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Esa frase, tal vez, sea el mejor resumen para sus propuestas gastronómicas. De hecho, el concepto culinario de LEO, en sus palabras, “está sustentado en la vida del hombre en los ecosistemas y las especies bilógicas que pueden adaptarse a nuevas narrativas culinarias”. Ese es el reflejo de la variedad de sus platos, inspirados no solo en la riqueza natural de Colombia sino en la reinterpretación que ella hace de la comida tradicional, de su infancia en una ciudad como Cartagena.
De esos tiempos, también, se remonta su amor por la cocina. Un espacio en el que los alimentos, dice ella, “más allá del concepto tradicional como aquello que los seres vivos comen y beben para su subsistencia, existe un transfondo de elemento básico en la conformación de la identidad en relación al sentido de pertenencia, o a la construcción social y cultural en un país como Colombia, en donde los alimentos pueden representar desarrollo y bienestar social”.
Y en un carácter más amplio, ya mezclados, cocinados, los alimentos son un pilar de la historia, tanto así que “todo el recetario colombiano describe la biodiversidad del país como fuente de cohesión social”. Esa riqueza es apenas lógica en un territorio considerado el segundo más biodiverso a nivel mundial.
Sin embargo, la crisis ambiental es latente. La deforestación, el cambio climático y la extinción de especies son alertas que suenan repetidamente. El problema, lamenta la chef, es que “es evidente que el ser humano continúa poniendo en riesgo la naturaleza, que sin duda es el único elemento generador de bienes y servicios necesarios para la subsistencia. Aunque hagamos recurso de la tecnología, no creo seamos capaces de reproducir la biodiversidad”.
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