible
En el segundo grupo de metas está lograr que haya una gestión y uso sostenible de las especies silvestres. Colombia es uno de los países más ricos en especies de fauna y flora del mundo. Silvia Vejarano, bióloga y especialista en Conservación en WWF Colombia, explicaba que la principal amenaza para las especies del país es la destrucción de los hábitats, “es decir, la deforestación y la transformación de los ecosistemas naturales, bien sea para ampliar la frontera agropecuaria o para dar paso a ciudades y otra infraestructura humana”. También hay otros factores como la explotación directa de plantas o animales para consumo humano, las especies invasoras (como el pez basa o los hipopótamos).
Por esto, para cumplir con la meta se deben abordar varios aspectos. El principal, a los ojos de Juliana Delgado, directora de ciencia de The Nature Conservancy (TNC Colombia), es conocer la biodiversidad del país, saber cómo son las dinámicas de las poblaciones naturales, entender cómo son sus ciclos de vida, qué factores las afecta, cómo se relacionan con otras especies y con su entorno, y cómo el uso puede alterar estas dinámicas.
Otro punto es reconocer la importancia del uso que hacemos de las especies silvestres en nuestras actividades diarias. “Debemos comprometernos a utilizarlas de manera adecuada para evitar su extinción. Idealmente, deberíamos saber, como consumidores, si lo que usamos -desde madera para nuestras construcciones hasta alimentos- viene de procesos de cría o extracción sostenibles que respeten esas características que hacen que las especies prosperen en su medio natural”, mencionaba Vejarano.
La agricultura, la pesca y el sector forestal también hacen parte de este segundo grupo. Una de las metas menciona las áreas dedicadas a estas actividades se deben gestionar de manera sostenible, implementando estrategias enfocadas en cada sector, y teniendo en cuenta las condiciones de cada territorio.
John Jairo Manrique, especialista forestal de WWF Colombia, resalta que una estrategia que se debería tener en cuenta es la implementación de acciones de manejo forestal sostenible y la silvicultura, “una ciencia que vela por que se haga un buen aprovechamiento de los recursos que provienen de los árboles, con el fin de proteger la biodiversidad, los productos forestales y proveer servicios ambientales”.
El especialista explicaba que siempre se ha tenido la idea de que para conservar los bosques no se deben tocar, “pero lo que hace el manejo forestal sostenible es entender que hay gente que vive y depende de los bosques. Por eso es importante hacer un uso racional del recurso”.
En este mismo grupo otra de las metas es restaurar, mantener y mejorar las contribuciones de la naturaleza a las personas, para el 2030. Con esto se pretende lograr, entre otras cosas, la regulación del aire, el agua y el clima, y la reducción del riesgo de enfermedades.
Para alcanzarlo, es importante implementar diversas estrategias, como las llamadas Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN), es decir, acciones que aprovechan el poder de la biodiversidad para abordar algunos de los desafíos sociales más urgentes, como la amenaza de reducción de la disponibilidad del agua, el creciente riesgo de desastres naturales o el cambio climático.
También es clave que las personas se apropien de estas contribuciones en el día a día. “Es un proceso complejo, en el que debemos entender que dependemos 100 % de la naturaleza y de sus beneficios, y que es mucho más valioso mantener en pie la biodiversidad que acabar con ella. Por eso, debemos trabajar múltiples soluciones con la naturaleza, no en contra de ella”, Wilson Ramírez, gerente de Soluciones Basadas en Naturaleza del Instituto Humboldt.
La meta que cierra este grupo menciona que los países deben aumentar significativamente la superficie, calidad y conectividad de estos las zonas verdes (como los parques metropolitanos) y azules (zonas de ríos u otros cuerpos de agua) en las zonas urbanas y densamente pobladas. Actualmente, el 56 % de la población humana global habita en zonas urbanas, pero se espera que en 2050 este porcentaje aumente al 70 %.
Este panorama trae consigo un reto importante: asegurar que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Para cumplir con la meta se deben tener en cuenta tres aspectos: la planificación, donde se debe establecer cuál es el beneficio que se busca con ese espacio y los aspectos técnicos. Lo segundo es la toma de decisiones, especialmente se necesita la articulación de las entidades locales. Por último un proceso social. “Estas zonas hacen parte de la infraestructura de una ciudad, eso quiere decir que hay que mantenerla, diseñarla y conservarla para que perdure en el tiempo”, afirmaba Carlos Rogéliz, líder para la Gestión Integrada del Recurso Hídrico de TNC.
La guía para implementar el marco
En el tercer grupo de metas están las relacionadas con las estrategias para implementar el marco desde las políticas de los gobiernos y la parte financiera. Una de estas menciona que un punto importante es poner la biodiversidad en el centro de la toma de decisiones. “Esto quiere decir que en los procesos de planificación, ordenamiento territorial y generación de programas de desarrollo en todos los niveles de gobierno se debe tener en cuenta la biodiversidad, evaluar, evitar, mitigar y compensar el impacto ambiental e incluir la gestión sostenible de la naturaleza en esa visión de desarrollo territorial para lograr esa visión que propone el marco global”, explicaba Catalina Góngora, asesora sénior de política pública de TNC.
Otra está relacionada con impulsar el consumo sostenible, teniendo en cuenta que el 40 % de los alimentos que se producen en el mundo se pierden. La meta dice que los países deben, entre otras cosas, reducir a la mitad los desechos de alimentos en el mundo, así como minimizar la generación de residuos.
Por otro lado, también se reconoció la importancia de eliminar los incentivos que le están haciendo daño a la biodiversidad como los subsidios a los combustibles fósiles, entre ellos los apoyo al consumo y producción de gasolina, por ejemplo. Se estima que en 2020, los gobiernos destinaban unos US$500.000 millones al año en apoyos potencialmente perjudiciales para la biodiversidad, solo en el sector agrícola.
Para Germán Corzo, investigador del Centro de Soluciones Basadas en la Naturaleza del Instituto Humboldt, aunque Colombia es uno de los países que más ha avanzado a nivel regional en este tema, no será suficiente. “Seguramente lograremos identificar esos incentivos perversos al 2025 con bastante certeza, pero la posibilidad de que sean eliminadas requerirá muchos años más”, argumenta.
Otro de los puntos más complejos es el tema de la financiación, es decir, definir de donde saldrá el dinero para cumplir con las demás metas. Estos aspectos se abordaron en la meta 19, donde se definió que los países deben movilizar cada al menos $200.000 millones de dólares, en un intento por reducir la brecha financiera de biodiversidad (el dinero que se gasta hoy en día en la protección de la biodiversidad y el que se necesita) que actualmente está en $700.000 mil millones de dólares.
Finalmente, el marco incluye a las comunidades indígenas, campesinas, afrocolombianas y raizales, como actores indispensables en el cumplimiento de cada una de las metas. Por esto, otra de las metas es “lograr la participación y representación plena, equitativa, inclusiva, efectiva y con perspectiva de género, de los pueblos indígenas y las comunidades locales”.
Jaime Cabrera, especialista en Gobernanza Indígena y Monitoreo Comunitario de WWF, reconoce que el país ha iniciado un desarrollo importante en el proceso de reconocimiento que menciona la meta a través del Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2022-2026. “La interlocución entre el Estado y los pueblos indígenas ha sido muy madura, se ha llegado a acuerdos importantes. Si el Gobierno cumple lo que quedó estipulado en el PND daremos un gran paso en el reconocimiento a esa voz, autonomía y saber de los pueblos indígenas”.
En esa misma línea, el marco propuso asegurar la igualdad de género, pues las mujeres y las niñas son las más afectadas por los desastres y cambios relacionados con el clima. “La perspectiva de género nos ayuda a comprender cómo la vulnerabilidad se construye en relación con el ambiente y cómo los factores sociales interactúan para agravar o mitigar esta vulnerabilidad”, comentaba Marcela Lozano Borda, gerente del Centro de Apropiación Social del Conocimiento del Instituto Humboldt.
Para lograrlo uno de los aspectos es reconocer las dificultades que enfrentan las mujeres y las niñas para el uso y disfrute de la biodiversidad. En el caso particular de Colombia hay que identificar cómo el conflicto y el cambio climático han afectado sus prácticas en relación con el medio ambiente.