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La cita fue a las 10 de la noche para visitar una plaza de mercado. Suena raro, pero es que se trata de una plaza suigéneris. Vive de noche. Es el ‘yerberito’ de Bogotá. Ubicada en la localidad de Los Mártires, a la Plaza Distrital de Mercado Samper Mendoza van llegando los camiones desde Boyacá, Caldas, Cundinamarca, Meta, Tolima y Valle del Cauca, cargados con grandes bultos y atados de ramas, flores, cortezas, raíces, tallos y hojas de plantas aromáticas, medicinales, alimenticias, ornamentales y esotéricas.
Huele a naturaleza. Hace frío. Hay mucho movimiento. Suena un chiflido: ¡cuidado que viene un cotero empujando una ancha carretilla de madera cargada de caléndula! A refugiarse en los pasillos entre un puesto y otro. Allí están alrededor de 300 vendedores, entre campesinos e indígenas, unos arropados con ruanas y cobijas, otros organizando su mercancía, y los más afortunados, ya con clientes haciendo negocios.
Lunes y jueves se encuentran desde entrada la noche hasta la madrugada del día siguiente. Ofrecen manzanilla, muérdago y salvia que, preparadas en infusión actúan como calmantes. Hojas de arrayán para el dolor de muela; verbena blanca para calmar la fiebre; para la próstata guasgüin, totumo, vira vira solo o mezclado con frailejón, canchalagua, caracola, barsalita, brusca, cargadita, frutillo, sanaguas, sangre de Cristo, siempreviva. Alimenticias como arracacha, berro, cúrcuma, cubio, ibia, eneldo, uchuva o azafrán. Pero si el interés es otro, el abrecaminos sirve para la buena suerte; la bretónica —una especie de salvia nativa colombiana— es tan amarga que la recomiendan para limpiezas energéticas poderosas; o el atado de las siete yerbas para llenarse de buena energía.
Lo sorprendente es que de las 391 plantas identificadas en la plaza por investigadores del Instituto de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, poco se conoce en la ciudad. Es la economía campesina la que, a través de este centro de biodiversidad en una ciudad de más de ocho millones de habitantes, permite la interacción entre lo rural y lo urbano.
En época de pandemia el Instituto para la Economía Social del Distrito, entidad que administra las 19 plazas de mercado del Distrito, e investigadores de diferentes disciplinas del Instituto Humboldt iniciaron el proyecto Sembrando saberes, Uso sostenible de la biodiversidad y los saberes ancestrales para la reactivación económica en la Plaza Samper Mendoza. Su propósito era identificar las especies que se comercializan, el conocimiento tradicional y científico de cada una de ellas, y las historias de vida de quienes las producen. Buscaban apoyarlos en época de pandemia, pensando que verían afectada su actividad, pero “la sorpresa fue que el tema del COVID favoreció las ventas porque la gente empezó a comprar un montón para protegerse de la infección”, relata el botánico Germán Torres, del Humboldt; “encontramos muchas especies para tratar síntomas respiratorios, como el matarratón, una especie nativa; esa fue una de las que más vendieron en pandemia”.
Mónica Quimbayo, la ‘mona’, de Coyaima, Tolima, lleva más de 20 años con su puesto en la plaza. “Tengo las siete albahacas, varios queremes, el arrasa con todo, el rompe saragüey para las malas energías, la flor del ajo…”. Esas y muchas más dispuestas en una gran mesa rustica de madera. Dice que luego del proyecto se ha interesado mucho más por investigar las plantas en conversaciones con indígenas, brujos y santeros; con los protagonistas de la cadena como el cultivador, el que transporta, el carguero: “he conocido más de lo que en mi imaginación pensaba conocer”, pero advierte que los científicos también aprendieron “muchísimo porque esto es un recopilar de información”.
En la publicación Plantas y saberes de la Plaza Samper Mendoza, uno de los productos de la investigación, se destaca información muy completa de 80 plantas, muchas de ellas nativas, seleccionadas entre investigadores y vendedores por ser las más comercializadas. Las especies restantes se encuentran en un listado al final también con información sobre los usos.
La Samper Mendoza es el ejemplo vivo de la provisión de plantas para los citadinos. Como la venta principalmente es al por mayor, sus clientes vienen de restaurantes, laboratorios farmacéuticos, salones de belleza, spa. Buscan los ingredientes más frescos para sus menús de comida o de relajación. Y lo hacen en la noche. No se sabe bien por qué, pero que suceda durante la noche es parte esencial del oficio de vender yerbas en Bogotá.
Aquí puede leer las otras entregas de este especial sobre Biodiverciudades.
* Este reportaje es resultado de las Becas ColaborAcción de Investigación Periodística 2024, otorgadas por la Fundación Gabo con apoyo de la Fundación Avina.
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