Foto: Andrés Mauricio Díaz Páez
El 17 de julio de 2023, después de las 10:30 p.m., mientras se alistaban para dormir, Héctor Rodríguez y Liz Gómez sintieron un olor que aún les cuesta describir. Entonces, las lluvias en Naranjal, una vereda de Quetame, Cundinamarca, a dos horas de Bogotá, no se contaban por días, sino por semanas. Estaban acostumbrados a escuchar la creciente en la quebrada que pasa a un costado de la vereda y que lleva su mismo nombre, pero esa noche había algo inusual en el ambiente. “Olía como a azufre”, recuerda Héctor.
Por Andrés Mauricio Díaz Páez
Periodista y politólogo. Productor de pódcast. Apasionado por la construcción de paz, la ciencia y los animales.diazporlanocheamdiaz@elespectador.com