Los temas de los que poco se habla cuando se piensa en ciudades y crisis climática
El brasileño Ilan Cuperstein es el director regional para América Latina de C40, una red global de 96 ciudades que suma esfuerzos para reducir sus emisiones y adaptarse a la crisis ambiental que enfrenta el planeta. En entrevista con El Espectador, resalta el trabajo que están haciendo Bogotá y Medellín, los retos que aún enfrentan los centros urbanos de la región en materia ambiental y los tres temas que estamos pasando por alto al abordar esta relación.
César Giraldo Zuluaga
Aunque ocupan menos del 2 % de la superficie del planeta, las ciudades, esos lugares en donde habita poco más de la mitad de la población mundial, son uno de los factores que más influyen en la triple crisis planetaria que enfrentamos: son, por ejemplo, responsables de aproximadamente el 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que, a su vez, generan el cambio climático.
Un claro ejemplo de esto último, dice Ilan Cuperstein, director regional para América Latina de C40, una red global de 96 ciudades que suma esfuerzos para reducir sus emisiones y adaptarse a la crisis ambiental, fue la situación que atravesó Bogotá a inicio de año. Además de los incendios forestales, que serán más recurrentes a medida que aumenten las temperaturas globales, la ciudad también se enfrentó (y lo sigue haciendo) a una escasez de agua.
Por eso, asegura este brasileño licenciado en Relaciones Internacionales y con una maestría en medio ambiente y desarrollo de la London School of Economics, las ciudades, que fueron las que crearon el problema y las que lo están sufriendo, también son las llamadas a encontrar las soluciones.
Hace unos días, Cuperstein visitó Bogotá en el marco del ‘Encuentro Personas, Naturaleza y Clima’, organizado por la Fundación Rockefeller, WWF y la Fundación Compaz, y conversó con El Espectador para repasar algunas de las innovaciones que vienen acompañando en Bogotá y Medellín, las ciudades del país que hacen parte de C40, así como los retos que todavía enfrentan los centros urbanos de la región para adaptarse al cambio climático y la pérdida de biodiversidad. También dio a conocer lo que espera encontrar en la COP16, que se realizará entre el 21 de octubre y el 1º de noviembre en Cali y en donde se discutirán, entre otros temas, cómo garantizar una planificación urbana que tenga en cuenta la diversidad biológica.
¿Cuáles son los impactos que tienen las ciudades sobre la crisis del cambio climático y la pérdida de biodiversidad?
El 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero se generan desde las ciudades, por nuestro consumo de energía, de comida, de bienes. Estamos empezando realmente el siglo urbano y esto solamente tiende a aumentar. Los impactos también se dan en las ciudades. Todas nuestras ciudades en la red de C40 ya afirman pasar por los impactos: sequías, inundaciones, islas y olas de calor, temas de suministro de comida. El ejemplo de Bogotá es muy interesante. Este año empezó una nueva administración en la alcaldía. Desde que empezó, el alcalde Galán tuvo que tratar los incendios en los cerros, que tiene que ver con cambio climático, porque el calor los hace aún peores, aunque también es un problema de las especies invasoras. También hubo problemas de seguridad hídrica por la falta de agua. Y tercero, con la calidad del aire, porque también sabemos que pasaron algunos momentos de crisis, sobre todo en el sur y suroccidente de la ciudad.
Sin embargo, las soluciones también salen de las ciudades. Entonces, crean el problema, sufren por el problema y estamos seguros de que las soluciones también se encuentran en las ciudades, porque son donde están las grandes empresas, las universidades, donde hay un universo de personas y se pueden generar espacios para encontrar soluciones comunes, equitativas y que realmente puedan mejorar la calidad de vida de las personas. Pero, sobre todo, evitar impactos aún más serios de las crisis que ya vivimos de cambio climático y de pérdida de biodiversidad.
¿Cuál ha sido el trabajo de C40 en América Latina y Colombia?
Nosotros desde C40 apoyamos a las ciudades en todo lo que tiene que ver con agenda climática urbana. Por ejemplo, acá en Bogotá, ya venimos trabajando hace más de 10 años en los esfuerzos de descarbonización del Transmilenio. Y con ello Bogotá hoy tiene una de las flotas más grandes de buses eléctricos del mundo, no solo en Latinoamérica.
Otra acción que apoyamos es la política del peatón. Se presentó en el Concejo, a finales del año pasado, que la ciudad tenía que hacer una política para peatones y la movilidad activa, que la gente pueda caminar y hacer su transporte en bicicleta. Bogotá ya tiene el porcentaje más alto de viajes por bicicleta en Latinoamérica, entre todas las capitales. Hay que seguir construyendo y apoyando también para peatones. Una gran parte de los viajes que se hacen, se hacen a pie. Pero normalmente la infraestructura no se está pensando para el peatón, sino para los carros, los buses y las bicicletas. Ahora el alcalde sí está priorizando a los peatones con ‘Bogotá Camina Segura’ como una de las grandes metas de esta alcaldía.
Tenemos también otro proyecto que apoya a la ciudad en eficiencia energética. Estamos haciendo estudios en los edificios públicos, hospitales, escuelas, grandes centros administrativos, qué cambios se podrían hacer para disminuir el consumo de energía, claro, haciendo una inversión, pero que también al final baja la cuenta de luz.
Un tema, que es común en las ciudades latinoamericanas, son los asentamientos informales. ¿Qué pueden hacer las ciudades en estos casos? Sobre todo porque terminan siendo de las poblaciones que más sufren los impactos.
Los impactos climáticos maximizan todas las desigualdades. Hay grandes barrios y comunas que viven en condiciones que no reciben servicios de agua, de electricidad, de alcantarillado, esos son los que van a sufrir más también con cambio climático. Por ejemplo, priorizar estas áreas para construcciones mejores, para también hacerlas más resilientes a olas de calor con infraestructura verde. Sabemos que el verde en la ciudad es un representante también de ingresos. Cuanto más rica el área de la ciudad, más verde está. Entonces también llevar el verde, porque el verde trae una serie de beneficios. Disminuye la temperatura, mejora la calidad del aire, ayuda también con el drenaje de agua de lluvia.
¿Cuáles son las transformaciones que deberían priorizar las ciudades de la región?
Nosotros necesitamos tener una agenda colombiana, de hecho, latinoamericana; muchas veces, del sur global. Y destacaría dos temas: adaptación y financiamiento. Hay que pensar en cómo adaptar y hay que generar fondos y mecanismos financieros para pagar y costear estos proyectos acá.
Si vas en búsqueda de financiamiento para mitigación, aunque todavía hace falta dinero, hay más recursos disponibles que para adaptación. Estos últimos, que normalmente son proyectos en el territorio, no generan flujo de fondos, no hay un lucro directo para una empresa si planta árboles, pero sí es una acción muy importante para la región, un barrio o una comuna. Así que el financiamiento para adaptación que provenga del norte global es fundamental.
Además del financiamiento, ¿qué otras estrategias existen para empezar a adaptarnos a los impactos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad en las ciudades?
Eso es interesante pensarlo en Latinoamérica, porque fue la primera región del Sur Global que se urbanizó a niveles altos. Nos urbanizamos de manera no planeada, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, antes que China, India y África. La cantidad de población de Bogotá, por ejemplo, que se dobló o triplicó en 10 o 15 años durante el siglo XX, no permitió las inversiones ni el tiempo para proveer la infraestructura necesaria, entonces, es algo que aún se está haciendo.
A pesar de que siguen creciendo, llegamos a una cierta estabilidad y hay muchos ejemplos interesantes de cómo se puede llevar mejor calidad de vida a estas áreas que se urbanizaron de manera no planificada. Hay dos grandes invenciones latinoamericanas para el transporte y las dos pasan por Colombia. Primero, el BRT, que es básicamente un sistema de metro sobre ruedas y eso lo hace mucho más barato. Y, el segundo, son los teleféricos para transporte público, que son un cambio tremendo porque permite el acceso de esta población que vive muchas veces en territorios que están alejados de donde está el empleo.
Un segundo aspecto es mejorar la calidad de los hogares de los barrios informales. No pensar que estas áreas se van a destruir o se van a alguna parte, hay que pensarlas como parte de la ciudad. Entonces, ¿cómo se llega? ¿Cómo generar espacio público y servicios públicos de calidad en áreas de bajos ingresos, muchas veces informales? Creo que un gran caso es Biblioteca España en Medellín. Ese es un ejemplo de urbanismo social que se sigue en todo el mundo. Una manera de mejorar índices de criminalidad, empleo, educación, es llevar servicios urbanos de calidad hasta la gente. Y eso es estén donde estén.
Cada vez las ciudades le ponen más atención a estos temas, pero también tenemos casos de construcciones que terminan siendo greenwashing. ¿Qué hacer para no llenarnos de este tipo de construcciones?
Creo que algo que hace falta, y eso no es solo acá, es que las ciudades tengan planes de acción climática. Las ciudades necesitan tener datos, porque todo alcalde piensa en obras: ¿cómo mejorar y expandir la infraestructura y los servicios? Pero necesitamos que eso esté alineado con las metas climáticas. Es decir, ¿qué tipo de transporte se va a expandir? ¿Se va a hacer un parque? ¿Cómo lo vamos a hacer? Ojalá pensando en la conservación de la biodiversidad y tal haciéndolo con las soluciones basadas en la naturaleza para que también puedan ayudar con la adaptación de riesgos, por ejemplo, mejorando el drenaje de las aguas lluvias y las olas e islas de calor.
Y ahí hay un reto de dos lados: la integración de políticas verticales, es decir, que las políticas a nivel de nación, departamento y ciudad estén alineados. Segundo, que haya una alineación interna, que las secretarías de salud y educación, por poner un ejemplo, entiendan que lo que hacen tienen que ver con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Son temas transversales. Pero esto es algo que tenemos que hacer muy rápido porque las obras siguen y la crisis también.
¿Cómo involucrar al sector privado que, como se ha visto en varios casos en la región, influye en la planificación de las ciudades? ¿Cómo hacer para que también se involucren en esta planificación “verde”?
El sector privado es el que más plata tiene y el que más proyectos urbanos saca adelante. Entonces, hay varias cosas por hacer. El primero, es traer al sector privado para que participe en los procesos de consulta junto a otros actores como la ciudadanía, oenegés, la academia, para que se entiendan los diferentes puntos de vista y que ojalá se pueda llegar a una solución que incluya a todas las perspectivas.
Acá en Colombia también hay un rol fundamental del sector público de regular. Un ejemplo son los buses eléctricos: si la ciudad pone un compromiso claro de que se va a descarbonizar, es un mensaje al sector privado de que vana tener que invertir en esas tecnologías. La ciudad tiene que entender claramente que, con las compras y licitaciones que hace, también puede dirigir al sector privado al punto que queremos.
En tercer lugar, un punto que es muy difícil, es que el sector inmobiliario pone mucha presión a las ciudades para desarrollar proyectos específicos que no necesariamente son los mejores para el público. Entonces ahí sí hay que tener datos e información para poder decir ‘no, eso no es lo que le interesa al público. Eso genera una ventaja privada, no púbica’.
¿Cuáles son los temas de los poco se habla, pero que permiten evidenciar los impactos que el cambio climático y la pérdida de biodiversidad tienen sobre las ciudades?
Diría tres. Uno es el tema de las construcciones: ¿con qué materiales construimos? De eso no se habla, pero eso impacta a nuestras ciudades porque son cosas que quedan por 50, 60, 70 años o más. Entonces es una gran oportunidad de saber dónde se va a construir, cómo se va a construir, qué tipo de materiales se van a utilizar y cómo se va a utilizar el edificio.
El otro tema serían los residuos. Si preguntas a las personas en la calle, ¿a dónde va tu basura? Nadie lo va a saber decir, porque lo que todos quieren es que no esté en su casa, lo que importa es que esté lejos. Pero los residuos tienen una responsabilidad que llega al 20 o 25 % de las emisiones.
Y, finalmente, adaptación. Todo lo que hace una ciudad tiene que tener en la planificación el tema de adaptación. ¿Dónde va a llover más? ¿Dónde lo hará menos? ¿En qué áreas va a hacer más calor?
¿Qué esperan ver ustedes, desde C40, sobre este tema en la COP16?
Lo primero es que muchas veces no se ve a las ciudades como centros de biodiversidad. Casi el 10 % de la biodiversidad de Colombia está en Bogotá. Aunque casi todas nuestras ciudades necesitan más bosques y áreas verdes, ¿por qué no las vemos como ambientes para la biodiversidad? Nadie lo tiene en cuenta porque se piensa en una ciudad como un área urbana. Es decir, ciudad y naturaleza no lo ven juntos, pero ya lo están y tienen que estar aún más.
Segundo, el impacto que las ciudades tienen. Lo que nosotros consumimos acá, en Bogotá, en Río, en Washington, va mucho más allá de nuestras ciudades. ¿De dónde provienen estos productos? Necesitamos asegurar, y esa es nuestra responsabilidad como consumidores, que este consumo no esté generando pérdida de biodiversidad, sea para los muebles que compramos, sea para la comida.
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Aunque ocupan menos del 2 % de la superficie del planeta, las ciudades, esos lugares en donde habita poco más de la mitad de la población mundial, son uno de los factores que más influyen en la triple crisis planetaria que enfrentamos: son, por ejemplo, responsables de aproximadamente el 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que, a su vez, generan el cambio climático.
Un claro ejemplo de esto último, dice Ilan Cuperstein, director regional para América Latina de C40, una red global de 96 ciudades que suma esfuerzos para reducir sus emisiones y adaptarse a la crisis ambiental, fue la situación que atravesó Bogotá a inicio de año. Además de los incendios forestales, que serán más recurrentes a medida que aumenten las temperaturas globales, la ciudad también se enfrentó (y lo sigue haciendo) a una escasez de agua.
Por eso, asegura este brasileño licenciado en Relaciones Internacionales y con una maestría en medio ambiente y desarrollo de la London School of Economics, las ciudades, que fueron las que crearon el problema y las que lo están sufriendo, también son las llamadas a encontrar las soluciones.
Hace unos días, Cuperstein visitó Bogotá en el marco del ‘Encuentro Personas, Naturaleza y Clima’, organizado por la Fundación Rockefeller, WWF y la Fundación Compaz, y conversó con El Espectador para repasar algunas de las innovaciones que vienen acompañando en Bogotá y Medellín, las ciudades del país que hacen parte de C40, así como los retos que todavía enfrentan los centros urbanos de la región para adaptarse al cambio climático y la pérdida de biodiversidad. También dio a conocer lo que espera encontrar en la COP16, que se realizará entre el 21 de octubre y el 1º de noviembre en Cali y en donde se discutirán, entre otros temas, cómo garantizar una planificación urbana que tenga en cuenta la diversidad biológica.
¿Cuáles son los impactos que tienen las ciudades sobre la crisis del cambio climático y la pérdida de biodiversidad?
El 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero se generan desde las ciudades, por nuestro consumo de energía, de comida, de bienes. Estamos empezando realmente el siglo urbano y esto solamente tiende a aumentar. Los impactos también se dan en las ciudades. Todas nuestras ciudades en la red de C40 ya afirman pasar por los impactos: sequías, inundaciones, islas y olas de calor, temas de suministro de comida. El ejemplo de Bogotá es muy interesante. Este año empezó una nueva administración en la alcaldía. Desde que empezó, el alcalde Galán tuvo que tratar los incendios en los cerros, que tiene que ver con cambio climático, porque el calor los hace aún peores, aunque también es un problema de las especies invasoras. También hubo problemas de seguridad hídrica por la falta de agua. Y tercero, con la calidad del aire, porque también sabemos que pasaron algunos momentos de crisis, sobre todo en el sur y suroccidente de la ciudad.
Sin embargo, las soluciones también salen de las ciudades. Entonces, crean el problema, sufren por el problema y estamos seguros de que las soluciones también se encuentran en las ciudades, porque son donde están las grandes empresas, las universidades, donde hay un universo de personas y se pueden generar espacios para encontrar soluciones comunes, equitativas y que realmente puedan mejorar la calidad de vida de las personas. Pero, sobre todo, evitar impactos aún más serios de las crisis que ya vivimos de cambio climático y de pérdida de biodiversidad.
¿Cuál ha sido el trabajo de C40 en América Latina y Colombia?
Nosotros desde C40 apoyamos a las ciudades en todo lo que tiene que ver con agenda climática urbana. Por ejemplo, acá en Bogotá, ya venimos trabajando hace más de 10 años en los esfuerzos de descarbonización del Transmilenio. Y con ello Bogotá hoy tiene una de las flotas más grandes de buses eléctricos del mundo, no solo en Latinoamérica.
Otra acción que apoyamos es la política del peatón. Se presentó en el Concejo, a finales del año pasado, que la ciudad tenía que hacer una política para peatones y la movilidad activa, que la gente pueda caminar y hacer su transporte en bicicleta. Bogotá ya tiene el porcentaje más alto de viajes por bicicleta en Latinoamérica, entre todas las capitales. Hay que seguir construyendo y apoyando también para peatones. Una gran parte de los viajes que se hacen, se hacen a pie. Pero normalmente la infraestructura no se está pensando para el peatón, sino para los carros, los buses y las bicicletas. Ahora el alcalde sí está priorizando a los peatones con ‘Bogotá Camina Segura’ como una de las grandes metas de esta alcaldía.
Tenemos también otro proyecto que apoya a la ciudad en eficiencia energética. Estamos haciendo estudios en los edificios públicos, hospitales, escuelas, grandes centros administrativos, qué cambios se podrían hacer para disminuir el consumo de energía, claro, haciendo una inversión, pero que también al final baja la cuenta de luz.
Un tema, que es común en las ciudades latinoamericanas, son los asentamientos informales. ¿Qué pueden hacer las ciudades en estos casos? Sobre todo porque terminan siendo de las poblaciones que más sufren los impactos.
Los impactos climáticos maximizan todas las desigualdades. Hay grandes barrios y comunas que viven en condiciones que no reciben servicios de agua, de electricidad, de alcantarillado, esos son los que van a sufrir más también con cambio climático. Por ejemplo, priorizar estas áreas para construcciones mejores, para también hacerlas más resilientes a olas de calor con infraestructura verde. Sabemos que el verde en la ciudad es un representante también de ingresos. Cuanto más rica el área de la ciudad, más verde está. Entonces también llevar el verde, porque el verde trae una serie de beneficios. Disminuye la temperatura, mejora la calidad del aire, ayuda también con el drenaje de agua de lluvia.
¿Cuáles son las transformaciones que deberían priorizar las ciudades de la región?
Nosotros necesitamos tener una agenda colombiana, de hecho, latinoamericana; muchas veces, del sur global. Y destacaría dos temas: adaptación y financiamiento. Hay que pensar en cómo adaptar y hay que generar fondos y mecanismos financieros para pagar y costear estos proyectos acá.
Si vas en búsqueda de financiamiento para mitigación, aunque todavía hace falta dinero, hay más recursos disponibles que para adaptación. Estos últimos, que normalmente son proyectos en el territorio, no generan flujo de fondos, no hay un lucro directo para una empresa si planta árboles, pero sí es una acción muy importante para la región, un barrio o una comuna. Así que el financiamiento para adaptación que provenga del norte global es fundamental.
Además del financiamiento, ¿qué otras estrategias existen para empezar a adaptarnos a los impactos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad en las ciudades?
Eso es interesante pensarlo en Latinoamérica, porque fue la primera región del Sur Global que se urbanizó a niveles altos. Nos urbanizamos de manera no planeada, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, antes que China, India y África. La cantidad de población de Bogotá, por ejemplo, que se dobló o triplicó en 10 o 15 años durante el siglo XX, no permitió las inversiones ni el tiempo para proveer la infraestructura necesaria, entonces, es algo que aún se está haciendo.
A pesar de que siguen creciendo, llegamos a una cierta estabilidad y hay muchos ejemplos interesantes de cómo se puede llevar mejor calidad de vida a estas áreas que se urbanizaron de manera no planificada. Hay dos grandes invenciones latinoamericanas para el transporte y las dos pasan por Colombia. Primero, el BRT, que es básicamente un sistema de metro sobre ruedas y eso lo hace mucho más barato. Y, el segundo, son los teleféricos para transporte público, que son un cambio tremendo porque permite el acceso de esta población que vive muchas veces en territorios que están alejados de donde está el empleo.
Un segundo aspecto es mejorar la calidad de los hogares de los barrios informales. No pensar que estas áreas se van a destruir o se van a alguna parte, hay que pensarlas como parte de la ciudad. Entonces, ¿cómo se llega? ¿Cómo generar espacio público y servicios públicos de calidad en áreas de bajos ingresos, muchas veces informales? Creo que un gran caso es Biblioteca España en Medellín. Ese es un ejemplo de urbanismo social que se sigue en todo el mundo. Una manera de mejorar índices de criminalidad, empleo, educación, es llevar servicios urbanos de calidad hasta la gente. Y eso es estén donde estén.
Cada vez las ciudades le ponen más atención a estos temas, pero también tenemos casos de construcciones que terminan siendo greenwashing. ¿Qué hacer para no llenarnos de este tipo de construcciones?
Creo que algo que hace falta, y eso no es solo acá, es que las ciudades tengan planes de acción climática. Las ciudades necesitan tener datos, porque todo alcalde piensa en obras: ¿cómo mejorar y expandir la infraestructura y los servicios? Pero necesitamos que eso esté alineado con las metas climáticas. Es decir, ¿qué tipo de transporte se va a expandir? ¿Se va a hacer un parque? ¿Cómo lo vamos a hacer? Ojalá pensando en la conservación de la biodiversidad y tal haciéndolo con las soluciones basadas en la naturaleza para que también puedan ayudar con la adaptación de riesgos, por ejemplo, mejorando el drenaje de las aguas lluvias y las olas e islas de calor.
Y ahí hay un reto de dos lados: la integración de políticas verticales, es decir, que las políticas a nivel de nación, departamento y ciudad estén alineados. Segundo, que haya una alineación interna, que las secretarías de salud y educación, por poner un ejemplo, entiendan que lo que hacen tienen que ver con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Son temas transversales. Pero esto es algo que tenemos que hacer muy rápido porque las obras siguen y la crisis también.
¿Cómo involucrar al sector privado que, como se ha visto en varios casos en la región, influye en la planificación de las ciudades? ¿Cómo hacer para que también se involucren en esta planificación “verde”?
El sector privado es el que más plata tiene y el que más proyectos urbanos saca adelante. Entonces, hay varias cosas por hacer. El primero, es traer al sector privado para que participe en los procesos de consulta junto a otros actores como la ciudadanía, oenegés, la academia, para que se entiendan los diferentes puntos de vista y que ojalá se pueda llegar a una solución que incluya a todas las perspectivas.
Acá en Colombia también hay un rol fundamental del sector público de regular. Un ejemplo son los buses eléctricos: si la ciudad pone un compromiso claro de que se va a descarbonizar, es un mensaje al sector privado de que vana tener que invertir en esas tecnologías. La ciudad tiene que entender claramente que, con las compras y licitaciones que hace, también puede dirigir al sector privado al punto que queremos.
En tercer lugar, un punto que es muy difícil, es que el sector inmobiliario pone mucha presión a las ciudades para desarrollar proyectos específicos que no necesariamente son los mejores para el público. Entonces ahí sí hay que tener datos e información para poder decir ‘no, eso no es lo que le interesa al público. Eso genera una ventaja privada, no púbica’.
¿Cuáles son los temas de los poco se habla, pero que permiten evidenciar los impactos que el cambio climático y la pérdida de biodiversidad tienen sobre las ciudades?
Diría tres. Uno es el tema de las construcciones: ¿con qué materiales construimos? De eso no se habla, pero eso impacta a nuestras ciudades porque son cosas que quedan por 50, 60, 70 años o más. Entonces es una gran oportunidad de saber dónde se va a construir, cómo se va a construir, qué tipo de materiales se van a utilizar y cómo se va a utilizar el edificio.
El otro tema serían los residuos. Si preguntas a las personas en la calle, ¿a dónde va tu basura? Nadie lo va a saber decir, porque lo que todos quieren es que no esté en su casa, lo que importa es que esté lejos. Pero los residuos tienen una responsabilidad que llega al 20 o 25 % de las emisiones.
Y, finalmente, adaptación. Todo lo que hace una ciudad tiene que tener en la planificación el tema de adaptación. ¿Dónde va a llover más? ¿Dónde lo hará menos? ¿En qué áreas va a hacer más calor?
¿Qué esperan ver ustedes, desde C40, sobre este tema en la COP16?
Lo primero es que muchas veces no se ve a las ciudades como centros de biodiversidad. Casi el 10 % de la biodiversidad de Colombia está en Bogotá. Aunque casi todas nuestras ciudades necesitan más bosques y áreas verdes, ¿por qué no las vemos como ambientes para la biodiversidad? Nadie lo tiene en cuenta porque se piensa en una ciudad como un área urbana. Es decir, ciudad y naturaleza no lo ven juntos, pero ya lo están y tienen que estar aún más.
Segundo, el impacto que las ciudades tienen. Lo que nosotros consumimos acá, en Bogotá, en Río, en Washington, va mucho más allá de nuestras ciudades. ¿De dónde provienen estos productos? Necesitamos asegurar, y esa es nuestra responsabilidad como consumidores, que este consumo no esté generando pérdida de biodiversidad, sea para los muebles que compramos, sea para la comida.
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