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“Es muy bonito entender que con la sabiduría de los médicos tradicionales uno puede conectarse con la naturaleza y sentirse parte de ella. También, interiorizar que al ser parte de la naturaleza, es nuestra responsabilidad defenderla de todos los maltratos que recibe”, dice Pablo Cuchala, consejero de la zona de Medio y Bajo Putumayo de la Organización Nacional del Pueblo Inga, para recordar una de las grandes lecciones que le dejó el Taita Paulino Mojomboy.
Durante muchos años, lo vio celebrar ceremonias de toma de yagé para orientar política y administrativamente a su pueblo, especialmente cuando en la comunidad sentían que debían fortalecerse espiritualmente para defender el territorio de situaciones como la presencia de la industria petrolera. “La madre naturaleza nos está pidiendo protegerla, y por eso, durante la toma de remedio, los líderes asumen una postura política de defensa, aún en riesgo de su propia vida y la de su familia. En medio de todos los desafíos, el Taita Paulino siempre fue una persona muy tranquila, amable, carismática, de buenos consejos. Tenía una sabiduría que nos queda como legado”, cuenta Cuhala.
Precisamente, la sabiduría y conocimiento del Taita Paulino lo llevaron a ser reconocido como una de las máximas autoridades espirituales del pueblo Inga, que tiene su territorio ancestral en los departamentos de Cauca, Nariño, Caquetá y Putumayo. Así lo explica Hernando Chindoy, presidente de la Organización Nacional del Pueblo Inga, y añade que en la región de la panamazonía (conformada por nueve países, entre ellos, Brasil, Ecuador, Perú y Venezuela), “el abuelo” era reconocido como uno de los cinco sabedores más importantes del mundo en los temas de medicina tradicional.
“El legado más significativo es el llamado que él hacía a mantenernos unidos como pueblo, siempre en la lucha de seguir existiendo como ingas en el tiempo y en el espacio. Solo de esa manera podremos mantener el valor a la medicina tradicional, que él compartió y entendió no solo como un punto de partida para sanar como seres humanos, sino también para limpiar el espacio, la Tierra que es un ser vivo. También, para alcanzar la armonía para cada uno y la paz biocultural”, explica Chindoy, perteneciente al resguardo de Aponte, ubicado en el municipio de El Tablón de Gómez (Nariño), donde habitan más de 3.600 ingas.
Agrega que después de la partida del Taita Paulino al mundo espiritual, a los integrantes de su pueblo les queda solo un abuelo que, por su saber, se ha ganado el respeto, la admiración y el reconocimiento colectivo: el Taita Luciano Mutumbajoy, quien por más de 40 años trabajó con el Taita Paulino en diversos procesos. Precisamente, el mismo Taita Luciano recuerda que fueron innumerables los talleres sobre el uso de plantas nativas que dictó al lado del abuelo, a quien admiró por la inmensa entrega a su pueblo y a la medicina tradicional.
“Me acuerdo también de él acompañando espiritualmente la declaratoria del Parque Nacional Natural Alto Fragua Indi Wasi; viajando con las brigadas de salud a muchas comunidades e instituciones educativas indígenas; y curando a muchísimas personas”, cuenta el Taita Luciano, y agrega que “lo que nos deja a nosotros como parte de la Unión de Médicos Yageceros Indígenas de la Amazonía invaluable. Siempre nos enseñó que la medicina es un don con que que contamos para trabajar incondicionalmente por la salud de nuestras comunidades y de quien lo necesite”.
“Su aporte para la creación del Parque Nacional Natural Alto Fragua Indi Wasi y el Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi fue clave pues fue un gran defensor de la vida y el territorio, y un guardián del conocimiento ancestral indígena. Desde WWF Colombia agradecemos y reconocemos su gran legado para el cuidado de la Amazonia”, dice Sandra Valenzuela, directora de la organización.
La partida del Taita Paulino, que para su familia y pueblo significa la trascendencia del mundo material al espiritual, es también un recordatorio de la necesidad que tenemos como país de conservar las culturas ancestrales de los pueblos indígenas, y para Hernando Chindoy, una oportunidad para expresar que " los abuelos que todavía están en este plano deben tener un reconocimiento y una valoración en vida por parte del Estado. Ellos merecen y necesitan que se les proteja su dignidad. Los abuelos trascienden al plano espiritual muy olvidados, abandonados a su propia suerte, así que hay que lograr que tengan una línea de apoyo institucional”.