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Días antes de la llegada a Cali de las delegaciones para una ronda más de la Conferencia de las Partes para la Biodiversidad, me preguntaron desde La Silla Vacía qué se podía esperar de esta COP16. Me equivoqué, afortunadamente, en una grande.
Ha pasado un mes desde esa entrevista y vale la pena revisitar esas expectativas luego de cerrar el ciclo de negociaciones ese 2 de noviembre con una falta de quorum, cuando a última hora muchos delegados salieron corriendo para no perder sus vuelos y la presidencia de la COP quedara con una agenda urgente que tendrá que negociar en los espacios entre esta y la siguiente COP17 de biodiversidad, en Armenia en 2026.
Esa desbandada a última hora, sin haber concluido negociaciones importantes, podría ser para muchos una metáfora del balance: ¿Prevaleció el bienestar individual de cada delegación sobre el bien común del planeta? Sin embargo, voy a tratar de trascender este momento simbólico y rescatar algunos puntos importantes de esta nueva ronda.
Lo logrado
El lanzamiento del Fondo Cali para recibir aportes de los beneficios derivados de la información digital genética de la biodiversidad es un paso en la dirección correcta. Ya tenemos el mecanismo y una dirección clara de que industrias farmacéuticas y de biotecnología con aplicaciones a cultivos y animales que se beneficien enormemente del uso de esta información de secuenciación digital aporten parte el 1% de sus utilidades o el 0.1% de sus ventas para apoyar la conservación en los territorios y con los pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos para continuar la protección de los ecosistemas, donde reside esa información genética en plantas, animales y otros microorganismos.
De alguna manera, es como si le reconociéramos a la naturaleza el derecho a patentar esa creación genética de miles de años y el Fondo Cali se vuelve el lugar de recaudo de esas regalías para el bien de quienes han cuidado esa innovación tecnológica de la naturaleza. Aún faltan pasos, entre los cuales está el que los países tendrán que crear los mecanismos vinculantes para estas industrias y lograr los recaudos. Se podrían recaudar con este Fondo Cali cerca de $1.000 millones de dólares por año, bastante lejano a la meta que expertos han sugerido: destinar $200 mil millones de dólares anuales para lograr las metas de conservación de biodiversidad de esta convención de las partes.
Entre lo logrado también, con consecuencias positivas hacia adelante, es que el artículo 8J de la convención ahora incluya las voces de los pueblos afrodescendientes de la mano de los pueblos indígenas. Cuando me refiero a “de la mano” es que serán en esos espacios, y en especial para países como Colombia o Brasil que lideraron estos esfuerzos, en donde se podrán diseñar estrategias de acción para no solo proteger los ecosistemas más ricos en biodiversidad, sino los derechos de estos pueblos que han ocupado ancestralmente los territorios donde se ha conservado, y que desafortunadamente continúan siendo espacios de violación de derechos humanos y de amenazas hacia los líderes sociales y ambientales que han liderado esa tarea de ser custodios de la tierra.
El comienzo de la inclusión de los pueblos afrodescendientes no fue fácil. Vimos como delegaciones de África, lideradas por el DCR, se habían opuesto inicialmente a esta inclusión, pero un trabajo valioso de la Vicepresidenta Francia Márquez y otros para hacer una mejor pedagogía de este punto, permitió retomar el camino para demostrar el papel crucial que estos pueblos que resultaron de una diáspora forzada y violenta, habían transformado su ocupación de territorios valiosos en biodiversidad como algunos quilombos o quilombolas en Brasil y los consejos comunitarios derivados de la Ley 70 de 1993 en el Pacífico Colombiano en parte del proceso de conservación. Precisamente, en un estudio que hicimos hace unos años demostramos que hasta el 2010 la titulación colectiva a estos pueblos negros había frenado la deforestación del pacífico si comparábamos con zonas equivalentes no tituladas.
Reviví en mi cabeza momentos cruciales que vivimos en los 90s en Colombia cuando pueblos indígenas y pueblos afrodescendientes trabajaron de la mano para fortalecer su posición y hacer reconocer sus derechos, como sucedió en la Asamblea Constituyente de 1991 cuando los liderazgos de comunidades negras fracasaron en elegir constituyentes y, sin embargo, con alianzas con liderazgos aro como el de Carlos Rosero, e indígenas como el de Lorenzo Muelas, se logró insertar el Artículo Transitorio 55 que abrió las puertas a una de las reformas agrarias mas exitosas que ha tenido Colombia en su historia.
La creación del órgano subsidiario permanente para este artículo 8j de la convención de la biodiversidad (CBD) permitirá a estos pueblos indígenas y afrodescendientes tener voz directa ante la COP para fortalecer el papel fundamental de estos pueblos como cuidadores de la naturaleza y su biodiversidad.
Lo estancado
La meta de recaudar $200 mil millones de dólares al año para la protección de la biodiversidad se alejará. Cuando vemos en las noticias que los retos del cambio climático ahora arrinconan a los países más ricos con eventos climáticos extremos, tendrán mayores argumentos para atrincherarse en sus dramas y justificar el destinar sus fondos ambientales hacia sus tragedias. Tampoco se dieron avances importantes en la meta 18 del protocolo de Kunming-Montreal sobre el desmonte de los subsidios agrícolas perversos a la naturaleza. Seguiré insistiendo, ¡ahí está la plata! No hay que buscarla, solo cambiarla de costal.
Cierro con mi equivocación
Mencioné en esa entrevista con La Silla Vacía la posible frustración de la multitud de organizaciones sociales de base que iban a reivindicar en esta COP de biodiversidad sus problemas locales cuando estas conferencias de las partes se ocupan de retos globales. Habrá que escuchar el balance desde esas voces locales, pero aquí quiero reconocer que hace un mes no había dimensionado la escala de la movilización social que esta COP16 generó y que para mí puede ser uno de los grandes logros positivos, independientemente de que se avanzara en la agenda de los puntos más álgidos.
Este gobierno, y con una convicción y liderazgo permanente de Susana Muhamad, propuso que esta COP16 fuera no solo de una “paz con la naturaleza” sino que fuese “La COP de los Pueblos”. Este puede ser para mí uno de los logros más importantes de este encuentro. El grado de divulgación, participación y apropiación de los temas que hasta ahora eran de técnicos, diplomáticos o políticos fue enorme.
La llegada de personas a visitar la zona verde con una genuina curiosidad por aprender y comprender que la biodiversidad es parte de la vida cotidiana del ciudadano de a pie puede dejar una huella gigantesca que evaluaremos en el tiempo. Ese interés ciudadano se encontró en ese Bulevar del Río, la Casa Humboldt y tantos otros espacios, con una movilización de esfuerzos locales que le habló a estas delegaciones: aquí estamos desde lo local compartiendo nuestras apuestas de emprendimientos, organización comunitaria, cambio cultural y propuestas de otras formas de vivir con la naturaleza que deben ser reconocidas y pueden ser escaladas en más territorios.
Ojalá la siguiente COP17, en Armenia, vuelva a ser un espacio donde lo local le hable a lo global para una nueva ciudadanía comprometida con la naturaleza.
*Director del Centro de los ODS para América Latina y el Caribe, miembro de la Comisión de la Tierra, y Profesor de la Universidad de los Andes.
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