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Este lunes iniciaron las negociaciones del Comité Intergubernamental de Negociación para elaborar un instrumento internacional “jurídicamente vinculante” en torno a la contaminación por plásticos que incluya a los ecosistemas marinos (INC-5). Este es el quinto encuentro de este tipo convocado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
En Busan, Corea del Sur, más de 170 países llevarán a cabo esta sesión hasta el 1° de diciembre y se espera que se trate de la última. Cuando se tomó la decisión, en 2022, de realizar las negociaciones, quedó establecido que las delegaciones deben hacer su mayor esfuerzo para concluirlas este año.
De acuerdo con la revista Nature, los investigadores, por su parte, esperan que la discusión dé como resultado un tratado sólido, pero también existe una alta probabilidad de que “cualquier acuerdo sea débil o se retrase”. Como hemos informado, las negociaciones no han avanzado tan rápido como se esperaba.
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María Alejandra González es coordinadora de política de plásticos para América Latina y el Caribe de WWF y representante de dicha organización en la discusión que se adelanta en Busan. Según le explicó González a El Espectador, este retraso se ha debido a que “si bien la mayoría de los países quieren adoptar unas reglas globales comunes y están comprometidos con entregar un acuerdo que sea efectivo, también hay una minoría, principalmente un grupo de países productores de petróleo, que no están de acuerdo con que estas reglas esenciales sean adoptadas en el Tratado global”.
En todo caso, hasta que se alcance un consenso mundial, varias naciones y ciudades están introduciendo sus propias políticas con el fin de abordar la situación. El artículo de Nature resalta tres estrategias para mitigar la contaminación por plástico que, a su criterio, funcionan.
En primer lugar, menciona que las prohibiciones totales o parciales de productos de plásticos de un solo uso “pueden ser muy eficaces”. De acuerdo con un análisis de la organización Environment America, citado por la revista, estas prohibiciones en cinco estados y ciudades de Estados Unidos (EE.UU.) redujeron por año el consumo de alrededor de 6.000 millones de bolsas plásticas de un solo uso.
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En Reino Unido, por otra parte, una encuesta sobre basuras reveló que, después de que el país impusiera una tarifa obligatoria para las bolsas de plástico de un solo uso, la cantidad de este producto presente en las playas disminuyó en un 80%, aunque otras formas de desechos aumentaron.
Sin embargo, el artículo aclara que “las prohibiciones mal diseñadas o mal aplicadas probablemente no sean efectivas”. Un ejemplo de ello es el estado de California, en EE.UU. donde se permitió que los establecimientos de comercio pasaran de usar bolsas de plástico a unas más gruesas y reutilizables, pero las personas, igualmente, las desechaban, “lo que llevó a una tasa de eliminación de plástico más alta que antes”. De acuerdo con Douglas McCauley, investigador de la Universidad de California, es necesario supervisar y revisar estas políticas.
Como segunda medida, el artículo subraya el caso de España, donde el gobierno introdujo una política de “responsabilidades ampliadas del productor”, basada en que las empresas productoras de envases de plástico pagaran por su reciclaje, y el reciclaje de papel y plástico aumentó en un 76%.
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“Estas políticas también tienen como objetivo incentivar a las empresas a rediseñar sus envases, pero como la mayoría de las tarifas se basan en el peso, influyen principalmente en la cantidad de envases utilizados, más que en su composición”, se lee en el artículo.
Según Richard Thompson, científico marino de la Universidad de Plymouth, las políticas que recompensen u obliguen a incluir material reciclado en los productos podrían funcionar. En Reino Unido, por ejemplo, los productores de plástico pagan un impuesto de 217,85 libras esterlinas (más de un millón de pesos colombianos) por tonelada de plástico de los envases que no estén compuestos al menos en un 70% por plástico reciclado.
Finalmente, el artículo se refiere a la reducción del uso de microplásticos, fracciones de plástico muy pequeñas que se pueden desprender, por ejemplo, de productos cosméticos, textiles o las llantas de los carros. “Se cree que los microplásticos representan entre el 15 y el 31 % de los aproximadamente 9,5 millones de toneladas de plástico que se liberan en los océanos cada año”, se lee en el texto.
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Francia fue el primer país en obligar a que las nuevas lavadoras incorporen un filtro de microfibras y la medida regirá a partir de enero de 2025. Thompson y su equipo probaron seis filtros de este tipo y descubrieron la eficacia de algunos de ellos, uno redujo en un 75%la cantidad de microfibras en las aguas residuales del proceso de lavado.
No obstante, según el científico, alrededor de la mitad de las fibras de las prendas se desprenden al usarlas. Entonces, podría ser más eficaz cambiar la manera en que se produce la ropa, pero no es una meta fácil de lograr en términos legislativos nacionales. A ojos de Thompson, “este es un ejemplo clásico de por qué necesitamos un tratado internacional”.
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