Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La pandemia aumentó la demanda de domicilios de comida a escala mundial. Nada más en Colombia, se estima que el 45 % de los servicios de comida de 2020 fueron de domicilios. Pero, ¿cuántos envases de plástico se usan para empacar un solo domicilio de comida? El plato, la botella, los cubiertos y su envoltura, los pitillos, las tapas... Por lo general, se usa lo que venga en ellos y luego, ¡a la basura! Si se tiene suerte, el residuo cae en la bolsa blanca, aquella para el reciclaje de residuos aprovechables y limpios como plástico y vidrio. Pero, la realidad es otra: según un informe de GreenPeace publicado en 2019, en Colombia las personas solo reciclan el 14 % de los productos plásticos que consumen anualmente, lo cual equivale a menos de 500 gramos de plástico. (Lea: De plástico del océano a material de camisetas)
Al hacer una mala separación de estos residuos, lo más probable es que terminen en rellenos sanitarios o en los océanos, afectando a las especies marinas y al ecosistema. A escala mundial, de acuerdo con Naciones Unidas, un 79 % de los residuos plásticos están acumulados en vertederos y en el medioambiente. Además, las tortugas marinas son las más afectadas: se estima que más de la mitad de esta especie, el 52 %, ha ingerido plástico. En un contexto de recuperación económica como el actual, donde los países tienen la oportunidad de encaminarse hacia un modelo de desarrollo que vaya más en armonía con la naturaleza, abordar esta problemática es crucial.
Para María Alejandra González, asesora regional de Política de Plásticos de WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) para Latinoamérica y el Caribe, este modelo puede cambiarse, ya que al aumentar algunos empaques de plástico podrían tener una vida útil más larga “si los consumidores supieran qué hacer con ellos después de utilizarlos”.
Algo similar ocurre con los productos sanitarios plásticos como jeringas, tapabocas, guantes y trajes de protección personal. Un informe de la ONU, publicado a mediados del año pasado, advertía que la pandemia estaba generando el 75 % del plástico. Tanto los envases de domicilios como los productos de cuidado personal tienen dos características en común: su producción y consumo aumentó durante esta emergencia sanitaria y ambos entran en el “paquete” de plásticos de un solo uso.
Estos, como su nombre lo indica, son aquellos que suelen desecharse una vez son usados. El problema de este tipo de plásticos es que, de acuerdo con González, “son los que mayor dificultad de aprovechamiento tienen, porque su ciclo termina una vez son desechados”. Por esta razón una de las metas del Gobierno colombiano es que para 2030 este tipo de plásticos sean 100 % reutilizables.
Este no es un problema nuevo. Para 2019 ya se había anunciado que cada colombiano consume 24 kilos de plástico al año y a nivel mundial se producen 400 millones de toneladas anualmente. De ahí que, desde el año pasado, más de 50 empresas(entre las que están H&M, Unilever, Nestlé y Coca-Cola), 23 instituciones financieras, 2 millones de personas y 100 Estados se han unido en un llamado a Naciones Unidas para que haya un acuerdo global que aborde la contaminación por plástico.
Para González, esta es la solución más ambiciosa y también la más efectiva, porque, si bien los esfuerzos nacionales y locales son importantes, se necesita una intervención y coordinación internacional, “dado que estamos hablando de una problemática transfronteriza, pues estos residuos se mueven y terminan en otros lugares a través de los océanos”. (Puede leer: En 2020 en el mundo se produjo un poco menos de plástico)
Además, según la experta, las industrias y empresas deben ser parte de este tratado, porque representan un actor fundamental y responsable en la producción de plásticos. Por lo cual, deberán cumplir un papel esencial “en la innovación y diseño de esto productos derivados, que sean sostenibles y no afecten al planeta”.
En este último punto coincide Daniel Mitchell, presidente de Acoplásticos, gremio que desde hace 60 años representa a las industrias del plástico, petroquímica, química básica, pinturas, caucho, tintas y fibras en Colombia. Tanto para Mitchell como para González, la solución no es reducir o prohibir la producción de plásticos, sino gestionar la producción y el consumo, para que pueda existir una armonía entre la conservación del medioambiente y la economía. Para Mitchell, las industrias enfrentan actualmente “un gran desafío ambiental en la gestión de sus residuos, pero también una inmensa oportunidad en su aprovechamiento”.
Pero ONG como la Fundación MarViva tienen una posición muy diferente: el de la reducción a través de una ley de prohibición. De hecho, a finales del año pasado, esta organización envió una carta a la Comisión Quinta de la Cámara de Representantes en donde manifestaba el apoyo al proyecto de ley que “prohíbe en el territorio nacional la fabricación, importación, exportación, comercialización y distribución de plásticos de un solo uso".
Una de las razones que ofreció la ONG encargada de proteger y conservar el ecosistema marino es que la ley de prohibición ha sido la solución más efectiva para reducir la cantidad de producción de desechos plásticos de un solo uso y ha sido implementada en más de 300 ciudades y 55 países alrededor del mundo. Además, añadió que el reciclaje y otras medidas de regularización no son una estrategia efectiva, ya que no todos los plásticos de un solo uso pueden ser utilizables. De hecho, en Colombia el 93% de este tipo de plástico no se recicla, de acuerdo con la Procuraduría General de la Nacional.
A pesar de lo anterior, Colombia ha optado por la primera opción. El país les apuesta a dos estrategias para disminuir la contaminación por plásticos: la economía circular y el reciclaje. Una de las iniciativas más recientes que abarca estas dos propuestas es el Plan Nacional por la Gestión Sostenible de los Plásticos, liderado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, en el que participaron más sectores del Gobierno, organizaciones de la sociedad civil y representantes de los gremios.
Usar, seleccionar, reciclar y reutilizar para ¡reaprovechar!
Para María Alejandra González, representante de WWF en la Mesa Nacional para la Gestión Sostenible del Plástico, la pregunta de fondo es ¿qué tipo de plástico puede ser reutilizable y, después de su uso, ser diseñado y recuperado?.
Parte de la respuesta está en el primer “pilar” del plan del Gobierno: la economía circular busca darles el mayor aprovechamiento y reutilización a los materiales ya fabricados, para así reducir la producción de los desechos. Así, aseguró González, “no se sigue la cadena lineal de comprar el producto, consumirlo y desecharlo a la basura para que termine en el mar”, lugar en donde llega anualmente el 80 % de los residuos plásticos, según la ONU.
Un ejemplo clave de lo anterior es lo que ocurre en la bahía del puerto marítimo de Buenaventura, Valle del Cauca. Allí hace menos de dos meses, Daniela Vásquez, investigadora y estudiante de la Maestría en Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional(UNAL), advirtió que en el 2020 había aumentado un 80% la contaminación por microplásticos.
En sintonía con lo anterior, Mitchell presidente de Acoplasticos, manifestó que, por eso, deben “concentrar los esfuerzos en dinamizar los mercados del reciclaje, para así acelerar la transición hacia la economía circular”. (Le puede interesar: Alemania se suma a la lista de países que prohíben los plásticos de un solo uso)
En Colombia hay varias organizaciones que impulsan la economía circular, por ejemplo Red Reciclo. La unión de 14 empresas, entre ellas Bavaria, Coca-Cola y Nestlé, que han puesto sus esfuerzos en el reaprovechamiento de material reutilizable desde 2019 “para impulsar la implementación de la resolución 1407 de 2018”, que tiene como objetivo reglamentar la gestión ambiental de envases y empaques de plástico, cartón, papel, vidrio y metal. Para el 2020, estas empresas lograron recuperar y reutilizar más de 58 mil toneladas de estos materiales que no terminaron en los océanos ni afectando los ecosistemas.
Asimismo, Acoplásticos, en cabeza de Mitchell, tiene un plan de sostenibilidad con cinco estrategias, tres de estas están dirigidas directamente a incentivar la reutilización y el aprovechamiento de los materiales plásticos. En primer lugar, Acoplásticos tiene como objetivo “promover una regulación que acelere la transición hacia la economía circular”. Lo anterior, a partir de un segundo objetivo, que es desarrollar instrumentos e incentivos para dinamizar los mercados del reciclaje de plásticos en el país y, por último, adelantar estudios e investigaciones sobre la economía circular de los plásticos para brindar información y conocimiento.
La ONU manifestó el año pasado una idea similar a la de Mitchell y González: la contaminación ambiental por plásticos no radica tanto en la producción de este material, sino en la cantidad de residuos que genera y que no son reciclados ni reaprovechados de manera correcta. En otras palabras, como aparece en el segundo pilar del Plan Nacional de Gestión Sostenible para Plásticos de un solo uso: el reciclaje.
“Si separamos adecuadamente en la fuente, fortaleceremos la labor realizada por los recicladores de oficio al reincorporar materiales, aumentar la vida útil de los rellenos sanitarios y disminuir la disposición inadecuada de plásticos en ríos, mares y bosques”, expresó el ministro Carlos Eduardo Correa, en el marco del Día Mundial del Medio Ambiente de este año.
Desde 2016, de hecho, Colombia desarrolló una Política Nacional de Residuos Sólidos, que tiene como objetivo mejorar la gestión de los residuos sólidos para prevenir la contaminación ambiental y proteger la salud de los colombianos. Dicha política reconoce la importancia de dos actores fundamentales en el proceso de recolección de residuos. El primero, los recicladores, “por lo que tiene un componente social que muy pocas legislaciones en América Latina tienen”, según González. Y, el segundo: los consumidores, esenciales también en este proceso.
El rol de los consumidores
De acuerdo con un informe de WWF, el 80 % de la contaminación en este ecosistema es causada por el ser humano. Para María Alejandra González, vocera de esta organización , los consumidores, al igual que las industrias y los gobiernos nacionales, tienen una responsabilidad sobre la contaminación por plásticos. “Cuando como consumidor no separo bien los residuos, también estoy limitando de alguna forma la capacidad que se tendría para recuperar ese plástico. Si no lo separo, se va a un relleno sanitario y va a perderse”, comentó.
Sin embargo, la responsabilidad del consumidor no debe limitarse al reciclaje. Este tiene el poder de decidir lo que se usa y cómo lo usa: antes y después del consumo, (Aquí puede conocer qué tanto plástico consume según sus hábitos https://yourplasticdiet.org/es/). Por ejemplo, “¿los consumidores se preguntan si es necesario pedir cubiertos en un domicilio de comida?” se cuestionó González. Lo mismo ocurre con los empaques biodegradables de los domicilios de comida. Pues si bien puede verse como una solución a la contaminación por plásticos de un solo uso, debido a su descomposición más rápida, para Mitchell “en su proceso productivo, estos materiales generan una mayor cantidad de emisiones de gases efecto invernadero y consumen más agua”. (Podría leer: Hallan plástico al interior de tortugas marinas)
Fundación MarViva también apoya esta afirmación. De hecho, uno de los argumentos que ofrece esta organización es que algunos plásticos son vistos como más amigables con el medioambiente por su sistema de producción y descomposición. Sin embargo, pueden llegar a tener los mismos efectos negativos que el plástico convencional. Algunos ejemplos que mencionan son los bioplásticos o plásticos compostables.
Así como hay puntos de convergencia entre los expertos, también hay diferencias a la hora de proponer cómo mitigar la contaminación por plásticos. Sin embargo, en lo que todos coinciden es que los gobiernos deben avanzar en políticas que puedan frenar este problema y que estas soluciones tengan los menores impactos ambientales, aun cuando quedan algunas preguntas por responder y continúa el debate entre prohibir o gestionar estos materiales.
Tal vez, como afirma María Alejandra González de WWF, la solución más efectiva está en la apuesta por un tratado internacional que pueda regular de manera vinculante el tema, alinear, escuchar a los diferentes sectores y guiar a todos los gobiernos a través de instrumentos universales que permitan un equilibrio entre el desarrollo económico y la conservación del medioambiente, las comunidades y las especies. La pregunta ahora es: ¿cuándo se dará el tratado?