Trump patea el acuerdo por el cambio climático
El presidente de Estados Unidos cumplió una de sus amenazas. Ayer dio la orden de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, firmado por 194 naciones para combatir el calentamiento global.
Pablo Correa.
Antes de ser candidato a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, bastante proclive a creer poco en la ciencia y mucho en teorías de conspiración, dijo que “el concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos con el objetivo de hacer a la industria de EE.UU. menos competitiva”.
Cuando se hizo aspirante a la Casa Blanca no se ruborizó al afirmar que el cambio climático era un truco y, apenas ganó las elecciones, no le tembló la mano para nombrar al frente de la Agencia de Protección Ambiental a un negacionista como Scott Pruitt y desafiar a todo el establecimiento científico de Estados Unidos.
Ayer, sobre las 3:00 p.m., Donald Trump envió un duro mensaje a los otros 194 países que durante más de 20 años trabajaron por lograr un acuerdo para hacer frente al cambio climático: Estados Unidos se retira del compromiso internacional de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, principal causa del cambio climático.
La noticia estaba cantada. Los rumores que salieron de la Casa Blanca a lo largo de la semana apuntaban en esa dirección. De hecho, en marzo de este año la administración Trump ya había caldeado los ánimos al ordenar revisar el “Clean Power Plan” (Plan Energía Limpia) de su antecesor Barack Obama, que impone a las centrales eléctricas alimentadas con energía térmica reducir sus emisiones de dióxido de carbono.
“Para cumplir con mi deber solemne de proteger a Estados Unidos y a sus ciudadanos, Estados Unidos se retirará del acuerdo climático de París, pero iniciará negociaciones para volver a entrar en el Acuerdo de París o en una transacción completamente nueva en condiciones que sean justas para los Estados Unidos”, dijo Trump ayer en una rueda de prensa. “Estamos saliendo. Pero comenzaremos a negociar y veremos si podemos hacer un trato justo. Y si podemos, es genial”.
Después de China, que emite 12,5 millones de toneladas equivalentes de CO2 al año, Estados Unidos es el mayor emisor de gases de efecto invernadero, con seis millones de toneladas de CO2. Por esta sencilla razón, la cancelación de sus compromisos representa una estocada al plan para enfriar el planeta. Es prácticamente imposible evitar el aumento de dos grados Celsius en la temperatura del planeta sin la participación del mayor culpable histórico del problema y el segundo mayor emisor de gases hoy. Ni el mejor esfuerzo de los 169 países que menos gases emiten y juntos suman 11 millones de toneladas de CO2, sería suficiente para encarar el problema.
En diciembre de 2016, cuando se firmó el acuerdo climático en París, el gobierno de Estados Unidos bajo el liderazgo de Obama se comprometió a reducir entre 26 y 28 % las emisiones antes de 2025. Aunque Estados Unidos se había negado históricamente a asumir compromisos internacionales, la firma del acuerdo fue posible después de una negociación unilateral con los chinos, que se comprometieron a reducir emisiones per capita entre 60 y 65 % para el 2030.
Trump esgrimió razones económicas al hacer el anuncio. Aseguró que el acuerdo implicaría para la economía norteamericana la pérdida de 2,7 millones de trabajos para el 2025. “Las naciones que quedan en el Acuerdo de París serán las que cosecharán los beneficios en puestos de trabajo e industrias creadas –dijo Trump–. Creo que los Estados Unidos de América deben estar al frente del pelotón”.
El cambio climático se ha convertido en una agria disputa política en Estados Unidos. Paradójicamente, mientras su comunidad científica ha sido una de las más activas y prolijas en producción de información para entender las causas y consecuencias del fenómeno climático, el Partido Demócrata se convirtió en un defensor de la transición hacia las energías limpias, mientras algunas facciones del Partido Republicano niegan el calentamiento global y a otras les preocupan los efectos sobre una economía poderosamente dependiente de los combustibles fósiles.
Con la decisión, Estados Unidos entra al exclusivo grupo de tres países, junto a Nicaragua y Siria, que se niegan a participar en el acuerdo. De acuerdo con The New York Times, la salida del acuerdo será gradual y tomará cerca de cuatro años, lo que deja en manos del próximo presidente de EE.UU. la suerte final del tratado.
Antes de ser candidato a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, bastante proclive a creer poco en la ciencia y mucho en teorías de conspiración, dijo que “el concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos con el objetivo de hacer a la industria de EE.UU. menos competitiva”.
Cuando se hizo aspirante a la Casa Blanca no se ruborizó al afirmar que el cambio climático era un truco y, apenas ganó las elecciones, no le tembló la mano para nombrar al frente de la Agencia de Protección Ambiental a un negacionista como Scott Pruitt y desafiar a todo el establecimiento científico de Estados Unidos.
Ayer, sobre las 3:00 p.m., Donald Trump envió un duro mensaje a los otros 194 países que durante más de 20 años trabajaron por lograr un acuerdo para hacer frente al cambio climático: Estados Unidos se retira del compromiso internacional de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, principal causa del cambio climático.
La noticia estaba cantada. Los rumores que salieron de la Casa Blanca a lo largo de la semana apuntaban en esa dirección. De hecho, en marzo de este año la administración Trump ya había caldeado los ánimos al ordenar revisar el “Clean Power Plan” (Plan Energía Limpia) de su antecesor Barack Obama, que impone a las centrales eléctricas alimentadas con energía térmica reducir sus emisiones de dióxido de carbono.
“Para cumplir con mi deber solemne de proteger a Estados Unidos y a sus ciudadanos, Estados Unidos se retirará del acuerdo climático de París, pero iniciará negociaciones para volver a entrar en el Acuerdo de París o en una transacción completamente nueva en condiciones que sean justas para los Estados Unidos”, dijo Trump ayer en una rueda de prensa. “Estamos saliendo. Pero comenzaremos a negociar y veremos si podemos hacer un trato justo. Y si podemos, es genial”.
Después de China, que emite 12,5 millones de toneladas equivalentes de CO2 al año, Estados Unidos es el mayor emisor de gases de efecto invernadero, con seis millones de toneladas de CO2. Por esta sencilla razón, la cancelación de sus compromisos representa una estocada al plan para enfriar el planeta. Es prácticamente imposible evitar el aumento de dos grados Celsius en la temperatura del planeta sin la participación del mayor culpable histórico del problema y el segundo mayor emisor de gases hoy. Ni el mejor esfuerzo de los 169 países que menos gases emiten y juntos suman 11 millones de toneladas de CO2, sería suficiente para encarar el problema.
En diciembre de 2016, cuando se firmó el acuerdo climático en París, el gobierno de Estados Unidos bajo el liderazgo de Obama se comprometió a reducir entre 26 y 28 % las emisiones antes de 2025. Aunque Estados Unidos se había negado históricamente a asumir compromisos internacionales, la firma del acuerdo fue posible después de una negociación unilateral con los chinos, que se comprometieron a reducir emisiones per capita entre 60 y 65 % para el 2030.
Trump esgrimió razones económicas al hacer el anuncio. Aseguró que el acuerdo implicaría para la economía norteamericana la pérdida de 2,7 millones de trabajos para el 2025. “Las naciones que quedan en el Acuerdo de París serán las que cosecharán los beneficios en puestos de trabajo e industrias creadas –dijo Trump–. Creo que los Estados Unidos de América deben estar al frente del pelotón”.
El cambio climático se ha convertido en una agria disputa política en Estados Unidos. Paradójicamente, mientras su comunidad científica ha sido una de las más activas y prolijas en producción de información para entender las causas y consecuencias del fenómeno climático, el Partido Demócrata se convirtió en un defensor de la transición hacia las energías limpias, mientras algunas facciones del Partido Republicano niegan el calentamiento global y a otras les preocupan los efectos sobre una economía poderosamente dependiente de los combustibles fósiles.
Con la decisión, Estados Unidos entra al exclusivo grupo de tres países, junto a Nicaragua y Siria, que se niegan a participar en el acuerdo. De acuerdo con The New York Times, la salida del acuerdo será gradual y tomará cerca de cuatro años, lo que deja en manos del próximo presidente de EE.UU. la suerte final del tratado.