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El ave favorita de Jhon Castañeda es la colorida Tangara chilensis. De 23 años y nacido en Mesetas (Meta), cuenta que ese pájaro, que parece pintado con acuarelas y cuyas plumas se ven como escamas, le cambió la vida. Gracias a Daniela Zambrano, una niña nasa del Resguardo Indígena Villa Lucía, lo nombraron como “azulejo arcoiris” en la Guía ilustrada de avifauna del municipio, un libro que lanzaron el pasado 20 de agosto.
Más de 150 personas asistieron al evento en el polideportivo del pueblo y Castañeda no contuvo sus lágrimas al ver materializadas todas las veces que madrugó a pajarear, sus horas de investigación y el esfuerzo por unir a la comunidad en torno a este propósito. Detrás de la guía de avifauna ha habido años de trabajo para “construir una visión compartida del territorio”, explica Jimena Puyana, gerente de ambiente y desarrollo sostenible del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que, en alianza con la embajada de Suecia, impulsó ese proyecto.
En Mesetas hay más de 800 especies de aves, un número mayor al que se podría encontrar en países enteros de Europa, según cuenta el ornitólogo Fernando Ayerbe. Es por ello que, a pocas semanas de que inicie la COP16, allí se materializó ese proyecto, que hace parte de la iniciativa Corredores de Paz y busca unir a la comunidad en torno al aprendizaje y al cuidado de estos animales, tan simbólicos para Colombia. De acuerdo con la lista oficial del Comité Colombiano de Registros Ornitológicos (CCRO), publicada en enero de este año, hay 1968 especies de aves en el territorio nacional.
“Este tipo de elementos son muy importantes, más ahora que celebraremos en octubre la COP16. Es una oportunidad muy grande para Colombia de demostrar lo diversos que somos y cómo los colombianos estamos tomando a las aves como un grupo sombrilla, que a través de acciones que tengamos con ellas también se van a beneficiar otros grupos biológicos”, asegura Noemí Moreno, gerente técnica de Audubon Colombia.
Ayerbe, por su parte, fue el editor principal de la guía y Castañeda lo describe como su maestro, pues le confió la responsabilidad de ser la persona del municipio que se encargara de observar y recopilar información sobre todas las aves que pudiera ver. Así, recorrió el territorio y dio con una gran variedad de especies que está ligada a la diversidad de ecosistemas del municipio, que van desde los 265 hasta los 3.600 metros sobre el nivel del mar.
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Una de las zonas que comprende es la Serranía de la Macarena. Allí está la montaña que los habitantes denominan “El indio acostado”, debido a su forma y a una antigua leyenda indígena de la tribu guayupe que habla sobre un hombre, Camaxagua, quien murió por su amada Iraima.
Desde el ombligo de Camaxagua, donde se ubica la vereda Morro Bello, la guía intérprete de patrimonio natural y de senderos, Vanessa Marín, explica que el municipio es un punto estratégico porque se conectan la región Andina, la Orinoquia y la Amazonia. Además, la Serranía de la Macarena hace parte del área occidental del Escudo Guyanés, una estructura geológica de miles de millones de años que contiene algunas de las formaciones rocosas más antiguas del planeta.
Pastizales, selvas húmedas, páramos, bosques de tierra firme, humedales, quebradas con cascadas y cuevas son algunos de los hábitats de este lugar. El ambiente que se crea, según Marín, genera que las especies se reproduzcan y crezcan de maneras únicas. Ayerbe, por ejemplo, se refiere a dos aves del mismo género, el Rupicola rupicola y el Rupicola peruvianus. “Mesetas es el único municipio en el mundo donde se pueden ver las dos”, expresa el ornitólogo.
Comúnmente, estas aves son llamadas “gallitos de roca” o “berriadores”, tienen una cresta en su cabeza que inicia desde la punta del pico y los machos son de un intenso color naranja o rojo. La portada de la guía, de hecho, muestra a las dos especies de perfil, una al frente de la otra. El Rupicola peruvianus está sobre una línea ascendente que simboliza la Cordillera Oriental de los Andes, mientras que el Rupicola rupicola se ubica en el afloramiento rocoso de la Serranía de la Macarena. Esta última es una de las preferidas de Nathalia Otálvaro, una niña de diez años que vive en la vereda Morro Bello.
La bandada
Desde hace un par de meses, gracias a Castañeda y a Alejandra Ramírez, asistente técnica de cadenas de valor del PNUD, Nathalia se empezó a interesar por las aves. “Cuando iban a pajarear, me colaba, y ahí fui aprendiendo poco a poco”, cuenta la niña. Cada vez que mencionaban el nombre científico de alguna especie, ella lo repetía en su cabeza para memorizarlo. Si veía una y no sabía cuál era, al llegar a casa la buscaba en libros y mapas.
A Nathalia, hoy los pajareros la llaman “la profe”. Su meta es seguir estudiando para convertirse en una ornitóloga profesional y una reconocida guía de observación de aves en la región. En las rutas de senderismo, dice, puede enseñar lo que sabe a las personas y unirlas a la “bandada”. “Le decimos así porque cada vez se va uniendo más gente. Es como la bandada de los pájaros que van llegando; la bandada mixta. Eso es un futuro maravilloso, que tiene significado, y es necesario”, expresa.
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Para Marín, Nathalia es un ejemplo de las nuevas generaciones y cómo desde muy pequeños los chicos pueden interesarse por el territorio. Kevin Gómez, de la vereda La Argentina y de unos 13 años de edad, manifiesta que también quisiera ser guía de aviturismo. Otros niños y niñas han empezado a dibujar al gallito de roca dentro del paisaje, lo cual no sucedía antes, según María Lucía Vaquero, quien recorre Mesetas llevando libros a la población en su biblioteca ambulante.
Y así como la pasión por las aves ha despertado entre los más jóvenes, los mayores no se quedan atrás. La señora Matilde Olaya, que llegó hace 50 años al pueblo, fue una de las personas que participó en la recopilación de los nombres comunes de las especies para la guía.
Como Ayerbe, el ornitólogo, y Castañeda querían resaltar la importancia del conocimiento local, realizaron talleres para que los mismos habitantes del municipio dijeran cómo llaman a los pájaros. Para aquellos que no tenían nombres, los crearon en conjunto. El joven señala que la sabiduría, las tradiciones y la cultura del pueblo indígena enriquecen al municipio. Esta comunidad también contribuyó a consolidar el banco de información.
Si bien este libro tiene un componente turístico para que los visitantes del pueblo y amantes de las aves vayan a conocerlas, a los ojos de Ayerbe, el mayor poder que tiene es el de educar a los propios mesetenses. El listado de las especies que allí se encuentran puede servir para que los habitantes conozcan y conecten con la biodiversidad de la zona, tal como le sucedió a Castañeda cuando vio por primera vez al azulejo arcoiris.
“El día que dejé de mirar hacia abajo y levanté mi cabeza para ver lo afortunado que era de estar en medio de estas montañas, mi percepción hacia la vida cambió. Mi uso de razón empezó a ser más fuerte, mi sentido de pertenencia por el territorio me ayudó a construir de una manera más positiva, a ser más disciplinado y constante”, narra el joven.
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Paz con la Naturaleza
Durante más de 60 años, Mesetas fue un escenario de guerra. En un municipio cercano, Uribe, se ubicaba el cuartel general de la guerrilla de las Farc: Casa Verde. “Todos vivimos muy fuerte el conflicto, de diferentes maneras”, recuerda Marín. La joven, durante una época, estuvo estudiando en Bogotá y llegó a querer establecerse allí, ya que era incierto si podría volver a su territorio.
Tras la desmovilización de la guerrilla en la región, se dio la oportunidad de acceder a los destinos que los mismos dueños de las fincas no conocían. Empezaron a recorrer el territorio y se dieron cuenta de las cascadas, las cavernas, la variedad de hábitats y paraísos. La idea es, de acuerdo con Marín, que las personas se den la oportunidad de conocer Mesetas y cambiar esa imagen que dejó el pasado. “Esto es soñado”, asegura. “Que podamos caminar por los senderos tranquilos no tiene precio”.
Para Castañeda, la reconciliación de las comunidades va de la mano de la reconciliación con el medio ambiente. Él, según recuerda, no tenía sensibilidad hacia el recurso natural. Después de sentirse abrumado por tanto tiempo, entendió el poder que tiene la naturaleza y halló paz. Ahora dice que vive por los pájaros y que no hay algo que le genere mayor satisfacción que observarlos. “Las aves me repararon y es imposible no darle crédito a eso”, reflexiona.
Con el fin de abordar los desafíos y las soluciones territoriales, en 2021 el PNUD estructuró Corredores de Paz junto a la Embajada de Suecia. En Mesetas, este programa ha integrado y acompañado a varias organizaciones comunitarias, que suman más de 120 personas, incluidos firmantes de paz “para promover el turismo de naturaleza como una vía para la conservación y el desarrollo sostenible”.
Serranía Birding, la agencia de avistamiento de aves de Castañeda, es una de las iniciativas locales que ha participado en el programa. Las demás organizaciones son Corpotucán, Asodale, Corpocascada, Camaxagua, Catypsa, el Resguardo Indígena Villa Lucía y las Juntas de Acción Comunal de las veredas Morro Bello, La Argentina, La Cascada, San Antonio y Barrio el Prado.
A través de talleres de formación sobre avifauna y de guianza de patrimonio natural, los mesetenses han aprendido nuevas cosas sobre su entorno y de esa manera han adoptado una postura de cuidado y conservación. La “Paz con la Naturaleza”, lema de la COP16 que se realizará este año en Cali, Colombia, ha cobrado vida en el municipio. Marín cuenta, por ejemplo, que un colega suyo tiene gran facilidad para ver las aves sin binoculares. “Resulta que él las cazaba, pero ahora quiere pajarear porque le parece espectacular”.
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Otro caso que muestra la complejidad que han vivido algunas especies de aves, es el del águila arpía. Buena parte de su bosque ha sido deforestado en el país o ha sido cazada, pues es un ave que, en ocasiones, se alimenta de las gallinas que crían los campesinos. Sin embargo, los pobladores de Mesetas están levantando su voz sobre la importancia de esta especie sombrilla; es un indicador de un ecosistema saludable y de que todo está en equilibrio.
En Morro Bello y La Cascada ya han encontrado un par de nidos y la gente los visita con emoción. Los Llaneros de la Serranía, un grupo conformado por Marín, Fabier Otálvaro (el padre de Nathalia) y Wilmer Soto esperan seguir explorando el área y hallar otros hogares de la rapaz más poderosa del mundo.
“Colombia es el país número uno con mayor especies de aves, y esto hace que en este momento las comunidades y todos los colombianos empecemos a impulsar su conservación”, expresa la bióloga de Audubon, Noemí Moreno. “Ellas nos invitan a conocer estos diferentes ecosistemas y sitios que en mucho tiempo no han podido ser explorados”.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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