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Todo tiene su lado bueno, pero nada es perfecto. Puede haber críticas. Así que aquí va mi balance de la COP16. Pero les adelanto: es necesario redefinir la forma a ver si llegamos a acuerdos.
Primero: Los países debían llegar a Cali con un documento que reflejara las Estrategias y Planes de Acción Nacionales sobre Biodiversidad (NBSAP, por sus siglas en inglés) y ni siquiera el 20% de los países cumplieron con este compromiso que surgió de la anterior reunión en Montreal, la COP15, en 2022. Esto significa poco interés político por parte de más de 150 países del planeta.
Colombia sí presentó su documento que, por cierto, se basó en anteriores y sesudos Planes Nacionales de Biodiversidad y que, a juicio de Laura Bermúdez, asesora del viceministerio de políticas y normalización ambiental, hace especial énfasis en la vinculación de las mujeres y la juventud como actores activos para el cumplimiento de las 23 metas que fueron acordadas hace dos años.
Segundo: El Gobierno ha anunciado varios acuerdos, como la conformación de un grupo de expertos científicos que identifique y proponga medidas de conservación en las Áreas Marinas de Importancia Ecológica y Biológica (EBSA, por sus siglas en inglés), y un nuevo órgano subsidiario para la aplicación efectiva del Artículo 8J del Convenio de Biodiversidad Biológica (CDB, Ley 165 de 1994) a través del cual los pueblos indígenas y las comunidades locales participan en la toma de decisiones y la planificación de políticas relacionadas con la biodiversidad. Se reconoce además el papel de los afrodescendientes en su protección.
Sin embargo duele que Colombia no haya ratificado aún el Protocolo de Nagoya, ese acuerdo internacional que busca la participación equitativa en los beneficios de los recursos genéticos y los conocimientos tradicionales asociados. Además de parecer una contradicción, se le está haciendo tarde al país porque como consecuencia se habla ahora del Acceso a la información genética, lo cual es diferente al Acceso a los recursos genéticos.
“Estamos en el siglo de la biotecnología”, asegura el biólogo PhD colombiano Cristian Samper, director general y líder de soluciones basadas en la naturaleza del Fondo Bezos para la Tierra, y esa información genómica la usan las empresas, principalmente las farmacéuticas. Estados Unidos, país que no forma parte del CDB, tiene el 23% de la información digital sobre secuencias de recursos genéticos. “Colombia tiene muy poca información digital en las bases globales de biodiversidad a pesar de la riqueza que tenemos”. Otro reto para el país y para el planeta.
Tercero, el exministro de ambiente Manuel Rodríguez asegura que la COP16 es la campaña de educación ambiental más importante que se haya visto en el país y “la conciencia ambiental permite presionar”. Los medios de comunicación lo corroboran como los tradicionales, medios impresos como El Espectador y noticieros de televisión que dedicaron secciones especiales antes, durante y algo después de la COP16. También, teniendo en cuenta que son las redes sociales el medio más consultado para informarse sobre ambiente, según encuesta de la WWF, debo dar crédito a la Maestría de Periodismo Científico de la Universidad Javeriana que, en alianza con la revista de divulgación científica Pesquisa Javeriana y el apoyo de la Embajada Británica informó sobre la ciencia, la tecnología y la innovación de la COP16. Habría que ver cuánto caló ese mensaje y cómo puede haber generado cambio de actitudes en los ciudadanos colombianos.
Cuarto, la historia demuestra que por aquí no es el camino. Si en 2010 países de Naciones Unidas lanzaron las Metas Aichi y 14 años después es evidente que no se ha cumplido ni el 20% de lo que allí se aprobó, ¿qué asegura que las 23 metas del acuerdo Kimming-Montreal se van a cumplir, si ni siquiera los países cumplieron la tarea de plasmar en un documento sus planes de acción? ¿Seguiremos viajando y generando más huella de carbono para asistir a las COP? ¿Los pocos acuerdos logrados justifican semejante movilización?
Los científicos de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) ya han demostrado la pérdida de biodiversidad y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ha hecho lo propio evidenciando el aumento de la temperatura del planeta. Lo que falta para que el planeta no siga por la senda de la destrucción es la decisión política y un mecanismo más ágil, por ejemplo democrático —no por consenso— que tome las decisiones.
Y por qué no, ya que el CDB incluye tres COP, Biodiversidad, cambio climático y desertificación, y que a las tres asisten los mismos con las mismas, la integración en una sería al menos un avance. Cuando la temperatura aumenta el suelo se degrada y se genera desertificación, lo que a su vez induce la pérdida de biodiversidad. ¿Por qué trabajarlos por aparte?
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