Los aportes de los jóvenes rurales a la conservación del ambiente
Alrededor de 200 jóvenes rurales y líderes del país y la región se reunieron en Chocó, para consolidar un manuscrito con cinco propuestas que van desde la agricultura sostenible hasta la educación científica y la aplicación de la tecnología en el campo.
Mónica Rivera Rueda
Cuando se habla de juventudes se mira muchas veces a quienes reciben educación, a los que están en el colegio o en la universidad, principalmente en los grandes centros urbanos. Poco se habla de la ruralidad, de sus procesos, que en algunos casos son mucho más lentos que en las ciudades, y que se ven permeados por factores que incluye intereses, costumbres, necesidades y hasta las facilidades para movilizarse. En el país se pueden incluir otros, como la incidencia de la violencia, el acceso a internet y hasta la forma en que se percibe la naturaleza.
Por todo esto pareciera que entablar un diálogo entre pares no se tratara de una tarea fácil. ¿Qué podría tener en común un joven que trabaja en fortalecer el turismo en un municipio que en los últimos meses se ha visto afectado por el conflicto en el suroccidente del país, con otro que trabaja en Ecuador por promover la pesca responsable y el reciclaje? ¿O una mujer que se ha vuelto líder en el sur de Bolívar y trabaja en el empoderamiento de mujeres, con una niña que se ha convertido en la voz de su comunidad que vive en la Amazonía?
En Chocó
Entre bromelias, una rana negra con puntos rojos resalta entre el verde de la selva. Es una especie conocida como arlequín chocoana, que con sus llamativos colores evidencia que su veneno puede llegar a matar a otro animal e incluso a un ser humano. Es endémica del Pacífico colombiano y por consiguiente uno de los anfibios que se puede encontrar en el corregimiento de Jurubirá, en Nuquí, donde un grupo de jóvenes rurales, ha encontrado en la observación de reptiles y anfibios una forma de ecoturismo y de educación ambiental para los habitantes de la zona que por el temor y el desconocimiento, antes huían o sacrificaban a estos animales.
Como ellos, en San José del Guaviare, estudiantes de tercero y cuarto grado de primaria del colegio Ancora, hacen avistamientos para identificar las aves que viven en su entorno, que van acompañadas de procesos de educación ambiental en su comunidad para proteger sus ecosistemas; mientras tanto en Esmeraldas, Ecuador, cerca de la frontera con Colombia, jóvenes pescadores han visto en el reciclaje no solo formas alternativas de ingresos, sino además mecanismos para proteger el ecosistema del que viven y por el que circulan a diario.
Junto a ellos, alrededor de 170 jóvenes líderes rurales tanto de Chocó como del resto del país y la región se reunieron en la Cumbre de Juventud Rural “En Paz con la Naturaleza”, para consolidar un manuscrito con sus propuestas para conservar la biodiversidad, pero vistas desde quienes viven en la ruralidad. Son ideas que se plantean los jóvenes fuera de las urbes y que venían trabajando desde semanas atrás con el fin principal de juntar sus experiencias, pero también llevar el documento a la COP16, que se realizará este año en Cali, entre el 21 de octubre y el 1º de noviembre.
La idea se basó en un encuentro juvenil realizado previamente en Palmira, en donde también salió un documento similar que se leyó COP28 (de cambio climático) de Dubái. Ahora, se buscaba reunir otro tipo de liderazgos que han trabajado en fortalecer y proteger la biodiversidad y el ambiente en sus comunidades.
“Esta es la oportunidad para elevar nuestras voces como jóvenes rurales y que también haya esa interacción para relacionar algunas de nuestras problemáticas. Que de esos diálogos surjan soluciones, porque siempre hemos sido vistos como una línea de producción, pero no como una de construcción política, social y cultural. Ni siquiera nos han tenido en cuenta en muchos espacios ni proyectos educativos y muchos podemos aportar con nuestras experiencias. Además, entre nosotros podemos compartir herramientas para seguir actuando en nuestras comunidades”, asegura Sergio Bustos, uno de los líderes jóvenes rurales, que han estado promoviendo el espacio y liderando las iniciativas que buscan la renovación de liderazgos en las ruralidades.
Los jóvenes primero buscaron el apoyo de la Agencia Italiana de Desarrollo (AID) e integrarse con el Festival Migrante en Nuquí, que con los años se ha consolidado en un espacio para generar conciencia tanto en la protección de la biodiversidad y de la cultura local, como del atractivo turístico que tiene la región durante la migración de las ballenas. “Una amiga dice que en Nuquí se ve mucho mejor la perfección de Dios y la imperfección del hombre”, dijo Roberto Simoncelli, responsable del programa Juventud: el campo en movimiento de la AID, quien añadió que en la estructuración de la cumbre pensaron en Nuquí, por el protagonismo que le querían dar a la naturaleza. “La idea es que estos jóvenes pudieran encontrarse en estos procesos tan estructurales con otros de Colombia y América Latina para hacer redes. Fue un esfuerzo grande y de sinergia de muchas instituciones”.
Bustos añade que para escoger a quienes participarían se tuvo en cuenta que los jóvenes líderes estuvieran alineados con atender problemáticas de sus regiones. Es así como salieron proyectos de producción de orgánicos en Urabá, manejos de residuos y ecoturismo en Tolima, pero también proyectos de educación ambiental y empoderamiento de mujeres en Chocó y Santander, entre otros.
Luego de esto, mientras se consolidaban alianzas, se comenzó a trabajar en el manifiesto en espacios colectivos, que incluyó webinars para ir vislumbrando los ejes temáticos, y luego se hicieron talleres para darles forma a los puntos del manifiesto a través de tópicos generales como gobernanza y profesionalización de los jóvenes rurales, en los que además de propuestas se busca que los gobiernos se comprometan a fortalecer los procesos que los incluyan.
Frente a esto, Ángela Liliana León Cifuentes, investigadora del Observatorio de la Juventud de la Universidad Nacional y del grupo de investigación de pensamiento ambiental, resalta que si bien hay diferencias entre los jóvenes rurales, hay necesidades extendidas y acentuadas que pueden experimentar la mayoría de estos jóvenes, debido a que, por ejemplo, los proyectos educativos no leen sus realidades, ni los proyectos productivos comprenden bien el agro, en especial en un país donde lo rural es tan extensa como diverso.
Todo eso hace que haya problemáticas compartidas en medio de tanta diversidad de saberes como de ecosistemas en los que los jóvenes viven. “Ni siquiera alcanzamos a imaginar toda esa diversidad que hay en el país, lo que nos da a entender que la juventud rural es igual, porque crecen desde la montaña y el valle hasta la costa del mar, el estuario y el manglar. Esa cantidad de características nos dice que hay una cantidad de saberes, de prácticas y experiencias que nos pueden ayudar a generar entornos de paz y construcción mutua de esa diversidad. Por eso en estos encuentros ellos mismos se dan cuenta de que son tan distintos, pero también que tienen demandas territoriales muy parecidas”, añade León.
Las propuestas
“O nos juntamos o nos hundimos”, dice Josefina Klinger, lideresa comunitaria, organizadora del Festival de la Migración y de la corporación Mano Cambiada, en Nuquí, quien resalta que las propuestas de los jóvenes requieren de liderazgos que puedan perdurar, pero que además se necesita de un cambio de discurso. “La solución no siempre viene de afuera. Hay que cambiar ese discurso de escasez por el de abundancia. El verdadero desafío es encarar para desafiar nuestros miedos, para entender que la comunidad no solo necesita dinero. Se debe volver a lo común y cambiar el paradigma de lo que realmente se necesita”.
En ese camino, Gareth Sella, viceministro de las Juventudes, señala que quienes viven en los territorios son los que conocen cómo cuidarlos, “porque atraviesa sus vidas. Desde la juventud están pensando en protegerlo, porque, como dice el presidente, no lo ven desde el punto capitalista de explotarlo, sino de cuidarlo, porque así también protegen la vida”.
Es así como los jóvenes plantearon cinco puntos de trabajo que tienen como base el poder de lo colectivo y la capacidad de plantear alternativas a problemas regionales como la concentración de la tierra y la inclusión de pequeños productores. Para esto proponen modificar el sistema alimentario, que haya políticas de educación ambiental en las poblaciones, que permitan identificar buenas y malas prácticas. También incluyen en el manifiesto la necesidad de dar ayudas financieras y técnicas para el campo y más bancos de germoplasma que protejan las semillas nativas.
Sobre los Derechos Humanos y las comunidades, señalan primordial dar cumplimiento al Acuerdo de Escazú, prevenir el desplazamiento forzado y ambiental, así como promover la integración de saberes y dar garantías a los liderazgos indígenas, campesinos y afro.
Con respecto a la gobernanza piden fortalecer los procesos organizativos en la ruralidad, la inclusión de los jóvenes en la toma de decisiones, dentro de los que cuentan los procesos de gobernanza en los colegios, y la territorialización de las políticas nacionales. De igual forma, en cuanto a la conservación y protección de los ecosistemas piden pasar de las políticas a la acción, garantizar la protección de áreas protegidas, la restauración de los ecosistemas y la promoción de modelos sostenibles y productivos.
Finalmente, creen que es necesario que haya un intercambio de saberes con la academia, pero que sea permanente y que incluya el inventario de especies, la financiación de centros de investigación rural, para fortalecer proyectos que ya se están dando en la región, e incluso piden que se den garantías de acceso a internet.
Para los jóvenes fue importante reconocer lo que los une en medio de las diferencias. “Fue claro que no estamos solos y que hay problemáticas que no se dan solo en un lugar, sino que nos preocupa a muchos”, dijo Celeyda Espinoza, quien trabaja con su comunidad en Cochabamba, en Bolivia; mientras que para Nelson Álvarez, miembro de la junta asesora de juventudes de la Unión Europea, crear red es importante para en el futuro seguir construyendo juntos. “Fue enriquecedor escuchar las propuestas que se implementaron en el manifiesto y las diversas experiencias de trabajo de los jóvenes de otros países, pero en especial de Colombia”.
Para la institucionalidad, que participó en el encuentro el manifiesto marca un precedente. La gobernadora de Chocó, Nubia Carolina Córdoba, considera que la aplicación de las propuestas hechas por los jóvenes son viables dentro de las administraciones locales, por lo que más allá de llevarlas a la COP, cree que el paso a seguir sería comprometer al gobierno nacional a implementarlas. “Es entender que no es solo pensar en la naturaleza, también en los actores que estamos unidos a ellas, las comunidades, las nuevas generaciones que son conscientes que la conservación no debe pelear al desarrollo sostenible”.
Por su parte, Gilles Bertrand, embajador de la Unión Europea en Colombia, destaca la partición organizada de los jóvenes rurales para tener incidencia. De igual forma asegura que le llama la atención la forma en cómo los jóvenes tienen una lectura sobre la paz, el medio ambiente y el género muy distinta a generaciones anteriores, así como un interés mayor por generar diálogos entre los jóvenes rurales y los urbanos.
“Es muy interesante como la juventud colombiana tiene otra mirada del conflicto, no como algo propio, sino como algo que les pertenece curar, pero no les pertenece el odio, las dificultades y tensiones que otras generaciones han vivido. Eso es bueno porque permite crear puentes entre personas que estaban en lados opuestos del conflicto”, aseguró el embajador.
Por su parte, Mario Beccia, director de la sede de Bogotá de la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS), añade que desde ya se han asociado algunos de los puntos del manifiesto con proyectos que se comenzarán a ejecutar en el país, de igual forma cree que lo que viene es mirar cómo hacer de ese documento un punto de partida para otros ejercicios de visibilización y aplicación en la región. “Me gustó mucho el tema de educación, fortalecer el empoderamiento y de la visibilidad de los jóvenes rurales, que pueden ser protagonistas, porque desde ya son líderes de sus territorios”.
Algo similar considera el joven líder Sergio Bustos, para quien lo importante es seguir siendo insistentes con sus demandas. “Nosotros como jóvenes rurales, campesinos y diversos nos damos de cuenta de todo muy tarde y si no somos incisivos, muchas veces no tenemos la oportunidad de acceder. Acá hay otra posibilidad, de empoderar a las comunidades de otras maneras, con proyectos”.
Cuando se habla de juventudes se mira muchas veces a quienes reciben educación, a los que están en el colegio o en la universidad, principalmente en los grandes centros urbanos. Poco se habla de la ruralidad, de sus procesos, que en algunos casos son mucho más lentos que en las ciudades, y que se ven permeados por factores que incluye intereses, costumbres, necesidades y hasta las facilidades para movilizarse. En el país se pueden incluir otros, como la incidencia de la violencia, el acceso a internet y hasta la forma en que se percibe la naturaleza.
Por todo esto pareciera que entablar un diálogo entre pares no se tratara de una tarea fácil. ¿Qué podría tener en común un joven que trabaja en fortalecer el turismo en un municipio que en los últimos meses se ha visto afectado por el conflicto en el suroccidente del país, con otro que trabaja en Ecuador por promover la pesca responsable y el reciclaje? ¿O una mujer que se ha vuelto líder en el sur de Bolívar y trabaja en el empoderamiento de mujeres, con una niña que se ha convertido en la voz de su comunidad que vive en la Amazonía?
En Chocó
Entre bromelias, una rana negra con puntos rojos resalta entre el verde de la selva. Es una especie conocida como arlequín chocoana, que con sus llamativos colores evidencia que su veneno puede llegar a matar a otro animal e incluso a un ser humano. Es endémica del Pacífico colombiano y por consiguiente uno de los anfibios que se puede encontrar en el corregimiento de Jurubirá, en Nuquí, donde un grupo de jóvenes rurales, ha encontrado en la observación de reptiles y anfibios una forma de ecoturismo y de educación ambiental para los habitantes de la zona que por el temor y el desconocimiento, antes huían o sacrificaban a estos animales.
Como ellos, en San José del Guaviare, estudiantes de tercero y cuarto grado de primaria del colegio Ancora, hacen avistamientos para identificar las aves que viven en su entorno, que van acompañadas de procesos de educación ambiental en su comunidad para proteger sus ecosistemas; mientras tanto en Esmeraldas, Ecuador, cerca de la frontera con Colombia, jóvenes pescadores han visto en el reciclaje no solo formas alternativas de ingresos, sino además mecanismos para proteger el ecosistema del que viven y por el que circulan a diario.
Junto a ellos, alrededor de 170 jóvenes líderes rurales tanto de Chocó como del resto del país y la región se reunieron en la Cumbre de Juventud Rural “En Paz con la Naturaleza”, para consolidar un manuscrito con sus propuestas para conservar la biodiversidad, pero vistas desde quienes viven en la ruralidad. Son ideas que se plantean los jóvenes fuera de las urbes y que venían trabajando desde semanas atrás con el fin principal de juntar sus experiencias, pero también llevar el documento a la COP16, que se realizará este año en Cali, entre el 21 de octubre y el 1º de noviembre.
La idea se basó en un encuentro juvenil realizado previamente en Palmira, en donde también salió un documento similar que se leyó COP28 (de cambio climático) de Dubái. Ahora, se buscaba reunir otro tipo de liderazgos que han trabajado en fortalecer y proteger la biodiversidad y el ambiente en sus comunidades.
“Esta es la oportunidad para elevar nuestras voces como jóvenes rurales y que también haya esa interacción para relacionar algunas de nuestras problemáticas. Que de esos diálogos surjan soluciones, porque siempre hemos sido vistos como una línea de producción, pero no como una de construcción política, social y cultural. Ni siquiera nos han tenido en cuenta en muchos espacios ni proyectos educativos y muchos podemos aportar con nuestras experiencias. Además, entre nosotros podemos compartir herramientas para seguir actuando en nuestras comunidades”, asegura Sergio Bustos, uno de los líderes jóvenes rurales, que han estado promoviendo el espacio y liderando las iniciativas que buscan la renovación de liderazgos en las ruralidades.
Los jóvenes primero buscaron el apoyo de la Agencia Italiana de Desarrollo (AID) e integrarse con el Festival Migrante en Nuquí, que con los años se ha consolidado en un espacio para generar conciencia tanto en la protección de la biodiversidad y de la cultura local, como del atractivo turístico que tiene la región durante la migración de las ballenas. “Una amiga dice que en Nuquí se ve mucho mejor la perfección de Dios y la imperfección del hombre”, dijo Roberto Simoncelli, responsable del programa Juventud: el campo en movimiento de la AID, quien añadió que en la estructuración de la cumbre pensaron en Nuquí, por el protagonismo que le querían dar a la naturaleza. “La idea es que estos jóvenes pudieran encontrarse en estos procesos tan estructurales con otros de Colombia y América Latina para hacer redes. Fue un esfuerzo grande y de sinergia de muchas instituciones”.
Bustos añade que para escoger a quienes participarían se tuvo en cuenta que los jóvenes líderes estuvieran alineados con atender problemáticas de sus regiones. Es así como salieron proyectos de producción de orgánicos en Urabá, manejos de residuos y ecoturismo en Tolima, pero también proyectos de educación ambiental y empoderamiento de mujeres en Chocó y Santander, entre otros.
Luego de esto, mientras se consolidaban alianzas, se comenzó a trabajar en el manifiesto en espacios colectivos, que incluyó webinars para ir vislumbrando los ejes temáticos, y luego se hicieron talleres para darles forma a los puntos del manifiesto a través de tópicos generales como gobernanza y profesionalización de los jóvenes rurales, en los que además de propuestas se busca que los gobiernos se comprometan a fortalecer los procesos que los incluyan.
Frente a esto, Ángela Liliana León Cifuentes, investigadora del Observatorio de la Juventud de la Universidad Nacional y del grupo de investigación de pensamiento ambiental, resalta que si bien hay diferencias entre los jóvenes rurales, hay necesidades extendidas y acentuadas que pueden experimentar la mayoría de estos jóvenes, debido a que, por ejemplo, los proyectos educativos no leen sus realidades, ni los proyectos productivos comprenden bien el agro, en especial en un país donde lo rural es tan extensa como diverso.
Todo eso hace que haya problemáticas compartidas en medio de tanta diversidad de saberes como de ecosistemas en los que los jóvenes viven. “Ni siquiera alcanzamos a imaginar toda esa diversidad que hay en el país, lo que nos da a entender que la juventud rural es igual, porque crecen desde la montaña y el valle hasta la costa del mar, el estuario y el manglar. Esa cantidad de características nos dice que hay una cantidad de saberes, de prácticas y experiencias que nos pueden ayudar a generar entornos de paz y construcción mutua de esa diversidad. Por eso en estos encuentros ellos mismos se dan cuenta de que son tan distintos, pero también que tienen demandas territoriales muy parecidas”, añade León.
Las propuestas
“O nos juntamos o nos hundimos”, dice Josefina Klinger, lideresa comunitaria, organizadora del Festival de la Migración y de la corporación Mano Cambiada, en Nuquí, quien resalta que las propuestas de los jóvenes requieren de liderazgos que puedan perdurar, pero que además se necesita de un cambio de discurso. “La solución no siempre viene de afuera. Hay que cambiar ese discurso de escasez por el de abundancia. El verdadero desafío es encarar para desafiar nuestros miedos, para entender que la comunidad no solo necesita dinero. Se debe volver a lo común y cambiar el paradigma de lo que realmente se necesita”.
En ese camino, Gareth Sella, viceministro de las Juventudes, señala que quienes viven en los territorios son los que conocen cómo cuidarlos, “porque atraviesa sus vidas. Desde la juventud están pensando en protegerlo, porque, como dice el presidente, no lo ven desde el punto capitalista de explotarlo, sino de cuidarlo, porque así también protegen la vida”.
Es así como los jóvenes plantearon cinco puntos de trabajo que tienen como base el poder de lo colectivo y la capacidad de plantear alternativas a problemas regionales como la concentración de la tierra y la inclusión de pequeños productores. Para esto proponen modificar el sistema alimentario, que haya políticas de educación ambiental en las poblaciones, que permitan identificar buenas y malas prácticas. También incluyen en el manifiesto la necesidad de dar ayudas financieras y técnicas para el campo y más bancos de germoplasma que protejan las semillas nativas.
Sobre los Derechos Humanos y las comunidades, señalan primordial dar cumplimiento al Acuerdo de Escazú, prevenir el desplazamiento forzado y ambiental, así como promover la integración de saberes y dar garantías a los liderazgos indígenas, campesinos y afro.
Con respecto a la gobernanza piden fortalecer los procesos organizativos en la ruralidad, la inclusión de los jóvenes en la toma de decisiones, dentro de los que cuentan los procesos de gobernanza en los colegios, y la territorialización de las políticas nacionales. De igual forma, en cuanto a la conservación y protección de los ecosistemas piden pasar de las políticas a la acción, garantizar la protección de áreas protegidas, la restauración de los ecosistemas y la promoción de modelos sostenibles y productivos.
Finalmente, creen que es necesario que haya un intercambio de saberes con la academia, pero que sea permanente y que incluya el inventario de especies, la financiación de centros de investigación rural, para fortalecer proyectos que ya se están dando en la región, e incluso piden que se den garantías de acceso a internet.
Para los jóvenes fue importante reconocer lo que los une en medio de las diferencias. “Fue claro que no estamos solos y que hay problemáticas que no se dan solo en un lugar, sino que nos preocupa a muchos”, dijo Celeyda Espinoza, quien trabaja con su comunidad en Cochabamba, en Bolivia; mientras que para Nelson Álvarez, miembro de la junta asesora de juventudes de la Unión Europea, crear red es importante para en el futuro seguir construyendo juntos. “Fue enriquecedor escuchar las propuestas que se implementaron en el manifiesto y las diversas experiencias de trabajo de los jóvenes de otros países, pero en especial de Colombia”.
Para la institucionalidad, que participó en el encuentro el manifiesto marca un precedente. La gobernadora de Chocó, Nubia Carolina Córdoba, considera que la aplicación de las propuestas hechas por los jóvenes son viables dentro de las administraciones locales, por lo que más allá de llevarlas a la COP, cree que el paso a seguir sería comprometer al gobierno nacional a implementarlas. “Es entender que no es solo pensar en la naturaleza, también en los actores que estamos unidos a ellas, las comunidades, las nuevas generaciones que son conscientes que la conservación no debe pelear al desarrollo sostenible”.
Por su parte, Gilles Bertrand, embajador de la Unión Europea en Colombia, destaca la partición organizada de los jóvenes rurales para tener incidencia. De igual forma asegura que le llama la atención la forma en cómo los jóvenes tienen una lectura sobre la paz, el medio ambiente y el género muy distinta a generaciones anteriores, así como un interés mayor por generar diálogos entre los jóvenes rurales y los urbanos.
“Es muy interesante como la juventud colombiana tiene otra mirada del conflicto, no como algo propio, sino como algo que les pertenece curar, pero no les pertenece el odio, las dificultades y tensiones que otras generaciones han vivido. Eso es bueno porque permite crear puentes entre personas que estaban en lados opuestos del conflicto”, aseguró el embajador.
Por su parte, Mario Beccia, director de la sede de Bogotá de la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS), añade que desde ya se han asociado algunos de los puntos del manifiesto con proyectos que se comenzarán a ejecutar en el país, de igual forma cree que lo que viene es mirar cómo hacer de ese documento un punto de partida para otros ejercicios de visibilización y aplicación en la región. “Me gustó mucho el tema de educación, fortalecer el empoderamiento y de la visibilidad de los jóvenes rurales, que pueden ser protagonistas, porque desde ya son líderes de sus territorios”.
Algo similar considera el joven líder Sergio Bustos, para quien lo importante es seguir siendo insistentes con sus demandas. “Nosotros como jóvenes rurales, campesinos y diversos nos damos de cuenta de todo muy tarde y si no somos incisivos, muchas veces no tenemos la oportunidad de acceder. Acá hay otra posibilidad, de empoderar a las comunidades de otras maneras, con proyectos”.