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“Cuando las comunidades se apropian de las soluciones, se transforman los territorios”, dice Mauricio Sánchez, mientras caminamos por el ecobarrio San Antonio, al occidente de Cali. “Soy uno de los voceros del Comité Ecobarrios de Cali, una organización comunitaria que reúne a líderes de los diferentes territorios que transitan de barrios normales a ecobarrios”.
San Antonio es un barrio cuya historia data del siglo XVIII. Su capilla estilo barroco es destino obligado para los turistas. Por sus angostas calles la variedad de restaurantes en sus casonas ofrece diferentes platos del Pacífico colombiano. Seguramente por allí se verán muchos de los participantes a la COP16 de Biodiversidad, que tendrá lugar en octubre de este año en Cali.
Ahora se destaca porque muchos de sus habitantes tienen una fuerte conciencia ambiental y siguen al pie de la letra la estrategia de mitigación al cambio climático. Sánchez describe los componentes de un ecobarrio: huertas urbanas; sistemas de compostaje como la Paca “digestora” Silva que aprovecha los desechos orgánicos; reciclaje; manejo de los residuos sólidos; sistemas de recolección de agua lluvia; eco-mercados orgánicos de fin de semana que llevan más de seis años ofreciendo productos generados por la comunidad. “O sencillamente poner un baldecito y recoger el agua lluvia”.
Con el apoyo de la Corporación Bioparque, el ecobarrio San Antonio diseñó una ruta pedagógica ambiental con 14 estaciones que une a cinco barrios “para que la gente reconozca los servicios ambientales que existen en el territorio y aprenda desde su cotidianidad a transformar y a ser más sostenible en su manera de vivir en la ciudad”, explica Sánchez. “Es que está en manos de todos ser resilientes y transformar el mundo en el que vivimos”.
Uno de los logros que más enorgullece al ecobarrio es la Ecoescuela Santa Librada sede Carlos A. Sardi, cuyo proyecto educativo institucional incluye la educación ambiental de manera transversal. Así, los 300 niños aprenden sobre medio ambiente en todas las clases, pero además son los responsables de que crezcan las hortalizas en sus huertas, de mantener las composteras para contar con abono orgánico, así como los sistemas de recolección de agua lluvia y los paneles solares. “Esos niños van a ser ciudadanos sostenibles”, concluye Sánchez; “son ciudadanos que ya ven el mundo con otros ojos”.
El Bosque Urbano Parque del Acueducto es el ‘corazón’ del ecobarrio San Antonio. Con dos hectáreas y media, el visitante disfruta de un lugar que otrora fue una gran hacienda y desde comienzos del siglo XX los campesinos que llegaron provenientes del sur del país sembraron semillas de árboles que hoy conforman un ecosistema rico en biodiversidad. “Es una historia que reconoce las historias sociales y ambientales de los territorios”, concluye Sánchez; “este es un bosque creado con conciencia ambiental”.
Desde finales del 2017, el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente, Dagma, se ha encargado de apoyar a la comunidad con capacitaciones, fortalecimiento de negocios verdes locales y medición de huellas de carbono, hídrica y del índice de resiliencia urbana.
Aquí puede leer las otras entregas de este especial sobre Biodiverciudades.
* Este reportaje es resultado de las Becas ColaborAcción de Investigación Periodística 2024, otorgadas por la Fundación Gabo con apoyo de la Fundación Avina.
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