“Cada vez consumimos menos biodiversidad en nuestros platos”
¿Qué tiene que ver lo que comemos con la biodiversidad? Juan Lucas Restrepo, colombiano con más de 25 años en el mundo agrícola y actual director de la Alianza de Bioversity International y el CIAT, nos cuenta cómo nuestras elecciones alimentarias impactan directamente en la biodiversidad.
César Giraldo Zuluaga
Juan Lucas Restrepo ha trabajado durante los últimos 25 años en el mundo agrícola. Pocos en Colombia saben como él sobre las políticas, cadenas de valor, gobernanza e importancia de ese sector productivo. En su larga experiencia, Restrepo ha ocupado diversos cargos, entre ellos viceministro del Ministerio de Agricultura, jefe de Comercio de la Federación Nacional de Cafeteros y director de Agrosavia, la principal entidad de investigación agrícola en Colombia.
Desde hace seis años el colombiano (que también tiene nacionalidad francesa) asumió la dirección general de la Alianza de Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), una colaboración estratégica entre dos centros de investigación que suman más de 100 años en investigaciones alrededor de los sistemas alimentarios. “Hoy nos consideramos una alianza que trabaja para la transformación de los sistemas alimentarios, entendiendo que tenemos que balancear en nuestra investigación tecnológica soluciones para la gente y soluciones para la naturaleza”, resume Restrepo. Aunque ambos centros siguen siendo independientes (Bioversity International tiene su sede en Italia y el CIAT en Palmira, Valle del Cauca), se han unido bajo una dirección que lidera el colombiano.
La alianza de estas dos organizaciones es parte, a su vez, de una alianza aún más grande, llamada CGIAR, un consorcio de centros de investigación global dedicados a la investigación agrícola para contribuir a la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ambiental, de la cual Restrepo es el director para alianzas y promoción. “Somos 15 centros que trabajamos en distintas temáticas por décadas, y lo que hace el CGIAR es que nos coordinemos, que implementemos esfuerzos de investigación conjuntos”.
En entrevista con El Espectador, Restrepo habla de la importancia de los sistemas alimentarios en la protección de la biodiversidad, en el marco de la COP16 que se está realizando en Cali.
¿Cómo le explicaría a una persona que lo que come tiene que ver con la pérdida de biodiversidad?
Creo que soy posiblemente uno de los colombianos más afortunados que existen, porque he tenido la oportunidad de caminar y recorrer todo el país rural colombiano. Es algo muy lindo, porque es conocer de primera mano cómo producimos los alimentos y cómo nos alimentamos. Devolvámonos al hombre neardental. Éramos una especie pequeña, no dominante, en un entorno natural. Estábamos apenas entendiendo que había cosas que se podían cultivar y nuestra alimentación era una alimentación de cazadores-recolectores totalmente nomádicos, que íbamos persiguiendo lo que había, lo estacional.
Antes nos alimentábamos de una gran diversidad de alimentos y teníamos mucha relación permanente con la naturaleza. Millones de años después nos encontramos con una sociedad donde el homo sapiens domina, altera las relaciones con la naturaleza y tiene una relación muy distinta con la alimentación. Hoy, 12 especies vegetales y cinco animales constituyen el 75 % de lo que en promedio todos los humanos consumimos a diario. Es decir, cada vez utilizamos menos biodiversidad en nuestra alimentación, y eso ha sido a raíz de los retos que hemos tenido de producción de alimentos a la tasa del crecimiento de la población mundial.
Esta COP16 nos genera una linda oportunidad porque el acuerdo de Kunming-Montreal brindó la posibilidad de que los sistemas alimentarios sean uno de los objetos de las metas de los países. Esto para que cuando pensemos en biodiversidad, no pensemos solo en los bosques naturales, que son importantísimos, sino que también pensemos en la biodiversidad dentro de los sistemas intervenidos donde se desarrolla la agricultura y la ganadería. Y pensemos sobre cómo le apuntamos a mayor biodiversidad en esos territorios, y por ende, mayor diversidad en lo que termina llegando a nuestros platos y empecemos a tener dietas más balanceadas y mucho más armónicas con la naturaleza. Hay que buscar rebalancear diversificando lo que se produce y diversificando lo que consumimos.
¿Qué otros factores explican que se hayan reducido tanto los alimentos que ahora llegan a nuestra mesa?
Hace 10 años llamábamos cultivos olvidados y cultivos subutilizados a aquellos que simplemente no tenían el espacio suficiente en las inversiones de los países para promover su consumo. Ha habido una subinversión de un grupo enorme de alimentos. No veían ningún rédito en invertir en ellos. Por eso el momento de la COP es tan importante: hay que volver a diversificar, hay que tener una mayor biodiversidad en el campo.
Ahora hablaba de los cultivos olvidados. Algunos científicos, por ejemplo en Colombia, creen que hay ecosistemas olvidados que se están viendo afectados por sistemas alimentarios, como las sabanas inundables en la Orinoquia y el avance del arroz, mientras que sobre otros, por ejemplo la Amazonia, hay más atención.
La Amazonia es un problema y un reto enorme para Colombia, pero también para la humanidad. Entonces es lógico que un bioma de ese tamaño, que juega en los ciclos hídricos con impacto más allá de la región, tenga una atención prioritaria a nivel global. Pero a mí sí me preocupa lo que está pasando en los ecosistemas de las llanuras inundables, lo que está pasando en los páramos. Es tan grave para el país que se pierda una hectárea de bosque en la Amazonia, como que se pierda una hectárea de sabana inundable.
A veces es arroz, pero normalmente hay ganadería. Y le echamos la culpa a la vaca, como si una vaca decidiera dónde va a pastar y dónde va a comer. Lo que tenemos es un problema de precariedad en la tenencia de tierra, es una historia donde la deforestación, combinada con la ilegalidad y la corrupción, puede tener réditos maravillosos en términos de hacer patrimonios y en donde las vacas simplemente se colocan como una manera de tenencia; es decir, de darle valor de tenencia a esas áreas desecadas o deforestadas.
La ganadería para Colombia es una enorme ventaja comparativa. Aunque haya países cuyo consumo de carne toca tratar de disminuir, hay muchos otros, sobre todo los más pobres, donde todavía la proteína animal es un vehículo tremendamente eficiente para proteínas, micronutrientes esenciales, etc.
Entonces la ganadería tiene un espacio, miremos cómo la producimos de una manera donde intensifiquemos de manera sostenible su producción. A eso le metemos mucho trabajo desde la Alianza. Seamos muy duros, sobre todo desde el Estado, con modelos de trazabilidad, con modelos que permitan ir en contravía de cualquier tipo de ganadería extensiva. Es un tema de decisión política. No es difícil regular una ganadería en el país para que entregue unos millones de hectáreas que se vayan a otros usos. Esos usos pueden ser restauración, muchos deben serlo, y otros pueden ser agricultura sostenible, agroecología, etc.
Frente al arroz, el reto es parecido. Tiene que ver con esos temas regulatorios, pero también con cómo aseguramos que el país logre adoptar tecnologías de mayor productividad para que el arroz que consumen los colombianos se pueda producir en un área menor. Y ahí también tenemos soluciones desde la Alianza.
Hablemos también de los casos exitosos que permitan ver la transformación de esos sistemas alimentarios en el mundo
Hay un caso bellísimo, muy exitoso, que queremos utilizar como una de nuestras banderas en la COP. Es un programa de biodiversidad para la nutrición que desarrollamos hace unos años en Brasil, con Embrapa, el socio local en el nordeste, que es la parte más pobre del país, donde nos dedicamos a identificar todos aquellos vegetales, hortalizas y frutas que se producían localmente, que eran importantes en las dietas, que estaban perdiéndose. Hicimos un análisis muy completo de su diversidad, pero también de su valor nutricional, de qué le pueden aportar, por ejemplo, a un niño en etapa de crecimiento. Y esa base de datos, que es una base de datos pública, la utilizó el gobierno de Brasil para cambiar las fórmulas de alimentación de las escuelas en esa parte del país, para armar circuitos cortos donde se empezara a promover ese tipo de alimentos que eran culturalmente apropiados, nutricionalmente efectivos y generadores de oportunidad económica local, para no tener que traer desde otro lado del país los alimentos para los niños.
Y creando, además, nuevas generaciones que aprecien un plato menos aburrido del que existía antes. En ese tema de biodiversidad para la nutrición tenemos experiencias muy lindas, muy exitosas, y queremos que eso sea una de nuestras banderas en esta COP, porque los países deberían dedicarse a replicar casos que ya demuestran que tienen beneficios ambientales, nutricionales y de desarrollo. Ese es un ejemplo.
Hay otro caso bello en Colombia que replicamos también en otras partes. A veces no es solo la biodiversidad en términos del número de especies que participan en un plato, por ejemplo, sino la diversidad dentro de las mismas especies. Nosotros tenemos 36.000 frijolitos distintos en ‘Semillas del futuro’, que nos ha permitido generación de conocimiento, descubrir con nuestra ciencia qué hay ahí adentro. Hemos encontrado variedades lindísimas que tienen zinc, que tienen hierro, que tienen tolerancia a temperatura, que tienen distintas condiciones. Y hemos ayudado a incorporarlas en las variedades tradicionales de los agricultores, por ejemplo, en Cesar y La Guajira, y que han sido súper aceptados, porque obviamente hemos sido muy cuidadosos. Primero, es selección natural, no hay nada de transgénesis ni nada por el estilo. Entonces, usando la biodiversidad dentro de una especie, hay cosas bellísimas que podemos hacer.
Y un tercer ejemplo que tiene que ver con la biodiversidad forestal. Usted mira programas en todos los países donde los ministerios de ambiente dicen que van a restaurar o a apoyar la reforestación con especies nativas. Y bravo, especies nativas, fantástico. Y eso está bien, pero no es solo ir y buscar unas semillas y hacer un semillero y sembrar, sino que eso hay que hacerlo con un lente del conocimiento específico de la biodiversidad forestal. Entonces, uno tiene que entender dentro de la biodiversidad de una especie en el bosque, cuál es la diversidad genética, cuáles son los individuos de esa diversidad genética que deben aportar sus semillas a esos semilleros y cómo desde ahí se empieza a acompañar el uso de esos árboles, no a la topa tolondra, sino de acuerdo a la funcionalidad específica que tenga ese árbol en un ecosistema y de los servicios ecosistémicos que pueda prestar, ya sea en protección del suelo, en agua, en carbono, en alimentación contracíclica de los animales, en leña, en las mil cosas para los que pueden servir estas especies. Hay mucha ciencia y trabajo allí de la Alianza.
Uno de los retos de estos casos de éxito es cómo escalar estos procesos. ¿Cómo hacer para que dejen de ser pequeños casos de éxito y se conviertan en la norma?
Te voy a dar dos partes de la respuesta. Una es desde mi frustración como colombiano: en el 2017, con años de trabajo, de preparación, de esfuerzo, logramos sacar una ley a traves del fast track que creó un Sistema Nacional de Innovación Agropecuaria para Colombia. Y ese es un sistema que, si se hubiese implementado, sería modelo a nivel mundial, porque permitía conectar la ciencia, la educación, la formación técnica, tecnológica y un servicio público de extensión agropecuaria. Y esa combinación de eso, en un modelo institucional desde la región, atendiendo la demanda desde los productores, pero con apoyo desde el Estado y desde el sector productivo, es una solución estructural para que lo que se investiga, las nuevas tecnologías, los nuevos temas digitales, etcétera, cambie más rápidamente la vida de los productores.
Estructuralmente hay muchas cosas para hacer. Por ejemplo, Colombia, que es un país de ingreso medio, al igual que países de ingreso alto y al igual que países de ingresos bajos, tiene unos apoyos al sector productivo que son muy distorsionantes. Entonces, yo fui viceministro de Agricultura hace muchos años y eso era muy difícil que cada vez que había una crisis o algo, no se resolviera con un subsidio al precio del fertilizante. Y yo voy mucho a discusiones de suelos y fertilización en África y el problema es exactamente el mismo. Estamos acabando los suelos, regalando fertilizante que poco le sirven al productor, porque al final del día ese subsidio se queda en las casas comerciales y lo que le genera en bienestar es muy poco.
Estamos botando mucha plata en subsidios que no son efectivos y que distorsionan y cambian las señales del mercado y evitan, por ejemplo, que el productor pueda adoptar prácticas regenerativas para protección del suelo y para tener mayor producción a futuro y disminuir su necesidad de fertilizantes con incentivos, con subsidios que le ayuden a esa transición regenerativa. Ahí hay una gran parte del pecado y es que seguimos teniendo lobbys (más allá de Colombia) agrícolas, de las casas comerciales, que están muy pegados a su forma de negocios y sus cadenas en las que tienen sus apuestas.
La semana pasada se reunieron los ministros de Agricultura del G7 en Siracusa, en Italia, con 11 ministros de Agricultura de África. Y a mí me encantó escuchar al ministro de Agricultura de Kenia cuando hablaban de semillas. Estaba la OCDE hablando de la importancia de las semillas certificadas y los sistemas de información y la disponibilidad, y el ministro diciendo que ‘Kenia adhirió a esa plataforma de semillas certificadas de la OCDE’, pero, decía, no solo hicimos eso, sino que tenemos normas para las semillas nativas y las semillas de las comunidades sui generis, porque creemos que los dos sistemas de semillas deben coexistir. Y a veces en Colombia, en otros países, los lobbies llevan a que sea solo una solución y la solución de lo mejorado y lo comercial, cuando tenemos casos bellísimos en Colombia y en otros lugares de comunidades que con su conocimiento propio, más técnicas, más otros elementos, logran proveerle a sus comunidades a veces el 30% de sus necesidades de semilla con provisión propia. Esas son las maneras complejas en las que hay que pensar para tener impacto y no solo meter más subsidio. Porque los subsidios, sobre todo a los insumos o a los precios, son lo más distorsionante que puede haber.
Hay un tema que suele pasar de agache en estas discusiones, y son los patrones de consumo del norte global. ¿Ve avances allí?
Hay un tema muy generacional. Las nuevas generaciones en países más educados, más al norte, como los países nórdicos, etc., tienen una enorme conciencia del tema. Uno ve que esas generaciones jóvenes empiezan a cambiar los patrones de consumo en sus propios hogares. Pero falta mucho compromiso todavía de los países. Y entre Europa y Norteamérica hay diferencias grandes. Unos van más rápido que otros. Las COP son claves para acelerar eso. No es que las cosas no estén cambiando, sino que la velocidad a la que están cambiando no le sirve ni a la humanidad ni al planeta. Es muy lenta.
¿Qué expectativa tiene sobre los NBSAP? Más precisamente sobre la meta 10 que aborda los sistemas alimentarios...
El protocolo de Kunming-Montreal generó el espacio para las áreas intervenidas y para la alimentación. El hecho de que ya los países puedan comprometerse con esfuerzos a favor de la biodiversidad en los sistemas intervenidos, me parece que es un avance gigantesco y cambia la conciencia y la dinámica política.
Lo que uno esperaría ver es que los compromisos de la COP de biodiversidad estén bien alineados y armonizados con los compromisos que están haciendo los países. Eso para mí sería una señal de éxito, de que no solo haya un compromiso político explícito frente a esta COP, sino que los países ya estén logrando la coordinación entre sus ministerios de ambiente, sus ministerios de energía, sus ministerios de agricultura, para que efectivamente esos planes sean planes representando al Estado y no solo a los ministerios que son los responsables en una u otra COP. Esto me genera una enorme curiosidad, el nivel de ambición que vamos a ver, pero lo que me gusta mucho es que la dirección es la correcta. Por fin vamos a empezar a ver compromisos específicos en estas áreas que no eran tan evidentes en los anteriores compromisos de la COP.
¿Qué espera de la negociación sobre el protocolo de Nagoya y los acuerdos que se puedan alcanzar?
BioVersity fue un programa de la FAO que se creó hace 50 años buscando la protección de los recursos genéticos de la alimentación y la agricultura. Y hace 20 años, Colombia fue un negociador importante de un tratado que ya tiene más de 100 países, que es el Tratado de Recursos Genéticos de la FAO, que tiene un mecanismo de acceso y distribución de beneficios a los recursos genéticos agrícolas. Ahí aportamos muchísimo técnicamente en las formas de acceso y distribución de beneficios. La parte linda es que entendemos que la semana pasada el presidente Petro ya firmó la adhesión de Colombia a ese tratado de recursos genéticos de la FAO. Ese es el tratado de ese pedacito pequeño de la gran biodiversidad que es la agrobiodiversidad. Apoyamos mucho en eso y es bien importante.
Hay una gran discusión, que es la misma que se va a dar pronto y en la que tanto la ministra (Susana Muhamad) como el presidente van a presionar con fuerza. El tema es cómo se aborda el acceso y la distribución de beneficios de la información proveniente de las secuencias digitales de los genomas de especies y de la biodiversidad. Hoy en día, esa ciencia y nueva tecnología para entender mejor la diversidad genética genera un temor considerable, especialmente entre los países megadiversos, de que a través de esas secuencias se obvie el acceso a la especie o los recursos genéticos en sí, que es lo que han intentado mediar. El miedo es quedarse sin el pan y sin el queso. Este es el gran temor, y lo que hemos estado promoviendo, mediante publicaciones científicas aportadas a la secretaría de la convención, es la creación de un sistema multilateral de acceso y beneficios cuando se trata de secuencias de información digital, tomando como aprendizaje el tratado de recursos genéticos de la FAO.
Si esta COP logra una negociación, será un gran éxito, ya que resolverá buena parte de los obstáculos relacionados con el acceso a los recursos genéticos y la distribución de beneficios. Este tema se ha vuelto un punto complicado, pero al menos ya se están presentando opciones a los negociadores, y algunos, incluidos los de Colombia, están decididos a sacar adelante un acuerdo de este tipo. Ojalá se logre, y ojalá los estudios técnicos y papers que hemos presentado contribuyan a la toma de decisiones de los países.
Además de las recomendaciones que se hacen para estos temas (diversificar la dieta y consumir local), ¿qué otras cosas pueden hacer los consumidores?
Hay una que me parece espectacular. En las distintas regiones de Colombia, distintas especies se producen con distintos patrones de estacionalidad. No es sino que usted vaya por una carretera a cualquier lado, y en algún momento del año encuentra cajas de guayabas, que no cabe una guayaba más. Y a las dos semanas ya dejó de haber guayabas. Entonces, hay una enorme oportunidad para entender cómo esos productos estacionales, que son diversos, que son nutritivos, que además son baratos porque están en un pico de producción, se incorporan de manera más adecuada en las dietas. Nosotros hemos construido en algunos países calendarios estacionales, diciéndoles a las amas de casa: en enero busque esto, en febrero busque esto, en marzo puede encontrar esto en este sitio, y solo siguiendo esos distintos productos cambian su dieta, la hacen más rica, más nutritiva, les ayudan a los productores. Es un gana-gana absolutamente maravilloso que les permite también a las clases con menos poder económico tener acceso a todo esto.
Si lo llamaran en este momento desde Presidencia y le pidieran asesoría para el país, ¿qué recomendaría?
Uno sería el sistema del sistema de innovación. Nosotros tenemos un liderazgo enorme en la Alianza. Siempre están disponibles, siempre, a apoyar los sistemas nacionales, primordialmente, los de nuestro país anfitrión. Lo que la Alianza ha hecho por Colombia, por la alimentación de los colombianos, por la sostenibilidad del sector agropecuario colombiano, es maravilloso y lo ha hecho siempre de la mano de los gobiernos, siempre en consulta con los gobiernos, siempre sin distinguir si el gobierno es de ultra a un lado o ultra para el otro. Nada de eso nos interesa porque nosotros nos debemos a las instituciones.
Estamos listos para sentarnos cuando sea a aportar, opinar, entregar datos, entregar evidencias, como lo hemos venido haciendo. Tenemos muchos proyectos con los ministerios del país. o sea, los ministros del país nos buscan y nos siguen buscando independientemente de los cambios de gobierno, lo que muestra que tenemos un capital social y una confianza construida muy importante. Por eso, además, yo tengo que ser siempre agnóstico en temas de política.
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Juan Lucas Restrepo ha trabajado durante los últimos 25 años en el mundo agrícola. Pocos en Colombia saben como él sobre las políticas, cadenas de valor, gobernanza e importancia de ese sector productivo. En su larga experiencia, Restrepo ha ocupado diversos cargos, entre ellos viceministro del Ministerio de Agricultura, jefe de Comercio de la Federación Nacional de Cafeteros y director de Agrosavia, la principal entidad de investigación agrícola en Colombia.
Desde hace seis años el colombiano (que también tiene nacionalidad francesa) asumió la dirección general de la Alianza de Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), una colaboración estratégica entre dos centros de investigación que suman más de 100 años en investigaciones alrededor de los sistemas alimentarios. “Hoy nos consideramos una alianza que trabaja para la transformación de los sistemas alimentarios, entendiendo que tenemos que balancear en nuestra investigación tecnológica soluciones para la gente y soluciones para la naturaleza”, resume Restrepo. Aunque ambos centros siguen siendo independientes (Bioversity International tiene su sede en Italia y el CIAT en Palmira, Valle del Cauca), se han unido bajo una dirección que lidera el colombiano.
La alianza de estas dos organizaciones es parte, a su vez, de una alianza aún más grande, llamada CGIAR, un consorcio de centros de investigación global dedicados a la investigación agrícola para contribuir a la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ambiental, de la cual Restrepo es el director para alianzas y promoción. “Somos 15 centros que trabajamos en distintas temáticas por décadas, y lo que hace el CGIAR es que nos coordinemos, que implementemos esfuerzos de investigación conjuntos”.
En entrevista con El Espectador, Restrepo habla de la importancia de los sistemas alimentarios en la protección de la biodiversidad, en el marco de la COP16 que se está realizando en Cali.
¿Cómo le explicaría a una persona que lo que come tiene que ver con la pérdida de biodiversidad?
Creo que soy posiblemente uno de los colombianos más afortunados que existen, porque he tenido la oportunidad de caminar y recorrer todo el país rural colombiano. Es algo muy lindo, porque es conocer de primera mano cómo producimos los alimentos y cómo nos alimentamos. Devolvámonos al hombre neardental. Éramos una especie pequeña, no dominante, en un entorno natural. Estábamos apenas entendiendo que había cosas que se podían cultivar y nuestra alimentación era una alimentación de cazadores-recolectores totalmente nomádicos, que íbamos persiguiendo lo que había, lo estacional.
Antes nos alimentábamos de una gran diversidad de alimentos y teníamos mucha relación permanente con la naturaleza. Millones de años después nos encontramos con una sociedad donde el homo sapiens domina, altera las relaciones con la naturaleza y tiene una relación muy distinta con la alimentación. Hoy, 12 especies vegetales y cinco animales constituyen el 75 % de lo que en promedio todos los humanos consumimos a diario. Es decir, cada vez utilizamos menos biodiversidad en nuestra alimentación, y eso ha sido a raíz de los retos que hemos tenido de producción de alimentos a la tasa del crecimiento de la población mundial.
Esta COP16 nos genera una linda oportunidad porque el acuerdo de Kunming-Montreal brindó la posibilidad de que los sistemas alimentarios sean uno de los objetos de las metas de los países. Esto para que cuando pensemos en biodiversidad, no pensemos solo en los bosques naturales, que son importantísimos, sino que también pensemos en la biodiversidad dentro de los sistemas intervenidos donde se desarrolla la agricultura y la ganadería. Y pensemos sobre cómo le apuntamos a mayor biodiversidad en esos territorios, y por ende, mayor diversidad en lo que termina llegando a nuestros platos y empecemos a tener dietas más balanceadas y mucho más armónicas con la naturaleza. Hay que buscar rebalancear diversificando lo que se produce y diversificando lo que consumimos.
¿Qué otros factores explican que se hayan reducido tanto los alimentos que ahora llegan a nuestra mesa?
Hace 10 años llamábamos cultivos olvidados y cultivos subutilizados a aquellos que simplemente no tenían el espacio suficiente en las inversiones de los países para promover su consumo. Ha habido una subinversión de un grupo enorme de alimentos. No veían ningún rédito en invertir en ellos. Por eso el momento de la COP es tan importante: hay que volver a diversificar, hay que tener una mayor biodiversidad en el campo.
Ahora hablaba de los cultivos olvidados. Algunos científicos, por ejemplo en Colombia, creen que hay ecosistemas olvidados que se están viendo afectados por sistemas alimentarios, como las sabanas inundables en la Orinoquia y el avance del arroz, mientras que sobre otros, por ejemplo la Amazonia, hay más atención.
La Amazonia es un problema y un reto enorme para Colombia, pero también para la humanidad. Entonces es lógico que un bioma de ese tamaño, que juega en los ciclos hídricos con impacto más allá de la región, tenga una atención prioritaria a nivel global. Pero a mí sí me preocupa lo que está pasando en los ecosistemas de las llanuras inundables, lo que está pasando en los páramos. Es tan grave para el país que se pierda una hectárea de bosque en la Amazonia, como que se pierda una hectárea de sabana inundable.
A veces es arroz, pero normalmente hay ganadería. Y le echamos la culpa a la vaca, como si una vaca decidiera dónde va a pastar y dónde va a comer. Lo que tenemos es un problema de precariedad en la tenencia de tierra, es una historia donde la deforestación, combinada con la ilegalidad y la corrupción, puede tener réditos maravillosos en términos de hacer patrimonios y en donde las vacas simplemente se colocan como una manera de tenencia; es decir, de darle valor de tenencia a esas áreas desecadas o deforestadas.
La ganadería para Colombia es una enorme ventaja comparativa. Aunque haya países cuyo consumo de carne toca tratar de disminuir, hay muchos otros, sobre todo los más pobres, donde todavía la proteína animal es un vehículo tremendamente eficiente para proteínas, micronutrientes esenciales, etc.
Entonces la ganadería tiene un espacio, miremos cómo la producimos de una manera donde intensifiquemos de manera sostenible su producción. A eso le metemos mucho trabajo desde la Alianza. Seamos muy duros, sobre todo desde el Estado, con modelos de trazabilidad, con modelos que permitan ir en contravía de cualquier tipo de ganadería extensiva. Es un tema de decisión política. No es difícil regular una ganadería en el país para que entregue unos millones de hectáreas que se vayan a otros usos. Esos usos pueden ser restauración, muchos deben serlo, y otros pueden ser agricultura sostenible, agroecología, etc.
Frente al arroz, el reto es parecido. Tiene que ver con esos temas regulatorios, pero también con cómo aseguramos que el país logre adoptar tecnologías de mayor productividad para que el arroz que consumen los colombianos se pueda producir en un área menor. Y ahí también tenemos soluciones desde la Alianza.
Hablemos también de los casos exitosos que permitan ver la transformación de esos sistemas alimentarios en el mundo
Hay un caso bellísimo, muy exitoso, que queremos utilizar como una de nuestras banderas en la COP. Es un programa de biodiversidad para la nutrición que desarrollamos hace unos años en Brasil, con Embrapa, el socio local en el nordeste, que es la parte más pobre del país, donde nos dedicamos a identificar todos aquellos vegetales, hortalizas y frutas que se producían localmente, que eran importantes en las dietas, que estaban perdiéndose. Hicimos un análisis muy completo de su diversidad, pero también de su valor nutricional, de qué le pueden aportar, por ejemplo, a un niño en etapa de crecimiento. Y esa base de datos, que es una base de datos pública, la utilizó el gobierno de Brasil para cambiar las fórmulas de alimentación de las escuelas en esa parte del país, para armar circuitos cortos donde se empezara a promover ese tipo de alimentos que eran culturalmente apropiados, nutricionalmente efectivos y generadores de oportunidad económica local, para no tener que traer desde otro lado del país los alimentos para los niños.
Y creando, además, nuevas generaciones que aprecien un plato menos aburrido del que existía antes. En ese tema de biodiversidad para la nutrición tenemos experiencias muy lindas, muy exitosas, y queremos que eso sea una de nuestras banderas en esta COP, porque los países deberían dedicarse a replicar casos que ya demuestran que tienen beneficios ambientales, nutricionales y de desarrollo. Ese es un ejemplo.
Hay otro caso bello en Colombia que replicamos también en otras partes. A veces no es solo la biodiversidad en términos del número de especies que participan en un plato, por ejemplo, sino la diversidad dentro de las mismas especies. Nosotros tenemos 36.000 frijolitos distintos en ‘Semillas del futuro’, que nos ha permitido generación de conocimiento, descubrir con nuestra ciencia qué hay ahí adentro. Hemos encontrado variedades lindísimas que tienen zinc, que tienen hierro, que tienen tolerancia a temperatura, que tienen distintas condiciones. Y hemos ayudado a incorporarlas en las variedades tradicionales de los agricultores, por ejemplo, en Cesar y La Guajira, y que han sido súper aceptados, porque obviamente hemos sido muy cuidadosos. Primero, es selección natural, no hay nada de transgénesis ni nada por el estilo. Entonces, usando la biodiversidad dentro de una especie, hay cosas bellísimas que podemos hacer.
Y un tercer ejemplo que tiene que ver con la biodiversidad forestal. Usted mira programas en todos los países donde los ministerios de ambiente dicen que van a restaurar o a apoyar la reforestación con especies nativas. Y bravo, especies nativas, fantástico. Y eso está bien, pero no es solo ir y buscar unas semillas y hacer un semillero y sembrar, sino que eso hay que hacerlo con un lente del conocimiento específico de la biodiversidad forestal. Entonces, uno tiene que entender dentro de la biodiversidad de una especie en el bosque, cuál es la diversidad genética, cuáles son los individuos de esa diversidad genética que deben aportar sus semillas a esos semilleros y cómo desde ahí se empieza a acompañar el uso de esos árboles, no a la topa tolondra, sino de acuerdo a la funcionalidad específica que tenga ese árbol en un ecosistema y de los servicios ecosistémicos que pueda prestar, ya sea en protección del suelo, en agua, en carbono, en alimentación contracíclica de los animales, en leña, en las mil cosas para los que pueden servir estas especies. Hay mucha ciencia y trabajo allí de la Alianza.
Uno de los retos de estos casos de éxito es cómo escalar estos procesos. ¿Cómo hacer para que dejen de ser pequeños casos de éxito y se conviertan en la norma?
Te voy a dar dos partes de la respuesta. Una es desde mi frustración como colombiano: en el 2017, con años de trabajo, de preparación, de esfuerzo, logramos sacar una ley a traves del fast track que creó un Sistema Nacional de Innovación Agropecuaria para Colombia. Y ese es un sistema que, si se hubiese implementado, sería modelo a nivel mundial, porque permitía conectar la ciencia, la educación, la formación técnica, tecnológica y un servicio público de extensión agropecuaria. Y esa combinación de eso, en un modelo institucional desde la región, atendiendo la demanda desde los productores, pero con apoyo desde el Estado y desde el sector productivo, es una solución estructural para que lo que se investiga, las nuevas tecnologías, los nuevos temas digitales, etcétera, cambie más rápidamente la vida de los productores.
Estructuralmente hay muchas cosas para hacer. Por ejemplo, Colombia, que es un país de ingreso medio, al igual que países de ingreso alto y al igual que países de ingresos bajos, tiene unos apoyos al sector productivo que son muy distorsionantes. Entonces, yo fui viceministro de Agricultura hace muchos años y eso era muy difícil que cada vez que había una crisis o algo, no se resolviera con un subsidio al precio del fertilizante. Y yo voy mucho a discusiones de suelos y fertilización en África y el problema es exactamente el mismo. Estamos acabando los suelos, regalando fertilizante que poco le sirven al productor, porque al final del día ese subsidio se queda en las casas comerciales y lo que le genera en bienestar es muy poco.
Estamos botando mucha plata en subsidios que no son efectivos y que distorsionan y cambian las señales del mercado y evitan, por ejemplo, que el productor pueda adoptar prácticas regenerativas para protección del suelo y para tener mayor producción a futuro y disminuir su necesidad de fertilizantes con incentivos, con subsidios que le ayuden a esa transición regenerativa. Ahí hay una gran parte del pecado y es que seguimos teniendo lobbys (más allá de Colombia) agrícolas, de las casas comerciales, que están muy pegados a su forma de negocios y sus cadenas en las que tienen sus apuestas.
La semana pasada se reunieron los ministros de Agricultura del G7 en Siracusa, en Italia, con 11 ministros de Agricultura de África. Y a mí me encantó escuchar al ministro de Agricultura de Kenia cuando hablaban de semillas. Estaba la OCDE hablando de la importancia de las semillas certificadas y los sistemas de información y la disponibilidad, y el ministro diciendo que ‘Kenia adhirió a esa plataforma de semillas certificadas de la OCDE’, pero, decía, no solo hicimos eso, sino que tenemos normas para las semillas nativas y las semillas de las comunidades sui generis, porque creemos que los dos sistemas de semillas deben coexistir. Y a veces en Colombia, en otros países, los lobbies llevan a que sea solo una solución y la solución de lo mejorado y lo comercial, cuando tenemos casos bellísimos en Colombia y en otros lugares de comunidades que con su conocimiento propio, más técnicas, más otros elementos, logran proveerle a sus comunidades a veces el 30% de sus necesidades de semilla con provisión propia. Esas son las maneras complejas en las que hay que pensar para tener impacto y no solo meter más subsidio. Porque los subsidios, sobre todo a los insumos o a los precios, son lo más distorsionante que puede haber.
Hay un tema que suele pasar de agache en estas discusiones, y son los patrones de consumo del norte global. ¿Ve avances allí?
Hay un tema muy generacional. Las nuevas generaciones en países más educados, más al norte, como los países nórdicos, etc., tienen una enorme conciencia del tema. Uno ve que esas generaciones jóvenes empiezan a cambiar los patrones de consumo en sus propios hogares. Pero falta mucho compromiso todavía de los países. Y entre Europa y Norteamérica hay diferencias grandes. Unos van más rápido que otros. Las COP son claves para acelerar eso. No es que las cosas no estén cambiando, sino que la velocidad a la que están cambiando no le sirve ni a la humanidad ni al planeta. Es muy lenta.
¿Qué expectativa tiene sobre los NBSAP? Más precisamente sobre la meta 10 que aborda los sistemas alimentarios...
El protocolo de Kunming-Montreal generó el espacio para las áreas intervenidas y para la alimentación. El hecho de que ya los países puedan comprometerse con esfuerzos a favor de la biodiversidad en los sistemas intervenidos, me parece que es un avance gigantesco y cambia la conciencia y la dinámica política.
Lo que uno esperaría ver es que los compromisos de la COP de biodiversidad estén bien alineados y armonizados con los compromisos que están haciendo los países. Eso para mí sería una señal de éxito, de que no solo haya un compromiso político explícito frente a esta COP, sino que los países ya estén logrando la coordinación entre sus ministerios de ambiente, sus ministerios de energía, sus ministerios de agricultura, para que efectivamente esos planes sean planes representando al Estado y no solo a los ministerios que son los responsables en una u otra COP. Esto me genera una enorme curiosidad, el nivel de ambición que vamos a ver, pero lo que me gusta mucho es que la dirección es la correcta. Por fin vamos a empezar a ver compromisos específicos en estas áreas que no eran tan evidentes en los anteriores compromisos de la COP.
¿Qué espera de la negociación sobre el protocolo de Nagoya y los acuerdos que se puedan alcanzar?
BioVersity fue un programa de la FAO que se creó hace 50 años buscando la protección de los recursos genéticos de la alimentación y la agricultura. Y hace 20 años, Colombia fue un negociador importante de un tratado que ya tiene más de 100 países, que es el Tratado de Recursos Genéticos de la FAO, que tiene un mecanismo de acceso y distribución de beneficios a los recursos genéticos agrícolas. Ahí aportamos muchísimo técnicamente en las formas de acceso y distribución de beneficios. La parte linda es que entendemos que la semana pasada el presidente Petro ya firmó la adhesión de Colombia a ese tratado de recursos genéticos de la FAO. Ese es el tratado de ese pedacito pequeño de la gran biodiversidad que es la agrobiodiversidad. Apoyamos mucho en eso y es bien importante.
Hay una gran discusión, que es la misma que se va a dar pronto y en la que tanto la ministra (Susana Muhamad) como el presidente van a presionar con fuerza. El tema es cómo se aborda el acceso y la distribución de beneficios de la información proveniente de las secuencias digitales de los genomas de especies y de la biodiversidad. Hoy en día, esa ciencia y nueva tecnología para entender mejor la diversidad genética genera un temor considerable, especialmente entre los países megadiversos, de que a través de esas secuencias se obvie el acceso a la especie o los recursos genéticos en sí, que es lo que han intentado mediar. El miedo es quedarse sin el pan y sin el queso. Este es el gran temor, y lo que hemos estado promoviendo, mediante publicaciones científicas aportadas a la secretaría de la convención, es la creación de un sistema multilateral de acceso y beneficios cuando se trata de secuencias de información digital, tomando como aprendizaje el tratado de recursos genéticos de la FAO.
Si esta COP logra una negociación, será un gran éxito, ya que resolverá buena parte de los obstáculos relacionados con el acceso a los recursos genéticos y la distribución de beneficios. Este tema se ha vuelto un punto complicado, pero al menos ya se están presentando opciones a los negociadores, y algunos, incluidos los de Colombia, están decididos a sacar adelante un acuerdo de este tipo. Ojalá se logre, y ojalá los estudios técnicos y papers que hemos presentado contribuyan a la toma de decisiones de los países.
Además de las recomendaciones que se hacen para estos temas (diversificar la dieta y consumir local), ¿qué otras cosas pueden hacer los consumidores?
Hay una que me parece espectacular. En las distintas regiones de Colombia, distintas especies se producen con distintos patrones de estacionalidad. No es sino que usted vaya por una carretera a cualquier lado, y en algún momento del año encuentra cajas de guayabas, que no cabe una guayaba más. Y a las dos semanas ya dejó de haber guayabas. Entonces, hay una enorme oportunidad para entender cómo esos productos estacionales, que son diversos, que son nutritivos, que además son baratos porque están en un pico de producción, se incorporan de manera más adecuada en las dietas. Nosotros hemos construido en algunos países calendarios estacionales, diciéndoles a las amas de casa: en enero busque esto, en febrero busque esto, en marzo puede encontrar esto en este sitio, y solo siguiendo esos distintos productos cambian su dieta, la hacen más rica, más nutritiva, les ayudan a los productores. Es un gana-gana absolutamente maravilloso que les permite también a las clases con menos poder económico tener acceso a todo esto.
Si lo llamaran en este momento desde Presidencia y le pidieran asesoría para el país, ¿qué recomendaría?
Uno sería el sistema del sistema de innovación. Nosotros tenemos un liderazgo enorme en la Alianza. Siempre están disponibles, siempre, a apoyar los sistemas nacionales, primordialmente, los de nuestro país anfitrión. Lo que la Alianza ha hecho por Colombia, por la alimentación de los colombianos, por la sostenibilidad del sector agropecuario colombiano, es maravilloso y lo ha hecho siempre de la mano de los gobiernos, siempre en consulta con los gobiernos, siempre sin distinguir si el gobierno es de ultra a un lado o ultra para el otro. Nada de eso nos interesa porque nosotros nos debemos a las instituciones.
Estamos listos para sentarnos cuando sea a aportar, opinar, entregar datos, entregar evidencias, como lo hemos venido haciendo. Tenemos muchos proyectos con los ministerios del país. o sea, los ministros del país nos buscan y nos siguen buscando independientemente de los cambios de gobierno, lo que muestra que tenemos un capital social y una confianza construida muy importante. Por eso, además, yo tengo que ser siempre agnóstico en temas de política.
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